Los productores del campo, que le han cumplido de manera admirable al país en esta época de pandemia evitando hambrunas y estallidos sociales en las ciudades, siguen padeciendo del abandono del Estado. Como si los campesinos estuvieran blindados de contagiarse y de ser afectados por la crisis económica, para ellos no ha habido rescates financieros equitativos y proporcionales al peso de su incidencia con suministro de alimentos a las ciudades, en la ampliación de empleos y en la contención de crisis sociales por hambruna; para ellos no ha habido acciones de choque con una oportuna y adecuada oferta de recursos de apoyo ni de un sistema sanitario, médico y sicosocial pertinente. El campo es muy mal negocio en esta época; ser campesino es ser más vulnerable, y ser mujer rural lo es de manera dramática.
Grosso modo, el anterior fue el diagnóstico con el que empezó un diálogo entre algunos productores del campo y defensores del territorio del Huila, el secretario de Agricultura de ese departamento y la economista Cecilia López Montaño. El presente artículo da cuenta de una conversación que bajo la convocatoria de “Diálogo SurCiudadano” se realiza regularmente por iniciativa de un grupo de académicos independientes de Neiva con el apoyo de la Revista Sur y del periódico regional Diario del Huila[1]. Se trató de una conversación con referentes nacionales y cifras locales, las que no es difícil que puedan ser proyectadas como situación de casi todo el país.
Como adelanto vale decir que la conclusión está en que si duele reconocer que el trabajo agropecuario actual “no paga”, sí da valor para afirmar con carácter que, vistas las cosas durante la pandemia, la pospandemia será la oportunidad para su renacimiento.
Un diagnóstico nacional con su relato regional
Desde hace tres décadas, y como efecto de la apertura económica, Colombia ha venido en un proceso de relegamiento del sector agrario, de tal forma que antes de los años 90 se era autosuficiente en materia de alimentos, y al empezar este año (2020) se importaba el 30% de ellos, y aún dentro del periodo de pandemia se profundiza en la importación de algunos que se podrían abastecer internamente. Por unanimidad se concluyó en el diálogo que el modelo económico vigente desconoce al pequeño y mediano productor nacional, que aportan 2/3 de los alimentos, y favorece con lo sustancioso de los subsidios y estímulos, a poderosas familias de productores y a grandes importadores. Como ejemplo de casos, se mencionó que el subsidio a la nómina no aplicó para productores del campo, que también tienen nómina formal, y que los bancos prefieren a importadores por encima de los verdaderos generadores de empleo que son los productores locales.
Pero a pesar de esas inequidades, y de la profunda brecha entro lo urbano y lo rural, han sido los de este sector quienes han evitado la hambruna y los estallidos sociales, y que las dificultades se han presentado no por la falta de alimentos, porque los ha habido y los hay, sino por la falta de ingresos en los habitantes. Los trabajadores del campo de Colombia han cumplido con su producción, y los del Huila en particular, con la de frutas y hortalizas, pues una proporción alta de granos y procesados siguen siendo importados al departamento tanto de otras regiones del país como del exterior.
“En este país no pasa gran cosa, y es porque finalmente hay qué comer;
seguramente no hay es cómo comprar”
César Cortés. Sector hortofrutícola. (foto de la Silla Vacía)
Los campesinos han logrado abastecer, bien y rápido, no por las políticas gubernamentales generales, sino por agremiaciones de productores que luego de cultivar se articularon y buscaron “circuitos cortos alternativos de comercialización”, evitando intermediarios entre agricultores asociados y compradores finales. Se han venido ampliando y consolidando mercados campesinos, acuerdos locales con fruver (tiendas de frutas y verduras), con tiendas de abastos y redes de domicilios, entre otros.
Este campo, que le ha cumplido a toda la población y que espera de ella, y de las instituciones del Estado y de la sociedad, su valoración y reconocimiento real y genuino, atraviesa por severas limitaciones y frustraciones, tanto que los campesinos mayores ya no aspiran a que sus hijos se formen y permanezcan como productores en lo rural; buscan cualquier mecanismo para que se empleen en las ciudades, siendo evidente que en la actualidad no hay un relevo generacional que provoque esperanza; hay un campesinado envejecido que sigue allí porque no ve otra opción, no porque sea lo que desee.
