Igual que esta alienada mujer, muchos de los individuos atrapados en las fauces del establecimiento, podrían exhibir ante las masas alguna que otra muestra de inconformidad como mera opinión pública, pero su adiestramiento y fidelidad al régimen fácilmente los realinderará en la doctrina conservadora del reinado de la divina providencia, el orden burgués de la estratificación social, el derecho consuetudinario, la tradición y la propiedad privada. Imperiosamente para que los procesos de cambios macro-estructurales en el Estado pretendan sociedades justas e igualitarias, como para la deconstrucción de mentalidades funcionales al sistema político y económico en curso, es importante profundizar conceptos y teorías que refrenden un compromiso efectivo de los sujetos sociales con las causas populares:
La economía de las sociedades en el marco del materialismo histórico, establece que es el ser humano y la naturaleza lo que produce la riqueza; la cantidad de lo producido es consustancial a la intrínseca relación que tienen estas fuerzas productivas para la creación de esos bienes; lo que desde una perspectiva social, debería favorecer la distribución de esos haberes entre todos.
En cada periodo del desarrollo de la humanidad, impera un modo de producción que habilita un sistema social a desarrollar; en la sociedad de clases (capitalismo), los medios de producción al ser privados, buscan obtener todas las ganancias posibles, independientemente de lo producido.
En el modo de producción capitalista, establecidos sus eslabones estructurales, se pueden identificar tres clases sociales: los capitalistas o burguesía, la clase trabajadora (obrera) o proletariado y la pequeña burguesía (pequeños comerciantes, como la autodenominada epa).
La institucionalidad tradicional y su ideología, mantienen afilada la superestructura del Estado como soportes del mantenimiento del dominio de la sociedad a través de las ramas de los poderes públicos, iglesias, partidos políticos, fuerzas armadas, centros de educación, medios de comunicación, asegurando con ello la pervivencia de sus intereses.
El sistema capitalista por su vocación, desnuda la máxima contradicción de las sociedades, cuando al apropiarse de los medios de producción, desvaloriza la riqueza colectiva del trabajo y se atribuye el plusvalor generado por el recurso humano. La agudización de las condiciones de explotación del pueblo, puede conllevar a la materialización de la lucha de clases (algo así como el paro nacional).
El régimen como forma de gobierno y concepción burguesa, comprende dos instituciones representativas que determinan las condiciones despóticas del manejo del poder; la llamada “democracia” como figura constituyente de la jactanciosa forma de ofrecer libertades y derechos, y la dictadura militar como aparato represor y garante del dominio burgués. El carácter de ésta clase de gobiernos precisa su categoría de posición privilegiada, representando el interés de una minoría.
Un eventual modelo social de bienestar y dignidad humana, habilitaría el traspaso del poder de la burguesía a los trabajadores, convirtiendo la propiedad privada de los medios de producción en propiedad colectiva, en la procura del disfrute de un nuevo y solidario modo de producción.
Reflexión: La conciencia de clase no se refleja en actos marginales y coyunturales. Para que puedan avanzar políticamente las expresiones de resistencia y la lucha frente al despotismo del régimen burgués, se requieren importantes niveles de cualificación de la población, que estructure en sujeto político al sujeto social involucrado en situaciones sociales problemáticas y que animado por las dinámicas comunitarias y su entorno, sale a las calles a movilizarse y a protestar. No hay razón para sentirse decepcionados por quien no tiene conciencia de lo que es la clase popular y sus justas reivindicaciones.
Oscar Amaury Ardila Guevara
Foto tomada de: agenciapi.co
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