En la actual coyuntura que vive el país por cuenta de la pandemia, el confinamiento y el consecuente “frenazo” económico que se viene, es fácil apreciar que efectivamente la Política deviene esposada a los intereses de clase de los agentes económicos que aportaron millonarias sumas de dinero a la campaña Duque Presidente.
Duque, como jefe de Estado, viene tomando decisiones de política económica a todas luces conducentes a profundizar la “privatización” del Estado y la consecuente pérdida del sentido de lo colectivo; bien sea por presiones de los banqueros, en particular de Sarmiento Angulo, o por convicción, lo cierto es Iván Duque Márquez está usando su poder administrativo, en el marco de la declaratoria de Emergencia Económica, para proteger al sistema financiero y al selecto grupo de la élite económica-política que de tiempo atrás gobierna en Colombia.
Este comportamiento de Duque es similar al de su homólogo estadounidense, Donald Trump, quien a decir del Nobel de Economía, Joseph Stigliz (2020), el presidente de los EE.UU. “no cuenta con un plan para ayudar al país; tiene uno para que los situados en la cúpula continúen saqueando a la mayoría” (p.23).
A pesar de las observaciones y críticas que los congresistas Gustavo Petro, Alexander López y Wilson Arias vienen haciendo en las redes sociales y en las sesiones virtuales del Congreso, Duque continúa afianzando los procedimientos reglados que conducen sin ambages a la privatización del Estado colombiano.
El manejo administrativo, económico y político dado por el gobierno de Duque a la crisis generada por la pandemia (Covid-19) tendrá consecuencias políticas en el escenario electoral de 2022. Y eso lo sabe muy bien Uribe y los otros miembros del partido de gobierno, el Centro Democrático. No estoy tan seguro de que los líderes de las otras colectividades estén evaluando desde ya los impactos que en materia electoral y política sufrirán como coalición de gobierno, en las elecciones que se avecinan.
El “uribismo” sabe y es consciente de que el desastroso manejo dado por el gobierno de Duque a la situación atípica de la pandemia, les podría generar pérdidas de simpatizantes y un debilitamiento en las redes clientelares que desde 2002 vienen tejiendo, en particular en sectores de clase media; por ejemplo, el manejo desacertado de los temas de bioseguridad y de reconocimiento económico para médicos y enfermeras, podría llevar a que de manera tardía estos profesionales de la salud hagan conciencia del error que cometieron al haber acompañado electoralmente a Uribe y a quienes este indicó en su calidad de gran elector, después de 2010.
De igual manera, es posible que a ese despertar tardío se unan otros sectores poblacionales. Para que ello suceda, se necesitará no solo de ejercicios de análisis de las decisiones tomadas por el actual gobierno, sino de una reflexión más profunda alrededor de lo que debe ser un Estado Social de Derecho.
Si bien el trabajo electoral de cara a las elecciones de 2022 aún no se inicia formalmente, la Oposición debe empezar ya a diseñar mecanismos de ilustración político-electoral, para llegarle a esa población que poco a poco despierta del letargo, con el fin de convencerlos de que el país necesita de un giro político de 180 grados. Quizás ese sea el gran aprendizaje que la pandemia y el confinamiento le dejen a esos sectores sociales que jamás votan o que lo vienen haciendo sin mayor criterio a favor de lo que se conoce como el “uribismo”.
De los controles políticos que la Oposición haga hoy de las decisiones tomadas por Duque, dependerá la derrota del “uribismo” en el 2022; de igual manera, los análisis rigurosos que se hagan de los decretos y de otras acciones de gobierno, hacen parte de los instrumentos y las estrategias que desde ya deberían de poner en marcha de cara a erosionar electoralmente al partido de gobierno y a las fuerzas de coalición.
Noto, eso sí, que no hay un trabajo coordinado de los miembros de la Oposición con miras a demostrarle al electorado colombiano el verdadero talante del gobierno de Duque y sus intenciones de consolidar en el tiempo el funcionamiento de un Estado que solo asume responsabilidades con grupos privilegiados.
Adenda: la reciente declaración de Sergio Fajardo, a la revista Semana, en el sentido de que “nunca me uniría a Petro”, se explica por el jalón de orejas que muy seguramente recibió de sus patrocinadores uribistas, después de que el exgobernador de Antioquia dijera que “Duque no tiene la conducción del problema del coronavirus”.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: Radio Santa Fe
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