1. Las importaciones crecen más que las exportaciones
En los últimos meses se ha agudizado el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Este balance negativo significa que la dinámica de las importaciones ha sido mayor que la de las exportaciones. Y muestra, además, que el país ha aumentado su dependencia del exterior.
La situación actual es una expresión de la grave crisis de la economía. En términos sencillos, la economía ha dejado de ser competitiva en el mercado internacional. Y la manifestación más clara es el auge de las importaciones.
1. El desequilibrio es estructural y refleja falta de competitividad
Existe un cierto consenso en que un país está mal cuando mantiene un desequilibrio externo durante un período de tiempo significativo. Y este ha sido el caso de la economía colombiana. El desbalance externo comenzó desde mediados del 2000 y tuvo su punto máximo a finales de 2014. A partir de este año el déficit no se ha cerrado y se ha mantenido relativamente alto. A finales del 2019 se acercó a los 4 mil millones de dólares.
El déficit se ha mantenido durante estos 20 años. Así que el fenómeno es estructural, y pone en evidencia la fragilidad de la economía colombiana. Sobre todo, su falta de competitividad. El resultado actual se explica por las siguientes razones.
Desaprovechamiento de las bonanzas de petróleo y minería. El déficit se ha ido consolidando con el paso del tiempo. Y es inaceptable que se haya agudizado durante el período 2002-2014, que fueron los años de las bonanzas de los hidrocarburos y de los minerales. No sobra recordar que en junio del 2008 el precio del barril llegó a 134 dólares.
Es inaceptable que no obstante el elevado precio del petróleo, las importaciones hayan aumentado más que las exportaciones. Cuando un país disfruta de una bonanza originada en petróleo y minería, la situación ideal sería: la consolidación del superávit externo, el aumento de la producción nacional, y la sustitución del tipo de producto exportable (dejar los hidrocarburos y la minería, y estimular exportaciones de bienes manufacturados, etc.). En Colombia no se han cumplido ninguna de estas tres condiciones. En lugar de superávit, el país continúa teniendo déficit, tal y como se observa en la gráfica. Además, la producción nacional se ha deteriorado. Y, finalmente, las exportaciones no se han sustituido, y continúa dependiendo de los hidrocarburos y la minería.
La pérdida de competitividad. Es notoria la pérdida de competencia de la producción nacional. Se han formulado diversas hipótesis para tratar de explicar la baja productividad.
Para los empresarios el problema radica en los altos impuestos y en los elevados salarios. Este argumento, que ha sido aceptado por el gobierno, se concretó en una reforma tributaria que redujo las tarifas a las firmas y aumentó las exenciones. No es difícil desvirtuar ambos argumentos. Basta constatar que los países europeos, con impuestos y salarios más elevados, tienen una competitividad que supera considerablemente la de Colombia.
La explicación a la falta de competitividad habría que buscarla por otro lado. Primero, el gobierno no ha tenido una política clara de estímulo a la producción nacional. En lugar de haber utilizado los excedentes de las bonanzas para desarrollar la industria y la agricultura, permitió que el desborde de las importaciones le diera un golpe mortal a la estructura productiva nacional.
Segundo, la demanda de los hogares está siendo atendida, en gran medida, por las importaciones. Numerosas empresas nacionales han dejado la actividad productiva, y se han convertido en comercializadoras de bienes importados.
Tercero, el crédito en Colombia es caro. Los altos costos financieros han reducido el margen de ganancia de los empresarios, y ello se manifiesta en menor inversión y en una caída del empleo. En lugar de continuar mirando los costos salariales, se debería hacer un análisis cuidadoso del peso que tiene el pago de intereses, en la estructura de costos de las empresas.
Cuarto, la negativa a pagar impuestos se refleja, entre otros síntomas, en la pésima infraestructura con la que cuenta el país.
Quinto, la concentración de la tierra en el campo ha obstaculizado la modernización de la agricultura.
Sexto, la devaluación de la tasa de cambio no es suficiente para impulsar la producción nacional e incentivar la inversión.
Mientras no se atiendan estas limitaciones estructurales, la competitividad del país continuará siendo muy baja, y ello se expresa en una balanza externa negativa.
Jorge Iván González
Fuente: ANI
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