En momentos donde la compasión, nuestra solidaridad con los más débiles y vulnerables, la justicia con quienes poco tienen, debería ser la prioridad como sociedad, pues no es así y quienes tienen a su haber las grandes decisiones del país se muestran indolentes, parecieran de otros mundos, ya ni siquiera se trata de lo urbano y su prevalencia sobre lo rural, es que se legisla para un país que solo existe en sus mentes. No se trata solo de la inutilidad de las políticas públicas, es su completa inoperancia en los tiempos que corren, es incluso la probabilidad de que sus efectos sean completamente contrarios a los requerimientos que hoy se tienen. Pero a la incapacidad del Gobierno central se suma el poco compromiso político con el país de los partidos políticos en el Congreso, se actúa y se legisla para los intereses individuales, para las vanidades personales.
En salud el gobierno sigue insistiendo en un modelo basado en las empresas prestadoras de salud (EPS), modelo que ha demostrado ser ineficiente e ineficaz, a pasos tercos y agigantados trata de aprobar una ley (010) que dejará en pésimas condiciones, aún más, al sector salud: en últimas la salud hecha finanzas al servicio de muy pocos. La educación no solo enfrenta desfinanciamiento, sino que ante la crisis la probabilidad de estudiar es cada vez menor. Las universidades públicas soportan altos déficit mientras el gobierno incumple los distintos acuerdos logrados; las universidades privadas han visto como las matrículas descienden ante las crisis de las familias. A este paso ni las unas ni las otras podrán llevar a cabalidad su función. Los costos de esto son grandes para una sociedad que ve como su juventud termina siendo NINI, ni estudia ni trabaja. Y así se podría seguir hablando de las distintas opciones que el Gobierno ha venido presentando, que pasan por los mercados laborales, las pensiones, la matriz energética, las pequeñas y mediana empresas, las infraestructuras y la propia ruralidad. Y en lo que podría estar mostrando resultados concretos, en el proceso de paz, por el contrario, se ha empecinado en atacar la justicia transicional, definitivamente la paz no hace parte de las prioridades gubernamentales. Los líderes y lideresas, que esperan tener una vida productiva en el campo, con tierras para producir, han quedado de nuevo en medio de los fuegos cruzados de los diferentes actores armados. Somos un país que se niega a avanzar y persistimos en regresar al pasado.
Y cuando atravesamos un camino de la pandemia muy complicado, un tercer pico que ha sido aún más fuerte que los precedentes, y para el colmo los programas de vacunación no funcionan como debe de ser y hasta el oxígeno ya empieza a escasear; cuando la reactivación esperada desde agosto pasado no ha sido posible porque los cierres constantes hacen que la economía no logre reaccionar, el empleo no se recupere y en últimas las condiciones económicas y sociales se sigan deteriorando, el gobierno le propone al país una reforma tributaria, que si bien se requiere, y más que una reforma debería darse un cambio estructural significativo en la tributación del país, no es el momento ni la forma, como bien ya se ha examinado incluso por los principales gremios económicos, analistas y las centrales obreras. Hoy se demanda más la empatía que medidas salidas de foco, incluso los empresarios se mostraron dispuestos a que se les congelaran los beneficios o exenciones tributarias otorgadas en la pasada reforma, que podrían implicar entre 12 o 15 billones de pesos, el Banco de la República se mostró favorable a generar créditos al Gobierno Central, a estas propuestas el gobierno tampoco respondió.
El sector agropecuario por su parte se está enfrentando a un mundo de incertidumbre sin igual. La mayoría de los productos del campo se van a ver abocados a mayores precios por los impuestos que deberán pagar distintos productos de la cadena de valor. Solo el Gobierno tiene el imaginario que los bienes no subirán porque los productores asumirán el mayor pago de impuestos. Adicionalmente, a un mayor precio la pérdida de competitividad frente a la oferta de importados terminará por llevarlos a la quiebra.
No es mucho pedir un poco de sensatez gubernamental. Ya las molestias van siendo crecientes, los mismos empresarios, en el desespero, han optado por asumir ellos la vacunación, pero a pesar de ello el gobierno tampoco los acompaña en las compras de los biológicos. Termino de escribir esta columna y después de un día de marchas, las cacerolas retumban. Probablemente la gente se quede en la calle, las marchas continúen, la gente desafíe el virus, el hambre, la lluvia. Ya tienen la vida jugada.
Hoy como nunca antes, son los partidos políticos, los gremios, los trabajadores, la sociedad civil quienes deben trazar los rumbos a ese nuevo país anhelado: la reactivación como propósito colectivo debe ser el inicio de proyectos superiores, a vislumbrar un futuro posible, un acuerdo, contrato o pacto social que nos permita creer; no hay otra forma de reconstruir los tejidos rotos, por la guerra y por la desidia gubernamental, perder esta oportunidad nos llevará a un atraso incalculable, no solo en lo económico, en lo social, en lo político, en lo que nos queda de democracia.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales. Universidad de La Salle
Foto tomada de: La Opinión
Apreciado Jaime: estoy totalmente de acuerdo con el diagnóstico planteado. Me preocupa que la ruta a seguir sea la de continuar discutiendo con un gobierno que no está interesado en cambiar su ruta; sería “cacerolazo pero sin hacer ruido”
Los elegidos NO trabajan para quienes lo eligieron. TRABAJAN PARA QUIENES LOS financiaaaron.