dictarán los titulares de prensa. No se respetará el saber ni la experiencia de los anteriores servidores de la entidad. No se tolerará la dignidad de quienes laboran para la institución rectora de los derechos humanos.
A los ciudadanos no se les resolverán sus problemas, todo será un espejismo. Harán que se llenen planillas y matrices para guardar las apariencias de orden, calidad y eficiencia, pero los problemas reales y graves de violaciones a los derechos humanos se invisibilizarán, desconocerán, ocultarán, negarán y se envolverán en la impunidad, la indecencia, la antidemocracia y la estulticia.
Tampoco será claro cómo se ejecutará el presupuesto. La ayuda internacional que se le ha dado a la entidad así como los nuevos presupuestos, se desvanecerán en las sucias manos de sus ejecutores. Para cosas imprescindibles no habrá recursos, pero el gasto se habrá de dirigir a unas cosas suntuarias e innecesarias. El núcleo misional está desvanecido, perdido, aniquilado por la perversión del autoritarismo absolutista (aunque esto es una redundancia).
El esfuerzo de la Constituyente de 1991 por contar con una verdadera institución defensora de los derechos humanos ha sido pulverizado por la politiquería, por un estado mafioso-traqueto- genocida-inmoral-corrupto, alimentado por las vanidades de la lujuria mediática, la prepotencia y el arribismo genuflexo de los “nuevos funcionarios” al servicio del orden del populismo mediático, de ganar aplausos en los informativos del poder pagados.
De la Defensoría del Pueblo solo quedan los despojos, el ripio insustancial de un letrero insípido, vacío, carente de humanidad, ajeno a la misión fundamental, perdida en los laberintos del ocultismo, la mediocridad, la apariencia, la falsedad y el engaño a los organismos internacionales. Diría que ni el propio pueblo al que estaba destinada a defender. REQUIESCAT IN PACE Defensoría.
Gustavo Adolfo Robayo Castillo, Docente y Defensor de Derechos Humanos
Foto tomada de: El Nuevo Siglo
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