Desde mi perspectiva y para comenzar, debemos tener tres ideas claras, venidas de la sabiduría de nuestr@s abuel@s:
PRIMERA “Del cielo no caen solas las soluciones”.
Por lo tanto, debemos trabajar para construirlas. Evidentemente, si hay problemas, hay soluciones y la mayoría de ellas las tenemos nosotros justamente en nuestras manos, debemos tomar conciencia de esto y trabajar para hacerlas realidad.
Relata un cuento oriental que había una vez un maestro caminando con su discípulo por el desierto, al llegar la noche, armaron las carpas y el maestro le pidió a su discípulo que atara los camellos antes de irse a dormir; el discípulo, que estaba muy cansado, dejó los camellos sin atar y se fue igualmente a dormir. Al día siguiente, cuando fueron a ver los animales, los camellos se habían escapado. El maestro inquirió a su discípulo si había atado a los camellos como se lo había pedido a lo que el discípulo le respondió que no, entonces el maestro le pregunto: ¿Y por qué no lo hiciste? El discípulo le respondió: ‘¡Porque estaba muy cansado, así que lo deje en las manos de Dios y me fui a dormir!’ El maestro lo miró compasivamente y le dijo: ‘Hoy has tenido un gran aprendizaje: Dios necesita de las manos de los hombres para poder hacer sus obras’.
Antes de la pandemia yo pensaba que era importante ‘parar’ un poco y ‘salir’ de nuestro ajetreo diario, aunque fuera inicialmente por pequeños momentos, a fin de procurar un espacio para nosotros, desde el cual poder observar, reflexionar, plantearnos nuevos diálogos interiores… en últimas, estar con nosotros mismos y poder hacer el giro interior. Esto con la pandemia la vida nos lo impuso de golpe instantáneamente y a toda la humanidad, pero no todos hicieron el giro interior que les correspondía.
Es preciso en este ejercicio de cambio, tener presente la necesidad de cambiar el enfoque del dialogo interior; en lugar de pensar reiterativamente y en líneas pesimistas lo mal que están las cosas, el mundo, la crisis, la guerra, el virus… mejor preguntarnos, ¿qué podemos hacer ahora mismo para cambiar las cosas dentro y fuera de nosotros? ¿Cómo puedo cuidar la naturaleza, la red de la vida, los hijos, la familia, uno mismo? En la medida en que reflexionemos desde otras perspectivas, consecuentemente nos plantearemos nuevas preguntas y obtendremos nuevas respuestas, propuestas y posibilidades, sin duda, novedosas y creativas… Los milagros están en nuestras manos, para que se realicen tenemos que trabajar de manera que hagamos que sucedan, en otras palabras, únicamente nosotros hacemos posible que los cambios se hagan realidad.
Moraleja: si queremos que las cosas cambien, cada uno de nosotros tiene que poner manos a la obra para cambiarlas, para ello, es muy importante cambiar el “chip” interior. Es decir realizar un cambio profundo de mentalidad, en las virtudes que practica, en sus referentes, en su manera de ver e interpretar la vida, ser consciente de lo que está pasando en su interior y a su alrededor, de lo que está haciendo, de lo que está pensando… en otras palabras despertar su consciencia y no seguir adormecido en lo que a veces creemos que es una realidad inmodificable. Así que: “manos a la obra”!
SEGUNDA.- “A buen entendedor, pocas palabras”
Debemos tener claro que no hay un manual infalible que nos dictamine los pasos que debemos dar en cada momento para cambiar la realidad que estamos viviendo. Sabemos perfectamente que no existe tal prontuario detallado y definitivo que nos lleve a pie juntillas en la dirección adecuada que nos permita llevar a cabo los cambios necesarios en cada caso. Sin embargo, esto no es razón para cruzarse de brazos ni mucho menos desanimarse, pues contamos con suficientes escritos, obras, pensamientos, conferencias, imágenes, trabajos artísticos etc., a través de los cuales numerosas personas nos comparten sus experiencias de cómo lo han vivido y hecho hasta conseguirlo.
Todo esto es bueno tenerlo en cuenta como referente para las acciones que podemos o debemos emprender, pero sólo cada un@ de nosotr@s puede avanzar por su senda, la cual inicia su recorrido en su propio interior y continúa reflejándose en el mundo que le rodea, en el encuentro con los ‘otros’.
En resumen no hay decálogo para el cambio. La única brújula que tenemos para avanzar por el camino de los cambios, es nuestro centro interior, nuestra consciencia, desde allí es desde donde hemos de ir determinando cada una de nuestras acciones, esto significa, nada más y nada menos, que estamos ‘obligados’ a desarrollar nuestro potencial creativo a cada instante, con cada paso y ser conscientes de la interrelación y conexión que tenemos con toda la red de la vida y como nos reflejamos e incidimos en ella, porque somos parte de la misma. Mi abuela decía “A buen entendedor, pocas palabras”
TERCERA.- Decía mi Bisabuelo Vasco: “Al pan, pan y al vino, vino”.
