Se plantean , por diferente autores diferentes escenarios extremos: Uno de ellos es el de cómo resultado del fracaso de las negociaciones, no estaremos a la altura de las circunstancias y la naturaleza se recompondrá y surgirán otras especies y posiblemente, como expresa Lovelock, sobreviviría sólo un 20% de la población humana posiblemente en el ártico en increíbles escenarios “burbuja” o incluso en estaciones espaciales según algunos futurólogos, lo cual está reservado para los superricos; Obviamente, los más pobres son los que ya sufren más las consecuencias del cambio climático. El escenario opuesto es el de que los avances tecnológicos nos permitirán, dentro del modelo económico mundial existente, superar esta crisis. Estamos entre los que creen que hay escenarios intermedios, que exigen grandes cambios en la gobernanza mundial para que el conocimiento, nuevo y ancestral, puedan jugar un papel importante. El capitalismo financiero, con su afán de acumulación privada ilimitada alteró gravemente el “equilibrio” natural del planeta y hay que encontrar, sin guerra, sin violencia, un camino que permita que todos se beneficien del progreso intelectual, material e institucional. Necesitamos la paz con la naturaleza. Ello implica el cambio del modelo económico actual.
Es ya una verdad sabida que los principales responsables históricos son los países más industrializados y de más altos ingresos, particularmente los Estados Unidos, pues si bien China es hoy el principal emisor como país, doblando la cantidad que emiten los Estados Unidos, cuando se aprecian las emisiones a lo largo del tiempo y per cápita, Estados Unidos es todavía, de lejos, el principal responsable. Además de los efectos que ya están sucediendo, del cambio climático, es innegable que el COVID ha agudizado algunos y los ha puesto de presente de manera superlativa. Es también evidente que esta Cumbre COP26 no logrará tantos avances como los que necesitamos con urgencia, dada la ausencia de los mandatarios Chino y Ruso y la situación política interna del presidente de los Estados Unidos, Biden, quien demuestra un gran compromiso sincero , pero tiene una posición actual débil, como lo demostraron las elecciones para gobernador de Virginia en la que los demócratas perdieron , y de New Jersey, en la cual ganaron por muy poco, siendo Estados tradicionalmente demócratas. Así mismo, sus programas estrella están teniendo mucha dificultad en su aprobación en el congreso. El futuro político de los Estados Unidos se presenta muy difícil por cuanto Trump podría volver a la presidencia, deshaciendo seguramente la construcción minuciosa de la agenda de cambio climático de los Estados Unidos.
Los sucesos energéticos de los últimos meses, relacionados con el encarecimiento abrumador de la energía eléctrica en Europa y los cortes de electricidad en China, obedecen a la oferta insuficiente de gas y carbón principalmente. En el caso del gas es necesario preguntarse si Rusia de alguna forma deliberada lo está racionando para generar preocupación por el invierno muy frio que se avecina; en el caso del carbón, pareciera que las instrucciones de transición hacia energías “limpias” no está coincidiendo con la capacidad real de lograrlo y que todavía dependen ampliamente de los combustibles fósiles. Adicionalmente la OPEP juega su estrategia de controlar el volumen producido por sus países asociados, que pueden hacerlo a costos muy bajos, forzando a que el precio marginal sea el más alto posible. De esta manera, además de ganar mucho más, también generan una percepción de necesidad de mantener los combustibles fósiles por más tiempo. La intención de los actores productores de energéticos fósiles puede ser la de que se sienta que todavía no estamos listos para el salto energético hacia otro tipo de energías sin aportes de efecto invernadero. Esta posición contrasta frente a la de la AIE, Agencia Internacional de Energía, la cual recientemente expresó que la transición energética podría hacerse con los pozos y minas existentes, sin necesidad de nuevas exploraciones y sin el “fracking”. La pandemia ha tenido impacto importante en los costos de producción de las celdas fotovoltaicas y las turbinas y aspas eólicas, retrasando también su implementación.
Hay voces que reclaman acelerar y otras desacelerar la transición. Hay tensión y diferentes puntos de vista. Una de las alternativas que puede cobrar fuerza es sin duda la energía nuclear, -promovida entre otros por Bill Gates-, que ha evolucionado suficientemente en su versión de fisión, es decir de ruptura de átomos, para ofrecer más seguridad tanto en su operación como en la disposición de los residuos nucleares, para dejar atrás las experiencias de Chernobyl, Three Miles Island y Fukushima, que crearon una prevención enorme acerca de sus riesgos. Además se estima que en diez años la fusión, la unión entre átomos, será una versión más segura y eficiente de la energía atómica. Otra opción novedosa es la producción de hidrógeno verde, sobre la cual se han disparado procesos de alistamiento de tecnologías para su escalamiento. Países como Colombia y Chile tienen esta opción con verdaderas ventajas comparativas.
