A pesar de sus terribles consecuencias sobre las condiciones de vida de la gran mayoría de trabajadores colombianos -asalariados o por cuenta propia- y de la destrucción de la naturaleza, el modo de producción capitalista en Colombia no está en cuestión, ni es objeto de críticas de fondo que apunten a su transformación en una sociedad sin explotación. La gran mayoría de partidos y movimientos políticos, así como de las organizaciones sindicales y sociales de los trabajadores, se enfoca en acciones orientadas a conseguir un capitalismo más humano, un capitalismo con menos desigualdades donde se distribuya una parte mayor del producto a los trabajadores. Con la excepción del partido comunista colombiano (que no tiene personería jurídica) y de otros pequeños partidos o movimientos también marginales, ninguno otro propone el tránsito hacia el comunismo.
El dominio en el campo de las ideas, de los capitalistas y sus voceros, es casi absoluto. En las facultades de economía, a pesar de reclamarse, en el marco universitario, como un espacio pluralista y de amplio debate de ideas, la teoría de Marx y específicamente El Capital, no se estudia. A lo sumo, en el contexto de 40 materias de la carrera de pregrado existen una o dos donde se estudia algo de El Capital, o se hacen algunas referencias en los cursos sobre historia de las doctrinas económicas. Igualmente, en otras facultades, como filosofía, sociología o historia, se dictan algunos cursos desde la perspectiva de la teoría de Marx, pero el panorama es de absoluto predominio de una interpretación del mundo, favorable al capitalismo. Es una especie de totalitarismo intelectual. Aunque El Capital contiene la teoría más desarrollada para entender la esencia del modo de producción capitalista y no solo sus fenómenos superficiales, los estudiantes de economía no lo conocen.
Mucho menos se conoce en otros sectores de la sociedad, entre los políticos, funcionarios públicos, directivos de ONG, periodistas y columnistas. Es frecuente encontrar personajes muy reconocidos, con una actitud critica o de desprecio hacia Marx, que no han leído nunca su obra teórica fundamental; quizá en algún momento de su vida leyeron el Manifiesto del Partido Comunista o El 18 brumario de Luis Bonaparte, textos breves, o Las Tesis sobre Feuerbach, que tienen apenas una hoja de extensión. El analfabetismo en materia de crítica profunda al capitalismo es enorme. Esta situación es relativamente comprensible en personas interesadas en defender abiertamente el capitalismo y que se benefician directamente de él, o que no quieren arriesgar sus condiciones laborales. Obviamente, es comprensible también en los propios capitalistas que no tienen interés alguno en que se conozca en qué consiste realmente el capitalismo, y en sus intérpretes, los economistas oficiales. Pero no lo es tanto en aquellos que se consideran de izquierda o en los partidos y organizaciones de los trabajadores.
La concepción espontánea que tenemos quienes vivimos en el capitalismo sobre el sistema es, como todas las concepciones espontáneas, apenas un reflejo de las condiciones materiales. Tenemos un conocimiento básico de los asuntos prácticos -los precios, el dinero, los salarios, las ganancias, la oferta y la demanda, la producción, etc.- que nos permite actuar y satisfacer, más o menos nuestras necesidades. Sabemos cómo operar dentro del capitalismo, en forma similar a cómo sabemos como prender y apagar la luz, sin tener noción alguna sobre qué es la electricidad. La teoría económica predominante -la teoría neoclásica y la keynesiana- organizan este conocimiento con cierta sistematicidad, pero se enfocan principalmente en la superficie de los fenómenos, sin profundizar en las leyes y características de fondo. Aparentemente es un conocimiento muy concreto, práctico, empírico, pero realmente insuficiente y ocultador.
Las columnas de opinión de los principales periódicos del país están llenas de este conocimiento basado en opiniones, pero con pretensión de un conocimiento más o menos profundo. Se afirma en ellas una gran cantidad de tesis falsas y sin sustento. La gran mayoría de columnistas, en los grandes medios de comunicación colombianos, son abiertamente defensores del capitalismo. Los columnistas progresistas o de “izquierda”, por su parte, no son críticos del modo de producción capitalista sino de una forma de capitalismo que consideran salvaje, inhumana, mala. Por tanto, domina en la opinión “ilustrada” una concepción superficial del capitalismo que no lo examina a fondo y se queda en debates en la superficie.