“La informalidad en el Huila es latente. Todo mundo quiso buscar sus espacios, buscar el día a día. Todo el sector del microcentro (de Neiva) se vino a buscar su trabajo en Surabastos. Más de 3.000, de 5.000 personas, flotantes buscando una alternativa de trabajo por la pandemia”.
Gloria Tejada. Gerente Surabastos. (Foto de La Nación)
El campo no paga, se dice. También se afirma que ha habido abastecimiento, pero esto a costa de la pobreza y el atraso de los productores agropecuarios: deuda que, para el caso del Huila, se tiene con 145.000 familias campesinas (cerca del 45% de la población departamental) que trabajan aproximadamente 360.000 de las 930.000 hectáreas cultivables (según cálculos de la Secretaría de Agricultura, queda más del 60% de tierra por aprovechar). El caso de este departamento se puede estar repitiendo en muchas regiones de Colombia, incluso peor en otras con mayores niveles de abandono y atraso.
Estas cifras indican que los huilenses son una gran cantidad de muy pequeños productores porque las extensiones de tierra que ocupan son menores, y por ende, pobres, atrasadas, sin posibilidades de apoyo, y menos de créditos. El Huila es territorio de minipropietarios.
En cambio, se dijo en el diálogo, la comercialización de alimentos sí ha pagado: en cadenas de intermediación y en grupos de presión como los que manejan Corabastos en Bogotá se quedan las utilidades; allí se imponen precios y se manipula el mercado, incluyendo los de las regiones. Estos precios no favorecen ni al pequeño campesino productor ni al comprador consumidor: se le retribuye muy poco al primero y se le cobra mucho al segundo.
De otra parte, se advirtió con énfasis sobre el desamparo en el que están los campesinos de Colombia frente a la pandemia; en que de llegarse a presentar focos de contagio en el campo, en las veredas y en centros poblados, la situación puede ser catastrófica para la vida de ellos, pero también para todo el país, teniendo en cuenta el riesgo de desabastecimiento de alimentos a las zonas urbanas: allá no hay servicio médico, ni instalaciones, equipos, insumos, ni personal sanitario especializado. Dentro de esa vulnerabilidad se subraya la que recae sobre la mujer rural, que en últimas es la cuidadora de los hogares y de la producción, y que en esta época está teniendo sobrecarga, entre otras con la educación de niños, y siendo víctima callada de mayor violencia intrafamiliar.
Apuntes para una transformación: el rescate del campo es el renacimiento de una nación
Hecho este diagnóstico, el diálogo transitó al campo de análisis y de propuestas, en las que se evidenció que los participantes, aun con perspectivas previas distantes, y quizá contradictorias, no tuvieron dificultades para llegar a conclusiones concertadas.
“Ustedes tienen una oportunidad de pasarle una cuenta de cobro a los gobiernos y decir: señores, ahora que se cayó el precio del petróleo, ahora que nosotros respondimos por la seguridad y la soberanía alimentaria de este país, por favor, llegó la hora del sector agropecuario”.
Cecilia López. Economista. (Foto de La Silla Vacía)
Así como se afirmó que en la actualidad el trabajo en el campo es mal negocio, también se concretó con contundencia que allí es donde está la oportunidad para la producción regional en el porvenir. Las demostraciones de capacidad dadas durante la pandemia por los agricultores, y lo que puede haber ocurrido con un cambio cultural en las poblaciones urbanas respecto de la salud y la alimentación en el confinamiento, hará que éstas prioricen sus compras en lo básico, lo útil y menos caro, así como en lo sano y en lo proveniente de producción sostenible.
Esas posibilidades son mayores ahora para el sector agrícola, porque con él se puede recuperar el país de la caída del precio del petróleo, que ha dependido de un tipo de desarrollo no sostenible. El sector agrario puede recuperar los empleos que se han perdido y la sostenibilidad económica del país.
