“…Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;… ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. [1] https://www.youtube.com/watch?v=dz9eCLiTvDc
En medio de la crisis sistémica que estamos viviendo como humanidad, y no solo desde la pandemia, sino desde hace ya un par de décadas, miles de mujeres y hombres en todo el planeta se esfuerzan diariamente por construirse como mejores personas, a partir de cambios interiores que van reflejando en las prácticas que realizan en sus vidas cotidianas como personas, ciudadanos y consumidores… Esto es un aporte esencial y concreto de muchos individuos al cambio global, desde lo interior – individual, a lo colectivo – local y por lo tanto todo sumado a lo global.
En momentos como este, en que nos estamos jugando la existencia de la vida en el planeta Tierra y por lo tanto las condiciones de existencia de la especie humana y de todas las demás especies, es imperioso que más hombres y mujeres hagan este cambio individual e interior, de una manera más rápida. Básicamente, se trata de un cambio de consciencia, que les permita darse cuenta de lo que está pasando dentro y fuera de ellos, que permee el “hacer” de los humanos desde el “ser”, con la claridad de que somos un todo orgánico e interconectado, de manera que todo lo que hace una persona o individuo afecta de una manera u otra toda esa organicidad de la vida.
Este aspecto del que hablo es muy importante, porque si no hay cambios sinceramente personales e interiores en nuestras vidas, a nivel de consciencia, de mentalidades, de la práctica de unas “virtudes” diferentes a los “valores” en los cuales hemos nacido como el individualismo mal entendido, el egoísmo, la competencia, la descalificación, la exclusión del otro…, los grandes cambios que debemos conseguir se quedaran sin un real sustento. Sin embargo, debo remarcar que esto que podemos llamar la “Revolución silenciosa y pacífica de las pequeñas y profundas cosas”, es fundamental para poder conseguir los grandes cambios que se requieren en los macro escenarios de la ética, la economía y la política a nivel planetario. Por ello, quiero en este escrito, comenzar a reflexionar un poco sobre cómo esos cambios personales pueden adquirir una dimensión política expresada en una sociedad que se organiza para vivir y convivir de una manera armónica y equilibrada. Es decir, cómo organiza el poder, sus recursos, resuelve sus conflictos… en beneficio de la comunidad de vida de la cual hace parte.
Si cada uno de nosotros acepta la “parte de responsabilidad” que tiene, por acción o por omisión en lo que está pasando en nuestra vida y en el planeta, tendrá la posibilidad de comenzar a responder por sus actos y con ello comenzar a retomarse y retomar el poder que tiene individualmente para cambiar su puesta en escena en el mundo. En ese camino personal se encontrará con muchos hombres y mujeres que también los están haciendo y en este “hacer”, en este “construir”, en este caminar día a día, estamos construyendo un nosotros que es el sustrato para que los cambios individuales se articulen generando la base real para un cambio colectivo.
Nosotros debemos tener “consciencia”. En otras palabras, debemos darnos cuenta de lo que está pasando fuera y dentro de nosotros, de la responsabilidad que tenemos en todo ello, como en nuestro cambio interior y en nuestro quehacer cotidiano. Lo anterior es esencial, pues allí comienza realmente el cambio y le da fuerza, pero no es suficiente, por lo tanto, a partir de aquí, debemos dar nuevos pasos para poder avanzar colectivamente y lograr unas nuevas formas de organización social, económica y política; no se trata de hacer apaños o de matizar lo que está en crisis, se trata de hacer unas construcciones esencialmente y, por lo tanto, radicalmente diferentes a las que hoy día son dominantes a nivel planetario.
En resumen, hasta aquí, estoy invitando a avanzar en dos direcciones: una hacia adentro de nosotros mismos con los cambios personales interiores y cotidianos que todos hemos de hacer y otra hacia afuera de nosotros, reflejando estos cambios en lo cotidiano, lo local, en los macro escenarios sociales de la economía y de la política. Esto último pienso que lo podemos hacer participando y creando procesos colectivos de cambio y transformación social, ejerciendo nuestros derechos y responsabilidades que nos devienen como personas, como ciudadanos, como consumidores, como seres humanos miembros de una misma especie. Cuando hablo de especie humana, hablo de hombres como de mujeres por igual, capaces de articular sus proyectos de vida individuales a un proyecto de vida colectivo en condiciones de armonía y de equilibrio, como nos enseñan algunas culturas ancestrales.
Interésenos o no, también somos ciudadanos, no obstante, la mayoría de nosotros no nos ocupamos de estos temas porque quizás los vemos lejanos, inoperantes y liderados en general por políticos corruptos al servicio de intereses personales, económicos, que además normalmente no reflejan los intereses y necesidades de las personas. Justamente por eso, es que nosotros, como ciudadanos y ciudadanas debemos salir de nuestra cómoda posición de apatía o solo crítica y comenzar a combinarla con la acción, la implicación y el compromiso en una perspectiva planetaria, humana, fraternal.
