En su momento fueron pocas las estructuras de las FARC que se marginaron del acuerdo de paz y ninguno de los líderes de mayor visibilidad y relevancia en la conducción de esta organización se declararon reacios al acuerdo: todo el secretariado nacional fue firmante y lideró el proceso de diálogos y negociaciones, se podría decir sin faltar a la verdad que la inmensa mayoría de las FARC, entró al acuerdo y en su momento solo se conoció la disidencia del Frente 1, liderado por Gentil Duarte con asiento en el Guaviare.
Las FARC adelantó una extendida estrategia de acción política vía la rebelión armada, fue persistente en su proyecto, creció en medio de esta precaria democracia y tuvo la convicción, los recursos y condiciones políticas para mantener una acción sostenida, así su proyecto no tuviera nunca un respaldo importante y se moviera en la marginalidad política, con el contrasentido de que hacía muchos estragos en la sociedad y se volvió un asunto de primer orden en la política colombiana desde los años ochenta, la política fue cruzada por las alternativas para enfrentar esta acción política armada: aniquilación y derrota militar o integración vía un acuerdo negociado, al final la tesis de paz negociada fue la que se hizo realidad, luego de millones de desplazados y casi un cuarto de millón de personas que perdieron la vida.
La enorme violencia que ocupó la mitad de los municipios de Colombia y que colocó a las FARC, como el actor central de este enorme desafío, es cosa del pasado, hoy la violencia organizada en mucho más acotada, permanece en cerca de ciento veinte municipios y ya no constituye un tema de reto al poder central, como lo fue en los años noventa o a principios del milenio, hoy la violencia organizada esta en las coordenadas de una presencia legitima del Estado y la capacidad de este para ejercer autoridad en todo el territorio nacional, sigue siendo un reto de la política, pero ya no ocupa la centralidad que tuvo, hoy el país debate sobre equidad, calidad de la democracia, Estado de derecho, garantía de derechos, crecimiento económico con equidad, esos son los temas centrales y nadie de manera sensata apuesta a rebeliones políticas y transformaciones violentas, eso no tiene ningún apoyo importante en la sociedad de Colombia de hoy, como tampoco lo tuvo en el pasado.
Hoy tenemos la persistencia de grupos que provienen de las antiguas FARC, son un remanente de este proyecto en un nuevo contexto: se dio un acuerdo con la inmensa mayoría de esta organización que marcó nuestra historia desde 1964 hasta 2016, pero eso es el pasado, en el presente estos remanentes están en otro contexto y ya no tienen el peso mediático, simbólico y real de lo que fue una organización que agenció un proyecto político de poder armado y que luego de mucho ires y venires se decidió por cerrar mediante un acuerdo de paz, su levantamiento armado.
En todos los procesos de paz quedan remanentes de los grupos que existieron, Colombia no es la excepción, hoy tenemos un archipiélago de grupos que persisten en una acción armada sin ninguna perspectiva de amenaza nacional, son dinámicas de violencia que se mueven entre codicia por recursos, las viejas inercias de controlar territorios y la desconfianza con el poder central, ante un evidente incumplimiento de buena parte de lo pactado en el acuerdo de 2016, lo cual no justifica su rearme, porque igualmente ante el incumplimiento se puede mantener la palabra de paz y el compromiso de una acción política civilista que siga exigiendo que lo firmado se cumpla, como lo hace la inmensa mayoría de los antiguos integrantes de las FARC, hoy agrupados en el Partido Comunes.
Estamos cerrando las dinámicas de violencias organizadas, en eso llevamos tres décadas y muy seguramente nos faltan unos cuantos quinquenios para concluir la tarea, pero esa tarea hay que hacerla en una perspectiva de construir estado de derecho en todo el territorio nacional.
Disidentes del acuerdo y rearmados, son procesos que hay que ver con detalle, los interesados en conocer buenos análisis, con información y argumentos, les invito a leer los informes de la Fundación Ideas para la Paz y la Fundación Core, dos buenos documentos que abundan en detalles y las perspectivas de estas dinámicas.
Luis Eduardo Celis
Foto tomada de: El Universal
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