No hay duda de que, en el corto plazo, la migración venezolana incide en el nivel de pobreza, en la tasa de desempleo, en el gasto en salud y educación. Pero el fenómeno Venezuela no es el único determinante del cambio en estas variables. La estructura de la economía colombiana se ha venido debilitando, y ello se observa claramente en la evolución que ha tenido el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. En la época de las bonanzas del petróleo y del carbón, en lugar de haber tenido una balanza positiva, se presentó el fenómeno contrario: las importaciones crecieron más que las exportaciones y el déficit se agudizó. Entre el 2001 y el 2016, el desbalance pasó de -1,3% del PIB a -6,3%. En el 2008 fue de -3,8% del PIB. Estas cifras negativas indican que el monto elevado de las exportaciones de hidrocarburos y de minerales, fue inferior al valor de bienes importados. La dinámica importadora golpeó muy duro la producción nacional (manufacturera y agrícola).
El desempleo es la consecuencia de este deterioro del aparato productivo, y este mal es profundo y no se resuelve solo. Se requieren acciones claras de la política pública, que permitan re-orientar la industria, la agricultura y el comercio, con el fin de mejorar la productividad y reducir la dependencia de las actividades primarias y extractivas. Pero estas acciones requieren aumentos importantes del gasto público. Estas medidas no se van a tomar. Primero, porque este no es el diagnóstico del Plan de Desarrollo. Segundo, porque el gobierno no cree que sea necesario crear condiciones que favorezcan el mercado interno. Y, tercero, porque no hay recursos.
Y como la ley de financiamiento, que se aprobó a las carreras al final del año, se quedó muy corta, el Ministro de Hacienda perdió margen de maniobra. La solución que encontró fue “flexibilizar” la regla fiscal. Es decir, no cumplir con las metas de reducción del déficit fiscal que se había propuesto. La ampliación del margen del déficit no soluciona ningún problema. Simplemente aplaza la corrección estructural del déficit. Gracias a la flexibilización de la regla, el desbalance va a aumentar y, obviamente, ello implica incrementos de la deuda pública.
La única forma de cerrar el déficit fiscal es mediante impuestos, y esta dura realidad no se quiere aceptar. Es clarísimo que el gobierno de Duque no va a cobrarle impuestos a los ricos. Ya se los redujo sin que ello se refleje en la producción y el empleo. Se habla, entonces, de reducciones del gasto público y de mayor endeudamiento. Pero como se ha demostrado una y otra vez, el gasto público no baja. Es inflexible. Así que el único camino que queda es el aumento de la deuda pública. Su saldo ronda el 50% del PIB y parece que continuará aumentando.
En síntesis, el origen del desempleo habría que buscarlo en los dos problemas estructurales mencionados: Primero, el déficit en la cuenta corriente, junto con el deterioro del aparato industrial y, segundo, la falta de una política tributaria progresiva. Sin impuestos no se puede estimular la inversión pública, ni es posible diseñar políticas que favorezcan a la industria y la agricultura. Y, mucho menos, cuando las importaciones acaban con el aparato industrial y agrícola nacional.
Sin duda, estos males se agudizan con la crisis de Venezuela, pero allí no está la causa del problema estructural de la economía colombiana.
Jorge Iván González
Foto tomada de: pngtree.eu
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