Igualmente debemos tener presente y sin lugar a dudas, que no vendrá ningún gurú iluminado ni líder carismático a darnos la fórmula indefectible y llevarnos de la mano hacia el paraíso perdido, indicándonos todos y cada uno de los parámetros a seguir. ¡Ya nos gustaría que existieran! Solemos creer en este tipo de personajes porque nos resulta muy cómodo que “otros” piensen, opinen, valoren y decidan por nosotros, olvidando alegre e irresponsablemente que cuando permitimos semejante aberración en realidad estamos negando y renunciando a una de nuestras más preciadas cualidades, les traspasamos nuestras responsabilidades y depositamos en sus manos el poder de decidir sobre nuestras vidas.
Esta experiencia de vida que nos caracteriza como seres humanos es una, única e irrepetible, es el mayor tesoro en nuestro haber, entonces por qué razón se la legamos a otros? ¿En virtud de qué permitimos que otros decidan nuestra vida e incluso, vivirla según su punto de vista, su criterio y, sobre todo, sus intereses?
En estos momentos de crisis/cambio, debemos asumir con determinación la responsabilidad de nuestras vidas, ser el cochero que lleva las riendas de nuestro carruaje. No podemos seguir eludiendo la responsabilidad que implica nuestra existencia, porque sólo en la medida en que asumamos nuestra consciencia, nuestras capacidades constructivas y las consecuencias de nuestros actos, conseguiremos retomar el poder de decidir y hacer las cosas de una manera diferente. Entonces podremos practicar nuestro libre albedrio e ir decidiendo, este ejercicio consciente es lo que nos permite ser cada vez más libres, ser cada vez más cada uno de nosotros, cada vez más “nosotros” en red de la vida, conscientes de que somos parte de “Gaia” un ecosistema vivo y en evolución.
No entreguemos más nuestro poder a otros, ni a los gurús, ni a las ideologías, ni a la publicidad, ni al consumo… dialoguemos con todos ellos, intercambiemos opiniones, reflexionemos en profundidad, y decidamos cada uno de nosotros qué queremos o no, desde una actitud crítica y ética orientada por virtudes como el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la responsabilidad, la fraternidad, la compasión, la colaboración…
¿Y qué es una actitud crítica? Sencillo, es tener nuestro propio criterio desde el cual valoramos las cosas, es decir, saber la razón por la cual pensamos o decidimos esto o aquello, saber por qué lo hacemos o no lo hacemos… es el único camino para salir del automatismo en el cual vivimos obnubilados. Mirando agudamente a nuestro alrededor, nos percataremos de que la mayoría de personas y circunstancias deciden en nuestra vida más que nosotros. Por ejemplo, la publicidad te dice qué debes tener, qué y cómo debes ser; las ideologías y las religiones te ordenan lo que debes pensar y cómo debes hacerlo; las presiones de grupo, cómo debes estar, dónde debes vivir, cómo debes vestir, a quién debes amar…
Si nos detenemos a pensarlo un poco, debemos enfrentar la realidad de que contamos con una perspectiva de vida que al final tampoco es que sea muy larga, como máximo entre 70 y 105 años en los mejores casos. Entonces, ¿cómo es que nos empeñamos en que otros vivan nuestras vidas por nosotros?
Probablemente no parezca agradable lo que acabo de exponer porque, evidentemente, nos saca de nuestra zona de comodidad – ¡y de inercia! – en la que pretendemos justificarnos ante nuestra irresponsabilidad, pero justamente esto es lo que hay que comenzar a hacer ahora mismo, salir de nuestra burbuja y explorar a ver qué pasa… seguro no pasarán cosas terribles, pero quizás sea el comienzo de una manera diferente de observar, pensar y gestionar nuestras vidas.
Las cosas se pueden transformar, podemos cambiar a mejor nuestro entorno, para hacerlo debemos tener una buena dosis de coraje y valentía. En alguna parte leí que valiente no era aquel que no sentía miedo – todos los seres humanos sentimos miedo -, sino aquel o aquella, que a pesar de sentir miedo lograba mantener su equilibrio interior y avanzar. Por ello hace falta buscar dentro de nosotros mediante la reflexión, la imaginación, la ensoñación, la creación… y ponernos en marcha para desarrollar, dentro y fuera de nosotros, todos los procesos transformadores que se requieren, pero, comenzar a hacerlo ahora. Digo “ahora” porque, como bien sabemos, el presente es lo único que existe, el pasado ya se fue, el futuro no ha llegado, lo único que hay es este “ahora integral”, esté presente en permanente construcción alimentado de las experiencias y aprendizajes del pasado y dinamizado por el futuro que soñamos e imaginamos.
El presente integral es el único tiempo verbal en el que se conjugan los otros tiempos y en el que realmente vivimos, en este presente, que se va modificando en cada momento porque siempre está en movimiento, en construcción, porque al igual que nosotros también está vivo. Así que, ¡ojo con lo que soñamos, deseamos e imaginamos!
Todos estos pequeños cambios, que algunos piensan que no sirven de mucho, se irán entreverando, entretejiendo y construyendo nuevos caminos para la Humanidad, en los cuales nos iremos encontrando con muchas otras personas que también están haciendo del cambio una realidad presente. ¡Aquí nos vemos!
Sandra Campos, Eco activista www.biocivilizacion.org, productora Ecológica del Ghee Caldes d’Estrac www.espaidelsilenci.com
Foto tomada de: El Mundo
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