Este ensayo transmedia consta de un componente escrito y uno musical, el mensaje que transmite el texto de manera argumentativa encuentra sublimación mediante la música y las atmosferas que suscitan sentimientos de distopía y esperanza. La música, en este caso el techno, es capaz de transmitir lo que el lenguaje no puede, pues este ensayo es el resultado de la conversación del logos (la palabra o discurso) y la mousiké (la música o el lenguaje de las musas).
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La Filosofía en Latinoamérica nació con un claro objetivo en su ejercicio reflexivo, saber qué es la libertad y qué hacer con ella; paradójicamente, la manera en que hemos utilizado esta palabra nos ha oprimido a lo largo de nuestra historia poscolonial. Desde el abordaje de los problemas latinoamericanos usando las teorías occidentales, pasando por la asimilación de sistemas políticos europeos, hasta la idealización del mundo “civilizado”, nos han hecho que dispongamos de nuestra difusa libertad para agacharnos frente a una civilización que destruyó todo lo que habíamos construido antes de las colonias. Un mundo que todavía funge imperiosamente como nuestro acreedor, prometiéndonos a cambio de las riquezas que no se pudieron llevar por la fuerza, unas cuantas monedas de oro por las que nosotros trabajamos arduamente en sus proyectos transnacionales.
Aun si nos alejemos de los pesares económicos que vivimos los latinoamericanos, podemos darnos cuenta que pareciese que todo lo que hoy en día llamamos identidad latinoamericana es un reducto de lo que nos quedó de nuestra época colonial. No nos enseñan el pensamiento construido en estas latitudes, tampoco nos aproximamos a las diferencias y similitudes culturales que hay entre los distintos grupos étnicos; alguno de nosotros se debería dar cuenta que somos una mera materia prima para la exportación, somos lo que los colonizadores quieren de nosotros ¿Cómo podemos trasformar una sociedad si el cambio no sucede en las mentes?
El Siglo XXI parece ser el siglo en el que los grupos étnicos, raciales y sociales más oprimidos históricamente, son los abanderados del cambio de paradigmas en un mundo que, por pretenderse absoluto, ha caducado. Para este cambio los latinos tenemos que empezar por algo que nos cuesta, pensar sobre nosotros y desde nosotros. La re significación del pensamiento latinoamericano es el punto de partida para la gran ola de cambios que debemos desencadenar para conseguir la tan anhelada libertad de la que hablamos desde hace dos siglos. El que no piensa desde sí mismo sobre el mundo, se condena a que el mundo piense por él.
América latina: entre la homogenización capitalista y la necesidad de progreso
Uno de los errores más catastróficos en la consolidación de la idiosincrasia latinoamericana ha sido la aceptación de un sistema socio-económico homogeneizador. El capitalismo es un sistema que, como lo exponen David Sánchez Rubio y Norman Solórzano (2004) a través de la teoría de la economía formal del científico social Karl Polanyi, parte de la escasez de los recursos para la utilización de los medios y el enriquecimiento mediante ellos, es decir, que acepta socialmente que los medios de producción sean un mecanismo para que quienes los poseen hagan uso de ellos para explotar las necesidades, incluso, para crearlas; premisa que dista del sentido comunitario del bienestar de nuestras civilizaciones precolombinas y afrodescendientes (Portafolio, 2009). Además, esto genera que el centro de la organización social del trabajo, la vida humana y hasta la vida del planeta, sea la economía productivista que dispone de las anteriores para la consolidación de una sociedad que tiene como centro a los mercados, a la riqueza y no a las personas. Si los latinos seguimos satisfaciendo al mercado internacional ¿quién nos satisface a nosotros?