En Revista Sur desde hace algunos años he escrito columnas en las cuales examino las posiciones predominantes en la gran mayoría de columnistas de opinión y analistas. La intención en la gran mayoría de los artículos ha sido revisar y criticar posiciones y opiniones comunes que en mi opinión son falsas o inadecuadas, y que ocultan rasgos sustanciales de la explotación y la dominación capitalista. Señalo a continuación algunos de los temas.
Se asume contra toda evidencia que la sociedad es democrática
Contra toda evidencia, la gran mayoría de analistas se refiere a la sociedad colombiana como una sociedad democrática. Se hacen muchas críticas a aspectos específicos, que se interpretan como fallas, deficiencias, distorsiones, etc., de la democracia, pero predomina la idea de que vivimos en un contexto democrático.
Muchos autores señalan la existencia de un pluralismo que se evidencia, entre otras cosas, en la gran cantidad de partidos y movimientos políticos. Sin embargo, cuando se examinan la composición del congreso, las asambleas y los concejos municipales, y los programas de dichos partidos y movimientos, se encuentra que casi la totalidad son partidos favorables al capitalismo. Por tanto, en la realidad existe algo así como un partido único con matices; incluso, aquellos movimientos como la Colombia Humana que tanto atemoriza a los capitalistas, se declara abiertamente partidaria del capitalismo y de su desarrollo y consolidación.
La opinión anterior se entrelaza con la idea de que no existen partidos verdaderos, que hay una crisis de los partidos, y con la noción de una diversidad de posiciones políticas que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. La primera posición sostiene que los partidos no tienen un contenido programático sólido, ni estructuras organizativas consolidadas, y que se han convertido en empresas electorales que, mediante procedimientos en muchos casos irregulares o abiertamente ilegales, acceden a los cargos públicos en todas las ramas del poder. Se añora un pasado en el cual supuestamente existieron partidos fuertes programáticamente. Pero el hecho concreto es que esos partidos “débiles y en crisis”, ganan sistemáticamente las elecciones y llegan al poder político donde actúan en favor del sostenimiento del capitalismo.
La escala derecha-izquierda es interna al capitalismo
De otra parte, la distinción izquierda-centro-derecha es precaria. Evidentemente hay diferencias en puntos muy importantes, como el aborto, el matrimonio gay y la adopción por parte estas parejas, la educación religiosa en los colegios, la conservación de la naturaleza, el respeto al derecho de los animales, etc.-, pero en términos del modo de producción tienen un elemento en común fundamental: casi todos son partidarios del modo de producción capitalista.
La escala izquierda-centro-derecha se da dentro del modo de producción capitalista, no se plantea seriamente la alternativa entre capitalismo y socialismo, aunque se hagan algunas menciones en el discurso a la amenaza castro-chavista. Dentro del capitalismo existen diferencias entre los partidarios de una intervención fuerte del Estado en favor de los trabajadores y los partidarios de favorecer fundamentalmente a los capitalistas. Pero incluso los partidos de derecha, incluyen ciertas medidas “sociales” de combate a la pobreza y de redistribución. Teóricamente, todos los partidos y movimientos comparten una interpretación de la sociedad donde la única opción es el capitalismo y en la cual las diferencias son principalmente de reparto cuantitativo del producto.
Se asume que hay libertad de cátedra y de expresión
De otra parte, a pesar del totalitarismo existente en la Universidad en este aspecto y, especialmente en las facultades de economía, los defensores de la democracia y el pluralismo no dicen una palabra. Personajes muy reconocidos por su talante democrático aceptan como natural que a los estudiantes se les enseñe solamente una opción teórica, no cuestionan para nada el adoctrinamiento que se produce sistemáticamente.
