El último aspirante a ocupar la Casa de Nariño, con la misión de “unir a quienes piensan distinto en Colombia” es Alejandro Gaviria, ex ministro de salud de Juan Manuel Santos y ex rector de la Universidad de los Andes quien se presenta como independiente y ha optado por el camino de las firmas para inscribir su candidatura a la presidencia de la República.
Ante la figura desgastada de conocidos representantes de la clase política cuya imagen negativa supera la imagen positiva, Alejandro Gaviria se ve como una persona intelectual y con cierto perfil a la vez académico y tecnocrático que inspira confianza relacionada con el funcionamiento del Estado. La imagen que proyecta en su ideario de 60 puntos es la de un humanista, sensible a problemas acuciantes de la sociedad colombiana inserta en un mundo global, enemigo de los fanatismos políticos y de la deshumanización del contrario, temeroso de un nuevo pico de violencia
La imagen que un actor proyecta ante la opinión pública no es asunto menor y precisamente por ello casi todos los partidos políticos que se califican de progresistas lo han invitado a sumarse a sus proyectos políticos. Gaviria, sin embargo, prefirió no aceptar el aval de ninguno de ellos y prefirió adoptar una estrategia que lleve a que los partidos adhieran a su campaña, como ya sucedió con el Partido Liberal.
En el plano político y en distintas declaraciones a los medios de comunicación, Gaviria ha declarado que entra en la disputa del centro y que sus rivales inmediatos son Sergio Fajardo y Juan Manuel Galán. El primero ha visto mermadas sus posibilidades por los cargos que le levantó la Fiscalía, acto que ha sido calificados como maniobra de la derecha para deshacerse de un rival peligroso cuando todavía no era segura la presencia de Gaviria en la competición por la Presidencia. Juan Manuel Galán, en cuanto a él, se ha beneficiado con la recuperación de la personería jurídica del Nuevo Liberalismo, pero no ha sido un contendor de peso, capaz de frenar las aspiraciones de Gustavo Petro.
Alejandro Gaviria es hoy el candidato favorito del establishment progresista que aboga por la reconciliación y la depuración de prácticas corruptas que han deslegitimado el ejercicio del poder, pero no se puede olvidar que la política es un juego rudo que no se agota en la retórica ni los buenos deseos.
El objeto de la política, como lo recuerda Max Weber, es el poder como medio para ejercer la dominación la cual requiere contar con una organización y esta, a su vez, disponer de un equipo de personal, de bienes materiales de administración y de técnicas adecuadas para manejar recursos emocionales y mover a las masas. La política “se hace con la cabeza” y en su trajinar “el que hace política se entrega a las fuerzas diabólicas que rondan en torno a la lucha por el poder”.
En la coyuntura actual, como se sabe, la conquista de la presidencia se hará asumiendo alianzas, es decir, compromisos, que tienen un costo y plantean dilemas éticos. Es en este punto donde para tener una idea más o menos clara de lo que se tiene y se puede ganar o perder, es importante hacer un inventario de lo que se posee.
Alejandro Gaviria es un conspicuo expositor que ofrece la imagen de un ciudadano de talante liberal, un tanto ecléctico pero preparado para afrontar los retos que se presentan a la nación. Conviene, sin embargo, analizar su actuación como ministro de salud para saber cómo traduce en actos sus posiciones y tratar de vislumbrar sus apoyos políticos.
En toda campaña política salen a relucir hechos que muchas veces los años han dejado atrás paro que los contendores tienen presente. En esta ocasión se recordará el llamado “robo a la salud” que se destapó en su gestión ministerial protagonizado por Saludcoop, Cafésalud y Medimás, sí como su oposición a la ley estatutaria sobre el derecho fundamental de la salud cuando la Corte Constitucional la avaló, prefiriendo la salud de las EPS a la salud de los colombianos. Muy probablemente también será calificado de acólito académico de las élites dominantes por sus relaciones uniandinas y con miembros destacados de las élites nacionales.
Todo indica que Gaviria ha entrado pisando duro en la pugna por la presidencia de la República, pero que nada está ganado. Popular en la clase urbana, particularmente capitalina, y la élite intelectual, es desconocido por el resto del país. Ha expuesto un ideario político que pocos se atreverían a cuestionar, pero no ha dado a conocer ni el cómo ni con quién. Todavía no está claro quién se sumará a su proyecto ni de dónde brotarán los recursos de campaña. Para tener una idea menos borrosa de quien pretende ser un outsider de la política colombiana pero no lo es, es menester saber quiénes serán sus compañías. Al fin y al cabo, “dime con quien andas y te diré quién eres” reza el adagio.
Rubén Sánchez David, Profesor Universidad del Rosario
Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/
Deja un comentario