Ante todos esos escenarios, es necesario revisar la posición colombiana ante el cambio climático. Para ello, sirve analizar las principales fuentes de gases de efecto invernadero tanto a nivel internacional como de nuestro país, para identificar mejor nuestros retos, oportunidades y urgencias y lo que podemos esperar de Glasgow 2021 y hacia el futuro en estos temas a nivel internacional. Mientras que a nivel mundial[1] la producción de cemento, acero y plásticos es la fuente más grande de emisiones de gases de efecto invernadero ( alrededor del 31%), y la generación y consumo de electricidad el segundo (27%), los cultivos y la crianza de animales domésticos para el consumo ocupan el 19% , el transporte en todas sus formas el 16% y la calefacción y enfriamiento de edificaciones ocupa el 7% , la situación de Colombia es bastante diferente: la deforestación, cambios de uso del suelo y la agricultura con químicos contribuyen con el 54% , la industria el 15%, el transporte el 13% y la energía y minería el 16%.
Además, necesitamos prepararnos mejor para enfrentar los problemas que ya está trayendo el cambio climático en Colombia, pues somos uno de los 11 países más afectados, según estudios de seguridad de los Estados Unidos. Por ello, debemos avanzar en fórmulas que permitan tanto contener el cambio climático, como atender la pérdida de la biodiversidad y cobertura vegetal, así como la coincidencia de intereses con los demás países, específicamente con los que han sido más responsables del cambio climático, para ofrecer una doble ganancia, para ellos y para nosotros. Debemos convertirnos en una gran oportunidad de captura de gases de efecto invernadero y a la vez de regeneración de la naturaleza.
Nuestra prioridad concreta, tanto desde el punto de vista de cambio climático, como de pérdida de la biodiversidad y de equidad social, debe ser la de minimizar, eliminar el conflicto de usos del suelo en Colombia, lo cual puede coincidir plenamente con la preocupación internacional sobre el cambio climático. Es fundamental que nos enfoquemos en replantear la ganadería extensiva por Sistemas Agrosilvopastoriles[2], porque nos permitirían reducir esta actividad altamente generadora de gases de efecto invernadero , de 41 millones de hectáreas a 10 millones de hectáreas, y por lo tanto podríamos dedicarlas a su verdadera vocación de agricultura o cobertura forestal cultivada o natural con una disminución muy significativa de dichos gases, porque el cambio de la dieta alimenticia y la recirculación de nutrientes emitirían menos cantidad, cumpliendo tres objetivos estratégicos vitales: regenerar la biodiversidad , aumentar la productividad y generar oportunidades más dignas de vida de nuestros campesinos. Esa es nuestra prioridad ambiental principal específica: minimizar el conflicto de usos del suelo que resultó tanto de la tradición de despojo de las tierras indígenas desde la colonia, como del conflicto armado muy violento de los últimos 60 años del país. es inaplazable el cumplimiento del punto 1 de la agenda de paz, de asignar 3 millones de hectáreas a los campesinos pobres y legalizar, formalizar otros 7 millones incluyendo la restitución de tierras de la más sangrienta contra-reforma agraria del mundo de los últimos cincuenta años. Hacerlo significa transitar por el camino correcto tanto hacia la paz social como la paz con la naturaleza, pero no es suficiente.
