La respuesta de Caballero es tajante: no llamaría fascista a Hugo Chávez porque “…el fascismo va más lejos que el simple autoritarismo o dictadura de una persona, o de un partido único, o de un ejército; sino que incluye la prohibición de todo lo demás”, “la exclusión forzosa y violenta de quienes no estén de acuerdo”. Y, continua, “esto no sucedió en Venezuela en los años de la presidencia despótica del carismático coronel Hugo Chávez, ni ha sucedido- al menos todavía-, en los de su sucesor designado, el mediocre y grisáceo Nicolás Maduro”.
Señala a continuación una diferencia entre fascismo y comunismo (o socialismo autoritario): “El fascismo incluye, además, una tendencia ideológica: hacia la derecha. Un gobernante como Chávez representa en cambio la contraria: hacia la izquierda.”. Pero, a pesar de las diferencias en los fines, son iguales en los métodos: “Fascismo y comunismo, o digamos, socialismo autoritario, son iguales en sus métodos, pero no en sus fines (o al menos en sus propósitos declarados). La dictadura castrista en Cuba no es igual a la dictadura pinochetista en Chile, para ponerlo en términos geográfica y culturalmente cercanos a los de Venezuela”.
Pero el hecho importante, que afirma Caballero pasó por alto, es el relativo a la prosperidad económica. Los regímenes fascistas históricos “debieron su popularidad casi unánime a que llevaron sus países respectivos a la prosperidad, al cabo de millones de víctimas, y arrancándolos a la miseria en que los habían dejado a los dos, aunque por razones distintas, las catástrofes de la Primera Guerra Mundial, la del 14-18.” “Y en cambio el llamado ‘socialismo bolivariano’, que poco tiene que ver, salvo en el nombre, con el personaje histórico de Simón Bolívar, es al revés: ha llevado a la miseria (al cabo de millones de víctimas) al país que fue el más rico de América Latina”. Y menciona el libro de Melba Escobar “Cuando éramos felices pero no lo sabíamos”, “que nos cuenta en qué se ha convertido la otrora próspera Venezuela bajo el chavismo llamado bolivariano, que de Bolívar no copia sino el autoritarismo. Se ha convertido en un campo de ruinas, de donde huye la gente- en el éxodo de refugiados más masivo de hoy en el mundo…”
Los hechos que pasó por alto Caballero
En su artículo Caballero compara un régimen político, el fascismo, con un modo de producción, el comunismo. No compara el comunismo con el capitalismo. Además, no aparece en su artículo la palabra capitalismo, no hace referencia al modo de producción capitalista. Es muy común, especialmente entre los defensores del capitalismo, no mencionarlo ni hacer referencia a sus características básicas. Incluso, con mucha frecuencia, al referirse a los países capitalistas se habla de las democracias occidentales o economías mixtas, omitiendo lo principal, es decir, que se trata de un modo de producción donde la finalidad es la ganancia y en el cual la mayoría de la población ha sido expropiada de medios de producción y se ve obligada a trabajar al servicio de los patronos.
Caballero omitió decir que el fascismo es un régimen político del capitalismo. Puede ser un régimen con una elevada intervención y control del Estado, pero el modo de producción capitalista es su fundamento y en ningún momento pretendieron el fascismo italiano ni el nazismo en Alemania, suprimir la relación social de producción capitalista, ni eliminar el trabajo asalariado. Este es un “pequeño detalle” que no debería pasarse por alto para no ofrecer una interpretación incompleta o sesgada a los estudiantes del Anglo Colombiano.
Es sorprendente, además, que Caballero se quede en la superficialidad de decir que se trata solo de una tendencia ideológica; el capitalismo no es solamente ideología, es una realidad existente, una dura realidad para millones de trabajadores. El fascismo no defiende solamente unas ideas, defiende un estado de cosas, con lo cual tiene una ventaja frente al comunismo que busca precisamente cambiar dicho estado de cosas. Hablar de izquierda y derecha sin mencionar claramente el capitalismo es dejar la exposición a medias.
En sentido estricto, de otra parte, no ha existido hasta el momento ningún país donde se haya implantado un modo de producción comunista. Ha habido experiencias socialistas, pero también con serias limitaciones con respecto al modelo ideal a implantar. En Venezuela no ha habido siquiera socialismo.
