Como hablan por consignas no entran en discurso, en dialéctica con el otro. De ahí su desprecio por la razón y la cultura, porque el otro no cuenta sino como instrumento de su codicia, en tanto sujeto de derechos es un estorbo. La gran argucia de nazis y falangistas no es la de posicionar unas ideas políticas, sino el reiterar unos estribillos para despertar bajos instintos humanos, el miedo y el odio: Miedo para someter a unos, odio para azuzar a otros.
En Colombia el coro recita: “Le entregaron el país a las Farc”, “viene el castrochavismo”…
Al cerrar cualquier dialéctica no hay otro para convencer, sino para dominar. Es un instrumento o un obstáculo para sus fines, donde la consigna del Cartel de Medellín resume su código político: “Plata o plomo”… “!Y plomo es lo que hay!”, complementan los uribistas.
La gran habilidad de los nazis es el engaño, no la argumentación, por eso eluden los debates. También la seducción al poderoso, porque son fuertes con los débiles y débiles con los fuertes, así pretenden hacer de las Fuerzas Armadas un partido político que ponga las armas de la República a disposición de su codicia, de los patrones, y de los carteles de la droga. Entonces, su credo de gobierno se sintetiza en privilegiar a los privilegiados y en desfavorecer a los desfavorecidos.
Serviles del poder y del dinero, lo cual no demanda talento, el perfil del fascista es el del bobo y canalla, son lo mismo, Hanna Arendt los retrató de cuerpo entero cuando formuló la banalidad del mal. Detrás de todo canalla hay un tonto que ni estilo tiene. No hay en el uribismo un intelectual, solo aduladores; no queda una sola frase pronunciada en treinta años de babosadas digna de recogerse. Por eso odian la inteligencia y enaltecen la astucia: Pasarán a la historia sólo por sus crímenes.
La mediocridad social es un fin necesario para el advenimiento del fascismo, porque ciudadanías cultas no son presa de sus engañifas. Por eso en Colombia procuran negar los ideales de la oposición, y pretenden nivelar la sociedad a la altura de su corrupción: “todos roban”, “todos los políticos son iguales”.
De su paso por el gobierno queda el descaecimiento cultural, moral, productivo, de la nación; el gobierno de los canallas, la exaltación del mediocre, y la rapacidad como camino de enriquecimiento. Además, no pueden existir fuera del poder, requieren estar dentro de ese aparataje para realizar el cometido de poner reglas a los demás y excepciones para ellos, hacer de la ley instrumento de terror para la oposición, y de impunidad para ellos. Por eso toman el poder a cualquier precio.
Si bien los regímenes autoritarios pretenden fundir en una las ramas del poder público, los fascistas no se detienen ahí, buscan controlar todos los ámbitos de la sociedad: El arte y los artistas; la vida social, el deporte, y la recreación; la educación, con sus educadores; las comunicaciones, los medios de comunicación, y los comunicadores. Es evidente la campaña que hay en Colombia contra la libertad de enseñanza, contra el magisterio nacional, y los reclamos de una estafeta de Uribe demandando educación uribista. A semejanza de los pioneros del Cartel de Medellín, que en los años 1980 le regalaron el equipo de fútbol de sus amores a un fundador, la cofradía falangista compró la revista Semana para obsequiarla al patrón, así fuese vacía de periodismo. Habían empezado poniendo un “inspector” en cada casa informativa, en algunas hay varios, otras están ya cooptadas. También planean poner “inspectores” en las aulas.
Se puede señalar con el dedo los múltiples daños que el fascismo causa a la humanidad, si no se recuerda la historia del siglo XX, pero el advenimiento total de esta ideología puede acabarnos como especie, no solo por la criminalidad asociada, sino por la destrucción de un factor que para ellos es un lastre: la solidaridad.
La antropóloga y poeta Margaret Mead encuentra el primer signo de civilización en un fémur fracturado y sanado, porque indica que alguien cuidó del lesionado mientras se reponía, en la vida salvaje un fémur roto es mortal. Igual, Charles Darwin reconoce que el mayor logro evolutivo de la especie humana es el desarrollo de la solidaridad, en ella radica su fortaleza.
Siempre ha sido más fácil destruir que construir, así, una agrupación fanatizada que hace del mal su meta puede destruir el mundo, pero salvarlo ya no depende de un grupo, sino de la sociedad en su conjunto. Más ahora cuando nos enfrentamos a amenazas como especie, que demandan una respuesta orquestada de la humanidad para superarlas. Si el fascismo promueve un Mesías de opereta, los pueblos no han de esperar a un enviado del cielo, sino que cada uno en la sociedad debe asumir la tarea mesiánica, cada uno de nosotros es un Mesías, como lo señaló Walter Benjamin. Antes se debe restaurar la solidaridad, y entronizarla como valor fundamental.
Cuando los falangistas pretenden cerrar la historia, el deber de los ciudadanos decentes es asumir la tarea transformadora que nos asignan las generaciones pasadas, y que esperan las que vendrán.
El principal obstáculo que encuentran quienes pretenden instaurar un régimen nazi en Colombia es que, gracias a la Constitución de 1991, la escolaridad se ha incrementado en la nación, y la educación diluye el uribismo. Denunciar el fascismo, señalaba Humberto Eco, es un imperativo ético. Además, el acceso a tecnologías de la información y las comunicaciones, ha roto el analfabetismo político, e imposibilitado el control total de las comunicaciones, como era posible hace un siglo.
Si Aristóteles consideraba que el gobernante perfecto habría de ser el sabio, asistimos a una inversión radical de la sentencia: Estamos en el gobierno de los idiotas. Por eso es urgente sacarlos del poder, sin este no son nada, para ponerlos ante la ley.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: https://www.publimetro.co/
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