Su reciente columna se titula “Descubrir a Colombia[1]” en la cual comienza señalando que “nos ha invadido el pesimismo, no obstante estar en el umbral de una década promisoria y esperanzadora”. No precisa quienes están invadidos por el pesimismo y mucho menos en qué consiste dicha década promisoria y esperanzadora. A continuación afirma que “Colombia tiene muchas cosas por descubrir, y en eso nos jugamos el futuro. Este descubrimiento consistirá en mirar lo que no hemos visto hasta ahora y hacer las cosas que no hemos hecho.” Parece un texto escrito por un pastor religioso o por Duque Linares el charlatán de la actitud positiva. Estas frases de Echeverry parecen copiadas de alguna agenda de una empresa comercial o de una campaña de promoción turística del país.
Pero no. Se trata de un texto de un doctor en economía muy capaz. Como podrá ver el lector Echeverry habla de Colombia, habla de nosotros, de décadas esperanzadoras. Es una práctica común entre los defensores de la sociedad capitalista. Venimos de un período de protestas y movilizaciones de trabajadores, motivadas por la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la miseria de millones de personas, que evidencian un claro conflicto entre clases sociales y Echeverry habla de un supuesto colectivo con propósitos comunes.
Pasa luego a sus propuestas. Nos dice que no basta con hacer crecer la economía, esto no es suficiente. “Se necesita ‘crear’ nueva economía, justo donde no la hay; desarrollar nuevas actividades en nuevas regiones. En el anillo pobre, tanto del país como de las ciudades”. Hasta el momento se trata simplemente de piadosos deseos: dado que hay una economía vieja que genera anillos de pobreza, se necesita una nueva economía que genere riqueza. No hay que ir a estudiar en la Universidad de Nueva York para proponer estas tonterías. Menciona como ejemplos de dichos anillos pobres a Nariño, Cauca, Chocó, Sucre, La Guajira, Norte de Santander, Orinoquia, Caquetá y Putumayo, pero obviamente reconoce que aún dentro de los anillos ricos viven muchos pobres.
Continua: “Necesitamos una economía para 50 millones de personas. La actual solo funciona para 30 millones que no están pobres”. Bueno, aquí precisa un poco más. Reconoce que la economía no funciona para 20 millones que están en la pobreza. El criterio central es aquí la pobreza; según esto, la economía estaría funcionando para 30 millones que no son pobres. Esta simple afirmación amerita mayor profundización: ¿por qué no funciona la economía para esos 20 millones? Unos párrafos adelante señala que “La clave es salir de la Colombia próspera actual y desplegar por todo el terreno nuevas capacidades de creación de riqueza, justicia, seguridad y eficacia estatal en la Colombia pobre.” Parece una frase muy profunda, pero realmente no dice nada. Simplemente la afirmación insustancial de que hay que desarrollar la riqueza donde hay pobreza.
¿Y esto cómo se logra? En primer lugar mediante un “reenfoque de los empresarios, desde su comodidad y mercados actuales”, y en segundo lugar “un rediseño a fondo del Gobierno Nacional”. Le parece que la mayor culpa la tiene el Gobierno Nacional: “Ese gobierno nacional ha sido desde siempre una organización desadaptada frente al país. No conoce a fondo el terreno, no vive en él, no está involucrado en resolver sus problemas”.
Y continua insistiendo en las deficiencias del Estado nacional: “La estructura bogotana del Estado nacional es anacrónica, ineficaz, ignorante, desconectada del terreno, bomberil, firmona, ombliguista, complaciente, insensible frente a las regiones, y pareciera carecer de sistema nervioso central. Reacciona como un cuerpo de bomberos, apagando incendios. No como un cuerpo médico, sanando a fondo y recuperando la salud. Ni como un entrenador de alto rendimiento, preparando el cuerpo para desplegar su mayor potencia.” Después de haber sido parte durante décadas de dicha estructura, ahora aparece como un crítico “profundo” que tiene la fórmula para resolver los problemas que no resolvió cuando hizo parte de dicho Estado.
Y para ratificar su tono de pastor o facilitador de seminarios de planeación empresarial remata con la siguiente perla: “La solución está en las propias familias, jóvenes y padres de familia a los que se quiere entumecer a punta de regalos fantasiosos. En sus cerebros, en sus manos, en su intuición, en su entorno, su tierra y trabajo. Debemos ayudarles a desarrollar nuevos negocios, con mercados, tecnología, logística, empresarialidad, justicia; Estado no entorpecedor, sino facilitador; no paquidérmico y costoso, sino liviano, ágil y barato; llevar pioneros a las regiones y unir capacidades, conocimiento de mercados y tecnología, con las potencialidades locales.” Mejor dicho, el asunto se resuelve con optimismo, con actitud positiva.