El modo de producción comunista, según algunos textos de Marx, deberá ser una forma de organización social en la cual la producción es decidida colectivamente por todos los productores, una asociación de hombres libres que planifican y organizan la producción de manera consciente. Esto implica, por lo menos, dos cambios sustanciales con respecto al capitalismo, que se caracteriza por: 1) una sociedad organizada a partir de productores privados independientes, que se vinculan entre sí mediante la compra y la venta, y donde la producción no es definida conscientemente ni planificada; 2) una sociedad cuya finalidad es la obtención de valor excedente (ganancias, intereses, rentas), en la cual una parte de la población es propietaria de los medios de producción y la otra solo cuenta con su fuerza de trabajo, que debe forzosamente vender a los primeros. Es decir, una sociedad donde la mayoría de los seres humanos se han convertido en una mercancía que se transa en el mercado y es un costo para los capitalistas. En otras palabras, una sociedad de desiguales. Una nueva forma de esclavitud.
Con el comunismo se propone cambiar estos dos grandes rasgos. Por una parte, suprimir la anarquía del mercado y la separación entre los seres humanos, que en vez de verse como parte de una sociedad cooperativa se comportan como competidores en una lucha a muerte; se propone que los seres humanos tomen control consciente de su capacidad productiva y que definan colectivamente que se debe producir para satisfacer las necesidades de sus miembros. En segundo lugar, la propuesta de los comunistas consiste en eliminar el trabajo asalariado, en suprimir la división de los seres humanos en clases sociales, donde una de ellas pone a la otra a trabajar a su servicio.
No se si Caballero cuando habla de izquierda está pensando en esto. Porque no se trata de la izquierda dentro del capitalismo, que lo que busca es que los trabajadores tengan una mayor participación dentro del producto total. No. La izquierda, entendida como comunismo, lo que busca en transformar radicalmente la sociedad desde su fundamento económico. Pero adicionalmente la propuesta de los comunistas es organizar una sociedad de seres humanos libres, en la cual todos sean propietarios de los medios de producción y por tanto, al mismo, tiempo, sean todos dirigentes políticos de dicha sociedad. Los comunistas proponen crear las condiciones económicas para una verdadera democracia, algo que no puede existir en el capitalismo.
Las propuestas comunistas surgen de la propia sociedad capitalista. La dominación y la opresión capitalista han generado la resistencia y la rebeldía de los trabajadores víctimas del sistema y por tanto desde el propio nacimiento del capitalismo surgieron propuestas y acciones para la transformación de la sociedad.
En algunos países, partidos y movimientos políticos lograron llegar al poder político y económico y pusieron en marcha sistemas “socialistas” que se fundamentan todavía en un gran peso del Estado. En esta perspectiva ha habido socialismo en la Unión Soviética, en los países de Europa del Este, en China, en Corea del Norte, en Vietnam, en Cuba. En todo estos países se han puesto en marcha métodos no capitalistas de producción, métodos diferentes a los de la producción capitalista. Los resultados no han sido los esperados e incluso ha habido retrocesos como la desaparición de la Unión Soviética.
No hay espacio aquí para entrar en mayor detalle en el análisis de estas experiencias, pero se pueden destacar algunos aspectos. Mostraron que es posible pensar en formas de organización social no capitalistas, esto es lo relevante. En su fracaso y sus limitaciones hay que considerar varios elementos que quizá Caballero también pasó por alto en su conversatorio por zoom con los estudiantes: a) todos los gobiernos socialistas surgieron como reacción a modos de producción y gobiernos explotadores, autoritarios; b) surgieron en medio de una feroz oposición de los países capitalistas que intentaron ahogarlos militar y económicamente, lo cual se ha mantenido históricamente; c) han tenido que funcionar en el marco de relaciones sociales mundiales capitalistas, es decir, no han podido desligarse por completo del mercado. Estos puntos no deberían ser pasados por alto. Obviamente, no se trata de justificar el desempeño de las sociedades socialistas por factores externos, pero ignorarlos u omitirlos tampoco es adecuado.
De otra parte, y debido en cierta medida a lo anterior, estos gobiernos han tenido que dar prioridad a su defensa, lo cual ha reforzado su carácter autoritario. Igualmente, se ha desarrollado un peso enorme de las burocracias, lo cual atenta, claramente, contra el propio proyecto comunista. Esto no es nada nuevo, ya lo denunció Trotsky, y muchos otros, que consideraba que la revolución había sido traicionada; pero Trotsky nunca renegó del socialismo. Por el contrario, criticó esa forma de gobierno, ese “socialismo” autoritario y dictatorial. Es muy cómodo intelectualmente quejarse de las dictaduras y el autoritarismo sin indagar las condiciones concretas en las cuales se han desarrollado. Caballero, de otra parte, se refiere al socialismo autoritario, lo cual es una buena precisión; el socialismo no tiene por definición que ser autoritario.
