En una entrevista que realiza Juan Manuel Ospina en Las2Orillas[1], presidente del partido Dignidad, a Maurice Armitage, capitalista preocupado por los problemas sociales y ex alcalde de Cali se encuentran algunos elementos ilustrativos de las interpretaciones predominantes.
Armitage, nos dicen en la entrevista, tuvo conocimiento de primera mano de la realidad. ¿Cuál realidad vio en Cali durante su trabajo social y luego como alcalde? “la gente se acostaba, 110 mil personas, sin comer. Había hambre. Empezamos a trabajar con los comedores comunitarios y nos encontramos con 6.000 muchachos vueltos pandilleros, desubicados, sin posibilidades de nada, hijos de familias que tenían hambre, que las mamás mandaban a rebuscarse para ver que traían para el almuerzo”.
Esta dura situación es el contexto que ayuda a entender algunos aspectos de la protesta social: A esos muchachos “no les importa morirse porque no tienen alternativa”. “Más que un problema de aceptación, es un asunto de subsistencia; necesitan un salario para poder llevarles la comida a la casa. Yo no diría que se trata de un movimiento organizado, es una desazón económica y social, una desesperanza”. “Reclaman un derecho de vivir”. Palabras más, palabras menos, es lo que dice el Obispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, acusado de comunista por María Fernanda Cabal[2].
Armitage y Ospina consideran que la responsabilidad de dicho problema social no es solo del Estado, sino también de los empresarios. Armitage cuenta que ha intentado convencer a los empresarios de realizar acciones para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. “Esto es muy triste porque yo tengo claro que esta sociedad se tiene que involucrar y ahí viene la parte empresarial. Me cansé de ir a muchos sitios, y hasta se burlaban de mi, a decir por favor, ayúdenos a calmar el problema social de la ciudad, invité a industriales a los comedores comunitarios”. “La gente me decía en los congresos en la ANDI era “esto es paternalismo, uno no tiene que darle comida a la gente”. No parecen muy cristianos y católicos estos empresarios.
Armitage no comparte la posición de sus hermanos de clase: “Eso puede ser en un país de primer mundo, pero no aquí, en Cali, Colombia, hay que darle comida. Por eso la gente explotó. Este paro y esta angustia y esta zozobra, lo único positivo que le veo es que los que tenemos y los que no tienen, nos tenemos que entendernos para sacar este país adelante. Esto no es de izquierda ni de derecha, esto es de saber que tenemos que ser capaces de generar trabajo, progreso y desarrollo”. Ospina añade: “Es hasta un problema de supervivencia egoísta. Usted no puede ser próspero en medio de un mar de miseria, esa prosperidad que se va irrigando va subiendo el nivel de todo el mundo. A veces pensamos que solo el Estado tiene la solución y esto también convoca a los empresarios, tienen una responsabilidad”.
Pero los empresarios son duros de convencer. Le respondían a Armitage: “La gente le dice a uno con mucha facilidad, es que mi obligación es pagar impuestos y punto. Hasta allí llegó. Eso no es así. Nosotros como empresarios tenemos que aportar, no solo los impuestos sino parte de las utilidades que nos sobren para sacar una sociedad adelante. No solo podemos exigírselo al Estado. La responsabilidad de los empresarios de Cali. Nos tenemos que volcar para ayudar a la gente. Hay que redistribuir el ingreso, no estoy hablando de regalar.” “No, nunca me olvido que dije en una reunión en Bogotá, les dije a la gente: “Nosotros los que tenemos privilegios somos los que hemos tenido la oportunidad de dinero es los que tenemos que aportarles a la sociedad” y ¿cómo se lo aportamos? Pagándole a la gente mejor. Distribuyendo mejor. Eso no es comunismo, eso es capitalismo”. “No es solo el Estado el que tiene que aportar sino nosotros como empresarios tenemos que aportar.”
Armitage es un capitalista bueno. Es una persona muy sensible: “Fui muchas veces las que fui a esos barrios y se me salían las lágrimas”. Todo lo contrario de sus amigos empresarios, duros de corazón, como María Fernanda Cabal. Parece ser según se dice en internet que efectivamente él practica parte de lo que predica[3]. En esto se parece a algunos de los utopistas y filántropos de comienzos del siglo XIX que ideaban sistemas para mejorar las condiciones de vida de sus trabajadores en el marco del sistema capitalista.
Pero ni Armitage ni Ospina encuentran una vínculo entre las condiciones de la gente y el modo de producción capitalista. Para ellos se trata de un problema individual, de generosidad de los capitalistas, de sensibilidad social; o de cierto egoísmo práctico: hay que ayudar a los pobres porque así los empresarios vivirán en un mejor contexto. Ni Ospina ni Armitage ven más allá de la superficie: se quedan en lo que perciben inmediatamente con sus sentidos. No hay ninguna reflexión en la entrevista sobre el por qué existen ricos y pobres; más aún, el simple hecho de quedarse en los conceptos de ricos y pobres es evidencia de un análisis insuficiente, de un negarse a investigar y a entender.
