Escribe Jorge Iván González un artículo en Desde Abajo[2] titulado “El futuro de la economía colombiana que ejemplifica un tipo de interpretación del capitalismo colombiano que aparenta ser crítico de aspectos estructurales pero que realmente no va al fondo del asunto y termina ocultando los rasgos fundamentales de funcionamiento de este modo de producción.
El solo título “El futuro de la economía colombiana”, indica muchas cosas. La economía es la dimensión de la sociedad encargada de la producción, distribución y el consumo de los bienes y servicios necesarios; en toda sociedad es necesario decidir qué producir, cómo producirlo y para quién producirlo, de acuerdo con Paul Samuelson. Para este reconocido premio Nobel de Economía, La ciencia económica es el estudio sobre cómo las sociedades usan recursos escasos[3] para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre diferentes personas. Tanto Samuelson, como la mayoría de economistas ponen el énfasis en la producción física en general, en la programación técnica de las operaciones de producción, y omiten referirse a la economía capitalista y mucho menos al modo de producción capitalista, a las relaciones sociales básicas que lo caracterizan.
El propósito es claro: al referirse a la economía a secas se oculta que se trata de una modalidad específica, la economía capitalista, economía en la cual unos pocos son capitalistas (dueños del dinero y de los medios de producción) y la gran mayoría no tiene medios de producción o los tienen en una magnitud mínima y donde además el propósito central, el motivo propulsor es la obtención de plusvalor (bajo la forma de ganancias industriales, comerciales, financieras, rentas de la tierra, e impuestos). La producción en la sociedad capitalista no tiene como finalidad la satisfacción de necesidades, la producción de mercancías es un medio para enriquecerse no para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
Me parece que González cae también en esta práctica ocultadora con lo cual hace lo que usualmente hacen los economistas neoclásicos: no formularse y por tanto mucho menos responderse, las preguntas incómodas. Hablar de la economía en general es quedarse en un nivel de abstracción que no permite comprender suficientemente las situaciones concretas; además, claramente dentro de una economía capitalista la situación de sus distintas clases es muy diferente y por tanto sus perspectivas de futuro económico. Es significativo ver cómo Samuelson en los dos primeros capítulos de su libro “Economía”, donde se refiere a los fundamentos de la disciplina económica, se refiere en pocas oportunidades y marginalmente al capitalismo y por el contrario destaca las relaciones de mercado, las relaciones de compra y venta, donde todos somos ciudadanos iguales: vendedores y compradores. Las escuelas de “economía” se concentran en enseñar este enfoque a los estudiantes: hablar mucho de economía en general y poco de los rasgos esenciales de la economía capitalista.
Debido a la imposibilidad para hablar sobre el futuro, como lo ofrece en el título, González cambia de objetivo y ofrece “construir un relato que independientemente de su poder predictivo, si puede servir para corregir algunos problemas”. Nos dice en primer lugar que la economía colombiana es una economía “frágil” en varios sentidos. ¿Por qué? 1) La dinámica de la economía ha sido débil porque la tasa de crecimiento es de apenas 3,4% del PIB, lo cual puede ser buena comparada con el promedio de América Latina, pero mediocre porque “no examina las características estructurales del aparato productivo nacional”; 2) el desempleo se ha agudizado; 3) se estancó la tendencia descendente que traía el indicador de pobreza. Estos dos últimos fenómenos, nos dice, están relacionados porque el menor empleo se refleja en una caída de los salarios y de la capacidad de compra de los hogares.
A qué se debe lo anterior, según González? 1) Están creciendo sectores que no generan empleo, como por ejemplo, petróleo, minería y finanzas; 2) Esto ratifica que no basta con que el PIB general crezca; 3) Un mayor PIB “no significa que haya mejoras en el empleo y en el bienestar”. “Las condiciones de vida de las personas se pueden deteriorar, aún cuando el PIB esté creciendo” “El éxito financiero de los bancos, por ejemplo, no se refleja en mejores condiciones de vida de los hogares.” Y nos explica que a los bancos les va bien porque el crédito es caro y el excedente de los intermediarios financieros puede ir en contra del bien-estar (sic) de los consumidores. Finalmente señala que la economía extractiva ha causado muchos daños.
