Recientemente, Luis Jorge Garay escribió un largo texto en Revista Sur[1] donde evidencia el contagio de que ha sido víctima. Garay propone “reformar sustancialmente el modelo neoliberal” para “avanzar hacia un Estado Social Postbenefactor”. Esto porque el sistema capitalista con su modalidad neoliberal genera una serie de problemas:
“(i) la tendencia a agudizarse la polarización entre los extremos de la distribución de la riqueza y del ingreso…;(ii) la precarización laboral y de ingresos ocupacionales para una creciente porción de la población…(iii) la discriminación perversa y marcada desigualdad de condiciones en contra de las mujeres …;(iv) la persistencia de elevados niveles de desempleo y marginación social -al menos cuasi-estructural- de amplios grupos de la juventud; (v) la intensificación de la inestabilidad económica y de los riesgos personales asociados a choques imprevistos en el ámbito de la vida para amplias capas de las clases medias ante la ausencia o el inadecuado aseguramiento público; (vi) el estancamiento -si no el retroceso en diversos países incluso entre los más avanzados -en la reducción de la desigualdad de ingresos y, en general, de oportunidades, con la ampliación de las brechas salariales entre empleados calificaos y trabajadores no calificados; (vii) el creciente poder de mercado -de corte monopolista-, el asociado aumento de márgenes y de concentración de ganancias en prácticamente todos los sectores económicos de los países avanzados, aunados con la caída de la participación de las rentas del trabajo y la subida de las rentas del capital y con el descenso de los salarios reales de los trabajadores con menor calificación”. Todo esto, además, se agrava con la eclosión de la crisis de sostenibilidad socio-ecológica del modelo de desarrollo capitalista.
Estas situaciones, afirma, cuestionan el sistema capitalista y su versión neoliberal y detona “la imperiosa necesidad de realizar transformaciones sustanciales del modelo neoliberal global para abrir campo a un modelo capitalista postneoliberal o incluso a transitar hacia un régimen social postcapitalista”.
Garay no concibe que todos estos problemas, del capitalismo sean algo inherente, inseparable de dicho modo de producción. Los considera como “fallas” del capitalismo que deben ser corregidas por el Estado y por eso enfoca su crítica en el modelo neoliberal, no en el modo de producción capitalista y su propuesta consiste en restablecer o establecer un Estado Post-benefactor, capitalista y de mercado.
De este modo se inscribe claramente dentro del razonamiento de los economistas neoclásicos[2] que puede resumirse en la siguiente forma. El capitalismo es el mejor sistema de organización productiva existente y el mercado es un extraordinario mecanismo de asignación de los recursos. Sin embargo, tiene “fallas” generales que consisten en la tendencia a los monopolios y la supresión de la libre competencia, en los desequilibrios y crisis constantes, en la desigual distribución del ingreso y la existencia de pobreza y miseria. Estas fallas, no se explican, como rasgos consustanciales al capitalismo, sino como accidentes que deben ser resueltos por el Estado que interviene mediante diversas políticas, incluyendo la redistribución del ingreso.
De este modo, hábilmente, los economistas neoclásicos trasladan la responsabilidad al Estado, que consideran ajeno y neutral, para justificar el modo de producción capitalista. Este tipo de razonamiento es adoptado también incluso por críticos “radicales” y en general por el pensamiento progresista cuyo resultado de fondo es defender al capitalismo. Quizá no se dan cuenta, pero lo hacen.
Garay es un poco más complejo que Samuelson. Después de mencionar todos los problemas del capitalismo, señala que una de las consecuencias de este tipo de procesos es “el progresivo debilitamiento de las bases fundacionales del mismo régimen de mercado capitalista y de la democracia como sistema societal incluyente”; reitera que las tendencias señaladas “contradicen abiertamente paradigmas fundacionales del régimen democrático liberal y del sistema de mercado”. Es claro que para Garay el modo de producción capitalista “fundacionalmente” es un sistema democrático y de libertad de mercado, que es debilitado por el neoliberalismo.