Como un promotor local del desarrollo enumera los productos donde habrá de generarse la riqueza y el desarrollo: “La quinua en el Macizo colombiano, los caprinos y ovinos en La Guajira; la miel en Tame, Arauca, el ganado de exportación, la nueva papa en Nariño, la oferta turística integral, etc., son ejemplos del gran iceberg económico hundido, que hay que dejar emerger”. No mencionó el aguacate para no hacerle propaganda a Petro.
Y remata: “Colombia tiene que descubrir a Colombia, de una vez por todas. Entonces empezaremos la mejor década de nuestra historia.”
Queda uno perplejo. ¿Estará buscando puesto como gerente de FONTUR? ¿Tiene en mente competirle a Duque Linares?
Pero detrás de todas las tonterías y banalidades de Echeverry se encuentra un enfoque teórico y una intención política. No es algo accidental. Echeverry es un representante de una escuela económica que hace todo lo posible porque no se conozca la realidad. Podemos resumirla básicamente en los siguientes puntos.
Se trata de ocultar sistemáticamente los rasgos esenciales del capitalismo, es decir, la diferencia entre dos grandes clases una de las cuales vive a costa del trabajo de la otra. En el mundo optimista de Echeverry no hay clases ni conflicto entre ellas. Igualmente, se busca separar en la explicación la pobreza de la riqueza, como si se tratara de dos asuntos separados. Es evidente que muchos de los “pobres” según las estadísticas son trabajadores de empresarios capitalistas; igualmente, que el desarrollo del capitalismo ha concentrado la producción en ciertas zonas y condenado a otras al atraso. La riqueza de los capitalistas proviene de los excedentes que extraen a los trabajadores, no son dos asuntos separados.
La otra gran labor teórica de economistas como Echeverry es atribuir las causas de la situación de pobreza y miseria de los trabajadores al Estado. Echeverry menciona de pasada la responsabilidad de los empresarios (“necesitan un reenfoque”), pero enfoca su crítica fundamentalmente en el Estado, con lo cual le hace un extraordinario favor tanto a los capitalistas como a su sistema: los exime por completo de responsabilidad. Además, es cínico, dado que él ha hecho parte como dirigente en ese Estado al que ahora tanto crítica.
Pero además se burla de nosotros, hablando de la miel, la quinua, los caprinos y los ovinos. ¿Por qué cuando fue director de Planeación no puso en marcha esa nueva economía en esos territorios pobres? Echeverry sabe que todos esos programas son simplemente un embeleco, un engaño. El DNP hace planes de desarrollo y programas para la generación de ingresos que se quedan escritos o logran apenas resultados ínfimos. El gran resultado de tantos planes de desarrollo es tener a 21 millones de trabajadores en condición de pobreza y a 35 millones en condición de pobreza y vulnerabilidad. Echeverry sabe que no hay condiciones para conseguir esa economía que propone ni para cambiar este Estado. Echeverry sabe que este Estado está al servicio de los capitalistas y que su función principal es que todos los años se exprima a los trabajadores la mayor cantidad de trabajo excedente bajo la forma de ganancia. Los datos de la economía durante la pandemia muestran que los capitalistas siguieron obteniendo ganancias billonarias, mientras que los ingresos del 20% más pobre disminuía a la mitad.
Economistas como Echeverry son claramente cómplices, coautores intelectuales de la explotación de los trabajadores y de la miseria y pobreza de millones.
Carlos Caballero Argáez, también profesor de la Universidad de los Andes como Juan Carlos Echeverry, se va lanza en ristre contra los promotores del paro por sus terribles efectos sobre la economía[2]. Afirma que: “Atentar contra el bienestar social y generar tal destrucción de riqueza, en un país tan pobre como Colombia, no es ético y es imperdonable. Porque el fundamento de la ética es evitar hacer daño a nuestros semejantes.” Como Echeverry actúa también como un predicador. Pero solo predica para un lado, parece que si considera muy ético y perdonable defender un sistema que condena a 7.5 millones de personas al hambre, a 21 millones a la pobreza y a 35 millones a la pobreza y la vulnerabilidad, con sus terribles consecuencias en su calidad de vida.
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[1] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juan-carlos-echeverry/descubrir-a-colombia-columna-de-juan-carlos-echeverry-597325
[2] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/carlos-caballero-argaez/los-danos-del-paro-columna-de-carlos-caballero-argaez-597165
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: https://www.vanguardia.com/
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