Igualmente, aunque se reconoce que los medios de comunicación más poderosos están en manos de los grandes capitalistas, persisten en destacar que existe libertad de prensa. Colombia es uno de los países con mayores amenazas y homicidios de periodistas. La crítica de los periodistas más capaces se orienta fundamentalmente hacia los fenómenos de corrupción o hacia las consecuencias más aberrantes del capitalismo sobre los trabajadores y sobre la naturaleza; pero prácticamente no existe un periodista que cuestione a fondo el modo de producción capitalista. Buena parte de los periodistas son trabajadores asalariados de patronos capitalistas y sus perspectivas laborales y de progreso en su carrera están asociados al respeto a las reglas del juego; muy posiblemente algunos periodistas se autocensuran y prefieren mirar para otro lado. Muchos otros asumen su papel de adulación y propaganda con entusiasmo.
De otra parte, en la sociedad colombiana se asesina sistemáticamente a líderes sociales, se amenaza y reprime a quienes protesten, la policía reprime con sevicia, el ejército incurre en prácticas homicidas, se amenaza y asesina a sindicalistas, etc. Existen regiones enteras del país en manos de grupos ilegales armados, con la connivencia y negligencia de los organismos de seguridad. Se produjo el genocidio político contra la Unión Patriótica y Colombia tiene el record mundial de desplazamiento interno de población y de víctimas de la violencia. Pero aún así siguen hablando de la democracia colombiana como algo real.
Los procesos electorales, por su parte, son controlados por los capitalistas, se compran votos, se hacen toda suerte de trampas y fraudes, se obstaculiza la actividad de partidos de oposición. Los gobiernos están conformados por representantes directos de los capitalistas y sus gremios, los altos funcionarios de control, los congresistas, diputados y concejales, en su gran mayoría deben sus cargos a capitalistas de diversos sectores, etc.
A pesar de lo anterior la gran mayoría de columnistas sigue hablando de democracia. Algunos, con cierto pudor, prefieren hablar de plutocracia o términos similares. El hecho concreto es que se trata de un sistema político y de un Estado claramente al servicio del capitalismo; en otros términos, se trata de una dictadura de los capitalistas, disfrazada de ciertos elementos formalmente democráticos.
El Estado se concibe como un ente neutro aislado del capitalismo
Otro rasgo común en los columnistas es la separación que se hace entre la política y el Estado, por una parte, y el sistema económico, por el otro; como si fueran esferas aisladas. Se habla de democracia en la esfera política, pero no se menciona para nada en la esfera económica. Los trabajadores colombianos pasan la mayor parte de su vida en empresas donde no existe democracia, donde no hay separación de poderes, ni elección de los directivos mediante votación popular; los trabajadores viven en sistemas autoritarios y despóticos, bajo el temor de perder su empleo. Pero, además, en otras fases de su vida también están en instituciones no democráticas, como la familia, la escuela, la universidad, la oficina estatal, la policía, el ejército, etc. La vida cotidiana de los colombianos ocurre dentro de instituciones y prácticas contrarias a la democracia.
El Estado se concibe como un elemento neutro, aparentemente separado del capitalismo. Y la gran mayoría de columnistas y analistas culpa de los “problemas” -desigualdad de la riqueza y del ingreso, pobreza, miseria, desnutrición, etc.-, al Estado. De este modo la atención se desvía de la fuente original de todos los males -el capitalismo- y se concentra en el Estado y en la actuación particular de los gobiernos. En esta perspectiva el énfasis sobre la corrupción refuerza esta perspectiva conceptual. Evidentemente existe la corrupción y es enorme, pero no es la causa fundamental de la situación de las clases trabajadores, es un gran distractor. El Estado no es un tercero neutral, está al servicio de la clase capitalista.
Se observa una tendencia en muchos columnistas, incluyendo los de izquierda y progresistas, a indignarse con las consecuencias del sistema capitalista sin que dediquen un solo segundo de atención a las causas. Igualmente, la tendencia a referirse a la producción en general y no a su modalidad capitalista que domina la producción y subordina a otros modos de producción donde no existe la relación asalariada.
