Lo anterior tiene asidero en las propias declaraciones que el saliente Comisionado entregó a la periodista pro establecimiento, María Isabel Rueda. En varios apartes de la entrevista, Ceballos deja entrever, de manera criptica, que la injerencia del expresidente Uribe es real y no es fruto de lecturas malintencionadas de quienes lo asumen como el presidente en la sombra.
“…Siento una incomodidad con el ex Presidente Uribe, y se refiere a algo esencial que tiene que ver con mi trabajo como Comisionado. En dos ocasiones, desafortunadamente, no fui consultado por el ex presidente Uribe en un par contactos que tuvieron él y representantes suyos con el ELN. Un primer contacto se produjo en un viaje a Cuba a través de uno de sus representantes, sin que yo fuese consultado; y hubo un segundo momento en el cual él se reunió en su casa, como él mismo lo ha expresado en la revista Semana, con el señor Juan Carlos Cuellar, quien es un ex combatiente del ELN que acaba de ser nombrado por nuestro Gobierno como gestor de paz, y ya le explicaré por qué. En esas dos ocasiones no fui consultado por el presidente Uribe. Siento que él tenía la confianza, pero, además, el deber de consultar al Alto Comisionado para la Paz sobre contactos con el ELN, y no lo hizo. Y eso, por supuesto, creó en mí una incomodidad, que aún permanece, no porque no solamente no haya sido consultado, sino porque hay el respeto a la dignidad de un cargo tan complejo como el mío, en el cual el contacto que pueda derivar en un resultado que ayude a la paz o que aleje a la paz, hace parte esencial de mis funciones”.
La evidente intromisión del exsenador antioqueño en el manejo de un asunto estratégico para el Estado colombiano como lo es la construcción de la paz, está anclado al carácter y al estilo con el que Uribe quiso en su momento negociar la paz con las Farc-Ep. Hay que recordar que, siendo jefe de Estado, Uribe le ofreció al Secretariado de esa guerrilla una negociación rápida, incluso con curules, sin que en ese ofrecimiento se hubiese advertido intención alguna de darle una oportunidad a la construcción de una verdad histórica y al reconocimiento de los derechos de las víctimas a ser reconocidas y reparadas por sus victimarios. En este punto huelga recordar que su decisión de extraditar a los Estados Unidos a los jefes paramilitares buscaba evitar que hubiese verdad, justicia, reparación y no repetición. Sin duda, hubo procesos en Justicia y Paz que se vieron afectados. Enviarlos a los Estados Unidos para que asumieran cargos por narcotráfico eliminó la posibilidad para que fueran investigados y procesados por la comisión de delitos de lesa humanidad. Salvo algunos casos como el de Mancuso, ya condenado por graves delitos. A lo anterior se suma el carácter desinstitucionalizante con el que suele operar Uribe Vélez. El hoy expresidente gusta de hacer negociaciones expeditas, por fuera de cualquier marco legal e institucional que ampare lo convenido y que obligue a las partes a respetar lo acordado.
Al parecer, Ceballos olvidó esa característica del expresidente antioqueño, muy propia de compradores y vendedores de reses, en las que la palabra suele bastar para cerrar las transacciones. Quizás por lo anterior, Uribe buscó negociar de manera directa con los miembros del ELN, dejando de lado a Ceballos porque este representaba a la institucionalidad, es decir, unos protocolos y procedimientos reglados que deben ponerse a funcionar de cara al país, con los cuales Uribe jamás se sintió cómodo como presidente y ahora muchos menos como expresidente.
Lo señalado por el saliente Alto Comisionado para la Paz confirma que Uribe, a pesar de su calidad de expresidente, sigue manejando asuntos de Estado que Duque jamás debió permitir que manejara. Además, ratifica que en el gobierno subsiste un doble discurso, en la medida en que su política pública, Paz con legalidad, señala que “…en lo sucesivo ni el narcotráfico ni el secuestro sean reconocidos como un delito conexo al delito político…” (p.3). Si esta orientación debe seguirse tal cual, ya que hace parte de una política pública, sería bueno que el país sepa cómo se manejaría este asunto con la muy segura negociación directa que Uribe les planteó a los miembros del ELN. Veremos en qué quedan las gestiones de Uribe con este grupo subversivo. De instalarse una mesa de diálogo, lo que se espera es que se haga de cara al país y no que termine en una negociación por fuera de la institucionalidad, como si se tratara de la compra y venta de ganado.
En otra de las respuestas entregadas por Miguel Ceballos a la periodista María Isabel Rueda se puede intuir que a pesar de la injerencia de Uribe y la consecuente molestia del hoy ex comisionado de Paz, es poco o nada lo que Iván Duque Márquez pudo hacer en ese momento para poner en su sitio al excongresista antioqueño.
“En el momento en que, y el país lo puede recordar, se supo del viaje de enviados del ex presidente Uribe a Cuba para hablar con el ELN, el presidente Duque, con toda claridad y contundencia, me dijo que le contara al país que el Comisionado para la Paz no tenía conocimiento de eso, y ahí está la declaración oficial. Y en el caso de Juan Carlos Cuellar, el Presidente de la República, tras una solicitud mía, para nombrarlo como gestor de paz en este momento, me dio todo su respaldo. El presidente Duque no solamente es un hombre que respeta la amistad, sino la institucionalidad, y he sentido todo su respaldo. Él es el que evita que la moneda se caiga para un lado o para otro”.
Casi al final de la entrevista, Rueda le preguntó a Ceballos si Uribe fue grosero, desobligante o le dio órdenes indebidas. La respuesta del saliente funcionario, políticamente correcta, deja abierto el camino a las suspicacias. Ceballos respondió: “No. Él ha sido respetuoso con la institucionalidad. Esta vez no lo fue con la función que yo encarno como Comisionado de Paz”. Bien por miedo o por una excesiva admiración, lo cierto es que Miguel Ceballos se fue porque la moneda de la que él habla en la entrevista siempre circuló del lado en el que aparece la imagen del expresidente Uribe.
La respuesta del Centro Democrático (CD) no se hizo esperar: “no se renuncia por incomodidades cuando se tiene una alta responsabilidad en medio de la crisis que atraviesa el país. Insólito además, que invoque gestiones del expresidente Álvaro Uribe Vélez, que conoce en detalle el presidente de la República Iván Duque”.
De este episodio quedan dos asuntos claros: el primero, que Ceballos jamás estuvo realmente comprometido con la implementación del Acuerdo de Paz de La Habana, así este asunto fuera del resorte de Emilio Archila. Hay que decir que parece haber una confusión de funciones entre Ceballos y Archila, en razón a que el segundo tiene que ver con la implementación de lo acordado en Cuba, bajo la figura de las zonas de consolidación y rehabilitación, heredadas de Uribe y su política de seguridad democrática, así su oficina lleve el nombre de Consejería presidencial para la estabilización y consolidación. Y en cuanto a Miguel Ceballos, este fungió más como un distractor y un vocero oficial en contra de lo acordado con las Farc-Ep. En cuanto al papel que cumplió en el diálogo que se abrió con los líderes del Paro Nacional, hay que decir que fue totalmente intrascendente, puesto que su renuncia ya estaba pactada de tiempo atrás. El segundo asunto tiene que ver con los intereses de Uribe por alcanzar la paz con el ELN, puesto que no creo que sean genuinas y que bien pueden obedecer a asuntos de control de tierras y a la operación de esa guerrilla por predios de su interés. A lo que se suma, la ya tradicional complejidad de la estructura confederada de ese grupo guerrillero.
Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
Foto tomada de: AS Colombia
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