Lo mismo ocurre con el uso del término empresario que es un concepto general que se aplica a empresas de naturaleza muy diferente. No se precisa que se está hablando de empresarios capitalistas y se pone el énfasis en la dimensión técnica-productiva, en la labor de dirección de la producción y comercialización dejando en la penumbra que se “hace empresa” con el fin de obtener ganancias explotando trabajadores.
La pobreza de grandes masas de colombianos es resultado del modo de producción capitalista, que por una parte consiste en una relación en la cual los asalariados son una mercancía, para la minoría que los compra y se lucra con su trabajo. La gran mayoría de trabajadores son un costo laboral, una partida en la contabilidad de las empresas capitalistas, que hay que tratar de reducir al mínimo posible.
Y en esto los capitalistas han hecho un buen trabajo en Colombia: se establecen canastas básicas de consumo en niveles miserables, se fija un salario mínimo realmente ínfimo, que apenas alcanza para subsistir, se realizan todo tipo de acciones para reducir el salario real y para no pagar lo que ordena la ley. Adicionalmente, el capitalismo por la vía de la competencia y del desarrollo técnico y de la violencia ha generado también fenómenos de empobrecimiento de grandes masas que no tienen una relación asalariada directa: a) lleva a la quiebra a pequeños y medianos productores; b) o los somete a relaciones de intercambio desfavorables y al yugo del endeudamiento usurero, como ocurre con los campesinos, con los pequeños productores que venden a grandes cadenas comerciales o con los pequeños transportadores. Y como resultado de todo lo anterior crea un enorme ejército de trabajadores de reserva.
Como consecuencia, somete a la gran mayoría de la población a niveles muy bajos de ingresos: el 61% de la población obtiene ingresos inferiores a dos salarios mínimos, el 42% no tiene ingresos suficientes para comprar la canasta básica y dentro de ellos el 15% ni siquiera puede comprar el mínimo de alimentos necesarios. El capitalismo colombiano ha creado una gran masa de población sobrante, dentro de la cual se destacan los jóvenes de las familias de trabajadores, que no es explotada por los capitalistas directamente, que busca formas de medio subsistir en una diversa de trabajos precarios o informales con ingresos mínimos, o cae en la delincuencia, la prostitución forzada o la mendicidad, o se ve forzada a emigrar en busca de mejores opciones.
Esta es la situación que ha creado el capitalismo y que defienden los capitalistas. El Estado interviene para tratar de paliar en algo las situaciones extremas, pero su papel fundamental consiste en garantizar que los capitalistas obtengan las mayores ganancias posibles, en garantizar la confianza inversionista. El Estado es contradictorio: por una parte, se encarga, en alianza con los capitalistas, y con las justificaciones teóricas de los economistas, de mantener el salario mínimo en niveles ínfimos, con lo cual priva a la gran mayoría del acceso a bienes y servicios que garanticen sus derechos; al tiempo, se declara el abanderado de dichos derechos y ejecuta algunos programas para compensar el ingreso, tratando de no afectar a sus patronos.
Armitage y Ospina quieren que el capitalismo siga funcionado, es decir generando ganancias para los capitalistas; Ospina y Armitage quieren que continúe existiendo una desigualdad social entre los colombianos: la división en una clase que no tiene propiedad alguna y se ve obligada a vender su fuerza de trabajo a la otra clase. Armitage y Ospina quieren que la explotación continúe con todas sus criminales consecuencias. Pero aspiran y sueñan con unos capitalistas caritativos que paguen mejor a sus trabajadores y repartan parte de sus fortunas.
Gustavo Petro, curiosamente, apela también a la sensatez y al temor de los “empresarios”. En su propuesta para generar empleo a corto plazo para los jóvenes afirma lo siguiente: “La empresa privada emplea. Si los empresarios pudieron percibir, lo que significa la discriminación de la juventud y el potencial insurreccional que conlleva, pues debe pactar la apertura de puestos de trabajo en el país a decenas de miles de jóvenes. La tesis del aprendiz no sirve, es del siglo XIX. Las empresas deben ampliar sus plantas a la juventud.”
Petro y Armitage hacen suya la famosa frase de mayo de 1968: son realistas, piden lo imposible. Ya está dicho en la biblia, “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios[4]”.
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[1] https://www.las2orillas.co/la-explosion-social-de-cali-se-veia-venir/
[2] “El obispo Comunista Alonso Monsalve pide perdón a la #MingaCriminal ¿Por qué no piden su traslado? Descarado activista del mal. De la misma estirpe del cura Pérez” Tweeter, 12 de mayo de 2021. ¿Habrá estudiado sobre comunismo en la Universidad de los Andes? Probablemente se rajó en esa materia.
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Maurice_Armitage
[4] https://bibliaparalela.com/mark/10-25.htm
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Semana.com
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