Es mucho más precisa para entender nuestra sociedad la noción de clase que consiste en la agrupación de las personas según el lugar que ocupan dentro del proceso de producción. En una sociedad donde predomina el modo de producción capitalista las tres clases principales son los capitalistas, los trabajadores asalariados y los terratenientes. Los capitalistas son los propietarios del dinero y de los medios de producción y comercialización, los trabajadores asalariados son propietarios solamente de su fuerza de trabajo, la cual deben vender obligatoriamente a los capitalistas, y los terratenientes son los propietarios de la tierra, factor de producción que arriendan o dedican directamente al productivo en calidad también de capitalistas. Los datos del DANE nos permiten tener una aproximación a la distribución de la población ocupada.
El DANE no utiliza la noción de clase social sino de posición ocupacional pero estos datos son útiles para el análisis. En la encuesta de hogares el DANE incluye la categoría de patrón o empleador encontrando que en enero de 2020 había 809.000, cifra que puede ser elevada dado que se registran aquí patronos en pequeños negocios donde ellos mismos deben trabajar codo a codo con sus empleados. Pero con estas limitaciones este dato muestra que del total de la población ocupada apenas 3,6% serían capitalistas y el 96,4% no capitalistas.
La distinción básica en las tres grandes clases del capitalismo tiene a su vez varias subdivisiones. El capitalismo en Colombia se desarrolló sobre la base de formas de producción anteriores que ha disuelto o persisten subordinadas al capitalismo. De este modo, además de las clases básicas anteriores existen clases no capitalistas (que no emplean trabajadores asalariados) como los campesinos, los artesanos, los pequeños productores y comercializadores.
La diferenciación entre los capitalistas
Los capitalistas se dividen según distintos criterios. En primer lugar entre los capitalistas productivos (agricultura, minería, industria manufacturera, construcción, servicios de energía y acueducto, etc.), los capitalistas comerciales y los capitalistas financieros. Dentro de cada una de estas categorías se dividen en ramas industriales y sectores específicos. En segundo lugar según su pertenencia o no a grandes grupos empresariales. En tercer lugar según la proporción que representan del total del producto en una rama industrial específica, pueden ser capitalistas monopólicos u oligopólicos (Bavaria por ejemplo) o capitalistas de menor concentración (restaurantes por ejemplo). En cuarto lugar, se pueden clasificar según el tipo de organización jurídica. Además, con base en lo anterior hay diferencias cuantitativas enormes entre los propios capitalistas, un número pequeño de ellos concentra la producción, el valor agregado y las ganancias mientras que una cantidad mayor se reparte entre ellos el resto. Por ejemplo, los datos de la industria manufacturera muestran que el 10% de los establecimientos concentra el 69% del excedente bruto de explotación y según la encuesta anual de comercio el 10% concentra el 56%.
Los capitalistas medianos y pequeños incluso algunos micro capitalistas, emplean fuerza de trabajo asalariado pero muchos de ellos se encuentran en una categoría de transición porque todavía no contratan suficientes trabajadores para poder vivir sin trabajar, razón por la cual trabajan a la par con sus operarios y por tanto se consideran ellos mismos como trabajadores con un salario especial. No son capitalistas en el pleno sentido de la palabra. En su conjunto se quedan además con una parte menor del total del excedente bruto de explotación. Este grupo de capitalistas se caracteriza también por la informalidad, en la medida en que operan sin el pleno cumplimiento de las reglamentaciones legales, en especial, sin el cumplimiento de las normas laborales.
Entre los capitalistas hay una lucha permanente en el mercado por el reparto del plusvalor. Como clase los capitalistas son una hermandad cuando se trata de explotar a los trabajadores asalariados y se ponen de acuerdo, relativamente fácil, para tomar medidas orientadas a bajar los salarios o impedir sus aumentos y para eliminar normas laborales favorables a los trabajadores.
Pero al mismo tiempo son hermanos enemigos, que están en guerra entre ellos; los capitalistas grandes hacen todo lo posible por quebrar y sacar del mercado a los pequeños y medianos, es la ley de la selva; los capitalistas financieros intentan concentrar la mayor parte del plusvalor exprimiendo a sus hermanos capitalistas industriales y comerciales con elevados intereses. Los capitalistas comerciales explotan a sus camaradas productivos estableciendo, por ejemplo, plazos de pago extendidos o mediante negociaciones de precios desfavorables para ellos. Es claro que la clase capitalista no es completamente homogénea, salvo en su interés común de pagar lo menos posible a los trabajadores. Dentro de este universo algunos de estos capitalistas se sienten excluidos, protestan y se manifiestan políticamente contra medidas que afectan sus ganancias (precios elevados de los insumos agrícolas, bajos aranceles, precios del combustible, etc.).