Me he preguntado cómo podríamos encontrar un camino hacia una forma organizativa diferente, en la cual podamos conectar nuestros proyectos de vida personales en un proyecto de vida colectivo, armonioso, justo y entre las cosas que he leído se encuentra el escrito de Victoria Camps, que hace parte de éste libro sobre la “Fraternidad”, el cual me aporto muchas pistas. He pensado que camino nos lo puede comenzar a iluminar la Fraternidad, ella, nos puede guiar para encontrarlo de una manera colectiva, dialogada, pacifica, amorosa, armoniosa…
De los tres principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad, solo dos tuvieron repercusión en los Estados modernos: La libertad y la Igualdad, la Fraternidad no corrió la misma suerte y fue rápidamente relegada al olvido político, quizás por lo que dice Victoria Camps, cuando afirma que “…el valor de la fraternidad fue rápidamente olvidado por los republicanos de la Revolución Francesa debido a que a diferencia de la libertad y la igualdad, es un valor difícil de normativizar. Para poderlo normativizar… agrega Camps… se necesita que los seres humanos se sientan miembros de una especie…” (Camps, V. 2015). Lo anterior será posible cuando superemos nuestro individualismo y nuestro egoísmo y en cambio practiquemos unas virtudes que pongan el acento en lo colectivo, en los otros… en armonía y equilibrio con lo propio.
Ese equilibrio entre nuestros proyectos personales y colectivos, creo que se puede vehicular a través justamente de ese tercer principio de la Revolución Francesa: La Fraternidad, expresado de tres formas: en sentimiento humano, en virtud ética y en práctica política. Y ¿Qué es la Fraternidad? ¿Qué es lo que hace que hombres y mujeres nos sintamos “frateres”? ¿Fraternos? ¿hermanos? Siguiendo a Victoria Camps en sus reflexiones, antes de la revolución francesa, la Fraternidad tenía un sentido que le había sido dado por los cristianos, determinado por la filiación divina. Pero, me pregunto yo, ¿y qué paso con todos aquellos que tenían otra interpretación de Dios diferente a la que tenían los cristianos? ¿O que simplemente no creían en Dios? ¿O no tenían ninguna idea de él? ¿Acaso ellos, por este hecho, quedan excluidos de la Fraternidad humana? Pienso que la idea de Fraternidad de los cristianos de aquella época, era una idea de Fraternidad excluyente que no comparto. La idea que tengo de Fraternidad es aquella que nos incluye a todos como seres humanos: mujeres y hombres, por el hecho de ser de la misma especie, sin que ninguno se quede por fuera; creo que esta filiación Fraterna de hermanos y hermanas la tenemos por ser todos hijos de la Tierra, porque venimos de sus entrañas, porqué somos miembros de una misma especie, y con todos los seres vivos que constituyen las demás especies, con quienes compartimos nuestra casa común: “Gaia” nuestro hermoso Planeta azul.
Esta fraternidad, esta hermandad, no se limita solo a la especie humana. Observen que todos los elementos químicos de la tabla periódica que nos enseñan en las escuelas, que están en el planeta Tierra, también están en nuestros cuerpos; estamos hechos del mismo material; como lo afirma Leonardo Boff en el video de las cuatro ecologías: “los científicos que descubrieron el código genético nos permitieron probar que todos los seres vivos estamos hechos del mismo alfabeto biológico, todos estamos construidos con los mismos 30 aminoácidos y las mismas cuatro bases nitrogenadas, tan solo la combinación de estas silabas, de este alfabeto, hace las diferencias de las especies y así la biodiversidad … la gran comunidad de vida. Eso significa que todos somos hermanos y hermanas…”[2] Todos tenemos el mismo origen, miembros de una misma familia de vida, de aquí que la fraternidad se haga extensiva a todos los seres vivos, la Tierra incluida. Entre toda esta fraternidad de vida existe una interdependencia y una interrelación necesaria para existir, estas deben darse en perfecto equilibrio porque si no las condiciones de vida desaparecen.
De esa idea inicial que tenían los cristianos de la Fraternidad yo rescataría el vínculo que ella crea entre los seres humanos, porque nos vincula, nos liga, nos compromete los unos con los otros, “ama al prójimo como a ti mismo”, mandamiento nuevo que cita V. Camps (2015) en su texto. Pero creo que hay que ir un paso más al fondo, hacia lo esencial, como lo hizo Francisco de Asís y entender que la Fraternidad ante todo es un sentimiento que nos vincula con todos los seres humanos, con todos los seres vivos: plantas, animales, minerales… y con el planeta, pensamiento que reflejó bellamente en su escrito: Laudate Si!
