Pero se queda apenas en un juicio moral y político a las consecuencias del capitalismo, sin profundizar en la crítica de las causas y sin abordar por tanto las relaciones de producción capitalistas como el elemento fundamental. En consecuencia, su “programa de gobierno” es una enorme ilusión. Es interesante, constatar que la lógica del análisis y las propuestas de Oxfam coinciden casi por completo con la de los programas de los partidos y movimientos de izquierda y centro izquierda en Colombia.
Los hechos
Señala Oxfam que la actual crisis ha puesto al descubierto la incapacidad de nuestra economía de beneficiar al conjunto de la sociedad, con lo cual se expone una idea central de su concepción, la de que la economía podría beneficiar al conjunto social; esto se refuerza con otro descubrimiento, el que la acción de los gobiernos es vital para proteger nuestra salud y nuestros medios de vida. Señala que la fortuna acumulada por los 10 milmillonarios más ricos del mundo, desde el inicio de la crisis, sería más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus y para financiar la vacunación de toda la población mundial, con lo cual se evidencia le enorme concentración del ingreso.
Pero, obviamente, la desigualdad era enorme antes de iniciar la pandemia. Caracterizan al mundo en la siguiente forma: “Un mundo en el que una pequeña élite de tan solo 2000 milmillonarios poseía más riqueza de la que podrían gastar aunque vivieran mil vidas. Un mundo en el que casi la mitad de la humanidad tiene que sobrevivir con menos de 5,50 dólares al día. Un mundo en el que, durante 40 años, el 1 % más rico de la población ha duplicado los ingresos de la mitad más pobre de la población mundial. Un mundo en el que, en el último cuarto de siglo, el 1% más rico de la población ha generado el doble de emisiones de carbono que el 50 % más pobre, agravando la destrucción provocada por el cambio climático. Un mundo en el que la creciente brecha entre ricos y pobres tiene su origen, pero también ha agravado, las viejas desigualdades por razones de género y origen racial. (p. 9). Datos suficientes para generar indignación.
La desigualdad en los ingresos se expresa en la desigualdad de acceso a bienes y servicios fundamentales como la educación y la salud y en las condiciones laborales: “Esta desigualdad tan extrema se materializa en el hecho de que, incluso antes de la pandemia, miles de millones de personas ya vivían en una situación límite, y carecían de los recursos y el apoyo necesarios para hacer frente a la crisis económica y social generada por la COVID-19. Más de 3000 millones de personas carecían de acceso a atención médica, tres cuartas partes de los trabajadores y trabajadoras no contaban con mecanismos de protección social como la prestación por desempleo o la licencia por enfermedad, y más de la mitad se encontraban en situación de “pobreza laboral” en los países de renta baja y renta media-baja.
Todo esto se agrava con la crisis del coronavirus: “Al mismo tiempo, el mundo se ha visto sacudido por la mayor crisis económica desde la Gran Depresión: cientos de millones de personas han perdido sus empleos, y se enfrentan al hambre y a la pobreza extrema como consecuencia de la pandemia. Se prevé que esta crisis vaya a revertir los avances realizados en las últimas décadas en términos de reducción de la pobreza a nivel mundial. La pandemia ha puesto de relieve el hecho de que, para la mayor parte de la población mundial, perder tan solo un ingreso supone caer en la miseria. Son personas que sobreviven con tan solo entre 2 y 10 dólares al día, ya menudo viven con sus familias en un par de habitaciones arrendadas en viviendas de barrios marginales.”
En esta descripción de la desigualdad se cuida Oxfam de hablar explícitamente del capitalismo y de referirse a sus elementos constitutivos: se refiere a una pequeña élite, habla de milmillonarios, de la humanidad, de población rica y de población pobre. Por ningún lado una referencia a capitalistas (industriales, comerciales, financieros, terratenientes) ni a trabajadores asalariados en sus distintas categorías, ni a la relación entre el capitalismo y forma no capitalistas de producción. La desigualdad cualitativa de los seres humanos dentro del capitalismo es algo que no amerita siquiera una mención por parte de los investigadores de Oxfam. Esto evidencia ya una determinada concepción y fundamentalmente un ocultamiento, el cual se refuerza al abordar la explicación.
Las causas de la desigualdad
Nos dice Oxfam que las desigualdades son consecuencia de “un sistema económico fallido que hunde sus raíces en la economía neoliberal y el secuestro democrático por parte de las élites, y que explota y exacerba sistemas profundamente cimentados sobre la desigualdad y la opresión, como el patriarcado y el racismo estructural, impregnados de supremacismo blanco. Estos sistemas se encuentran en el origen de la injusticia y la pobreza; generan enormes beneficios que se acumulan únicamente en manos de la élite patriarcal blanca, a través de la explotación de las personas en situación de pobreza, así como de las mujeres y las comunidades racializadas e históricamente excluidas y oprimidas de todo el mundo. (p. 9).
