El contexto en el cual afirma lo anterior es el debate con relación a la censura al periodista Daniel Coronell y su posterior reintegro a la revista Semana. Para Gómez Buendía el “drama de los medios es simplemente que sea Coronell quien formula las denuncias de tanta gravedad para Colombia”, algo que en su opinión deberían hacer las instituciones correspondientes; además, porque el hecho de que “sea un individuo, y no una institución, quien investiga y denuncia tiene además el grave costo de sus sesgos, sus cambiantes intereses…”, como si las instituciones no tuvieran intereses ni sesgos.
Pero más allá de este debate sobre si un periodista debería en sus columnas de opinión informar, investigar, denunciar graves hechos de corrupción o políticos, me interesa examinar la afirmación de que los medios de comunicación son una fiducia al servicio del público.
Los medios de comunicación en general, independientemente de cualquier sociedad, son herramientas que se utilizan para informar y comunicar de forma masiva a la población ya sea en forma audiovisual, televisiva, radiofónica, impresa o digital. Pero la manera cómo se organizan en una sociedad particular les confiere un carácter específico. Milliband[2] en un libro publicado en 1969, refiriéndose a la experiencia de Inglaterra y los países más desarrollados, estableció las siguientes características sobre los medios de comunicación en una sociedad capitalista, cuyos defensores se precian del pluralismo y la libertad de expresión existente:
- Están organizados como empresas capitalistas, es decir como empresas que invierten un capital en medios de trabajo y en fuerza de trabajo asalariada (alguna de ella de alto nivel intelectual), con el fin de ofrecer bienes y servicios para obtener ganancias.
- Además, con mucha frecuencia, son a su vez propiedad de otras empresas capitalistas, especialmente de las grandes empresas.
- En su venta de bienes y servicios dependen en gran medida de los pagos realizados en publicidad por parte de empresas capitalistas y por parte del Estado, lo cual condiciona su independencia.
- En muchos casos están vinculados directamente a partidos políticos defensores del sistema capitalista. Aunque no estén formalmente afiliados a un partido político, su ideología es claramente favorable al capitalismo y cumplen por tanto un papel de propaganda y defensa de los intereses capitalistas.
- En el marco conservador de defensa de los intereses capitalistas permiten en ciertos casos posiciones críticas, especialmente en materia de opinión, críticas que usualmente se refieren a fallas del sistema, a actos de corrupción y ciertas prácticas políticas inadecuadas, que reflejan con frecuencia conflictos entre los propios capitalistas y sus políticos; es raro que permitan columnistas u opiniones críticas radicales del capitalismo y defensoras del socialismo. En caso de excesos, acuden directamente a la censura o al despido de los periodistas incómodos para el poder político o económico. El derecho de propiedad confiere el derecho a la censura en la práctica.
- Es común que la gran mayoría de periodistas y columnistas de opinión sean moderados en sus críticas al capitalismo y que por su propia convicción o por temor no se atrevan a traspasar ciertos límites, asumiendo una especie de autocensura.
- La mayor parte de los medios de comunicación, aunque reconocen la necesidad de la intervención estatal en ciertos asuntos, consideran que la ampliación del sector público es contraria al interés nacional y que el fortalecimiento de la empresa privada es condición necesaria para la prosperidad económica, el bienestar social, la libertad y la democracia; paralelamente tienen usualmente una posición fuertemente antisindical.
- A pesar de sostener que respetan la libertad de expresión los medios son profundamente anti comunistas y portavoces de una visión maniquea del mundo donde las fuerzas del bien son representadas por Estados Unidos y los gobiernos capitalistas y las fuerzas del mal, por los gobiernos comunistas.
- Las campañas en defensa de la libertad y la democracia son mucho más decididas y resueltas para combatir, por ejemplo, la tiranía en Hungría, que en sus propios países.
Unas citas de Milliband nos ayudarán a entender más el supuesto carácter “fiduciario al servicio del público”. Con relación a la libertad de expresión y el pluralismo afirma: “No hay que subestimar la importancia y el valor de esta libertad y de estas oportunidades de expresión. Sin embargo, la noción de una diversidad pluralista y de un equilibrio en la competencia, en esta esfera, como en todas las demás, es más bien superficial y engañosa. Pues las agencias de comunicación y sobre todo los medios de información masivos son en realidad, no obstante opiniones disidentes, un elemento de importancia capital en la legitimación de la sociedad capitalista. No por ello pierde todo su sentido la libertad de expresión. Pero esta hay que verla e interpretarla dentro del contexto económico y político real de estas sociedades; y en este contexto la libre expresión de ideas y opiniones significa principalmente la libre expresión de ideas y de opiniones útiles para el sistema dominante de poder y de privilegios” (p. 212).