La crítica se enfoca en el neoliberalismo y no en el capitalismo
Otro énfasis común en los columnistas críticos es el énfasis en señalar a la política neoliberal como la causante de los males de las clases trabajadoras. Las críticas se concentran en las diversas medidas en materia de desregulación, de privatización, de desmonte de programas sociales, de recorte de los derechos laborales, etc. Es evidente que todas estas medidas son lesivas de los trabajadores, pero no son la causa fundamental. De esta manera se refuerza un esquema que no crítica al capitalismo sino una de sus modalidades. De otra parte, se tiende con frecuencia a señalar que el neoliberalismo ha fracasado, a pesar de que la evidencia muestra que ha logrado el objetivo de concentrar enormemente los ingresos y la propiedad y la riqueza en las capas más ricas de los capitalistas. El neoliberalismo ha sido extraordinariamente exitoso. Muchos columnistas piensan que el objeto del capitalismo es satisfacer las necesidades de la población trabajadora y mejorar sus condiciones de vida, con lo cual sus análisis están desenfocados con respecto a la verdadera naturaleza de esta forma de producción.
Otra práctica usual es concentrarse en la crítica de las personas, empezando por las referencias personales al presidente de la república. Puede ser que efectivamente Duque sea un personaje insustancial, superficial e inculto, pero lo relevante es el papel que cumple dentro de un sistema. Ese presidente objeto de burlas y de memes está realizando en buena medida la tarea que debe cumplir: garantizar que el capitalismo siga funcionando y que los capitalistas se sigan enriqueciendo. Enfocar el análisis en los rasgos personales del presidente y en las burlas es hacerle un enorme favor precisamente al presidente y a sus jefes capitalistas. Está bien que se critique a las personas siempre y cuando no se cuestione el modo de producción capitalista. Además, los propios capitalistas cuando ya no les sirva un personaje como esos se encargarán de hacerlo a un lado.
La gran mayoría de columnistas utiliza en sus análisis de la realidad económica y social de Colombia los términos de pobreza y de riqueza, los cuales son generales y comunes a casi toda forma de organización social que ha existido en la historia de la humanidad. Con esto ocultan que se trata de pobreza y de riqueza capitalistas y eluden siquiera referirse al tipo de sociedad en que vivimos por su nombre. Con muy raras excepciones, se señala que se trata en primer lugar de una división entre capitalistas y trabajadores asalariados, y que no es por casualidad que la riqueza tienda a acumularse en los primeros y no en los segundos. La mayoría de columnistas, formados en las mejores universidades, utilizan las categorías cotidianas, espontáneas y no se esfuerzan por profundizar en el conocimiento. Este enfoque se repite en muchos aspectos de la realidad económica.
El gobierno, los economistas, los gremios, y los funcionarios responsables de la administración del Estado defienden y ejecutan políticas “en favor de los pobres”. Hasta los gobiernos de derecha, como hemos señalado, ejecutan programas y prestan servicios para satisfacer necesidades de esta población. El problema cualitativo de fondo se esconde: la división en clases y la explotación. El énfasis se pone en asuntos cuantitativos como el aumento de ingresos, lo cual evidentemente tiene un impacto sobre las condiciones de vida, sobre las consecuencias del sistema, pero no aborda las causas. De este modo, los gobiernos y los defensores del capitalismo se jactan de la reducción de la pobreza, a pesar de que se han fijado estándares extraordinariamente bajos, y de que la participación de los trabajadores en el PIB no mejora. Las “políticas sociales” son una necesidad para la sociedad capitalista por cuanto es necesario garantizar unas mínimas condiciones de vida a los trabajadores para que estén disponibles para ser contratados por los capitalistas. La producción de plusvalor requiere de una masa de trabajadores con ciertas capacidades y sumisa.
Domina en los columnistas una posición reformista. Los defensores del sistema intentan todo el tiempo mostrar que están haciendo esfuerzos en favor de las clases trabajadoras; los críticos del capitalismo salvaje proponen diversos cambios, enfocados principalmente en la progresividad en los tributos y en la ampliación del gasto social, sin señalar en momento alguno la necesidad de un cambio más radical. A pesar de abogar por los intereses de los trabajadores terminan, sin querer, defiendo los intereses del capitalismo, la causa precisamente de las desgracias de los trabajadores. Las rebeldías, muy valientes en muchos casos, terminan siendo rebeldías dentro del sistema.