Oxfam no dice con claridad cuál es este sistema, parecería que se está refiriendo al capitalismo, pero no lo afirma explícitamente; simplemente lo califica de fallido, lo cual parece consistir en el hecho de que se trata de un sistema que no beneficia a todo el mundo. La finalidad del sistema capitalista es extraer plusvalor, un excedente de trabajo y de valor a la gran masa de trabajadores por parte de un pequeño grupo de capitalistas, por lo cual, desde esta perspectiva, los datos de Oxfam estarían mostrando todo lo contrario, que se trata de un gran éxito para el sistema capitalista. A continuación en forma poco precisa, señala que dicho sistema económico fallido “hunde sus raíces en la economía neoliberal y el secuestro democrático por parte de las élites”. Se enfoca en las medidas neoliberales sin precisar nuevamente que son medidas dentro del capitalismo y hace una vaga referencia a un secuestro democrático por parte de las élites, que parece referirse al Estado, pero no desarrolla claramente la idea. Continua diciendo que este sistema económico “explota y exacerba sistemas profundamente cimentados sobre la desigualdad y la opresión, como el patriarcado y el racismo estrucutal, impregnados de supremacismo blanco”. El lenguaje es elusivo, no se dicen las cosas con claridad. Añade que estos sistemas se encuentran en el origen de la injusticia y la pobreza, y que generan enormes beneficios que se acumulan únicamente en manos de la élite patriarcal blanca, a través de la explotación de las personas en situación de pobreza (sic), de las mujeres y de comunidades racializadas e históricamente excluidas y oprimidas en todo el mundo (p. 9). Aunque incluye las palabras explotación, opresión y beneficios, no se encuentra una articulación teórica clara entre ellas y se expresa el asunto en términos poco precisos: nos quedamos sin saber en qué consiste la explotación, cuál es el papel de la ganancia, etc.
¿Qué hacer?
Oxfam propone “transformar con urgencia el actual sistema económico, que ha explotado y agravado el patriarcado, el supremacismo blanco y los principios neoliberales. Este sistema ha impulsado la desigualdad extrema, la pobreza y la injusticia, y ha creado un mundo que no estaba en absoluto preparado para afrontar esta crisis. Ahora más que nunca, los Gobiernos tienen a su disposición una serie de ideas realistas y sensatas para construir un futuro mejor. Es una oportunidad que no pueden desaprovechar. (p. 9). La propuesta va dirigida a los gobiernos, son ellos quienes a juicio de Oxfam deben encargarse de realizar un conjunto de acciones para transformar el actual sistema económico
Oxfam nos informa entonces que ha identificado cinco pasos para conseguir un mundo mejor: 1) un mundo mucho más igualitario, en el que valoremos lo verdaderamente importante; 2) un mundo con economías más humanas que cuiden de las personas; 3) un mundo libre de toda explotación y en el que haya seguridad de ingresos; 4) un mundo donde los más ricos paguen los impuestos que les corresponden de manera justa; 5) un mundo con seguridad climática. Más que pasos se trata de anhelos, esperanzas, ilusiones.
En esta parte de las propuestas la dimensión ilusoria de la concepción de Oxfam se expresa con toda claridad. Por una parte habla de una transformación del sistema económico pero considera que la solución es simplemente que los gobiernos sean conscientes y cambien. No hay dentro de su análisis una interpretación de la naturaleza y funciones de los gobiernos, se elude por completo el hecho de que son elementos estructurales del modo de producción capitalista.
La propuestas se limitan a un deber ser abstracto:
- Se debe reducir la desigualdad en forma radical y sostenida, pero solo se refiere a la desigualdad de ingresos no a la causa de fondo de la desigualdad; para esto los gobiernos deben establecer metas concretas de reducción de la desigualdad en plazos precisos.
- Los gobiernos deben rechazar la desfasada fórmula de la austeridad brutal e insostenible así como garantizar la prosperidad de todas las personas y asegurar que su salud y su educación no dependen de su género o de origen racial.
- Los gobiernos tienen que invertir en atención médica gratuita y universal, educación cuidados y otros servicios públicos, que son los cimientos de unas sociedades libres y justas y tienen un poder incomparable para reducir la desigualdad
- La inversión social permite eliminar la brecha entre ricos y pobres y entre hombres y mujeres y con respecto a comunidades históricamente excluicdas y oprimidas.
Extraña uno en el análisis de Oxfam las razones por las cuales los gobiernos, a pesar de disponer de ideas realistas y sensatas para construir un mundo mejor, no las ponen en práctica.
Pero además apela a un cambio de fondo en las empresas: “Las desigualdades deben abordarse de raíz para que no se sigan produciendo. Para ello, las empresas tendrían que reestructurarse, de tal manera que su prioridad sea el conjunto de la sociedad, y no repartir dividendos cada vez más cuantiosos entre sus ya de por sí ricos accionistas. Los ingresos deberían estar garantizados, y los salarios tener un techo máximo. La existencia de milmillonarios es un síntoma de fracaso económico, y la riqueza extrema debería desaparecer.” Esta frase es de antología: Oxfam apela a las empresas capitalistas para que funcionen como empresas de caridad y confía en que los propietarios de dichas empresas van a abandonar la búsqueda de ganancias.
Adicionalmente repite Oxfam el lugar común de un sistema tributario progresivo e incluye dentro de la lucha contra la desigualdad la lucha por la justicia climática mediante la construcción de una economía verde. Y concluye reiterando sus buenos deseos:
“Estamos en un momento crucial para la humanidad que pasará a los anales de la historia. No podemos volver al mundo brutal, injusto e insostenible en el que vivíamos antes de la irrupción del virus. La humanidad dispone de un talento increíble, una enorme riqueza y una imaginación infinita. Debemos sacar partido a estos recursos para construir una economía más humana y justa al servicio de todas las personas”.
La lucha contra la desigualdad no es la lucha contra el capitalismo
Evidentemente Oxfam no lucha contra el sistema capitalista. Su crítica al modelo económico se refiere a las consecuencias del capitalismo asociadas con determinadas formas que corresponden a una fase neoliberal. Oxfam considera que es posible una economía justa e igualitaria en el marco del capitalismo y que esto no se ha logrado por falta de visión, capacidad y voluntad de los gobiernos. En este texto no profundiza en la naturaleza y características de los gobiernos, ni en explicar por qué razon tienden sistemáticamente a favorecer a los capitalistas, pero es evidente que se trata de una posición de indignación moral sin suficiente fundamento.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: https://www.oxfam.org/es/informes/el-virus-de-la-desigualdad
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