De acuerdo con una encuesta realizada a escala planetaria, que también ofrece pistas sobre las razones del triunfo electoral de Trump, diríase que vivimos en una época prerrevolucionaria.
Diríase que basta con señalar a otros con el dedo para sacar ventajas decisivas. Donald Trump parece haber ganado también porque ha conseguido sembrar desconfianza; desconfianza en el Congreso, en los demás políticos, en la elite, en los medios, en los expertos, en el extranjero y en los extranjeros y en muchas otras cosas. A los ojos de muchos electores parece corporeizar la verdad, la transparencia y la honorabilidad, lo que, a fin de cuentas, le granjea su confianza, aun cuando él mismo mantiene en la opacidad sus negocios, incorpora a la parentela a la Casa Blanca y no pocas veces ha divulgado mentiras y medias verdades.
Partes del electorado no sólo parecen aplaudir su rechazo y desprecio de las autoridades establecidas cuando hay cosas criticables y precisadas de cambio: se orientan extrañamente no hacia políticos y medios de comunicación que proceden con rectitud y tratan de ofrecer una imagen bien perfilada y diferenciada, sino que se entregan sin más a pintores políticos, ideológicos y mediáticos de brocha gorda, como Trump o Breitbart.com. Algo parecido puede observarse en Alemania con los seguidores de la AfD (Alternativa para Alemania, por sus siglas en alemán).
Acaba de aparecer un informe de la agencia de relaciones públicas y comunicación Edelman. En él se registra que la confianza se halla en crisis en todo el mundo. Desde 2012 viene ofreciendo anualmente esta empresa un “Barómetro de confianza” y ahora constata que la confianza en las cuatro instituciones socialmente importantes –economía privada, gobierno, ONGs y medios de comunicación— se ha desplomado profundamente. Las personas han dejado de creer cada vez más que el sistema trabaja para ellas. Y no les falta razón. Las preocupaciones suscitadas por la globalización, la velocidad de la innovación y la destrucción de los valores sociales se estaría transformando en miedo y, a su través, alimentando movimientos populistas cada vez más fuertes en las democracias occidentales.
Ni que decir tiene que esta empresa, ella misma un actor de alcance global, no ve en la desaparición de la confianza en el sistema motivos para una revuelta o para transformaciones positivas, sino que se sirve de la información extraída de las encuestas realizadas en 28 países para invitar a tomar medidas que permitan a las instituciones recuperar la confianza perdida. Se observa que en 5 de las 10 grandes potencias económicas (EEUU, Gran Bretaña, Brasil, Corea del Sur e Italia) el gobierno se halla en aprietos o se ha operado ya un cambio en el poder. Se daría un profundo desencanto con las izquierdas y las derechas políticas allí donde la globalización, la desregulación, la innovación y las instituciones trasnacionales más rechazo suscitan.
Sólo el 15% de la población, en el conjunto de los 28 países escrutados, diría todavía que el presente sistema sigue funcionando. Para el 53%, eso ha dejado de ser así. El 32% no está seguro. Más de dos tercios de los encuestados en Francia, España, Italia, México y Sudáfrica coinciden en la afirmación de que el sistema ha dejado de funcionar. No muy lejos de eso se hallan los alemanes, con un 62%; y un 57% de estadounidenses opina eso mismo. En Rusia, un 48%; en China, un 23%; y en los Emiratos Árabes Unidos, sólo un 19%, lo que naturalmente tiene que ver también con la relación con las autoridades. Casi la mitad de las personas con instrucción universitaria en el cuarto superior del nivel de ingresos ha dejado de confiar en el sistema. Y tres cuartos de todos los entrevistados dicen que el sistema favorece a los ricos y a los poderosos.
A juzgar por las apariencias, diríase que tienen que producirse transformaciones revolucionarias del tipo de las que ha empezado a introducir Donald Trump denunciando los tratados de libre comercio. Habrá que esperar, de todos modos, para saber si estará a la altura de los niveles de descontento y desconfianza manifestados por sus electores. Acaba de llegar al gobierno, y podría malbaratar rápidamente el valor añadido concedido al intruso. Lo cierto es que más del 70% de los encuestados se manifiestan a favor de más proteccionismo estatal. Casi el 50% dan por supuesto que los tratados de libre comercio son una amenaza para los puestos de trabajo. El 60% tiene miedo de perder su puesto de trabajo a causa de su deficiente calificación. Un número parecido teme a la concurrencia extranjera; el 58%, a los inmigrantes; el 55%, a la deslocalización en países más baratos; y el 54%, a la automatización.