La lógica de los columnistas consiste en su gran mayoría en denunciar un conjunto de problemas como la desigualdad y el desempleo, enfocándose en las consecuencias sin mirar las causas. La desigualdad de riqueza y de ingresos es una consecuencia inherente del capitalismo. Quedarse solamente en la indignación moral, en señalar que existe una desigualdad injusta, atroz, inhumana, intolerable, etc., etc., no aporta nada al conocimiento de las causas de la desigualdad y por el contrario oculta. No se explica a los lectores la situación de fondo. Además, la desigualdad no es en lo fundamental un problema para el capitalismo, es precisamente el objetivo buscado; los capitalistas compiten con el objetivo de desplazar a sus competidores, los capitalistas actúan coordinadamente para evitar que los salarios crezcan e incluso para disminuirlos, los capitalistas actúan con fuerza para limitar la imposición de tributos altos a su riqueza y a sus ingresos y para limitar el gasto social que beneficia a los trabajadores. El resultado de todo esto es, precisamente, el cumplimiento de sus fines: concentrar la mayor parte de la riqueza y los ingresos de la sociedad. Que Luis Carlos Sarmiento Angulo tenga $11.000 millones de dólares de patrimonio, no es un problema para el capitalismo, es un indicador de éxito.
El desempleo se presenta como un problema y no como un rasgo propio del capitalismo
Nos dicen la mayor parte de los columnistas que el desempleo es un problema. Efectivamente es una tragedia para las personas desempleadas y para su familia. Es una situación humillante. Afecta sus condiciones de vida en términos materiales y espirituales. Pero para el capitalismo es una gran ventaja la existencia de los desempleados. De este modo cuentan siempre con una reserva de trabajadores dispuestos a ocuparse con menores salarios y en peores condiciones; además, se genera un mercado laboral favorable a los capitalistas, por cuanto tienen siempre la presión sobre los empleados quienes sienten la amenaza de ser reemplazados. De otra parte, el desempleo es un resultado inherente de la acumulación capitalista, no es algo externo o ajeno a la estructura y la lógica de funcionamiento del capitalismo. En las sociedades capitalistas siempre hay desempleo, aumenta y baja según los ciclos económicos, nunca desaparece. Además, al lado del desempleo abierto existe una proporción enorme de personas dedicada a oficios marginales, precarios, de baja productividad y muy bajos ingresos; todo esto sin contar a las capas más degradadas que caen en la mendicidad, la delincuencia y la prostitución forzada.
El enfoque anterior se observa incluso en los analistas más serios y rigurosos de la desigualdad, la pobreza y el desempleo. Muestran con lujo de detalles las características y la tendencia de estos fenómenos, pero dedican muy poco espacio a las causas y cuando las abordan usualmente recurren a explicaciones superficiales; por ejemplo, la desigualdad y los bajos ingresos los ven como resultado de diversos factores, como la suerte, la herencia, la educación y los precios de los factores (es decir de los salarios y las ganancias), con lo cual mezclan en desorden elementos circunstanciales con las causas de fondo, que no examinan con rigor. Y finalmente terminan culpando de la situación al Estado que no ejecuta políticas redistributivas eficaces.
Se observa una fe enorme en el papel del Estado dentro del capitalismo para solucionar los “problemas de los trabajadores”. A pesar de que muchos de los columnistas son conscientes del dominio de los capitalistas sobre el aparato gubernamental, sugieren medidas de reforma profundas, que son puras utopías. La utopía de moda es la renta o ingreso básico universal, que todavía no ha sido asumida ampliamente como una bandera de los trabajadores y por el contrario fue apropiada por el propio gobierno, como se ve en el proyecto de reforma tributaria. La sociedad colombiana, a pesar de su inferior desarrollo relativo con relación a los países capitalistas más avanzados, podría mejorar sustancialmente las condiciones de vida de todas las personas si se repartiera igualitariamente el valor agregado generado. Sobre esto pueden hacerse muchos cálculos, pero el asunto de fondo es la fuerza para lograrlo.
