El país de manera acertada estructuró, con base en esfuerzos unificados públicos y privados, no sólo una institucionalidad que posibilitó las distintas actividades gremiales, financieras y políticas que la producción cafetera requería, sino que logró generar procesos de acompañamiento técnico, extensionismo, apoyos financieros, así como estrategias para elevar la calidad de vida de los productores y de los hogares que accedían a los empleos directos e indirectos que generaban los circuitos económicos cafeteros. En fin, el café contribuyó a lograr una vida digna en sus territorios. Esto no estuvo exento de dificultades, pero sí es claro que con la Federación, las cooperativas de caficultores y su compromiso social con los cafeteros, se logró estructurar una alternativa de vida que no se ha logrado con ningún otro sector del agro colombiano.
Pero las estrategias neoliberales, así como los intereses de copar los mercados de Brasil y Vietnam, hicieron que el pacto cafetero se viniera abajo, que los precios oscilaran al ritmo de una oferta vacilante (con una demanda relativamente estable), es decir, a diferencia del petróleo, la producción del grano, el insumo para las grandes trilladoras de carácter transnacional, quedó al albedrío de las negociaciones particulares, que encontraron en la oferta mundial del café la oportunidad para hacer que los precios bajaran a favor de los grandes tostadoras pero en contra de cientos de miles de familias. Con esto también la institucionalidad y la Federación modificaron su rumbo; hoy se pagan entonces las consecuencias de los desaciertos neoliberales, se trata de por lo menos 563.000 familias cafeteras en el país que producen en fincas de menos de 5 hectáreas promedio.
La producción de Café colombiano ha sido variable, con una tendencia creciente desde mediados de 2011 (con la excepción de 2016 cuando tuvo una caída significativa). Si bien la producción está en un ciclo permanente de crecimientos y caídas, que la hace volátil, es de mencionar que en el último par de años la tendencia creciente ha desaparecido y se ha mantenido entre 1200 y 1400 millones de sacos, comportamiento similar al que tuvo en los primeros siete años de la década del 2000.Véase gráfico 1. Entre tanto la producción mundial también ha venido en aumento lo que significa, en términos de mercado, una expansión de la oferta y por ende un comportamiento de los precios a la baja lo cual implica que los campesinos no logran aprovechar sus esfuerzos productivos ya que son neutralizados vía precios internacionales.
Buena parte de la explicación de este comportamiento es que la mayor parte del cultivo se ha tecnificado, véase gráfico 2, aspecto que muestra de un lado la participación que ha tenido la Federación en los procesos productivos, y de otro lado, el gran esfuerzo que las familias campesinas han realizado para poner en la frontera productiva al cultivo de café.
La pérdida de protagonismo de la Federación se muestra también en la mayor participación que los particulares han tenido en las exportaciones. Las ventas de la Federación son significativamente menores respecto a las realizadas por particulares, como se muestra en el gráfico 3. En los, últimos años la Federación de Cafeteros se ha convertido en un exportador menor del café colombiano. Mientras en el año 2000 la Federación exportó el 36.1% del café, en al año 2018 participó con el 18.4%.
Esto es claramente el resultado de una política de desinstitucionalización, hoy los productores prefieren hacerlo de manera particular y no a través de la Federación, como se hacía en el país hace ya algunas décadas atrás. Obviamente, se trata de una pérdida de capacidad de negociación, lo que implicaría repensar la situación, fortalecer la Federación y hacer que esta vuelva a tener las condiciones para ser quien comercialice el café de Colombia. Esto unido, además a la conformación de un nuevo pacto de países exportadores de café, que poría aglutinar a los productiores de cafés suaves y así generar una línea de negociación clara con las tostadoras mundiales.
El país cuenta hoy con unos sectores emergentes que han dinamizado la producción, pero también la institucionalidad cafetera que se nutre de la participación del movimiento de Dignidad Cafetera, lo que, sin duda alguna, ha comenzado a representar cambios importantes y una apertura en la Federación en los últimos dos años, que deberá seguir consolidándose para posibilitar un fortalecimiento democrático y una mayor legitimidad social y productiva.
Mientras esto pasos no se realicen y se consoliden, la alternativa de dejar de cotizar en la bolsa de valores de New York no pasará de ser un tema circunstancial, sin mayores impactos sobre los grandes problemas de precios que afectan a los cafeteros.
Lo cierto es que las familias campesinas cafeteras colombiana se ven abocadas hoy a un serio problema de precios de mercado que las lleva a trabajar a pérdida, es decir, mientras el costo de producción de una carga de café (de 125 kg, de café pergamino seco) se calcula en promedio en $760.000, el precio interno está en 688.000 pesos, de acuerdo con la Federación Nacional de Cafeteros. Ahora el Gobierno Nacional ha establecido un Incentivo para la Equidad Cafetera de 27.000 por carga de café, lo que deja una pérdida promedio de 45.000 pesos por carga. Aspecto que pone a los cafeteros en la disyuntiva de si aguantan financieramente la época de bajos precios, sin tener certezas sobre el comportamiento futuro, o abandonan y deciden realizar sus inversiones en otras actividades.
