Molano es un gris funcionario que claramente desconoce el tema de la seguridad nacional. Y lo que es peor: se acerca al espinoso asunto, desde sus resquemores y molestias por lo acordado entre el Estado colombiano y las entonces Farc-Ep en Cuba.
El nombramiento de Molano constituye una provocación de Duque no solo a los miembros del partido de los Comunes (antiguo Partido Farc), sino a la comunidad internacional, en particular a la ONU, y al gobierno de Joe Biden. Y es así, porque se insiste en el doble discurso: de un lado, Duque le viene diciendo a los países garantes y acompañantes del proceso de paz y de la implementación del Acuerdo que está comprometido con la Paz, pero por el otro lado, internamente, hace ingentes esfuerzos para detener o torpedear las actividades y los programas diseñados para asegurar el éxito en la desmovilización y reinserción de los excombatientes a la vida social, económica y política del país.
La tropera cúpula militar actuará con el beneplácito del nuevo ministro y ello significará cero vigilancia y examen sobre las operaciones militares. De la misma manera, continuará el mutismo en torno a las responsabilidades que deben asumir los uniformados por el deterioro del orden público, por cuenta del crecimiento y de la libre operación de los sicarios paramilitares que quedaron del fallido proceso de desmovilización y entrega de las AUC durante la administración de Uribe Vélez. El crecimiento de las guerrillas del ELN y de las disidencias de las Farc es responsabilidad del actual gobierno. Y es probable que la consolidación de esas guerrillas haga parte de los intereses y de los objetivos de los militares troperos y pro guerra, alentados por esa cúpula guerrerista que hoy dirige a las fuerzas militares.
Queda claro que a Molano poco le interesa preguntar por el estado de las fracturas institucionales que al interior del Ejército, especialmente, generó el proceso de paz de La Habana. No se puede desconocer que hay dos bandos definidos dentro de la oficialidad y que afecta el actuar de los suboficiales y los soldados. De un lado, están los oficiales, suboficiales y soldados que se beneficiaron de la disminución en la intensidad de los combates por cuenta de la salida de las Farc de la confrontación armada y del otro, aquellos uniformados, de los mismos grados, que se vieron perjudicados por la reducción de los enfrentamientos armados con la extinta guerrilla.
En un evento, Molano señaló, antes del plebiscito del 2 de octubre de 2016, que “no estamos de acuerdo con lo pactado en La Habana”. Y lo que es más diciente de su anacrónica y equivocada postura en contra de lo acordado, es que Molano habla de “lo acordado por el gobierno de Santos con las Farc”. La firma del Tratado de Paz fue y sigue siendo un asunto de Estado. Reducir lo pactado a los tiempos y circunstancias de un gobierno no solo expone un problema conceptual en quien desconoce el carácter estatal del Acuerdo Final de Paz, sino que pone de presente la intención manifiesta de hacer todo lo que sea posible, desde el Gobierno y desde el Estado, para hacer fracasar la implementación y por ese camino, el proceso de paz. En otro momento, el mismo Molano, en referencia a los niños reclutados por las Farc-Ep, dijo que “no creía en el Acuerdo de paz y que ese sapo no se lo iba a tragar”.
Así entonces, la llegada de Molano a la cartera de Defensa no genera confianza en quienes le han apostado a la reconciliación y a sacar adelante lo acordado en La Habana. Por el contrario, a ese ministerio llega un destacado enemigo de la Paz.
Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
Foto tomada de: Semana.com
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