“Laudate sie, mi signore, cun tucte le tue creature…
Laudate sie, mi signore, per sora luna e le stelle…
Laudate sie, mi segnore, per frate vento…
Laudato sie, mi signore, per sor aqua…
Laudato sie, mi signore, per frate focu…
Laudate sie, mi signore, per sora nostra matre terra…”[3]
Hno. Francisco de Asís.
Esta Fraternidad, como sentimiento que nos une a los seres humanos con los otros seres, nace simbólicamente del corazón, lugar donde anida el amor. La Fraternidad es el sentimiento del amor proyectado en un vínculo que nace desde nuestra esencia como individuos, hacia los otros. En otras palabras, la fraternidad es el vínculo entre todos los seres a través de los cuales la vida se entrelaza, se teje, se estructura en red. ¿Y qué es el amor por los otros? ¿No es acaso la capacidad de salir de uno mismo y ponerse en el lugar del otro /otra, aportándole algo de nosotros mismos para el mejor estar de los otros/as? ¿Lo que nos hace sentir más amor dentro de nosotros mismos? ¿Y esto no esencialmente lo mismo que propone oriente, cuando habla de compasión, o cuando los musulmanes hablan de rahma? o los movimientos sociales y las izquierdas cuando hablan de solidaridad? Para mí el amor de los cristianos por el prójimo, la compasión budista, el rahma ó misericordia de los musulmanes, la solidaridad de las izquierdas y los movimientos altermundistas, son esencialmente lo mismo, un sentimiento que surge del centro de la naturaleza humana y nos vincula con nosotros mismos, con los otros y con todo el Universo. Los mayas lo ratificaban permanentemente con su saludo:
“IN LAK’ECH” significa “Yo soy otro tú”
Al cual el otro respondía:
“HALA KEN” significa: “Tú eres otro yo”
Cuando el amor se pone en movimiento desde dentro hacia afuera de cada uno de nosotros, nos hace sentir unidos con todos los otros, y esta es la esencia del sentimiento de la fraternidad: sentirnos unidos a los otros como con nosotros mismos. Este “sentirnos”, este “sabernos” hermanos, frateres, parte de una misma comunidad de vida diversa, es el sentimiento de la fraternidad; el amor extendido como un puente de uno hacia los otros. Es este el sentimiento que nos permite salir de nuestro mundo egótico o egoísta y encontrarnos con los otros, creando esa dimensión de hermandad que nos viene dada por ser miembros de una misma especie, enlazada con las otras especies y con el planeta Tierra formando entre todos una gran comunidad de vida.
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Ahora bien, este sentimiento de fraternidad que construye ese entramado, esa red entre todas las expresiones de la vida, también debe tomar forma como virtud que determina nuestras prácticas y como un principio político, para lograr construir una organización social política y económica esencialmente diferente. Respecto a estos dos segundos aspectos concluye Victoria Camps en su escrito que “La fraternidad es una virtud (o un deber moral) que debe ser cultivada por todos y cada uno de los ciudadanos que se enorgullezcan de serlo. Una virtud adquirida a través de la educación y a través de un ethos social y cultural que la reconozca como algo valioso. El problema no está tanto en la educación, sino en la no existencia de ese ethos. Porque la construcción de un determinado ethos no depende sólo de la buena voluntad de los individuos, que nunca será generalizada, sino de cambios estructurales en la sociedad que promuevan otro tipo de valores que los económicos. Creo que es ahí donde se sitúa la necesidad de entender la fraternidad no sólo como virtud, sino además como un principio político”. [4] Por lo tanto, debemos trabajar en la construcción de ese ethos colectivo y hacerlo una práctica personal y colectiva.
Esta práctica, no creo que sea sinónimo del concepto de cooperación como lo pensaban los republicanos franceses, y bien cita Victoria Camps en su escrito, pero la cooperación sí que es una de las formas como se expresa la fraternidad. La cooperación tiene que ver más con una acción de colaborar, ayudar, aportar un esfuerzo a una causa u objetivo común, de sumarnos con nuestro aporte a algo; tiene que ver con la idea de unir esfuerzos. Ahora bien, esta idea de cooperación nos da más elementos de cómo se expresa la fraternidad, y tiene que ver con esa comunidad de humanos que cooperan para unir esfuerzos y voluntades a fin de construir un marco colectivo donde lo individual se armoniza con lo colectivo, sin que lo individual sea ignorado, pero que este no se imponga a los intereses colectivos. Para que esto sea posible es fundamental que, en lugar de entendernos como seres aislados y antagónicos, nos entendamos como seres articulados, enlazados en esta inmensa red de la vida que se manifiesta en este planeta y entender que cuando se beneficia el todo social, nos beneficiamos cada uno de nosotros mismos.
