Recientemente comentó un artículo de José Antonio Ocampo[1] con observaciones críticas, lo cual me sorprendió dado que se trata de uno de los mejores economistas del país[2] y el más citado en textos académicos[3]. Además es el colombiano que ha llegado a los puestos más altos en la burocracia internacional y es reconocido ampliamente como una eminencia por tirios y troyanos. El profesor Jaramillo señala que el profesor Ocampo cae en interpretaciones superficiales y en propuestas ilusas del estilo que tradicionalmente hacen dignos representantes del capitalismo progresista como Stiglitz.
La columna de Ocampo se titula la desigualdad y comienza señalando que está analizando los grandes desafíos que enfrentará Colombia como legado de la pandemia. Ya desde el comienzo evidencia el enfoque armonicista de la sociedad que tanto le gusta al presidente Duque o a Gustavo Gómez de Caracol: habla de Colombia, en general, como si fuera su sujeto homogéneo y pudiera hablarse de un interés general común cuando toda la evidencia muestra que es una sociedad guiada por la búsqueda de intereses particulares en conflicto. A algunos de los desafíos los denomina “estructurales” y menciona tres: “reducir la vergonzosa desigualdad económica y social del país, generar una estructura productiva con mayor contenido tecnológico y recuperar la confianza en el Estado frente a múltiples problemas, en especial la corrupción”; el tema de la columna a examinar es “la vergonzosa desigualdad económica y social del país”.
Con decir vergonzosa no se dice mayor cosa ni se contribuye a entender el fenómeno de la desigualdad; además, no nos dice quién siente vergüenza. ¿Será don Luis Carlos Sarmiento Angulo? No creo. Para Ocampo, la desigualdad económica y social es el principal problema estructural colombiano (otra vez, problema colombiano, como si fuera un problema de todos). Afirma a continuación que las estadísticas son claras: Colombia es uno de los países del mundo con las peores distribuciones del ingreso; además la desigualdad se está agudizando durante la crisis y adicionalmente se han hecho evidentes viejas y nuevas dimensiones de la desigualdad como la agudización de la violencia y el mayor impacto sobre las mujeres de la reducción del empleo y la carga de la economía de la mujer y el acceso muy desigual a las tecnologías digitales.
Ocampo observa el profesor Jaramillo, se refiere solamente a la distribución del ingreso, es decir para Ocampo no es un problema estructural ni importante la desigualdad en la propiedad de la tierra rural y urbana, de las acciones de las empresas, de la propiedad de los negocios y el dinero. Mucho menos, es relevante la desigualdad en el lugar que ocupan las personas en la estructura ocupacional.
Después de lo anterior pasa rápidamente a las propuestas de solución, a enunciar una estrategia de largo plazo para superar estos problemas. Pero, nuevamente el profesor Jaramillo, destaca otro detalle relevante: Ocampo no explica cuáles son las causas de la desigualdad de ingresos, parecería que esto lo da también por supuesto. Sin embargo, me parece que al examinar las propuestas de solución podrán deducirse las causas, razón por la cual continuamos con la revisión de la columna.
Las líneas de acción propuestas por Ocampo son: 1) una ambiciosa política educativa, tanto en acceso como en calidad; 2) una activa política laboral orientada a garantizar las calificaciones, especialmente, tecnológicas de los trabajadores que entran al mercado; 3) mejorar los instrumentos de protección social, que incluye un ingreso básico para todos los adultos mayores y apoyos mejores a hogares pobres y vulnerables, profundizar la construcción de vivienda, reconocimiento de la carga de la economía del cuidado y apoyo especial a los pueblos indígenas y afrodescendientes; 4) fomento de las zonas rurales atrasadas mediante acceso a la tierra, formalización, asociatividad, mayor provisión de bienes públicos y programas participativos de desarrollo rural.