En América Latina no se puede hablar entonces de una libertad poscolonial, sino simplemente de un proceso de homogenización capitalista que nos ha llevado de ser una sociedad subyugada por nuestros antiguos dueños, ahora no por medios bélicos sino mediante la racionalidad capitalista y la diplomacia internacional, haciendo de nosotros no mucho más que una sociedad con ansias de ser cada vez más occidental. ¿Pero dónde queda entonces el desarrollo, el buen vivir, latinoamericano? Si se sigue la racionalidad capitalista podemos llegar a la conclusión que nos dice: mientras más nos adecuemos al mercado, más prósperos vamos a ser; pero esta misma racionalidad en torno a la economía de mercado es la que ha generado acumulación de riquezas y desigualdad en nuestras sociedades; de hecho, según la Organización de Naciones Unidas (2020), nuestro continente para el año 2020 espera un aumento en los índices de pobreza debido a los estragos de la pandemia en nuestras precarizadas economías, subiendo de 185 millones de personas en condición de pobreza para 2019 a unas 220 millones para finales de este año; así mismo, de 67,4 millones que viven actualmente bajo el umbral de la pobreza extrema a por lo menos 90 millones en el mismo lapso. Cabe preguntarse de nuevo ¿dónde queda nuestro desarrollo? Tal vez si partir de lo económico no es la solución a nuestros problemas, justamente hacer del pensamiento y de la sociedad el centro de nuestros Estados sea el camino a seguir.
Una juventud con potencial de cambio
La apatía de la juventud en la actualidad se presenta casi como un hecho, más en América Latina hemos podido ver como los movimientos juveniles y estudiantiles han sido capaces de presionar a los gobiernos con fines puramente políticos y sociales; tenemos el ejemplo del movimiento estudiantil colombiano que logró una mayor financiación para la educación pública en 2018, o bien el ejemplo chileno, donde “el estudiantazo” de 2011 consiguió reformas importantes en contra de la privatización del sistema educativo (Sabucuyan, s.f.) (Publimetro, 2018). Estos dos hitos en la historia de la movilización de la juventud latinoamericana muestran la otra cara de los jóvenes, que no es totalmente apática y desentendida de su realidad política y social, sino que es crítica y propositiva, además de humanista y pluralista. Decir que la juventud latina es apática es caer en un simplismo grave y prejuicioso, pero aún así sucede y es debido a que quienes juzgan de esta manera a los jóvenes son los que en los años 60 y 70 del siglo XX pudieron vivir y hacer parte de los movimientos revolucionarios en contra del imperialismo y el posterior neoliberalismo, que creó una suerte de dogma progresista en donde el “progreso social” sería sinónimo de ideología y lucha de clases, asunto que poco le dice a una juventud desencantada con los sistemas políticos hegemónicos, las violencias y la lógica amigo enemigo (Ramos Segovia, 2010, págs. 121-126).
Podríamos darle un nombre a nuestra generación: la juventud del desencanto, junto a esta auto denominación sería también posible delimitar esas diferencias que existen en la manera de interpretar la realidad que vivimos hoy en día los jóvenes con respecto a la de las viejas generaciones, que son las que precisamente nos desencantan por la manera en la que se nos ha enseñado cómo participar en política, cómo pensar nuestra sociedad, cómo mirarnos a nosotros mismos y también al otro. Los jóvenes, desencantados de la lucha entre partidos políticos, hemos preferido hacernos a un lado de la política tradicional, lo que no quiere decir que seamos apolíticos, sino más bien que hemos empezado a hacer política a partir del reconocimiento y a través de lenguajes como el arte. Los jóvenes no nos cerramos a la otredad solo porque sea contradictoria con nuestra opinión, más bien reconocemos que en las ideas alternas hay material para construir sociedad y eso se refleja en nuestro pensamiento y en las experiencias que desplegamos.
La juventud ya no distingue las diferencias culturales, sexuales, étnicas y religiosas como parámetros para la segregación; la aceptación de la diferencia es nuestra silenciosa protesta ante un sistema que nos ha negado el reconocimiento de lo diferente, de lo no hegemónico; es nuestra voz en alto contra un sistema que nos ha estigmatizado solo por el hecho de ser jóvenes. Es precisamente el cambio de paradigmas sobre las diferencias lo que nos da una perspectiva del ser humano más amplia, aunque sigamos inmiscuidos en una sociedad individualista; al unísono, nos ofrece la oportunidad de percibir la realidad en la que vivimos de manera crítica, en la que es de vital importancia asumir el avance tecnológico que nos llega de occidente, pero que nos incita a buscar una identidad basada en el rompimiento de la dominación cultural, económica y filosófica que ejerce sobre nosotros el primer mundo. ¿ Está en la educación de las juventudes la respuesta al cambio en el pensamiento que buscamos? Y aun si allí estuviese la respuesta ¿no es necesario auto educarnos para generar un contra discurso latinoamericano y poder tener nuevas concepciones del futuro?