Si ganamos esta consciencia, entenderemos que cada uno de nuestros actos afecta de una u otra manera a los otros y por lo tanto afecta a toda la red constituida por todos los enlaces que hay entre todos los seres vivos y que nos hacen una gran familia de vida, dentro de la cual sin duda se presentarán antagonismos, pero que con esta consciencia de organicidad se podrán resolver dentro de un marco diferente. Dice Luois Blanc, citado por Victoria en su escrito que “En la comunidad fraternal todos velan por todos, no hay intereses privativos de un sector porque los intereses “verdaderos” son los de todos los ciudadanos” (Blanc, 1839, p. 14). Esta nueva forma organizativa y fraternal es una construcción colectiva, participativa, horizontal, de proximidad con bases locales y expresiones globales. Afirma Camps de la Fraternidad como un principio político que: “efectivamente, no puede ser normativo en el sentido en que lo es una ley tributaria que obliga a redistribuir las rentas, pero que es político en la medida en que contribuye a modificar estructuras que obstaculizan el cultivo de la fraternidad o no le otorgan el valor que merece. Precisamente, la raíz de la crisis económica, se está viendo con mayor claridad que sin cambios estructurales de calado no sólo no se podrá sostener el Estado de bienestar, sino que no se conseguirán reducir los vicios de un sistema que, como todo el mundo está de acuerdo en reconocer, sólo genera más desigualdades”.[5]
Esta forma organizativa sin duda va más allá de la representación directa democrática. Ella debe encontrar formas colectivas de representación, participación y construcción permanente y cotidiana, una forma organizativa que vaya más allá del asociacionismo, del cooperativismo y de la democracia misma, aunque de ellos se alimente. Dice Vandana Shiva: “Una de las cosas que aprendí a clase de hindi fue que los seres humanos forman parte de Vasudhaiva Kutumkam o la familia de la tierra. Al formar parte de la familia de la tierra, cada uno de nosotros participa de la democracia de la vida”[6]. La comunidad de vida inspirada y movida por los sentimientos y virtudes fraternales debe adoptar una forma de organización en la que el ser humano dotado de razón, aporte esta capacidad al servicio de los intereses comunes de esa comunidad de vida utilizando formas y estructuras organizativas pertinentes que favorezcan la armonía y el equilibrio, es decir, la convivencia pacífica y la justicia en todas sus expresiones. Dice Camps (2015) refiriéndose al principio de la asociación de los revolucionarios republicanos que “… pone a los problemas colectivos por delante de los individuales, es vista como la condición necesaria para construir una sociedad armónica, fraternal…sin antagonismos derivados del individualismo. Es la manera de acabar con el espíritu egoísta e individualista”. [7]
Esta organización social y política fraterna no puede por su misma esencia estar basada en la lucha de todos contra todos, la libre competencia del mercado y el egoísmo. Aquí todos velan por todos porque son los verdaderos intereses son los ciudadanos, que se ven los unos a los otros como hermanos, miembros de una misma familia, que entienden que sus actos individuales afectan la colectividad y que los escenarios colectivos son esenciales para que esa individualidad se desarrolle y proyecte sin dañar a los otros. No hay suficiente con ejercer el sufragio universal si los que votan y lo que son elegidos no han cambiado sus mentalidades, virtudes y sus prácticas cotidianas. En el marco del estado fraternal, lo individual y lo colectivo deben estar conciliados y desde este equilibrio poder construir la comunidad política realmente diferente a la establecida.
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[1] Primera carta de San Pablo a los Corintios 13:1-13
[2] Leonardo Boff Las cuatro ecologías https://www.youtube.com/watch?v=0b6QG7P50ww
[3] Hno. Francisco de Asís, Cántico del Hermano Sol. http://www.franciscanos.org/temas/lehmann14.htm
[4] Camps. Victòria, La Fraternidad, condición de la Justicia; Barcelona: Unievrsidad Autonoma de Barcelona,2005, p. 10
[5] Ibidem
[6] SHIVA. Vandana, MILES. María, (2016) Ecofeminismo. 2da edición, Barcelona, Icaria Editorial. Colección Antrazyt
[7] Camps. Victòria, La Fraternidad, condición de la Justicia; Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona,2005, p. 2
Bibliografía
Camps, Victòria. La Fraternidad, condición de la Justicia. Barcelona, 2015.
Shiva,, Vandana. MILES, María. (2016) Ecofeminismo. 2da edición, Barcelona, Icaria Editorial. Colección Antrazy
Primera carta de San Pablo a los Corintios 13:1-13
Hno. Francisco de Asís, Cántico del Hermano Sol. http://www.franciscanos.org
Boff, Leonardo. Las cuatro ecologías https://www.youtube.com/watch?v=0b6QG7P50ww
Sandra Campos
Foto tomada de: El País
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