Esperanza: estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea[1]
Un grupo de más de 150 personas conformado por académicos, líderes de opinión, empresarios, jóvenes y ciudadanos en general firma una carta de apoyo a la coalición de la esperanza en la cual queda claro que no hay mucho que esperar: su contenido es desesperanzador[2].
Afirman tajantemente que “la globalización neoliberal está en bancarrota” y que “la movilización callejera se ha convertido en la expresión de un profundo descontento social frente a la desigualdad económica, el acceso inequitativo a los servicios públicos (salud, educación, agua potable, pensión vivienda), la destrucción del medio ambiente o la falta de oportunidades para los jóvenes.” Los firmantes olvidan precisar que los jóvenes hijos del presidente Uribe no carecen de oportunidades, así como los hijos de las 850.000 personas que según el DANE pertenecen a la clase alta. Pero ellos prefieren hablar de jóvenes en general y no de jóvenes de las clases trabajadoras y proletarios, porque quizá, esto puede conducir a discordias y conflictos.
Ellos prefieren subsumir bajo el término de jóvenes, tanto a los millones de jóvenes de las clases trabajadoras sin empleo ni estudio, como a las decenas de miles de jóvenes capitalistas; si la sociedad no está unida, por lo menos se puede aparentar que lo esté en el lenguaje.
Los 150 firmantes consideran que “escuchar la calle y tramitar sus reclamos se ha convertido en un desafío global”, pero les preocupa que ha emergido “una profunda fractura social”. Sostienen que “estamos observando sociedades profundamente fracturadas e incapaces de construir los consensos nacionales necesarios para responder a las inquietudes ciudadanas”. Esta fractura se traduce en una polarización política que le abre la puerta a soluciones falsas, tales como los populismos de derecha o los populismos de izquierda.
Los 150 firmantes observan que los trabajadores protestan por la desigualdad económica, el acceso inequitativo a los servicios públicos, la destrucción del ambiente o la falta de oportunidades de los jóvenes. Estos son principalmente problemas de los trabajadores, especialmente de los de más bajos ingresos, pero no problemas de todos los colombianos: aquellos que concentran la riqueza y los ingresos claramente se han beneficiado del capitalismo y las políticas neoliberales, ellos no están en bancarrota. Los firmantes consideran que la causa de los “problemas” es la globalización neoliberal y, principalmente los gobiernos que no los solucionan. Para ellos la fractura social y política no tiene nada que ver con el capitalismo en Colombia, ni siquiera lo mencionan. Les preocupa la fractura política, la fractura económica no tanto.
Proponen la búsqueda de la armonía: “ni fractura nacional, ni falsas salidas populistas: Colombia requiere hoy en día un proyecto político y social que aglutine al país en torno a unas propuestas de transformación social viables y responsables.” Esta sería la solución verdadera. La carta no dice nada concreto sobre dichas propuestas y termina con una declaración de fe:
“Los firmantes de esta carta dirigida a la opinión pública creemos que es posible construir en Colombia una sociedad más justa y democrática, sin odios y en paz, si somos capaces de escuchar a la ciudadanía y tramitar sus demandas con propuestas serias, con un uso legítimo de la fuerza, una profunda renovación de la política y un serio compromiso ético.
Una Colombia capaz de desarrollar el conjunto de los postulados y derechos contenidos en la Constitución de 1991, así como los acuerdos de paz alcanzados.
Una Colombia comprometida con la equidad de género, la protección de los derechos humanos, el desarrollo sostenible y una política exterior respetuosa de la soberanía de los Estados y la solución pacífica de las controversias.
Así mismo, propugnamos por una economía global justa y sostenible.
Esta es la apuesta de la COALICION DE LA ESPERANZA. Y es, igualmente, la apuesta de quienes adherimos a este proyecto”.
Como puede verse, propuestas viables y responsables no hay aquí. Se trata de buenos deseos: una sociedad más justa y democrática, una sociedad sin odios y en paz, una sociedad donde garanticen los derechos contenidos en la Constitución de 1991, una sociedad con equidad de género, con protección de los derechos humanos, con desarrollo sostenible, una economía global justa. Estos propósitos creo los suscribirían sin dudar Alvaro Uribe y Gustavo Petro.
Una carta de tan destacadas personas debería mínimamente explicar por qué después de tres décadas de la Constitución de 1991 no se garantizan suficientemente los derechos allí consignados. Una propuesta viable y responsable debería partir de examinar por qué tan buenos deseos no se materializan. Por ejemplo, deberían explicarles a los millones de personas sin empleo por qué razón el sistema económico y político nunca ha logrado garantizar un trabajo digno para todos; debería explicarles a los millones de personas que reciben ingresos que nos les permiten adquirir la canasta básica y alimentarse bien, por qué la sociedad no les garantiza el ingreso mínimo vital. La apuesta de la coalición de la esperanza no es alcanzable en el marco de la sociedad capitalista colombiana. Si esto no es cierto deberían señalar cómo piensan garantizar un trabajo digno a todas las personas que quieren trabajar y un ingreso adecuado para todos.
La carta de los 150 firmantes es insustancial. Es extraño que personas tan educadas y experimentadas se queden simplemente en buenas intenciones. Quizá lo que ocurre es que quieren engañar a los ciudadanos -es decir a los millones de trabajadores asalariados y por cuenta propia explotados y oprimidos por el capitalismo- con el fin de que no se desvíen hacia ideas peligrosas. Su intención es, probablemente, generar una falsa expectativa, es hacer creer que puede haber soluciones a su situación. Con lo cual simplemente están contribuyendo a que se mantenga la estructura básica que es la causa de todos los problemas.