La liberación del pensamiento como alternativa para un futuro digno
¿Cómo podemos llevar dos siglos sin advertir nuestra situación de esclavos de occidente? Nos lo ha gritado la canción social, nos lo ha mostrado la revolución cubana y el bloqueo a Cuba, está documentado en el Plan Cóndor, lo vemos a diario en las noticias que reportan nuestra situación de indignidad generalizada, entonces ¿qué nos pasa? Somos el ciego que no quiere ver, el esclavo que ama sus cadenas. Tal vez las revoluciones que buscaban libertad vieron truncado su intento de una Latinoamérica libre por la imposibilidad de tomar acción sin el apoyo de las potencias contrincantes. Nuestro error ha sido buscar respuestas en los opuestos de nuestros amos, que también eran imperios y que al ver sus economías en decadencia terminaron negociando con el capitalismo; mientras que nosotros seguimos reproduciendo la lucha caduca del capital contra el proletariado, del dominador contra el dominado, y así fuimos dejando de ser conscientes que ambos conceptos nos colonizan, tal cual lo hicieron antes los imperios por la fuerza y la religión.
El profesor Iván Darío Carmona (2008) en su ensayo sobre la Filosofía del concepto, propone que el deber ser de la Filosofía es cuestionar los conceptos pasados, actualizar la discusión sobre lo ya instituido y, más importante aún, de-construir el pensamiento para que éste se transforme en presente y con esto apuntar al futuro; en otras palabras, aterrizar las ideas a la realidad que afecta a quien las interpreta para que esto no se quede en mero entendimiento de conceptos sino en una reconstrucción del pensamiento a través de una crítica constante a lo ya dicho. Precisamente de esto se trata la Filosofía para una América Latina liberada, liberarnos no significa derrumbar todo lo ya construido, sino cuestionar su funcionamiento y las prácticas, cuestionar nuestra condición en el mundo; la Filosofía de la liberación(1) se va a dar como un hecho cuando los latinoamericanos nos paremos a pensar si el sistema en el que vivimos nos ofrece algo más que una ilusión de ser tan prósperos como quienes lo dirigen.
Latinoamérica debe entender que nuestra situación de dominación no se mantiene por ella misma, para que exista y perdure debe estar presente una falta de voluntad de emancipación, de dignificación y de autodeterminación de parte del dominado. Los latinoamericanos deberíamos ser capaces de transformar nuestro pensamiento hasta el punto en el que nosotros mismos nos reconozcamos como iguales, aun en la diferencia con los otros, y reconocernos de esa manera es ver en nosotros el valor de cuestionar los conceptos no latinoamericanos desde la perspectiva latinoamericana, pues como dice Carmona (2008): los conceptos son la manera en la que se interpreta algún aspecto de la realidad y el devenir es lo que permite que los conceptos muten dependiendo de los contextos particulares. Esto no necesariamente tiene que derivar en una destrucción de los conceptos heredados, más bien supone un cambio crítico en pro del ajuste de los conceptos a las nuevas maneras de vivir, pensar, sentir y actuar; a las nuevas identidades; a las nuevas concepciones del ser; al devenir de cada época y cada cultura. Si en Latinoamérica no reinterpretamos los conceptos y construimos nuevos, si no buscamos diferentes respuestas a las ya dadas y no escuchamos a quienes en nuestras tierras piensan cómo reformular el pensamiento para nuestro futuro, estamos condenados a repetir nuestra historia poscolonial: vivir sometidos y estar de acuerdo con que ese sea nuestro lugar.
