Las consideraciones de Boaventura eran premonitorias y acertadas. En la madrugada de 11 de octubre de 2019 (un nuevo Parlamento había sido elegido ya), un comunicado del Partido Socialista (PS) dictó el fin de la “geringonça”, anunciando el rechazo a cualquier pacto para la nueva legislatura. La razón de fondo había sido enunciada la víspera, tras un encuentro con las confederaciones patronales: no era “prioritario” acabar con el legado de la derecha en las leyes del trabajo, y la legislatura se desarrollaría discutiendo medida a medida, en geometría parlamentaria variable y al ritmo determinado por el Gobierno. Desde entonces, toda la interlocución establecida entre las izquierdas confirma la intuición de Boaventura: es en la ley del trabajo y en la salud donde el diálogo sobre soluciones para el país ha encontrado los mayores obstáculos.
Teniendo esto en cuenta, la lectura del artículo más reciente de Boaventura Sousa Santos, Lenine e nós (Público,7/12/2020. Lisboa), suscita varias perplejidades. El texto de Lenin que sirve de pretexto a Boaventura trata de la situación precaria de un gobierno revolucionario en medio de una guerra civil, exige la “disciplina de hierro de nuestro partido” y explica que “los comunistas deben aplicar todos sus esfuerzos para orientar el movimiento obrero, por la vía directa y más rápida, para el triunfo universal del poder de los Soviets y de la dictadura del proletariado”. Convengamos modestamente que esa “guerra prolongada, tenaz, desesperada, mortal”, y los debates con los dirigentes comunistas alemanes e ingleses que se oponían a la participación en sindicatos y elecciones, son algo distintos de las elecciones de este tiempo nuestro de pandemia. De igual manera, los combates de Lenin por la participación en los parlamentos o contra los compromisos de Kautsky y Adler con “los bandidos de su propia burguesía”, teniendo relevancia histórica, no son una brújula para el Presupuesto portugués. “Nada de eso está en la agenda política de nuestros días”, reconoce Boaventura, que sin embargo considera el panfleto “muy útil”, citándolo como fuente de autoridad para aclarar su visión sobre las relaciones de la izquierda y el Presupuesto, a pesar de que “no nos reconocemos hoy” en las posiciones de Lenin, según escribe. Lo mejor será, entonces, que dejemos en su respectivo lugar la esgrima de citas leninistas de 1920 y, avanzando en el “análisis concreto de la situación concreta”, nos concentremos sobre el problema que tenemos entre manos.
Y el problema no es de hoy (Boaventura lo identificó en 2018) y sus contornos se fueron definiendo con mayor claridad desde entonces. El problema no es solo sobre la relación entre los partidos, sino sobre decisiones concretas. ¿Tiene sentido, por ejemplo, mantener las reglas del subsidio de desempleo que vienen del Gobierno derechista de los “populares” PSD-CDS (Partido Social Demócrata y Centro Democrático y Social) cuando, como identificó Paulo Pedroso en un reciente estudio del Instituto de Políticas Públicas, esas normas dejaron al 42% de los desempleados en una situación de pobreza (número que se duplicó los últimos años)? ¿Tiene sentido, por ejemplo, que se aplacen las condiciones profesionales de estabilización de médicos en el Sistema Nacional de Salud, y más ahora cuando esta respuesta decide nuestras vidas? Y por qué razón tenemos que enfrentarnos a la actual crisis del empleo con las reglas y compensaciones por despido de la derecha, reglas que de hecho fueron contestadas por el PS, en 2012, por ir “más allá de la troika”, y constituyen una pieza clave de la “devaluación económica del trabajo” y del significativo “aumento del excedente bruto de explotación de las empresas”, tal y como fue identificado y cuantificado por Jorge Leche, Hermes Costa, Carvalho da Silva y João Ramos de Almeida, en el imprescindible estudio sobre la actual coyuntura en A Economia Política do Retrocesso (2014, p. 185).
El problema de la izquierda se encuentra también, sin duda, en el campo de la relación entre los partidos. Lo sentimos cuando el PS exigió mayoría absoluta para acabar con la “geringonça” o cuando, después, rechazó la propuesta del Bloco de Esquerdas (BE, en adelante Bloco) de un acuerdo de legislatura. En el presente periodo se enfrentan tres visiones: la del Gobierno, que busca imponerse como si dispusiera de esa mayoría y por lo tanto se abstiene de negociar cualquier solución estructural o cualquier acuerdo que vaya más allá de medidas temporales acordadas encima del calendario presupuestario; la del Bloco, que buscó un acuerdo de soluciones estructurales y de largo plazo, inmediatamente en las áreas del trabajo, de la protección social y de la salud; y la del Partido Comunista Português (PCP), que, criticando la “opción y compromisos del PS por mantener el país sometido a las orientaciones del imperialismo y de la Unión Europea y atado a los intereses del gran capital”, los cuales “limitan e impiden la respuesta plena a los problemas del País” (Tesis del XXI Congreso), prefirió concentrarse en la negociación de medidas de emergencia temporales, inscritas en el Presupuesto anual de 2021.
