Hasta donde llega mi conocimiento el mejor diagnóstico sobre las fuentes de recursos para enfrentar la pandemia del COVID-19 y sus impactos sobre las condiciones de vida de las clases trabajadoras lo hace un sacerdote: Juan Carlos Barreto el obispo de Quibdó.
En un artículo publicado en El Espectador[1] el 24 de marzo el obispo dice que la pregunta de fondo es saber de dónde saldrán los recursos necesarios e invita al país en mirar en una dirección diferente a las fuentes tradicionales que se están explorando y utilizando. La respuesta, continúa, se encuentra en los datos de la Superintendencia de Sociedades y la Superintendencia Financiera sobre las utilidades de las empresas del sector real y del sector financiero. En estas cifras está el dinero dice monseñor.
De acuerdo con las cifras que presenta, Supersociedades informa que las 1.000 empresas más grandes del país ganaron en 2016 $ 45 billones, en 2017 otros $45 billones y en 2018 $68 billones. Estas ganancias son en cada año superiores a todo el monto del Sistema General de Participaciones con cargo al cual se financia la educación para 10 millones de niños y jóvenes y una gran parte del servicio de salud. En total en 3 años ganaron $158 billones y dado que todavía no se conocen los datos para 2019 el obispo se arriesga a calcular que ganaron en estos últimos 4 años $200 billones. En el mismo período calcula que las entidades financieras ganaron más de $70 billones. No es nada despreciable la cifra de $270 billones de ganancias obtenidas por un puñado de empresas.
Afirma además que “son las grandes empresas y el sector financiero los que se han enriquecido astronómicamente, aunque las cifras de crecimiento económico del país no sean las mejores, y a pesar del inmenso sufrimiento y la pobreza en que viven gran parte de los ciudadanos colombianos”. Esto lo lleva a pensar que se debería exigirles solidaridad a estos ciudadanos colombianos favorecidos de la fortuna y que deberían “asumir con generosidad la iniciativa de contribuir con el costo de la actual crisis aportando una parte de sus ganancias, sin que corran el mínimo riesgo de entrar en quiebra”. “¿Cuánto van a aportar para apoyar a la patria que los enriqueció? “¿Cuánto van a devolver a sus benefactores? “No es un asunto de limosnas” afirma enfáticamente.
Pero, ¿cómo lograr esto? Pues el obispo apela en primer lugar a la solidaridad y generosidad de los propietarios de tan inmensos recursos. Y ¿si no llega la respuesta generosa y solidaria? Respuesta del obispo: “Si esa respuesta no llega por su propia iniciativa, el pueblo colombiano, de forma pacífica, democrática y con las herramientas legislativas que nos ofrece la Constitución, debe proceder”. No dice cuáles herramientas pero bastaría con que el presidente de la república expidiera un decreto en el cual establece que un porcentaje de las ganancias de 2019 (¿el 75%?) se convertirá en un impuesto para atender la pandemia y subsidiar a los trabajadores desempleados y por cuenta propia que no puedan cubrir sus gastos de sostenimiento. Este decreto contaría con el apoyo del 95% de los colombianos y quizá lo ayudaría a subir sus índices de popularidad.
Para el obispo se trata de simple y pura justicia social en un país tan desigual donde el pobre debe siempre pagar los platos rotos.
Concreto, preciso, sustancial…pero iluso.
En su diagnóstico me parece que tiene toda la razón. La sociedad colombiana, a pesar de ser comparativamente un país con bajo desarrollo capitalista, tiene recursos suficientes para darle, una vida digna a todas las personas. El ingreso por habitante aunque bajo comparado con el de Noruega, Suiza o España, distribuido en forma equitativa permitiría que todas las familias obtuvieran ingresos muy superiores al salario mínimo. Solamente las ganancias de un año de las 1.000 empresas más grandes y los bancos, o la riqueza acumulada de unos 10 billonarios bastarían para afrontar la crisis de la pandemia y para garantizar unos ingresos básicos a los trabajadores en la crisis actual. Con una fracción de los certificados de depósito a término y de los títulos de deuda y depósitos en el exterior de los más ricos sería suficiente para abordar la crisis. El Ministerio de Hacienda y el Departamento Nacional de Planeación tienen los datos sobre la magnitud de esta extraordinaria acumulación de riqueza en unos pocos bolsillos y podrían hacer fácilmente los cálculos. Además este exclusivo club de millonarios tiene una riqueza acumulada tan grande que perder un año de ganancias o parte de ellas no les afectaría nada en su calidad de vida.