Los trabajadores asalariados se dividen también según diversos criterios.
De acuerdo con la encuesta de hogares en enero de 2020 había 8.847.000 trabajadores asalariados en empresas privadas, 813.000 asalariados del gobierno, 684.000 empleados domésticos, 850.000 trabajadores familiares sin remuneración y 791.000 jornaleros o peones, que dan un total de 11.985.000 trabajadores asalariados, 53,5% de la población ocupada.
La mayor parte de los trabajadores asalariados trabajan en empresas capitalistas privadas y se dividen también en trabajadores del sector productivo (agricultura, minería, industria manufacturera, construcción, servicios, etc.), trabajadores del sector comercial y trabajadores del sector financiero. Tienen en común que todos estos contribuyen a que sus patronos obtengan ganancias, aunque se diferencian en que el plusvalor se genera en los sectores productivos pero debe ser compartido con los comerciales y financieros. Otra parte de los trabajadores asalariados trabaja con el Estado, dentro del cual una parte son también productivos (trabajadores de ECOPETROL por ejemplo), pero la gran mayoría no producen plusvalía y viven por el contrario de la plusvalía apropiada por el Estado mediante los impuestos.
Los trabajadores del Estado se sitúan por encima de los demás trabajadores y conforman una clase especial con privilegios que funciona principalmente al servicio de los capitalistas, destacándose especialmente los miembros de las fuerzas armadas, la policía, la fiscalía y demás órganos de control. Otra parte importante de los asalariados estatales trabaja en la prestación de servicios a los trabajadores (educación, salud, vivienda, cuidado de niños y ancianos, etc.) razón por la cual se desarrolla en ellos un mayor sentido social y de compromiso con el mejoramiento de las condiciones de vida de sus hermanos de clase.
Otra parte, menor, trabaja en empresas cooperativas donde formalmente no hay una relación de explotación capitalista y supuestamente los trabajadores organizan la empresa para obtener de ellos mismos las ganancias; de acuerdo con la Confederación de Cooperativas de Colombia en 2017 emplearon 165.825 personas. Las empresas cooperativas son un buen ejemplo, dentro de la producción capitalista, del carácter superfluo de los capitalistas, es decir, de la posibilidad de organizar la producción por parte de los propios trabajadores[2].
Adicionalmente dentro de los trabajadores asalariados se encuentran todos aquellos que trabajan no para producir ganancias a sus patronos sino para satisfacer necesidades de diversa índole: ejecución de las tareas domésticas (preparación de alimentos, limpieza de la vivienda, lavado de ropa, cuidado de jardines, vigilancia de las viviendas, choferes, cuidado de los niños, etc.). Los capitalistas, así como parte de los trabajadores asalariados con ingresos más altos, contratan a otros trabajadores asalariados, usualmente sin el pleno cumplimiento de los requisitos legales. Esta es una masa de trabajadores dispersos, desvinculados del proceso productivo y con más limitaciones para su organización como clase. El DANE no incluye dentro de la población ocupada al trabajo doméstico no remunerado sino dentro de la población inactiva: en 2020 había 6.254.000 personas dedicadas a oficios del hogar.
Los trabajadores por cuenta propia son también muy diversos
Los trabajadores por cuenta propia según los datos del DANE eran 9.584.000 en enero de 2020 cifra equivalente a 43% del total de la población ocupada. También hay notorias diferencias entre ellos. Se dividen según ramas de producción, incluyendo la población campesina, la producción artesanal, la pequeña producción manufacturera, los servicios de diversa índole y la comercialización (tiendas de barrio, vendedores ambulantes). En gran medida los trabajadores por cuenta propia son trabajadores con baja formación técnica y académica que realizan actividades con poca productividad y que por tanto generan muy bajos ingresos. Junto a estos trabajadores independientes se encuentra una capa de profesionales (las llamadas profesiones liberales); médicos, odontólogos, abogados, economistas, contadores, sicólogos, sociólogos, arquitectos, ingenieros, comunicadores, periodistas, publicistas, etc., que prestan servicios como personas naturales, en algunos casos con ciertos medios de producción (consultorios, oficinas, etc.) y en otros solamente con su fuerza de trabajo especializada. Este segundo sector tiene ingresos muy superiores a la gran masa de trabajadores por cuenta propia y en algunos casos ingresos muy elevados.