Como el mismo lo plantea, la tasa de crecimiento del PIB por si sola no dice muchas cosas. Puede ocurrir que la tasa sea mediocre -de hecho el 3,4% de crecimiento es más o menos la tasa promedio de los últimos 30 años del PIB en Colombia-, pero que a algunos capitalistas, los más poderosos, les esté yendo bastante bien. Esto se observa en las ganancias que año tras año acumulan bancos y las grandes empresas. Al mismo tiempo, los salarios e ingresos de los trabajadores por cuenta propia pueden estar estancados e incluso perder peso en términos relativos. La economía capitalista se fundamenta en que todo el valor agregado y el producto nacional es elaborado por los trabajadores, pero ellos solo se quedan con una parte porque sus patronos los capitalistas les quitan la otra; se trata de una relación de explotación en la cual unos pocos tienen el control de aparato productivo (dinero, medios de producción) y por tanto el poder para poner a trabajar a millones de asalariados directos y disfrazados a su servicio. El conflicto redistributivo primario y principal en la sociedad capitalista se da entre los trabajadores asalariados y los capitalistas.
Sin embargo, parecería que González no considera que existen estas clases y prefiere hablar de hogares, personas y consumidores, tal como lo hace la economía neo clásica. De este modo se esconde un rasgo fundamental de nuestra sociedad y se elimina, por lo menos en el discurso el conflicto de clases: al fin y al cabo todos somos consumidores desde el obrero peor pagado hasta Luis Carlos Sarmiento Angulo. González es consciente que detrás del PIB se esconden desigualdades profundas, pero por alguna razón prefiere no llamarlas por su nombre.
Con respecto al desempleo se trata de un rasgo inherente de la sociedad capitalista que genera siempre un excedente de población trabajadora con respecto a las necesidades de contratación de los capitalistas y no un indicador de fragilidad de la economía capitalista, todo lo contrario. Además González lo ve como un problema de crecimiento mayor de sectores no generadores de empleo, como si la industria, la agricultura o el comercio per se fueran a resolver la situación de desempleo. Pero el asunto de fondo es que los capitalistas deciden donde dirigir sus inversiones motivados por el afán de obtener ganancias y no de generar empleo y no hay explicación en el artículo sobre las situaciones concretas que los han llevado a la estructura actual. Esto no es un asunto nuevo, como tampoco lo es el nivel precario de las exportaciones y el hecho de que continúen concentradas en productos mineros y agrícolas; el tema es si el Estado capitalista, al servicio de y controlado por dichos intereses dominantes, podría escapar de su férula y promover un desarrollo nacional beneficioso para todos.
Pero además de lo anterior, parecería que González está pensando en Colombia como una sociedad socialista, que podría planificarse y organizarse por parte de un órgano central que se encargaría de hacer los cambios estructurales. Parecería que González asume que el Estado es un ente planificador del conjunto de la sociedad que tiene como propósito satisfacer las necesidades de consumo de todos sus habitantes, como si fuera una entidad ajena a las relaciones de producción donde funciona, con lo cual, en mi opinión se equivoca en el análisis. Los capitalistas están guiados por la ganancia y el Estado les presta los mejores servicios en las decisiones que tomen ellos sobre los sectores y ramas específicas de producción. Puede ocurrir que el peso de la industria y de la agricultura haya descendido con respecto al producto total, pero aún así un conjunto de capitalistas industriales y agrícolas siguen obteniendo todos los años ganancias enormes y, quizá, trasladando parte de sus ganancia a inversiones en otros sectores o al exterior. Es una ilusión sin fundamento pensar que el Estado va a asumir unas políticas de desarrollo en contravía de los intereses de los grandes capitalistas.
A partir de lo anterior considera que el gobierno no hace un esfuerzo por “descomponer la estructura del PIB y examinar los problemas intrínsecos”. Y con base en esto hace un conjunto de propuestas: superar la dependencia del petróleo y de los minerales; avanzar hacia una matriz energética que sea sostenible, dado que “sin esta transformación estructural no es posible general empleo de largo plazo”. “Los cambios requieren de mayor intervención del Estado porque los privados difícilmente tomarán la iniciativa”. Critica la carencia de políticas estratégicas que reduzcan la dependencia de los hidrocarburos y de la minería. Adicionalmente señala que “todavía no hay lineamientos claros que permitan consolidar una reforma agraria, que contribuyan a mejorar los niveles de productividad de las pequeñas y medianas fincas. Y que, además, contribuya reducir las importaciones de alimentos básicos. Se debe buscar la recuperación del campo como despensa alimentaria del país, dejando atrás la importación de todo aquello que pueden producir los pequeños y medianos agricultores”.