Pero no estamos en una sociedad socialista, no estamos en una sociedad donde los seres humanos se asocian para producir y repartirse dicho producto de forma tal que se cubran las necesidades de todos. Estamos en una sociedad capitalista cuya finalidad y motivo propulsor es la obtención de ganancias, una sociedad en la cual un pequeño porcentaje, los capitalistas son dueños del dinero y los medios de producción y la gran mayoría son trabajadores asalariados, sin medios de producción, obligados a trabajar para los primeros; o son desempleados, trabajadores informales, o simplemente degradados de la sociedad (delincuentes, mendigos, prostitutas, etc.). La mayor parte del producto nacional lo elaboran millones de trabajadores asalariados que se ven obligados a entregar la mitad de toda la torta a menos de 1 millón de familias capitalistas. Es una sociedad de explotación, como bien lo señala el obispo. Cuando ocurre una situación como la pandemia en una sociedad así es evidente que los efectos son desiguales y que la clase más perjudicada es la clase trabajadora en sus sectores más débiles.
El reclamo del obispo parece razonable considerando que muy probablemente la gran mayoría de dueños de las ganancias son cristianos que van a misa, como el Procurador Ordóñez, el presidente Duque y el presidente Uribe. Lo mínimo que uno esperaría de buenos cristianos es que se desprendieran caritativamente de sus ganancias. Hasta el momento el único empresario que ha dicho que a pesar del cierre de sus empresas va a seguir pagando los salarios a sus trabajadores es Arturo Calle (esperemos que sea cierto)[2]. Todos los demás callan y seguramente piensan que Arturo Calle es un idiota; u ofrecen una que otra limosna. Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico colombiano entre al reino de los cielos; pero esto no les importa mucho mientras disfruten sus riquezas en este mundo. Pero incluso en el caso de Arturo Calle se trata de una falsa generosidad dado que las ganancias que ha obtenido durante varias décadas y lo han convertido en una persona muy rica, provienen del trabajo de sus trabajadores. Es fácil ser generoso con el dinero ajeno.
Antes de que el Centro Democrático lo acuse de comunista, el obispo sostiene que no se trata de una lucha de clases. Sin embargo, aunque no lo dice abiertamente, el obispo se refiere a una relación de explotación de una clase por otra: se trata de una lucha de clases que quizá no es aguda en este momento pero que está latente.
La solución existe: el presidente Duque debe gravar por este año, en un monto elevado, las ganancias de las grandes empresas y el sector financiero durante 2019.
La propuesta del obispo seguramente va a ser ignorada, objeto de burlas o ridiculizada. Quizá de pronto aparezca otro empresario que como Arturo Calle hago algo similar. Pero los capitalistas colombianos quieren por encima de todo la ganancia, la ganancia está por encima de la gente, está por encima de cualquier consideración. Así es como funciona el sistema.
Ojalá monseñor siguiera escribiendo sobre estos temas y se animara a proponer que lo que hay que tiene que hacer de fondo el pueblo es cambiar la sociedad de forma tal que no haya patrones ni empleados asalariados, una sociedad donde no haya mendigos y por tanto no sea necesario pedir limosna.
Afortunadamente para los capitalistas la gran mayoría de los trabajadores piensa que la única sociedad posible es el capitalismo.
[1] https://www.elespectador.com/colombia2020/opinion/no-es-un-asunto-de-limosnas-columna-910983
[2] https://www.eltiempo.com/economia/empresas/arturo-calle-cerrara-sus-tiendas-por-emergencia-sanitaria-por-coronavirus-475448
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: cec.org.co
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