Las estadísticas no permiten separar con claridad estos grupos para profundizar en sus rasgos específicos pero se observa que están articulados a la producción capitalista mediante la venta y compra de bienes y servicios, y que una parte importante de ellos son una especie de asalariados disfrazados o asalariados a domicilio, unas formas de transición entre el trabajador independiente y el asalariado formal. Por ejemplo, los campesinos, formalmente independientes, dependen para la comercialización de los intermediarios, usualmente más poderosos que se aprovechan de tal situación, y de los capitalistas financieros, formales e informales; buena parte de los tenderos y vendedores ambulantes comercializan productos de grandes empresas capitalistas y son en la práctica unos trabajadores asalariados comerciales disfrazados, en condiciones muy precarias.
Otra parte de los independientes trabaja para empresas privadas y públicas mediante contratos civiles donde no acceden a beneficios laborales usuales para otros trabajadores, son otra especie de asalariados disfrazados, de hecho en España los llaman falsos autónomos. Finalmente, una parte de los trabajadores por cuenta propia son realmente trabajadores que quisieran ser asalariados y no lo logran o que han perdido sus empleos y se ven obligados a rebuscar en distintas actividades.
Una proporción grande de los pequeños productores y trabajadores por cuenta propia trabaja en sectores muy competidos, donde es fácil la entrada al negocio dado que no hay grandes barreras, en los cuales por tanto los ingresos son muy bajos y se logran a costa de jornadas muy largas de trabajo (tenderos, vendedores ambulantes, taxistas, panaderías, restaurante, peluquerías, etc.), o donde tienen ingresos muy irregulares (trabajadores en servicios de reparación y mantenimiento a los hogares). En la práctica, muchos son realmente desempleados o subempleados, que obtienen algún ingreso a partir de dichas actividades de baja productividad. Además, son objeto también de explotación por empresarios más grandes que controlan sus actividades, como por ejemplo la distribución de productos, el acceso al espacio público, etc.
Evidentemente los trabajadores por cuenta propia no hacen parte de organizaciones productivas grandes, se vinculan al mercado compitiendo con sus colegas y se encuentran aislados, razón por la cual sus posibilidades de organización para defensa de sus intereses son menores.
Por último al lado de todos los asalariados anteriores existen los trabajadores que se encuentran en las peores condiciones materiales o morales, y deben recurrir a la delincuencia, a la mendicidad, a la prostitución para obtener algún ingreso. Tradicionalmente estas capas degradadas se conciben como algo parte, distinto de los trabajadores, pero en su esencia son también asalariados (en el sentido de que no tienen medios de producción) por fuera del mercado de trabajo, o vinculados bajo formas degradantes.
Unidad en medio de la diversidad
La sociedad capitalista, como hemos visto, muestra muchas diferencias entre los propios capitalistas y los trabajadores asalariados. Las ciudadanías excluidas están conformadas principalmente por trabajadores asalariados y por cuenta propia divididos en diversas categorías. Pero las múltiples clasificaciones en su esencia, tienden a agruparse en dos grandes clases: los propietarios de los medios de producción (dueños del dinero, las tierras, las fábricas, los bancos, los grandes almacenes) y los propietarios solamente de su fuerza de trabajo o de medios de producción muy precarios (un terreno de media hectárea, unas pocas herramientas manuales, un local de 20 metros cuadrados).
Sin embargo, las diferencias materiales entre los trabajadores son reales y pesan mucho como factores de división, situación que es aprovechada y estimulada por los defensores del capitalismo, lo cual se acentúa aún más con otras divisiones como las derivadas de sexo, género, identidad sexual, raza, etc.
La gran mayoría de los trabajadores (asalariados, por cuenta propia, ejército industrial de reserva) son explotados por capitalistas en forma directa o indirecta, no son excluidos. Están incluidos de forma diversa dentro del proceso de producción en una sociedad donde predomina el modo de producción capitalista; los desempleados, subempleados y degradados hacen parte de la estructura económica precisamente como trabajadores disponibles para la explotación cuando los necesite la producción y cumplen un papel muy importante al crear una oferta permanente de fuerza de trabajo que tiende a reducir los salarios.