Y con respecto a la prensa presenta la siguiente descripción: “Los periódicos varían enormemente por su calidad, contenido y tendencia en los diversos países. Algunos son de mente serena y equilibrados, otros, sensacionalistas y estridentes; unos son inteligentes, otros estúpidos; en unos hay decencia y decoro, en otros, no; los hay reaccionarios y conservadores; liberales o ‘radicales’; unos no están comprometidos con nadie, en tanto que otros son vehículos de un partido, de una facción o de un grupo de interés; unos critican a la autoridad y otros la ensalzan; y así sucesivamente. Pero cualquiera que sean sus innumerables y diversas diferencias, la mayoría de los periódicos del mundo capitalista tienen en común un rasgo esencial, a saber, su vigorosa y, a menudo apasionada hostilidad para todo lo que se encuentre muy a la izquierda de las formas más benignas de la social democracia, y, muy comúnmente, contra estas formas benignas también. Esta hostilidad se explicita más durante las campañas electorales” (p. 213). Y afirma que parecería haber, en medio del aparente pluralismo un pensamiento único: “Constituye el meollo de esta devoción a las opiniones conservadoras una aceptación general de los modos de pensamiento dominante, en lo concerniente al orden económico y social, así como una aceptación específica del sistema capitalista, aunque a veces matizada, por considerarlo natural y conveniente.” (p. 213)
Milliband reconoce que hay periodistas y columnistas que no se someten completamente al poder económico y político pero considera que son una ínfima minoría y los clasifica en la siguiente forma: “aquellos que acabamos de mencionar y que pertenecen a los diversos matices de la izquierda; las personas de ideología más o menos fuertemente conservadora; y, un tercer grupo, probablemente el más numeroso, cuyas convicciones políticas son más bien vagas, y desean sobre todo ‘no meterse en líos’” (p. 227).
Cualquier parecido con los medios en Colombia es pura coincidencia
El lector podrá notar la semejanza de esta caracterización con la situación colombiana, como si Milliband en 1969 hubiera tenido en mente los medios de comunicación en nuestro país. Baste pensar en la propiedad de El Tiempo, El Espectador y Semana por parte de los grandes millonarios del país, el despido de Coronell y otros periodistas, las presiones de los gobiernos nacional y territoriales con base en la pauta, las entrevistas sumisas y respetuosas de Julio Sánchez en la W a Arturo Calle y demás ricos, la saña de CMI con Gustavo Petro, la atención predominante a las fallas de la democracia en Venezuela minimizando la situación interna, etc., etc.
En el marco de esta caracterización, la afirmación de Gómez Buendía de que “un medio de comunicación no es más que una fiducia al servicio del público y que se debe a ese público”, es una opinión sorprendente. Gómez Buendía debería dar algunas evidencias que sustenten su afirmación; o será que en vez de escribir “no es más que una fiducia” debió haber escrito “debería ser una fiducia”. Además referirse al público es algo tan general que no dice nada. Es clarísimo que los medios de comunicación pertenecen solamente a una parte de ese público y le sirven principalmente a esa misma parte del público.
Quizá lo más acertado y verdadero que dijo en su columna Gómez Buendía es que “el billete puede más que los principios”, frase muy poco profunda pero que refleja la finalidad o el motivo propulsor del capitalismo: la obtención de las ganancias más altas posibles.
El periodismo: ¿contrapoder de todos los poderes?
El caso de Coronell es además un muy buen ejemplo de los márgenes dentro de los cuales se mueve la crítica. Se considera a Coronell como un fuerte opositor al poder y de hecho el mismo considera que ese es su papel, posición que comparte con otros periodistas de investigación y de denuncia. Afirma Coronell: “Pienso que el periodismo deber ser un contrapoder de todos los poderes, incluyendo el de los medios” y añade: “Quise mucho mi columna de Semana porque podía publicar investigaciones, opinar y hacerle preguntas difíciles al poder, incluyendo el poder de mi empleador.”[3]
Efectivamente periodistas como Coronell son muy valientes considerando que se enfrentan a poderes políticos y económicos que en muchos casos llegan a la agresión física y el homicidio para librarse de sus críticos. Pero aun reconociendo este comportamiento valeroso y meritorio, el hecho es que no critican de fondo al sistema, critican solo algunas de sus fallas o excesos. La crítica al poder con mucha frecuencia se concentra en los funcionarios públicos, que son solo parte de dicho poder y no el más relevante; pero incluso cuando critican a los poderes reales, a los grandes capitalistas, sus críticas se enfocan en denunciar rasgos y prácticas que se consideran individualmente repudiables y moralmente censurables, como los monopolios, el aprovechamiento indebido en la competencia, la manipulación de los mercados accionarios, la corrupción en los contratos, en muchos casos porque afectan los intereses de otros poderes. Critican a algunos individuos y empresas que detentan el poder, pero no al sistema que genera dicho poder. Un ejemplo ilustrativo se encuentra en algunas de las investigaciones de Alberto Donadío con respecto al grupo Gran Colombiano, las cuales tuvieron el apoyo de otro de los grandes dueños del país. En una entrevista en Semana a Donadío se afirma:
“Dice que cuando Hernán Echavarría Olózaga lo llamó a su oficina para denunciar los entuertos del grupo Gran Colombiano él no sabía ni siquiera que era un encaje bancario. “Pero Don Hernán me dijo que él me enseñaba y aquí estoy cuarenta años después porfiando con los fraudes de las libranzas y la estafa de InterBolsa”. ¡Don Hernán fue también un abanderado en la lucha contra el poder!
Coronell no se mete con todos los poderes. Quizá este es el verdadero drama de los medios.
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/coronell-o-el-verdadero-drama-de-los-medios-columna-867332
[2] Milliband, Ralph, El Estado en la sociedad capitalista, Siglo XXI Editores, primera edición en español, 1970.
[3] https://www.nytimes.com/es/2019/06/05/coronell-duque-semana/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: lasillavacia.com
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