La referencia a la reforma agraria es marginal dentro del texto. Después de más de 80 años de burlas e incumplimientos con respecto a una reforma agraria es destacable la insistencia de González en el tema, pero no hace mención alguna sobre las causas de la situación de la población campesina y mucho menos sobre la viabilidad de que el Estado capitalista ponga en marcha una reforma agraria con esas características.
La economía continuará abierta hacia adentro. Critica la apertura iniciada durante el gobierno de Gaviria porque no mejoró la productividad y la competitividad del país. No se consolidaron las exportaciones y la producción nacional y las bonanzas del petróleo y de la minería no se sembraron, dado que no se desarrollaron instrumentos para fortalecer la industria y la agricultura domésticas. El énfasis se pone en los sectores productivos, en el fortalecimiento de la producción nacional, como si esto fuera el objetivo de una economía capitalista; de este modo se pierde el foco sobre lo fundamental, el hecho de que el objetivo central es la producción de ganancias y no la satisfacción de necesidades de las clases trabajadoras.
Con respecto a la equidad afirma que “en lugar de una sociedad igualitaria, la riqueza cada vez está en manos de un menor número de personas. La concentración es alarmante…” “La reforma tributaria de 2019 es regresiva y agudiza aún más la concentración”. Y adicionalmente “a pesar de la contundencia de la desigualdad, los últimos gobiernos no han hecho casi nada para disminuirla. La riqueza y la tierra se siguen concentrando. De acuerdo con los datos del Censo Nacional Agropecuario, realizado en el 2014, el GINI de concentración de la tierra es de 0,9”.
La referencia al tema de la concentración de la riqueza es apenas un lamento: le parece que la concentración es “alarmante”, aunque seguramente debe tener muy contento al 1% que concentra el 20% del ingreso y 40% de la riqueza, y de paso concentra el poder político y los medios de comunicación. Igualmente considera que a pesar de la “contundencia” de la desigualdad los últimos gobiernos no han hecho casi nada para disminuirla”. Parte del supuesto de que los gobiernos deberían reducir la desigualdad a niveles menos alarmantes, lo cual no pasa de ser un buen deseo, un deseo piadoso.
Termina el artículo diciendo que “se le debería exigir a la DIAN” (no dice quién debería hacerlo), a la Bolsa de Colombia y al IGAC que publiquen cada años estadísticas sobre la concentración a partir de las declaraciones de renta, sobre la propiedad accionaria y sobre la propiedad de la tierra, ya que es un derecho de los ciudadanos “estar bien informados sobre los aspectos distributivos”.
Se parece mucho a Stiglitz quien después de señalar que el Estado capitalista está al servicio y dominado por los grandes poderes económicos se dirige a él para pedirle que limite a dichos capitalistas y les reduzca sus ganancias y mejore la distribución del ingreso y de la riqueza. Es un callejón sin salida. Como dice un cartel en una manifestación en Chile: “El problema de Chile es que la solución está en manos del problema”[4]. Podría decirse lo mismo de Colombia.
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[1] Mencionado por Ominami, Carlos, Contra el modelo económico y el sistema político ¿Cuál es la salida de la crisis chilena? En Le Monde Diplomatique, Edición Colombia, Edición 196, febrero 2020, página 9. La frase original es “El problema de Chile es que la solución está en manos del problema”.
[2] Desde Abajo, Febrero 20- Marzo 20 de 2020, página10.
[3] Curiosamente Samuelson ignora que el recurso más importante, la fuerza de trabajo, no es escaso, por el contrario, sobra.
[4] Mencionado por Ominami, Carlos, Contra el modelo económico y el sistema político ¿Cuál es la salida de la crisis chilena? En Le Monde Diplomatique, Edición Colombia, Edición 196, febrero 2020, página 9.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Campesino
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