La noción de crisis es inapropiada
Una noción frecuente en muchos capitalistas es la de crisis en Colombia. Pero usualmente al referirse a la crisis se mencionan los efectos negativos sobre los trabajadores, como desempleo, subempleo, informalidad, bajos ingresos, pobreza, miseria, poca participación en la riqueza y el ingreso, etc.; pero esto no es una crisis para los capitalistas, todo lo contrario, la pobreza de la gran mayoría es el fundamento de su riqueza. De otra parte, aunque el crecimiento económico capitalista en Colombia es históricamente mediocre, con un promedio del 3%, todos los años se genera un excedente bruto de explotación enorme. La economía colombiana es como una vaca lechera que los capitalistas exprimen todo el tiempo.
Se asume que el capitalismo busca satisfacer necesidades
En gran medida los columnistas abordan su análisis del sistema capitalista como una forma de organización social que busca satisfacer las necesidades de sus miembros, mediante la provisión de distintos valores de uso. Su mirada se enfoca solamente en una parte de la realidad: evidentemente los capitalistas producen mercancías que satisfacen necesidades. Pero lo que se queda en penumbras es que lo hacen con el fin de obtener ganancias y solo venden sus mercancías a quienes tengan dinero para comprarlas; un niño puede estar necesitando leche para alimentarse, pero si sus padres no tienen ingresos suficientes, el productor de leche no se la va a entregar. Prefiere botarla cuando hay exceso, para no afectar el mercado. De otra parte, en Colombia el gasto total en alimentación y cuidado de mascotas domésticas es superior al presupuesto del programa nacional de alimentación escolar; debido al tipo de organización social, resulta que una gran cantidad de personas amorosas y humanas, dirige la mayoría de sus recursos a las mascotas y no a los niños desnutridos.
En esta perspectiva de enfocarse en los aspectos materiales, de satisfacción de necesidades y de producción física, se hace énfasis en algunos analistas en el atraso del país debido a la desindustrialización y a la pérdida de importancia de la agricultura. Se les olvida a estos analistas que en el capitalismo lo importante no es producir objetos útiles -agrícolas o manufactureros- sino ganancias. El capitalismo tiene como finalidad producir ganancias para los dueños. En esta perspectiva, cualquier rama de actividad económica que produzca ganancias es atractiva para ellos y sus decisiones no están guiadas por el objetivo de “desarrollar el país” sino de mostrar en sus balances altas tasas y masas de rentabilidad. Por tanto, el que la industria manufacturera o la agricultura pierdan participación porcentual, que no necesariamente disminución absoluta, no es un problema. Las cifras del DANE nos muestran que el capitalismo atrasado de Colombia es una fuente de excedentes billonarios año tras año.
La insistencia en una comunidad ilusoria
Existe una tendencia entre los columnistas a hablar, como lo hacen el gobierno y los capitalistas y sus medios de comunicación, del país, de Colombia, de la nación, de la gente, de las personas, de las familias. De este modo tratan de generar la idea de una comunidad y de ocultar las grandes diferencias entre los miembros de dicha comunidad y la existencia de la explotación de la gran mayoría por parte de unos pocos. Se quedan estos análisis por tanto en un nivel superficial y vacío, que ignora o no reconoce explícitamente la existencia de clases con intereses en conflicto.