La patria boba de Juan Manuel Ospina
Juan Manuel Ospina, presidente del partido Dignidad y miembro de la coalición por la esperanza escribe un artículo titulado “La eterna patria boba”[3], en el cual señala que Colombia revive periódicamente el síndrome de la patria boba, “cuyo síntoma principal es una explosión de pequeñas discordias, consecuencia de nuestra incapacidad de pensarnos y asumirnos como una nación y de no caer en la red de los pequeños intereses que bloquean la construcción de un proyecto ciudadano que una sueños y esfuerzos, colocado a salvo de la pequeñez imperante en nuestra condición humana y de las ambiciones de supuestos dirigentes de pacotilla, no solo políticos.” Es mucho más lo que no dice que lo que dice, hay que bucear en estas frases para tratar de descifrar su contenido.
Ospina aspira a una sociedad armónica en la cual los ciudadanos tengan sueños y esfuerzos comunes. Parece que esto no ocurre porque: a) somos incapaces de pensarnos y asumirnos como una nación; b) somos presa de pequeños intereses; c) nuestra condición humana nos somete a la pequeñez; d) algunos dirigentes son ambiciosos. Aparentemente es algo profundo, pero realmente son frases generales carentes de contenido concreto, enfocadas en las actitudes, caracteres y voluntades de las personas sin referencia a su contexto. El simple hecho de hablar de nosotros en general y de remitirse a la condición humana evidencia una intención de no profundizar en las condiciones concretas de la sociedad en la que vivimos. Estas afirmaciones no contribuyen en nada a enteder las relaciones económicas y políticas de la sociedad colombiana en la cual se producen las discordias y conflictos.
¿Quiénes son nosotros? ¿Cuáles son los diversos intereses? ¿Cuáles son las discordias y por qué son pequeñas? ¿Por qué somos incapaces de pensarnos y asumirnos como una nación?
En la siguiente frase, en vez de concretar el tema, Ospina sigue dándole vueltas en general. La incapacidad de pensarnos como nación es una “realidad triste”, que nos “impide a aspirar legítimamente a un futuro compartido de libertad, de entidad y de acción mancomunadas, bajo el signo del bien común tomista o del interés general liberal; a pensar y actuar en grande, en términos de nación.” Hasta el momento no avanza un ápice, es la repetición de lo dicho en el primer párrafo: no somos capaces de actuar colectivamente porque somos incapaces de asumirnos como un colectivo. Pero, ¿por qué somos incapaces?
Las anteriores reflexiones las plantea Ospina al contemplar “la situación extraordinaria que estamos viviendo en Colombia, exacerbada por la crisis universal que agravó y evidenció viejos problemas y grietas en la estructura de las sociedades contemporáneas”. Parece que se refiere a la pandemia del Covid 19 y a la protesta de los trabajadores desde el 28 de abril. Insiste en que el síndrome de la patria boba se presenta ahora amplificado y afirma que “el resultado es nuestra incapacidad como nación para jugar en grande de manera que impulsemos y ejecutemos las transformaciones necesarias…”. Ahora invierte la causalidad de la exposición: el síndrome actual es la causa de nuestra incapacidad como nación, cuando antes nos había dicho que el síndrome era el resultado. Como dice una cosa dice la otra.
Pero a continuación abandona el discurso general y concreta la crítica. La incapacidad es de los gobiernos y especialmente del gobierno de Duque: “El gobierno del presidente Duque sin duda encabeza la larga y triste lista de los gobiernos incapaces que le han fallado al país, a sus electores”. Todavía no ha precisado cuáles son los problemas y grietas de la sociedad, pero ya identificó el principal responsable. Lo cual además es, en su opinión, peor porque Duque no responde a sus electores justo “cuando las condiciones mismas de la crisis propiciarían una rectificación de fondo y apretar el ritmo de los cambios aplazados durante tantos años”.
Para rematar, considera que el gobierno Duque es débil y le falta la legitimidad, la claridad y la decisión que las circunstancias y las oportunidades exigen, especialmente teniendo en cuenta que “hay quienes están viendo la oportunidad de dar un golpe de mano para tomar el mando de la nave e imponer intereses que solo responden a sus ambiciones”. Finalmente, considera que la protesta social es justificada “pero que no encuentra aún su expresión política, sin la cual quedará en simple protesta valiosa y legítima, pero inane por no revestirse de capacidad política.”
Destaco algunos elementos de la interpretación de Ospina: 1) Considera que hay problemas y grietas en la sociedad colombiana; aunque no los menciona, probablemente está pensando en la desigualdad de riqueza e ingresos, el desempleo, los bajos ingresos de la mayoría de los trabajadores, la pobreza y la miseria; 2) Piensa que estos problemas no se han resuelto porque los gobiernos han sido incapaces y le han fallado al país; 3) Cree que es posible una armonía entre los intereses de las clases y que mediante un gobierno capaz se logrará dar respuesta a los electores y además se podrá evitar que lleguen al gobierno algunos que solo responden a sus ambiciones.
La interpretación no solo es falsa sino que parece bastante boba. Pero realmente no, es muy inteligente. Los analistas comprometidos con el capitalismo tienen claro que hay que desorientar y engañar a los trabajadores. Está en línea con la carta firmada por más de 150 académicos, líderes de opinión, empresarios, jovénes y ciudadanos en apoyo a la coalición de la esperanza.
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[1] https://dle.rae.es/esperanza?m=form
[2] https://dignidad.co/coalicion/construir-la-esperanza-carta-firmada-por-mas-de-150-academicos-lideres-de-opinion-empresarios-jovenes-y-ciudadania-en-apoyo-a-la-coalicion-de-la-esperanza/
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/juan-manuel-ospina/la-eterna-patria-boba/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Tiempo
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