Aquí llegamos a otra forma de argumentar muy conocida con respecto al comunismo y al fascismo. Se afirma que se diferencian en sus fines (y tendencias ideológicas) pero que son “iguales” en sus métodos. Esta afirmación también pasa por alto muchas cosas. Por una parte, que aquí solo se refiere a métodos de gobierno y control político; ya mencionamos como se diferencian sustancialmente en los métodos de producción, algo que no debe omitirse. Nuevamente Caballero compara fascismo (forma de organización política) con comunismo (modo de producción que puede tener diversas formas de organización política) y omite referirse al capitalismo. De este modo el capitalismo aparece como equivalente de democracia y queda por fuera de la dicotomía y la comparación. Después de leer en columnas de Caballero sobre la democracia real de países como Estados Unidos donde sus gobiernos han invadido y oprimido a cuanto país han querido, o de la democracia colombiana con sus genocidios, matanzas, desplazamientos, asesinatos de líderes y un largo etcétera, es imperdonable la omisión.
El fascismo es una forma de gobierno del capitalismo; en el capitalismo se permiten ciertas libertades siempre y cuando no pongan en peligro la dominación capitalista, es decir, mientras la rebeldía sea inocua. Tan pronto como hay peligro de que las clases trabajadoras por medio de sus partidos puedan llegar al poder, o afectar seriamente intereses económicos capitalistas, la democracia capitalista es reemplazada por los estados de excepción, por los estados de sitio, por los estatutos de seguridad, por las legislaciones restrictivas, por la censura, etc., etc. Se llega además en ciertos casos a sistemas claramente autoritarios y a la dictadura y al fascismo cuando lo consideran necesario. Los regímenes fascistas atacaron principalmente a los comunistas, a los socialistas y a las organizaciones de los trabajadores. Esta fue su labor central. Ya habían reprimido los intentos de revolución socialista al interior de sus países y tenían al frente la amenaza de la Unión Soviética.
El fin no justifica los medios, acostumbraba repetir nuestro faro moral, el profesor Mockus. Pero los medios tampoco justifican el fin. El profesor Mockus pudo haber sido un alcalde demócrata y honesto, pero su administración estaba al servicio de los fines del capitalismo; nunca se le escuchó a Mockus criticar la explotación capitalista. En este debate son muy importantes los fines, es necesario destacarlos y ponerlos en primer lugar. Y además, es necesario defender los medios democráticos. Los comunistas y socialistas son los primeros que deben hacer la crítica y la auto crítica de las prácticas autoritarias y dictatoriales de las experiencias socialistas, pero en la perspectiva de avanzar hacia el comunismo, no de consolidar el capitalismo.
Pasa muchas cosas por alto Caballero, cosas fundamentales. Equiparar de la manera en que lo hace en su artículo al fascismo y al comunismo es incompleto y sesgado.
Finalmente llegamos al asunto de la prosperidad y de la riqueza. Son evidentes las limitaciones que han tenido los países socialistas realmente existentes en cuanto a garantizar niveles de vida a su población. Este es un asunto que hay que estudiar para entender las razones de dichas limitaciones, pero reconociendo también los avances alcanzados (Cuba en medio de su pobreza tiene mejores indicadores sociales que Colombia y la derrota sistemáticamente en deporte y control del Covid-19). Pero tampoco se trata de idealizar el progreso capitalista. En todos los países capitalistas el desarrollo es a costa de la pobreza, no solo absoluta sino principalmente relativa de grandes masas de los trabajadores. Por algo en la “próspera” Venezuela se incubó una amplia protesta social que sirvió de base al triunfo de Chávez. Parece que muchos venezolanos no eran tan felices.
Caballero contribuye con sus opiniones a reforzar el lugar común de equiparar al fascismo con el comunismo. Igualmente, a no enfocar la crítica en el modo de producción capitalista con lo cual se niega la posibilidad de entender los fundamentos del fascismo y termina cumpliendo un papel exculpatorio muy útil para los beneficiarios del capitalismo.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Las2orillas.com
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