Las tendencias conservadoras de las multitudes excluidas
Las características del desarrollo capitalista en Colombia conducen a que la gran mayoría de trabajadores -asalariados y por cuenta propia- trabaje en unidades empresariales muy pequeñas, de baja productividad, poco desarrollo de la división interna del trabajo y ausencia de un trabajador colectivo. Su relación con la sociedad se da por medio de una feroz competencia (educativa, laboral, comercial, industrial y de servicios) de individuos buscando cada uno su propio interés. Dentro de esta sociedad, es apenas obvio que las opciones de mejoramiento se encuentran en la capacidad de competir eficazmente, en progresar dentro del capitalismo. El pequeño productor quisiera ampliar su producción, crecer, convertirse en capitalista; el asalariado quisiera convertirse en patrón. Los jóvenes trabajadores se esfuerzan por estudiar, mejorar sus habilidades y contar con títulos que les permitan ascender en la escala salarial y jerárquica, sea en el sector privado o en el público, desplazando a sus competidores. En la medida de lo posible se buscan los negocios donde se pueda obtener ingresos más rápido incluyendo actividades ilícitas. El Estado, las fundaciones empresariales, los economistas tradicionales, promueven esta competencia individual, esta búsqueda de los intereses individuales. Y el resultado es que millones de trabajadores terminan apuntalando el capitalismo, concentrados en sus intereses particulares sin buscar la manera de satisfacer sus intereses de clase objetivos, generales y de fondo.
De otra parte, los trabajadores asalariados que ocupan los cargos superiores y obtienen mayores ingresos, así como los empresarios medianos se benefician claramente de la sociedad capitalista y tienden en general a asumir posiciones conservadoras; buscan diferenciarse de la clase trabajadora e identificarse como una clase media y se convierten en un bastión del capitalismo. Dentro de esto juegan un papel principal los intelectuales que en su gran mayoría se dedican a no preguntarse qué es el capitalismo y a desarrollar teorías que no explican nada de fondo, en muchos casos con base en discursos confusos, aparentemente muy profundos. En esto se ven apoyados por las industrias religiosas (iglesia católica y todas las demás) y sus asalariados que cumplen un importantísimo papel de orientar el malestar de las clases trabajadoras hacia opciones no perjudiciales para el sistema.
La gran masa de los trabajadores asalariados y por cuenta propia no participa en ninguna organización política, ni social, ni comunitaria, tal como lo muestran las estadísticas del DANE. En 2019, consultada la población mayor de 18 años sobre su pertenencia a algún tipo de organización la que obtuvo el porcentaje más alto fueron “grupo u organización religiosa” con 6,7% y las Juntas de Acción Comunal con apenas 4%; la pertenencia a partidos políticos fue 1%, a sindicatos 0,9%, a organización campesina 0,8%. La afiliación a sindicatos es muy baja y la vinculación a partidos de izquierda insignificante. Aún más, sienten fastidio y repulsión por la política. La gran mayoría de los trabajadores no ve la opción de una sociedad distinta. Este es un extraordinario escenario para el capitalismo: trabajadores que no participan y trabajadores que no quieren cambiar la sociedad de fondo, que no quieren emanciparse del capitalismo.
En algunos sectores políticos se sobrevalora, en mi opinión, la rebeldía y el alcance de las “ciudadanías excluidas”. Sin lugar a dudas han sido muy importantes las marchas de protesta por diversas razones iniciadas en noviembre de 2019. Pero la gran mayoría de marchantes no hace parte de organizaciones políticas ni sociales; es una masa desorganizada. La propia Colombia Humana no tiene organización política, no cuenta con una estructura partidista y se fundamenta en un líder carismático. Pero además, las razones de las protestas son, en general, conservadoras: se buscan reivindicaciones dentro del capitalismo, pero no se pone en cuestión el capitalismo. Esto es lo que explica que las protestas sean incluso apropiadas por políticos tradicionales, por la alcaldesa mayor, por una amplia gama de progresistas que florecen para proponer nuevamente medidas utópicas que no constituyen ninguna solución de fondo a la situación de las clases trabajadoras.
________________
[1] https://cuartodehora.com/2020/07/19/un-pacto-historico/.
[2] En la práctica posiblemente muchas empresas “cooperativas” son realmente propiedad de algunos pocos y se manejan en forma similar a cualquier empresa capitalista.
Alberto Maldonado
Foto tomada de: PST-Colombia
Deja un comentario