Es decir, la desigualdad del ingreso, según esto, es causada por el bajo nivel educativo, la falta de calificación tecnológica de los trabajadores, la carencia de subsidios por parte del Estado a ciertos grupos poblacionales y la insuficiencia de una política de fomento a las zonas rurales atrasadas. Es claro como el agua que el profesor Ocampo se queda simplemente en la superficie, en las consecuencias y no en las causas. Su diagnóstico se enfoca principalmente en el Estado como responsable de las desigualdades y peca por omisión al no referirse a las fuentes primarias, a la distribución primaria del ingreso y sus causas.
Para el profesor Ocampo la carencia de medios de producción por parte de la mayoría de trabajadores, los bajos salarios pagados por los capitalistas y las precarias condiciones laborales, la existencia de una masa enorme de desempleados y población degradada, las condiciones que obligan a millones de trabajadores colombianos a rebuscar su ingreso en actividades muy competidas y de baja productividad e ingresos, la explotación por parte del comercio y de los usureros, todo esto no le merece siquiera una mención. Toda su explicación se reduce a que la responsabilidad es de las propias personas o del Estado que no redistribuye: el modo de producción capitalista no tiene ninguna responsabilidad, el mercado no juega ningún papel. En esta posición Ocampo es fiel discípulo del pensamiento económico dominante, aunque quizá no llegue a los extremos de un Samuelson que considera que el mercado es un extraordinario mecanismo de asignación de recursos aunque los niños se mueran de hambre mientras el gato de un rico se toma la leche que aquellos necesitarían para nutrirse.
De otra parte es evidente que la vergonzosa desigualdad es expresión de la concentración de una enorme riqueza en unas pocas manos; las estadísticas están disponibles (aunque con vacíos como bien insiste Jorge Iván González) para mostrar cómo el 1% de la población tiene el 20% de los ingresos anuales y el 40% de la riqueza acumulada. La enorme concentración de los ingresos y la riqueza es un extraordinario éxito, no para Colombia sino para el 1% de los colombianos (y algunos extranjeros).
Señala el profesor Jaramillo que Ocampo hace parte del conjunto de economistas que para no ver prefieren no mirar. La teoría que se enseña en las facultades de economía se queda en la superficie de la realidad, evita profundizar, no hacer preguntas que puedan llevar a respuestas incómodas. Por eso su ciencia consiste fundamentalmente en lugares comunes que básicamente consisten en repetir lo que los propios capitalistas opinan de su propia sociedad. Quizá por esta razón en su juventud Ocampo participó en un movimiento de protesta en la Universidad de Yale para lograr que se incluyeran cursos de economía marxista[4].
Ocampo ha sido funcionario público, entre otros cargos director del Departamento Nacional de Planeación, Ministro de Agricultura y Ministro de Hacienda, director de la CEPAL, Director del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, codirector del Banco de la República, consultor de muchos gobiernos y organismos internacionales. Además, a pesar de ser de centro izquierda goza de la confianza del sector privado[5]. Lo que está proponiendo como agenda de largo plazo y reformas estructurales, se ha propuesto desde hace décadas en Colombia y los resultados siguen siendo precarios, por decir lo mínimo. Al tiempo que unos se enriquecían más y más durante las últimas décadas, el país mantiene en la pobreza y la vulnerabilidad a cerca del 68% de la población, a 34 millones de personas. La mayoría de programas en educación, asuntos laborales, subsidios y fomento rural, solo sirven para ayudar a mantener en la vulnerabilidad y pobreza a esos 34 millones de colombianos. La gestión pública de eminentes economistas como Ocampo no ha sido capaz de eliminar el desempleo, ni la pobreza, ni la miseria, ni los déficit de vivienda, etc., etc. Se ofrecen pequeñas soluciones y sobre todo ilusiones. Eso sí, como muchos otros, después de salir de sus cargos donde no logró resultados estructurales se dedica a pontificar sobre lo que debe hacerse.
Para rematar, la ilusión de moda, la renta básica universal que podría financiarse idealmente con un sistema tributario progresivo es descartada lapidariamente por Ocampo: “Una renta básica universal no es viable fiscalmente”, en lo cual tiene toda la razón, no es viable porque los capitalistas que concentran el ingreso y la riqueza no lo van a permitir. En esto es menos progresista que los millonarios estadounidenses que solicitan que les cobren impuestos altos para financiar servicios: “Hoy, nosotros, los millonarios que firmamos esta carta, pedimos a nuestros gobiernos que suban los impuestos a la gente como nosotros. Inmediatamente, substancialmente y permanentemente”[6].