Boaventura apoya esta última elección y recomendó al Bloco que la adoptara, dejando así caer las propuestas en el área del trabajo y de la salud y suscribiendo el Presupuesto. Sin embargo, sobre el análisis de estas elecciones, había afirmado que, “escrito esto, dígase en honor a la verdad que las exigencias del Bloco son justas, buscan proteger más eficazmente la salud de los portugueses y garantizarles una protección más sólida del empleo y de los ingresos de los portugueses que más necesitan de ellos” (Público, 31 octubre, Lisboa). Añadió incluso que el pago al Nuevo Banco sería un “robo”. ¿Pero entonces, debería el Bloco haber aceptado el “robo” y haber abdicado de “proteger más eficazmente la salud de los portugueses” o de una “protección sólida del empleo?”
La razón que, desde la izquierda, se viene invocando para este deber de cesiones es que la derecha puede ganar las elecciones. Es un argumento que cierra cualquier debate, porque esa hipótesis está desconectada del programa y de las respuestas concretas que la izquierda es capaz de presentar ahora. Este deber, además, dispensaría cualquier negociación, porque cualquier cosa que fuera presentada por el Gobierno tendría que ser aprobada. Sucede que, para que la derecha ganara el poder, sería necesario no solo que hubiera elecciones (que no las hay), sino que la derecha las ganara (y está lejos de ello en las encuestas de voto). La urgencia que tenemos es, por eso, otra, y no le respondemos desistiendo de soluciones a los temas más difíciles, pero que son los que responden a la movilización de la mayoría del pueblo: empleo y salud. ¿El riesgo de un crecimiento de la derecha en este periodo no estará precisamente en el descontento popular con medidas ineficaces, con la falta de políticas sociales, con la degradación del Serviço Nacional de Saúde (SNS), con la restricción presupuestaria? Dice la Comisión Europea que el presupuesto portugués es uno de los tres únicos que en Europa imponen una contracción estructural en 2021. Fue también por ese peligro por lo que el Bloco buscó responder y para contenerlo insistimos en negociar algunas medidas que, como Boaventura reconoce, son “exigencias justas”. Sin políticas de salud que protejan a la población, sin políticas de empleo que inviertan el desequilibrio existente en las relaciones de trabajo y sin políticas robustas contra la pobreza (nótese que la generalidad de las ayudas extraordinarias, así como el subsidio social de desempleo, se situarán en 2021 por debajo del umbral de pobreza), el país se degrada y corremos el riesgo, ahí sí, de entrar en un pantano político. Ya hay señales de esto y es mejor mirar hacia ellas porque es nuestra responsabilidad combatirlo y, con apertura y diálogo, impedirlo. Era preciso comenzar ahora el cambio de rumbo hacia políticas sociales eficaces en la respuesta a la crisis. Por el contrario, atrasar o rechazar las medidas que son sentidas y reconocidas por la población es lo que puede contribuir dramáticamente a entregar el futuro a la derecha.
La convergencia de los partidos PSD y Chega introduce de hecho un factor nuevo en la política portuguesa: las futuras soluciones de Gobierno pasarán necesariamente por convergencias y, para construirlas, necesitamos una izquierda firme para determinar una nueva agenda, en lugar de ser parte de una navegación conservadora, con poca alma y sin proyecto transformador, compensada puntualmente por algunas “aspirinas sociales”, siempre tardías, cuando llegan. Un futuro gobierno tendrá que existir para esa solución estructural que organice el SNS, dé un nuevo aliento a las políticas sociales para responder a las nuevas realidades del trabajo y del combate a la pobreza, que enfrente las formas de precariedad que se han reinventado, expresamente a través del capitalismo digital y de las plataformas. Con 700.000 desempleados y la desagregación que la larga pandemia provoca, un presupuesto estructuralmente contraccionista o la carrera por el 3% de déficit son recetas para el desastre. Al ceder en las cuestiones esenciales para la vida de las y los trabajadores, la izquierda abdicaría de su lugar y sobre todo de su papel de crear soluciones. Al elevar el listón de la negociación, está diciendo al país que el buen gobierno tendrá que responsabilizarse de ese programa de salud y empleo. ¿No es para eso para lo que sirve la izquierda? ¿Por qué tendríamos entonces que, en nombre del miedo, desistir?
Fuente: https://blogs.publico.es/dominiopublico/35625/boaventura-y-los-nudos-de-las-izquierdas/
Foto tomada de: Revista Arcadia
Deja un comentario