Es el momento de la transformación productiva, se afirmó, en donde el sector agropecuario y rural puede jugar un papel muy importante, más cuando está pendiente de cumplir el punto 1 de los Acuerdos de La Habana para darle prioridad al campo con una reforma rural integral a partir de una agenda ya concertada desde 2015; se necesita es que el gobierno no desestime ese Acuerdo porque allí tiene la gran oportunidad de una transformación necesaria.
“Si se quiere hacer una verdadera ganadería, el Estado tiene que entrar y hacer un acompañamiento para que la producción se haga con un profundo respeto por la ecología, por las cañadas, por los árboles de las orillas de las quebradas, y que no pase lo que ha pasado: el colapso de los ríos y el cambio climático”.
Alberto Castillo. Sector ganadería. (foto de Las 2 orillas)
Se requiere el trabajo conjunto con Estado y organizaciones sociales y de productores agropecuarios para establecer un nuevo modelo de desarrollo del campo, o al menos un nuevo sistema agropecuario que sea sustentable, generador de calidad de vida, de productividad y de empleo rural ahora que el modelo vigente demostró, por la pandemia y la pobreza y atraso de los campesinos, todas sus debilidades. Es la oportunidad de hacer justicia con el campo y los campesinos, de reconocer su aporte a toda la población en esta crisis.
“Si hay una crisis de institucionalidad, hay que construir un nuevo sistema agropecuario que sea sustentable, que privilegie formas como la agroecología y la ganadería sustentable, a cambio de la agroindustria”.
Miller Dussán. Movimiento Ecosocial. (Foto de Aldea Sur)
Se concluyó que para lo anterior se requiere:
- El fortalecimiento asociativo, técnico y empresarial de las organizaciones campesinas y en un mejor relacionamiento de estas con otros sectores como los de educación, investigación, ciencia, tecnología, cultura, ambiente y productividad.
- Trabajar, con apoyo institucional, estrategias de comercialización de circuitos cortos alternativos para evitar los efectos negativos de la intermediación y favorecer tanto a productores como a consumidores.
- Demandar políticas estatales de investigación, desarrollo tecnológico, créditos, educación y asistencia técnica sostenible por instituciones estables a los productores agropecuarios.
- Reclamar la responsabilidad del gobierno y las instituciones de salud para con el cuidado de la epidemia en los campesinos, para enfrentar de manera contundente la violencia y el irrespeto contra la mujer rural y para la garantía permanente del derecho a la salud.
- Privilegiar, empezando por las compras del Estado, la producción propia de la región y del país, de tal forma que los productores tengan cómo ofrecer mejor calidad, más cantidad y con más autonomía, contribuyendo así con la seguridad y la soberanía alimentaria, tan añoradas en esta época de pandemia.
“Aquí tenemos que fortalecer las asociaciones de productores para que ellos también puedan regular el precio, y no se lo siga regulando el intermediario que viene aquí y se lo vende a otro intermediario, y después de 16 intermediarios llega a Corabastos”
Dilberto Trujillo. Secretario Agricultura Huila. (Foto de Gobernación del Huila)
____________________
[1] El Diálogo Surciudadano “Agricultura, alimentación y pandemia” se realizó el jueves 9 de julio, con transmisión en Facebook live, con la exministra de Ambiente (1994-1996) y de Agricultura (1996-1997), la economista Cecilia López Montaño; el Secretario de Agricultura del Huila, Dilberto Trujillo; el representante del Movimiento Ecosocial Defensores del Territorio, Miller Dussán; la Gerente de la central de abastos del Huila Surabastos, Gloria Tejada; el fruticultor César Cortés; el ganadero Alberto Castillo; y el sociólogo Pedro Santana, Director de la Revista Sur. La relatoría y la conducción fue por Óscar Goyeneche y Fernando Rincón respectivamente, ambos como anfitriones de la actividad. Se puede ver en Facebook.com/dialogo.surciudadano.
Fernando A. Rincón Trujillo, Consultor en políticas públicas.([email protected])
Foto tomada de: https://www.minagricultura.gov.co/
Deja un comentario