El pensamiento es la tecnología del progreso social
Y como no se puede concluir de otra manera cuando se habla del futuro, hay que terminar disertando sobre cómo sería una Latinoamérica con un avance en el pensamiento capaz de apropiarse y resignificar la inminente ola de nuevas tecnologías que el devenir seguramente traerá. Es en estas remotas tierras de la periferia donde fluyen las venas de la tierra y logra respirar el mundo, aquí, donde el suelo es fértil, se genera y se regenera el planeta; y el pensamiento, que es también generación en el plano mental, debería ser partícipe de la misma dinámica. Un futuro donde el pensamiento latinoamericano reconozca y genere ideas propias, sería un buen punto de partida para después hablar sobre qué hacer con la tecnología, con la economía, con la política. Siendo libres de pensamiento debemos buscar un espacio en el sistema donde nuestro bienestar e intereses comunes estén por delante del concepto que tiene occidente de nuestro deber ser, un mejor futuro donde se reconozca la diferencia, la multiculturalidad y la condición humana de todos los que habitan en estas tierras; en otras palabras, buscar en nosotros mismos y en los que son iguales a nosotros, un concepto de dignidad que parta del reconocimiento de nuestra situación, y como fin último pretenda el bienestar de todos los latinoamericanos; o, como me gusta verlo a mí, un futuro donde ejerzamos nuestra libertad para algo más que ofrecerla como producto en el mercado. Pensar es una tecnología arcaica, pero la única que nos ofrece un futuro libre.
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1) La Filosofía de la liberación es un movimiento filosófico creado principalmente por Enrique Dussel (Argentina) (2006) y Augusto Salazar Bondy (Perú) (1973), entre otros claro está.
Bibliografía
Carmona Aranzazu, I. D. (2008). Filosofía del concepto o el devenir pedagógico de la filosofía. Revista Criterios: Revista De Investigaciones De La Universidad Mariana, 13-22.
Dussel, E. (2006). La Filosofía de la liberación. Cuaderno de Ideas (6).
Portafolio. (26 de Marzo de 09). Economía y sociedad de las culturas precolombinas de Colombia. Obtenido de Portafolio: https://www.portafolio.co/economia/finanzas/economiasociedad-culturas-precolombinas-colombia-215630
Noticias UN. (20 de Marzo de 2020). El número de pobres en la América Latina puede crecer en 35 millones por el coronavirus COVID-19. Obtenido de Noticias UN: https://news.un.org/es/story/2020/03/1471522
Publimetro. (14 de 12 de 2018). Esto fue lo que lograron los estudiantes con el paro de dos meses. Obtenido de Esto fue lo que lograron los estudiantes con el paro de dos meses: https://noscomunicamos.com.ar/content/estudiantazo–chileno–entre–purei–y–lagos
Ramos Segovia, M. E. (2010). Jóvenes, Filosofía y Política: Otro camino posible. Sophia: Colección de Filosofía de la educación, 121-126.
Sabucuyan, N. (s.f.). Nos comunicamos: la nave del conocimiento El estudiantazo chileno: entre Purei y Los Lagos. Obtenido de Nos comunicamos: la nave del conocimiento: https://noscomunicamos.com.ar/content/estudiantazo–chileno–entre–purei–y–lagos
Salazar Bondy, A. (1973). La Filosofía de la dominación y Filosofía de la liberación. Stromata, 29(4), 393-397.
Sánchez Rubio, D., & Solorzano Alfaro, N. J. (2004). Nuevos Colonialismos del capital. (I. V. Cid, Ed.) Barcelona: Icaria editorial.
Producción textual: Miguel Rendón Hurtado, Estudiante de Filosofía UPB
Producción Musical: Sebastián Lopera, Estudiante de Producción Musical EAS
Foto tomada de: Cadena SER
Iván Darío Carmona A says
que importantes y necesarias son estas reflexiones para nuestro tiempo; sin duda, se trata de crear conciencia y de asumir una conciencia libre que nos abra hacía un futuro mejor, que nos permita construir horizontes mas humanos, donde el sueño y la poesía no sean utopías, sino principios de realidad. el mundo y sobre todo nuestro continente necesita de jóvenes que construyan un pensamiento crítico, como hoy lo presenta Miguel Rendón.