Las pobres nociones sobre socialismo y comunismo
Algunos de los columnistas critican con frecuencia al socialismo y el comunismo y hacen énfasis en diversos aspectos negativos de dichos sistemas. Las referencias a Marx en general son imprecisas y sin suficiente fundamento. Pero igualmente se refieren superficialmente al socialismo, poniendo en el mismo saco a la Unión Soviética, a Cuba, al socialismo del siglo XXI y a los gobiernos progresistas en varios países de América Latina. Los capitalistas y sus defensores, ven socialismo en cualquier intervención del Estado, en la medida en que favorece de alguna manera a los trabajadores; es además comprensible que se opongan por todos los medios al comunismo y al socialismo, dado que estos afectan directamente sus intereses. Y han logrado durante décadas de campañas anti comunistas no solo desaparecer físicamente a partidos y sus organizaciones, sino sobre todo lograr una estigmatización enorme y crear un rechazo visceral, inmediato, de los propios trabajadores al comunismo. Evidentemente hay que estudiar y reconocer críticamente las experiencias reales de socialismo y sus fracasos, limitaciones y crímenes. Pero al mismo tiempo mostrar que la única salida de fondo a los males del capitalismo es una sociedad de hombres y mujeres libres que organicen cooperativamente su producción y distribución, es decir el comunismo.
El manejo de la pandemia fue un extraordinario ejemplo del poder de los capitalistas. A pesar del impacto terrible sobre las condiciones de vida de los trabajadores y sobre muchas empresas pequeñas y medianas, el gobierno de Duque no tocó la riqueza y los ingresos de los más ricos, y por el contrario adoptó muchas medidas que les favorecieron.
Los capitalistas se resienten de las quejas y críticas contra el capitalismo a pesar de que ellos son quienes contratan y dan empleo, y son los directores de la producción. Lo que nunca se preguntan es cómo y por qué existe una parte de la población que es dueña de las empresas y otras que no tiene otra cosa para vender que su fuerza de trabajo; no se preguntan, y además no quisieran responder, por qué razón algunas personas se convierten en un “costo laboral” para otras que las compran. Esto se ve como algo natural, inmutable, incontrovertible.
Lo anterior son algunos ejemplos de los conceptos e ideas que predominan en los columnistas. La mayor parte de la intelectualidad colombiana es favorable al modo de producción capitalista. No conoce o no quiere estudiar a fondo qué es el capitalismo. En una actitud irracional rechazan por completo El Capital, sin haberlo leído y criticado. En muchos casos es una decisión consciente y abierta; en otras, no tanto.
Lo peor de todo es que este tipo de ideas predomina también entre las clases trabajadoras y sus organizaciones sociales y políticas. Los trabajadores interpretan la realidad a partir de estas nociones. Y en su gran mayoría las protestas y reivindicaciones se orientan a lograr una mejor situación dentro del capitalismo. En las masivas protestas callejeras de finales de 2019 y comienzos de 2020 la gran mayoría de participantes era abiertamente reformista. Estas protestas evidentemente afectan al gobierno y a los capitalistas, pero no los cuestionan de fondo. Parecería que las clases trabajadoras no quieren abolir el capitalismo.
De otra parte, el gobierno, los capitalistas y sus defensores, recurren en su lucha contra los trabajadores también a la religión. A pesar de todos los desarrollos científicos y tecnológicos, la interpretación religiosa del mundo -es decir, no por razones, sino por la fe- continúa predominando. Y el sistema promueve esta situación en la medida en que todo aquello que evite que los trabajadores estudien y conozcan qué es el capitalismo es muy útil. El patrón está contento, porque me ve religioso, soñando con la otra vida y en esta comiendo poco.
Algo similar ocurre con los partidos y movimientos políticos de izquierda y favorables a los intereses de los trabajadores, y sus líderes más importantes, incluyendo aquellos que el sistema ve como una amenaza, proponen mantener y mejorar el capitalismo. Durante los últimos años hemos visto como algunos de ellos tratan de hacerse gratos al capitalismo y ofrecen medidas para lograr la industrialización y el crecimiento agrícola. La izquierda colombiana es fundamentalmente favorable al capitalismo. A pesar de esto, los capitalistas los miran con desprecio y no les creen, los ven como lobos con piel de oveja.
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/cecilia-lopez-montano/la-presidencia-de-colombia-2022-2026-esta-en-venta/
[2] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/humberto-de-la-calle/el-centro-a-ponerse-las-pilas/
[3] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/thierry-ways/una-mirada-al-armario-columna-de-thierry-ways-627381
[4] https://elpais.com/opinion/2021-10-26/el-sueno-que-me-obliga-a-despedirme.html
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: XLSemanal
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