El “Make America Great Again” de Trump no sólo halla oídos despiertos en Norteamérica. El 69% de todos los encuestados dice que los intereses del propio país deberían ponerse por encima de los otros. Y el 72% exige que el gobierno proteja los puestos de trabajo de la economía nacional, incluso al precio de ralentizar el crecimiento económico.
La confianza en los ejecutivos empresariales y en los gobiernos ha caído espectacularmente. Sólo para el 37% resultan creíbles los jefes de las empresas privadas. De los gobernantes –elegidos por ellos mismos en las democracias— sólo dicen eso mismo el 29%. El nivel más bajo de confianza es el depositado en los políticos. La imagen de las elites está por los suelos. Los académicos o los expertos no gozan, para el 60%, de más confianza “que una persona como tú o como yo”: la confianza en ellos también se ha desplomado. Los políticos y los dirigentes empresariales están muy por debajo. No sólo en los países industrializados, también en los países en vías de desarrollo los gobiernos son considerados “incompetentes, corruptos y banderizos”.
Casi dos tercios de los encuestados confían en las informaciones filtradas más que en los comunicados de prensa, cosa que, como observa Edelman, habla menos de la cámara de resonancia que del escepticismo realista frente a las autopresentaciones habitualmente maquilladas. Para más de la mitad, las personas individuales son mas confiables que las instituciones. Y –para muestra, Trump— los oradores espontáneos, abiertos y chocarreros, gozan de más credibilidad que los reservados y diplomáticos.
Igualmente bajo han caído los medios de comunicación en el último año. Los medios se ven politizados; a causa de sus cuitas económicas, ya no informan como es debido y van a la zaga de los medios sociales. Comparando con el informe de 2016, los medios de comunicación son los que más credibilidad han perdido: caen 5 puntos, de 48 a 43; los gobiernos y las empresas sólo pierden un punto, y las ONGs, dos puntos. Sólo en China, Singapur, Holanda, India e Indonesia encuentra una magra mayoría creíbles a los medios. El 59% de los encuestados confiaría antes en un algoritmo buscador que en un redactor periodístico. En suma: se ha generado un mundo en el que las personas viven en burbujas autorreferenciales. En Alemania, un 42% confía en los medios, dos puntos menos que en el informe de 2016. En los EEUU declara eso todavía el 47%, mientras que menos de un tercio lo manifiesta en Turquía, en Irlanda, en Polonia, en Rusia, en Australia, en Japón y en Gran Bretaña, una polícroma amalgama de países.
El informe apunta a que, a pesar de retroceder también, la economía privada despierta más confianza que los gobiernos, los medios de comunicación y las ONGs, aun no siendo claro qué entienden exactamente por estas últimas. Hay diferencias muy contrastadas entre Corea del Sur, Hongkong, Rusia y Polonia, en el extremo más bajo, y China, México, India e Indonesia, en el extremo más alto de esperanza en un aumento venidero del bienestar. En Alemania, la confianza en la economía privada es, con un 43%, relativamente baja, pero podría haber crecido un punto. Menos sorprendente resulta que los empresarios resulten para el informe de esta empresa poco menos anclas salvadoras en el diluvio de una desconfianza que amenaza con llevarse todo por delante.
La victoria electoral de Trump podría explicar también, junto con la desconfianza en la elite, el que las empresas estén bien vistas en los EEUU por el 58%: pueden haber ganado 7 puntos en el último año. De confianza disfruta tal vez el empresario Trump, que ahora, sin embargo, se ha hecho político. Tal vez por eso confían mas en él cuando se presenta resuelto y dispuesto a la acción y pronto a menospreciar y dejar de lado a las instituciones. Es como si Trump se hubiera servido de los resultados de esta encuesta en su campaña electoral y, sobre todo, en su discurso de toma de posesión.
Florian Rötzer: columnista habitual de la revista alemana de izquierda Telepolis.
Fuente: Telepolis, 25 enero 2017
Traducción: Amaranta Süss
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