El lector encontrará en estas líneas algunas consideraciones sobre las motivaciones de fondo que han llevado a los jóvenes que nacieron cerca al siglo XXI y crecieron con las tecnologías digitales, conocidos como los Millenials, a salir masivamente a las calles en estos dos últimos meses.
Me baso en las entrevistas que hice al azar a jóvenes que marchaban, en rio humano, hacia la Plaza de Bolívar de Bogotá el pasado 21 de noviembre de 2019, fecha de la Jornada Nacional de Protesta convocada por el Comité Nacional de Paro, en la que la mayoría de los manifestantes era gente joven. También en las entrevistas que realicé durante las marchas de los días siguientes en las que los jóvenes, universitarios en su mayor parte, fueron nuevamente los protagonistas principales. Este fenómeno social se repitió en las movilizaciones del 21 de enero de 2020, menos numerosas.
Quería entender por su propia voz, y no por la de periodistas, analistas, sindicalistas y políticos, cuáles eran las razones que los movían a marchar. Y a partir de allí, ver qué cosas se podrían concluir. En efecto, desde el paro cívico nacional de 1977, en el que participé, el más grande de la segunda mitad del siglo XX, no habíamos visto tal cantidad de jóvenes desfilando. Hoy se movilizan en un clima más favorable luego de los acuerdos de paz firmados entre el Estado y las FARC.
Estos jóvenes no viven en barrios de marcada pobreza, son más bien de nivel económico medio y han tenido acceso a la educación formal, más de la que tuvieron sus padres y abuelos. Suponía yo que a mi pregunta ¿Por qué marchan?, las respuestas se referirían a las peticiones, trece en ese momento, del Comité Nacional de Paro conformado por los representantes de las centrales sindicales, organizaciones de maestros, indígenas y campesinos, movimiento estudiantil y otros sectores sociales. Comité en el que también tienen asiento jóvenes Millenials. Valga precisar que el número de exigencias se multiplicó posteriormente, a estas alturas ¡ya son ciento cuatro!
Para sorpresa, en casi todas las respuestas no había un desarrollo de esos temas iniciales. Más aún, tampoco escuché en los entrevistados una lista de problemas específicos de las ciudadanías a las que pertenecen estos jóvenes. Simplemente la mayoría de ellos se moviliza esencialmente por un sentimiento general de inconformidad, latente y hasta en cierta forma difuso, con el estado de cosas que diariamente les toca vivir, por la ausencia de oportunidades para su desarrollo como individuos, por la incertidumbre frente al futuro que los espera y por la alerta ante el cambio climático.
Así, por ejemplo, una de sus preocupaciones centrales tiene que ver con la dificultad para encontrar empleo en un mundo laboral en donde cada vez más se les pide tener no sólo un pregrado sino un posgrado, y contar con una primera experiencia de trabajo, algo imposible para la gran mayoría. Además, no pocos empleos son mal remunerados e inestables. El estrés que les genera este panorama es aún mayor porque tienen grandes expectativas de un retorno de inversión en términos de éxito y progreso personal. No es de extrañar entonces que muchos de ellos continúen viviendo en casa de sus familiares y que no se proyecten en una relación de pareja con hijos. Ven con desazón que su nivel de vida futura será posiblemente inferior a la de sus progenitores.
Otro resultado de las entrevistas es que a diferencia de la oposición frontal y explícita al mal gobierno de Duque de gran parte de los dirigentes del paro y de las organizaciones de izquierda, y de ciertos grupos pequeños notorios en las marchas, la decisión de estos Millenials de salir a las calles refleja más un rechazo, en general, a la clase política tradicional: no creen en los gobernantes o se decepcionan pronto, no se sienten representados por nadie, o casi nadie, aún menos por un Congreso al que muchos señalan como un cuerpo de políticos profesionales que se perpetúa.
Su indiferencia frente a los partidos políticos del establecimiento es también evidente, aunque la mayoría tampoco se alinea con los partidos de izquierda. Desean voltear la página de la polarización y repudian el asesinato de líderes sociales. Se indignan frente a la corrupción que, dicen, atraviesa todas las instituciones. Sospechan de las informaciones de los medios de comunicación, dándole más credibilidad a las redes sociales, o mejor, a sus propias redes, que retroalimentan en circuito cerrado sus propios sentimientos y creencias. En síntesis, viven una crisis de confianza y legitimidad en los partidos, gobiernos e instituciones, pero prefieren y quieren el sistema democrático.
Son jóvenes con grandes esperanzas y retos en la sociedad de la información, el conocimiento y la innovación. Deben desenvolverse en un mundo globalizado y competitivo. Y están dispuestos a dar la pelea para que las cosas cambien en nuestro país. De hecho, la votación de esta juventud fue determinante en las elecciones territoriales de octubre de 2019 para elegir alcaldes y gobernadores alternativos en las principales ciudades y departamentos, algo inédito en nuestra historia, como también lo será para las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2022.
El protagonismo de los Millenials es decisivo para avanzar hacia una sociedad más equitativa, incluyente y próspera. Pero el potencial transformador de su movilización pierde fuerza por la acción de los encapuchados violentos y visiblemente organizados, que destruyen los bienes públicos y privados, deslegitiman la protesta social y provocan a la fuerza pública (ello no justifica por tanto el abuso de autoridad); y sus banderas se debilitan ante la opinión pública cuando no se tiene en cuenta las necesidades de transporte de los ciudadanos que no participan en las marchas.
En buena hora para la vida social y política del país, la Generación de Millenials se moviliza y comienza a ocupar líneas de liderazgo. El espacio de diálogo ganado al gobierno de Duque, que recuerda al Diálogo Nacional de cierta época, a pesar de la mano dura que piden ciertos sectores de derecha, debe ser aprovechado como paso previo a la negociación de logros concretos. La protesta democrática será siempre un recurso ante los oídos sordos de los gobernantes, así lo garantiza la Constitución de 1991.
Mauricio Trujillo Uribe, Ex-Alto Consejero TIC Bogotá. Director programa radial Festivales Jazz del Mundo. Blog: Agoradeldomingo.com
Foto tomada de: Escuela Nacional Sindical
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