La cotización internacional y los precios internos mantienen comportamientos ciclicos similares, debido a que el cálculo del precio interno se realiza con base en el precio internacional de la Bolsa de New York, pero tambien es impactado por el valor en pesos del dólar así como por la prima de calidad que se le reconoce al caá suave colombiano. Los precios han tenido una alta vulnerabilidad en los últimos años, con una clara tendencia a la baja. El precio interno, alcanzó un punto máximo en 2012, presentó una caída considerable en el 2013 y había venido recuperandose lentamente hasta 2017 y desde ese momento disminuye en forma sostenida hasta ubicarse en niveles similares a los de 2010. Véase gráfico 4. Por su parte los precios externos aunque presentan picos similares, se recuperan en menor proporcion que los internos desde la caida del 2013. Estos también muestran un comportamiento descendente tras dicha caida y para el presente año se ubican en 130 centavos de dólar por libra, por debajo del promedio alcazado en gran parte del período estudiado.
El panorama no es nada alagüeño, es claro entonces que los cafeteros de Dignidad, que ya son también Federación, organizan marchas reclamando del gobierno mayor atención y con unas peticiones que trascienden la simple propuesta del retiro de la bolsa de valores. El sector requiere ademàs una polìtica fiscal decidida para brindar el apoyo a más de 563.000 familias y una gran cantidad de pueblos cafeteros que tienen en el grano su sustento,
Esto implica según Dignidad Cafetera, tener auxilios por 85.000 pesos por carga, unas cifras nada fácil en medio de las quejas permanentes del Gobierno sobre el déficit fiscal. Pero también que el fondo de estabilidad cafetera cumpla con sus objetivos y se puedan sustentar los precios internos del grano, sin tener que recurrir siempre a los fondos netamente gubernamentales. Definitivamante el país tendrá que redimensionar de nuevo la institucionalidad cafetera debilitada por la apuesta y la fe ciega en los mercados. De la mano, como se dijo, de un pacto internacional que procure instancias de coordinación de ofertas, sustentabilidad de precios y mecanismos de compensación.
El esquema de la Federación, de los Comités y de las coopetrativas fue relativamente exitoso, cumplio con hacer de los cafeteros un sector importante y con una buena calidad de vida lo cual podría estudiarse a profundidad para hacer de esta historia un aprendizaje presente y futuro. La caída de estos esquemas, por las decisiones frente al mercado, pero también por el control de sectores particulares y con ello la poca democratización condujo a su marchitamiento. Es menestarer recatar la experiencia, fortalecerla con una amplia participción y construir una nueva institucionalidad que respalde la producción cafetera y la vida de las familias productoras.
El camino es la democracia, la cooperación y la asociatividad. El país teniendo esta experiencia cafetera renunció a ella y hoy deben pagar 563.000 familias sus consecuencias. Es paradógico, mientras esto sucede con el Café, el Gobierno de Nueva Zelanda, en asocio con el Ministerio de Agricultura y Agrosavia, han adelantado en los últimos cuatro años un programa de acompañamiento, de trasnferencia tecnológica a pequeños productores de leche en trópico alto, mostrando unos resultados importantes en términos de productividad y calidad de vida de los campesinos. La base de este proyecto ha sido la cooperación entre campesinos, la búsqueda de calidad y una mayor productividad aprovechando conocimiento, pastos, tecnología y el empoderamiento sobre sus propios negocios y fincas.
No es el mercado el problema per se, no es la bolsa de New York, es cómo lo asumimos, cómo nos organizamos socialmente para la producción, cómo nos enfrentamos a las grandes tostadoras de café que si saben hacer bajar los precios, y, ante todo, cómo logramos en sociedad priorizar la vida de nuestros campesinos, de nuestros cafeteros. A diferencia de otros sectores rurales, en el café se tiene toda la estructura organizativa, la experiencia científica, técnica y social para retomar los senderos del café como producto para el crecimiento y el desarrollo, para el fortalecimiento de los sistemas productivos locales basados en el café.
Referencias
FNC. (S.f). Federación Nacional de Cafeteros. Obtenido de federaciondecafeteros.org: https://www.federaciondecafeteros.org/static/files/Area_cultivada_tecnificacion.xls
FNC. (S.f.). Federación Nacional de Cafeteros. Obtenido de federaciondecafeteros.org: https://www.federaciondecafeteros.org/particulares/es/quienes_somos/119_estadisticas_historicas/
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Daniela Castillo Vargas
Observatorio Rural. Universidad de La Salle
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