A esta crisis develada, se suma la crisis del sistema de salud, medioambiental, económica, esto se puede sintetizar en que 5 millones de colombianos comen una sola vez al día, y 30 millones no tienen las dos comidas, según datos del DANE. La más elemental condición para la supervivencia, que supone la alimentación, también está en evidencia. En este contexto, Colombia entrará en el 2021 al inicio de un debate electoral, en donde se dirimirá los destinos políticos del país, el bloque político que representa el actual gobierno intentará lograr su reelección, por la vía de profundizar un ejercicio autoritario del poder, que facilita la pandemia, y construyendo narrativas de miedo, como lo lograron en los pasados comicios electorales con el “castrochavismo”.
En medio de esto, todas las condiciones están dadas para que una fuerza política alternativa llegue al gobierno nacional en el año 2022 por primera vez en la historia política de Colombia, pero dependerá que se logre consolidar un gran acuerdo de las fuerzas políticas y sociales del espectro de centro izquierda que logre establecer un acuerdo programático de mínimos, que se la juegue por retomar el truncado acuerdo de paz, iniciar una transición energética, lo que supone la defensa del agua y la negativa del fracking, garantizar el derecho fundamental a la salud, mediante una reforma estructural del sistema, adelantar una reforma tributaria progresiva que grave a quienes más tienen recursos, una política agraria que fortalezca al campesinado, que responde por la soberanía alimentaria del país, políticas certeras para la reindustrialización y una reforma política que profundice la democracia participativa y el equilibrio de poderes. Estos son algunos temas fundamentales y elementales que debe asumir una agenda de transición democrática de un proyecto político alternativo a lo que ofrece el actual bloque de gobierno.
La agenda programática debe ser el punto de encuentro de estas diversas fuerzas políticas, además de un mecanismo de consulta democrática que defina un candidato único. A nuestro juicio, no se puede persistir en el yerro del año 2018, en el cual se consideró que se podía dividir las fuerzas políticas del centro, representadas por el candidato Sergio Fajardo, y de la izquierda, representadas por Gustavo Petro, y que por esta vía se podía lograr el triunfo de alguno de estos sectores subordinando al otro, la historia demostró que no fue así, y el riesgo de mantener esa estrategia divisoria, es arriesgar de nuevo un triunfo de la extrema derecha representada en el uribismo, con la consecuencia de someter al país a un camino sin retorno en la profundización de un autoritarismo de carácter fascistoide que nos está costando que el país esté deshaciendo el proceso de paz, por la vía del homicidio de los desmovilizados, el aumento de masacres de sectores sociales asociados a los partidos de la oposición, la amenaza permanente que se cierne sobre la permanencia de la más elemental institucionalidad republicana con sus contrapesos al poder ejecutivo, dada la cooptación por parte del gobierno de los organismos de control, la negativa a que el Congreso de la República sesione presencialmente, la andanada contra las altas cortes cuando emiten un fallo contrario a lo esperado por el partido de Gobierno, y el aupamiento desde el poder del ejecutivo a los abusos de la fuerza pública, entre otros.
Este acuerdo de fuerzas democráticas, que pugnarían por detener el retroceso del país y relanzar una nueva transición democrática, como la iniciada con la constituyente de 1991, deberá considerar que desde la primera vuelta se debe lograr tener un candidato único, lo que supone una consulta interpartidista antes de la primera vuelta, esto implica unos mecanismos acordados entre los partidos, para lograr esto se requiere que el Polo Democrático logre consolidar en su Congreso la decisión de las mayorías de que asistirá al más amplio consenso de las fuerzas alternativas sin exclusiones y vetos, como los que el sector minoritario de esta partido ejerce sobre Gustavo Petro y la Colombia Humana, requiere que el Partido Verde mantenga la postura que habían establecido desde el 2018 de transitar en el mismo sentido, lo que implica derrotar al minoritario sector de este partido que insiste en consolidar una fuerza de centro-centro que excluya a la izquierda.
También supone que se centrifugue el liberalismo, que se encuentra disperso en diversos partidos, el nacimiento de un nuevo partido que recoja el pensamiento liberal y las banderas de la paz, posibilitaría que este se comprometa a participar en una consulta interpartidista, este sector no debería sucumbir a la tentación de vetar a la izquierda y decantarse por el riesgoso bloque de centro-centro. Si estas fuerzas políticas se decantan en este sentido el candidato Sergio Fajardo, quedaría como un llanero solitario en su aspiración de que la unidad se consolide alrededor de él, sin que medie ningún acuerdo y consulta alguna. Esto vuelve inviable su candidatura, a no ser que se someta a los mínimos del acuerdo.
Las fuerzas políticas de la izquierda, tendrán que transitar algunas del maximalismo del todo o nada, a un reformismo democrático con ideas profundas de cambio, esto significa converger apostando porque un programa de profundos cambios, sea el que se acoja en el acuerdo programático de la coalición electoral, para ello debe movilizar una enorme base social y electoral que respalde cambios profundos en el modelo neoliberal que se encuentra en crisis, deberán disputar esta agenda con votos y debate público en la consulta interpartidista. Frente el riesgo del fascismo no puede haber abstencionismo, ni votos en blanco, ni equivocaciones tácticas, ni sectarismo. Los debates que se sostengan con el centro político deben ser programáticos, abusar de las formas incurriendo en epítetos e insultos, solo dificultará mucho más lograr el acuerdo. Se debe entender que la izquierda sola, no tiene los votos para llegar al gobierno del país, la construcción de sus mayorías pasa necesariamente por un acuerdo con otras fuerzas políticas centristas.
Las fuerzas políticas del centro, deberían abandonar su equivocado discurso sobre que el problema en Colombia es la polarización entre el uribismo y el petrismo, igualar estas dos fuerzas políticas no solo es una falacia sino un desafuero histórico que solo ha favorecido al uribismo, por la vía de la división de las demás fuerzas políticas. Como han dicho diversos analistas como Francisco Gutiérrez, en Colombia, “lo que se ha radicalizado es la extrema derecha”, el debate hoy es entre democracia y autoritarismo fascistoide, lo que está en juego es la democracia, y este constructo, que se debe concretar con un contenido programático debe ser la narrativa que se debe acotar. Comiencen por cambiar ese discurso desde ya, no le hagan más el juego al uribismo, Colombia lo necesita. Si se logra esta perspectiva unitaria de centro izquierda, el 2022 podría ser un momento histórico donde Colombia pueda volver a observar un camino democrático que ponga la vida en el centro de sus prioridades. Ya veremos.
Carolina Corcho Mejía, Medica Psiquiatra, Presidenta Corporación Latinoamericana sur
Foto tomada de: El Heraldo
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