Se pregunta el profesor Jaramillo si José Antonio Ocampo es miope y no ve la realidad del modo de producción capitalista. Todo parece indicar que no es un problema de miopía en una persona con su capacidad intelectual. Además es uno de las pocas personas que en Colombia se ha leído los tres tomos de “El Capital” de Marx, como el mismo afirmó en una entrevista: “Estudié mucho a Marx, y no me arrepiento de haberlo hecho y de haber participado en un movimiento estudiantil en la Universidad de Yale, donde hice mi doctorado y reclamamos la necesidad de contar con cursos de economía marxista. Me pregunto siempre cuántos colombianos se han leído los tres tomos de “El Capital” de Marx. Yo lo hice, como también leí muchas otras obras del marxismo. No soy marxista, nunca me he considerado como tal, ni en mi juventud ni ahora, pero haberlo estudiado y posteriormente enseñado me da satisfacción, pues mucho aprendí de esas obras.[7]”
Nos preguntamos, ¿qué habrá aprendido? ¿Le sirvió para reforzar su compromiso con el capitalismo? Quizá recuerde, con nostalgia, aquella frase de Marx en el postfacio a la segunda edición: “La burguesía había conquistado el poder político en Francia y en Inglaterra. A partir de este momento, la lucha de clases comienza a revestir, práctica y teóricamente, formas cada vez más acusadas y más amenazadoras. Había sonado la campana funeral de la ciencia económica burguesa. Ya no se trataba de si tal o cual teorema era o no verdadero sino de si resultaba beneficioso o perjudicial, cómo o molesto, de si infringía o no las ordenanzas de policía. Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el puesto a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética”[8]
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[1] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jose-antonio-ocampo/la-desigualdad-columna-de-jose-antonio-ocampo-516988
[2] https://www.larepublica.co/economia/los-mejores-economistas-para-los-economistas-2038443. “LR se dio a la tarea de indagar por los cinco mejores economistas del país, a través de un sondeo que fue respondido por 50 profesionales, entre los que participaron ex ministros de Hacienda, decanos y profesores de facultades de Economía, dirigentes gremiales, directores de centros de investigación y funcionarios públicos, entre otros. El nombre más repetido con un total de 30 de ocasiones fue José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia”
[3] https://www.larepublica.co/empresas/ellos-son-los-economistas-investigadores-mas-citados-en-la-academia-colombiana-en-2018-y-durante-los-ultimos-10-anos-2880268#:~:text=De%20acuerdo%20con%20el%20portal,Alejandro%20Gaviria%20y%20Eduardo%20Lora. “De acuerdo con el portal Research Papers in Economics (RePec), los cinco economistas colombianos que son más citados por la academia son, en su orden, José Antonio Ocampo, Marcela Eslava, Juan Camilo Cárdenas, Alejandro Gaviria y Eduardo Lora.”
[4] https://www.elespectador.com/noticias/cultura/jose-antonio-ocampo-un-intelectual-con-muchos-afectos/
[5] “Hay gente que me considera tal vez demasiado izquierdista, pero siempre he sido de centro izquierda y dentro de esa tendencia la gente me tiene confianza, incluyendo el sector privado”, José Antonio Ocampo en una entrevista para el Espectador, https://www.elespectador.com/noticias/cultura/jose-antonio-ocampo-un-intelectual-con-muchos-afectos/
[6] https://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/coronavirus-en-el-mundo-millonarios-piden-que-les-cobren-mas-impuestos-para-lucha-contra-covid-517886
[7] https://www.elespectador.com/noticias/cultura/jose-antonio-ocampo-un-intelectual-con-muchos-afectos/
[8] Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo I, página XIX, Fondo de Cultura Económica, México, Séptima reimpresión, 1975.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Dinero
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