Entonces la salida es el Estado de Bienestar, “que permite el paso de la democracia política a la democracia en la esfera social, la realización de los derechos sociales y la participación de los individuos en calidad de ciudadanos en la definición de asuntos de carácter público colectivo. Los Estados de bienestar han sido un avance, por cuanto han permitido progresar hacia sociedades desarrolladas con mayor igualdad de oportunidades y con regímenes democráticamente más consolidados”.
Y reitera que “es claro que ante situaciones de crisis económicas y sociales se ha demostrado la conveniencia si no la necesidad inapelable, de profundizar en las políticas de protección de Estados de bienestar hasta el punto de implantar una renta mínima básica y una política de buffer de empleo, entre otras intervenciones”. ¿Necesidad o deseo?
¿Cómo concibe este Estado postbenefactor?: 1) Estrecha complementariedad entre el Estado, la sociedad y el mercado (capitalista); 2) universalidad focalizada de los servicios básicos del bienestar sustentada en una estructura fiscal progresiva con elevadas tasas impositivas a los grupos de capital y a las rentas más altas. ¿Cómo se llegaría a este nuevo Estado? Mediante un pacto social que cree un Estado postbenefactor eficiente y socialmente justo, como requisito para el avance social, económico y democrático en términos sustanciales, que supere todas las fallas.
El conflicto fundamental en las sociedades capitalistas es el reparto del valor agregado entre los capitalistas y trabajadores. Este conflicto se expresa directamente en la lucha por el valor real (la magnitud de bienes y servicios) y relativo (la proporción con respecto al total del valor agregado) del salario, e indirectamente en la lucha por la redistribución del ingreso mediante los impuestos y el gasto público. Los Estados capitalistas de bienestar son un modelo de redistribución del ingreso que en determinados países y épocas ha logrado aumentar la participación de los trabajadores. Pero esto no es estable, como lo han mostrado las políticas neoliberales cuyo principal propósito ha sido, con éxito, reducir el salario social para aumentar el plusvalor obtenido por la clase capitalista en su conjunto.
En esta lucha de clases los capitalistas, como dice Warren Buffet, van ganando de sobra. A pesar de todas las consecuencias negativas para los trabajadores y la naturaleza, siguen dominando económica, política e ideológicamente, al tiempo que se concentra la riqueza en pocas manos. Las recientes medidas del gobierno Duque, primero durante las protestas de finales de 2019 y ahora durante la pandemia, muestran cómo a pesar del malestar ciudadano, se protegen las ganancias por encima de la gente. Y no existe en la situación actual ninguna fuerza que pueda obligar a los capitalistas a ceder. La idea de Garay de un pacto social no pasa de ser un buen deseo.
La propuesta de Garay, como la de todos los partidarios de un capitalismo sin sus consecuencias necesarias, promueve una ilusión y cumple un papel muy importante para el sistema capitalista: desviar la atención de los trabajadores de la necesidad de superar el capitalismo. El papa Francisco, sin ningún discurso teórico, dice más o menos lo mismo que Garay: “la gran mayoría son pobres víctimas de las políticas financieras y económicas[3]”. Por tanto hay que defender a los pobres: darles de comer, visitarlos, asistirlos. El papa, igual que Garay, propone que se mantengan los pobres pero que se les trate un poco mejor.
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[1] https://www.sur.org.co/una-perspectiva-de-la-transformacion-del-papel-del-estado-a-un-estado-de-bienestar-preludio-hacia-un-estado-social-postbenefactor/
[2] https://www.sur.org.co/despues-de-la-pandemia-volveremos-a-la-normalidadel-mercado-capitalista/
[3] https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/06/el-papa-francisco-defender-al-pobre-no-es-ser-comunista-es-el-centro-del-evangelio/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Semana.com/
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