Las crisis sociales y económicas exacerbadas por el Covid 19 han obligado al Gobierno a dos declaraciones de emergencia, en las cuales las reformas se han venido planteado con un claro enfoque presidencialista con un congreso que ha venido perdiendo su función de control político. No obstante, como se ha discutido ampliamente, las medidas implementadas para atender a hogares y empresas si bien están en el camino correcto, no tienen el suficiente músculo financiero para que puedan sostener la demanda agregada de la economía, solo pueden ser del 2.5% del PIB, ahora al Gobierno le ha dado por sumar los créditos y con esto llega al 11.5%. Personas y empresas terminarán entonces sin ahorros y probablemente con deudas que difícilmente pagarán en el futuro inmediato. Quiebras, hambre y desempleo serán escenarios no gratos, pero bastante probables.
Los gremios económicos más relevantes del país reunidos en el Consejo Gremial, el mismo que abiertamente y por primera vez en la historia salió a respaldar a un candidato a la presidencia de la República (Duque), han propuesto una agenda de reformas laborales y con ellas a la seguridad social, basados en la pérdida de derechos adquiridos y las garantías laborales de los trabajadores. Se plantean así un avance, aprovechando la emergencia económica y social, en las reformas que no se han podido hacer vía democrática en el Congreso de la República y de cara a la ciudadanía y a la movilización ciudadana.
De esta manera, la élite empresarial colombiana pretende que se legisle de facto en torno a jornadas laborales, recargos nocturnos y festivos, modificar los patrones de cotización a la seguridad social, las características de la gestión de salud e incapacidades en el trabajo, modificación de plazos a pagos prestacionales y tributarios, pagos parciales o por horas y el añorado jornal diario integral.
No obstante, y como caso paradójico, el director de la Andi, Bruce Mac Master, entidad relevante dentro del Consejo Gremial, propuso un gran acuerdo nacional para encarar estas reformas y otras tantas que se deben discutir. O se trata de una ruptura en el Consejo Gremial, que no se ha declarado en la misma línea de acción, o a Mac Master, sin duda un hombre que ha mostrado bastante sensatez, lo pusieron a hacer el papel de mediador mientras tras bambalinas no hay ninguna intencionalidad de concertar. Si esto último es cierto, que ya ha sido una táctica utilizada en este Gobierno, sería un gravísimo error, que dejaría, las relaciones obrero patronales, aún más deterioradas.
¿Por qué en este país es tan difícil concertar? Parece ser una pregunta de espinosas respuestas: La historia de negación a la participación política, una larga estancia del frente nacional, una sociedad militarizada y tomada por el miedo, la falta de estructuras democráticas en las instituciones, el desconocimiento al papel de las organizaciones de trabajadores, pero también de la sociedad civil, y, tal vez lo más grave, la eliminación física del contrario, son elementos que hacen de nuestra democracia un lugar complejo, de ser incluso necesario pensar si en realidad esto que vivimos es una democracia.
La actual coyuntura, que ha generado una parálisis casi total y un necesario recomenzar, no ha servido para dimensionar nuevas oportunidades. El viejo modelo, las directrices y políticas que nos han conducido a donde estamos, se intentan profundizar y se hacen ver como la salida inteligente y moderna a las crisis. Son las palabras inteligente y moderna con las que intentan ahondar las políticas que desde hace 40 años se vienen implementando.
Así que se juntan las dificultades para lograr acuerdos y la insistencia en un modelo de desarrollo que demostró su incapacidad para generar crecimiento, desarrollo y procurar una buena vida a la población. Somos una sociedad que no se atreve a romper los paradigmas que la han conducido a su inviabilidad. Seremos, tal y como vamos, un Estado inviable.
Las sociedades más fuertes lo son por la capacidad que tienen sus integrantes de llegar a acuerdos sobre los futuros deseados. Estado, trabajadores, empresarios y sociedad civil deben ser los cuatro vértices sobre los cuales se puedan construir los escenarios que nos conduzcan a tener una vida digna.
Estamos entonces lejos de construir un país diferente, mientras sea el Consejo Gremial el que dicte las normas laborales y de seguridad social del país, que el modelo productivo y de desarrollo siga estando soportado en el gran capital como condición de rentabilidad. Tampoco sirvieron las conversaciones que el presidente Duque implantó ante el paro del 21 de noviembre, desconociendo el Comité del paro. Hoy se pasa por encima de la comisión de concertación negando la participación de los trabajadores.
Esto nos obliga a pensar y actuar diferente, si se prefiere, hacer un gran acuerdo, un nuevo contrato social que nos garantice un modelo de desarrollo en donde desde todos los ámbitos podamos definir las bases sobre las cuales vamos a comprometernos en el presente y para la construcción de futuros deseados y posibles. Este acuerdo necesariamente deberá sentar las bases de un modelo productivo donde la concertación entre Estado, trabajadores, empresarios y sociedad civil, viabilice encontrar procesos y metas de productividad, formalización laboral y empresarial, remuneraciones, organización sindical y comunitaria, así como una política social que garantice el ingreso (una renta básica y universal) y el bienestar de toda la población, sin distingo alguno.
No es tan difícil, tampoco seríamos los primeros, se trata de que prime la voluntad política, la sensatez, la solidaridad y la compasión, esa preocupación para que todos y todas como sociedad podamos tener una vida digna.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Universidad de La Salle
Foto tomada de: Portafolio
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