En Colombia, requerimos actuar mucho más rápida y profundamente frente a peligros que ya se identifican. Nuestro foco principal debe ser atender la vulnerabilidad de dos regiones: La Andina y la Caribe, que dependen en alguna dimensión de lo que suceda en la Amazonia, en la cual, aunque aún una gran masa y extensión de cobertura natural, está siendo talada a gran velocidad. La desertización del caribe colombiano, que ya empieza a ser el más afectado por el cambio climático y la pérdida de cobertura vegetal y la erosión asociada a los cambios de uso de la región andina son problemas crecientes a atender con suma urgencia y tienen relación con la amazonia como planteamos en seguida. El meteorólogo brasileño Nobre y su equipo identificaron que las nubes que se forman inicialmente en el Océano Atlántico de Brasil y que irrigan finalmente los Andes Colombianos permitiendo nuestra fortaleza hidroeléctrica, están en riesgo, pues la dinámica de deforestación actual en la amazonia, cortará dicha circulación . A medida que los vientos alisios del sureste empujan las nubes para cruzar la amazonia, se precipitan varias veces en lluvia inducida por la misma selva, que emite gases y nanoparticulas que ascienden hasta las nubes y forman las gotas que se convierten en lluvia, haciendo que este proceso se repita sistemáticamente. Sólo en la medida que haya selva, podrán darse repetidamente estos ciclos de realimentación de las nubes, que finalmente llegan a los Andes colombianos y se descargan en las montañas y llenan los embalses, brindando agua para los acueductos de Bogotá y para varias hidroeléctricas. Las aguas que llevan los Ríos Magdalena y Cauca hacia el caribe son fundamentales para mantener todos los ecosistemas de manglar de las ciénagas costeras como la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Necesitamos entonces tres acciones estratégicas radicales: la primera y más obvia es lograr que pare la deforestación en los dos países, lo cual requiere una profunda negociación con el Brasil actualmente regentado por Bolsonaro y muy seguramente la presión ciudadana y gubernamental mundial sirven en este proceso. Brasil adelanta la iniciativa de aprovechar las sabanas con árboles diseminados de El Cerrado, que ha resultado en un impresionante aumento de la producción y la productividad agropecuarias, aunque sacrificando parcialmente algunos servicios ecosistémicos; la transformación de El Cerrado debe ser suficiente para frenar la expectativa equivocada de transformar la Amazonia en potreros y cultivos pues su ecosistema diferente no permitiría lo que se ha logrado en este ecosistema de sabana. Nuestra mejor diplomacia debe aplicarse en ese sentido.
En el caso de Colombia, el aprovechamiento sostenible de la Orinoquia, que contiene sabanas con alguna similitud a las de El Cerrado, podría ser la alternativa para convencer a los campesinos pobres que están en los frentes de deforestación, de salir de la amazonia, ofreciéndoles una mejor perspectiva en la legalidad. Debemos enfrentar de manera más integral a los deforestadores actuales de Guaviare que avanzan despiadadamente hacia Chiribiquete, sustrayendo la mano de obra de los campesinos que están en la “primera línea” de motosierras, ofreciéndoles a ellos y a los sembradores de coca un proyecto de vida que sea realmente un cambio de perspectiva en el cual las alianzas público-privadas lo ofrezcan y cumplan; sólo así podrían tener justificación proyectos como los de las ZIDRES, zonas de interés de desarrollo rural social y económico. Si bien la acción militar y policiva es vital para contenerlos y la operación Andrómeda cumple ese fin de manera inmediata y confrontacional, es necesaria la presencia real del Estado con todas sus instituciones , en actitud constructiva en las zonas de coca, minería del oro y de deforestación con ganadería extensiva, que buscan control del territorio para sus rutas ilegales como oportunidades de futura especulación bajo el supuesto que se convertirán a ganadería y grandes monocultivos como en el caso Brasileño. Todo ello requiere inversión, acción permanente y coordinada del Estado para sustraer a los campesinos de las manos de los criminales.
En segundo lugar, necesitamos conseguir los recursos para ello. Por eso, es necesario avanzar a nivel internacional en el cambio de deuda externa, como lo plantea Argentina, para atender los retos arriba planteados, de tal manera que solucionen varios aspectos en un solo proyecto. Colombia ya vivió en 1992, una valiosa experiencia de DEBT SWAP, consistente en reemplazar el pago de intereses de la deuda externa, por la ejecución de proyectos de protección ambiental y de la niñez. En esta ocasión serían totalmente dedicados a la lucha contra el cambio climático en Colombia. Tenemos una deuda pública del 65,38% del PIB para el 2020, lo cual equivale a 3.085 € por persona (ascendió de 52,35% y 3602 Euros por persona en 2019)[3] de lo cual alrededor de la mitad es deuda externa. Es fundamental que en Glasgow se avance más en esa dirección hasta el punto que nuestro servicio de la deuda, hoy del 21.4 % del total del presupuesto general de la nación, sea renegociado para que durante un periodo de 10 años asignemos la deuda externa a proyectos de mutuo beneficio entre nuestros acreedores financieros pero deudores de cambio climático y nosotros como país deudor de empréstitos oficiales y préstamos privados, con gran potencial de captura y de prevención de emisiones de gases de efecto invernadero.[4]
En tercer lugar, otra acción, más compleja pero de gran significación, es la de “renegociar” el porcentaje del presupuesto nacional dedicado a defensa y seguridad, pues actualmente es del 12,3% del PGN , mientras que otros países con problemas y riesgos equivalentes o mayores invierten la mitad. La situación actual del Presupuesto General de la Nación es dramática: Justicia cuenta con el 1% del presupuesto nacional; Ambiente cuenta con el 0,20% y Ciencia, Tecnología e Innovación con el 0,09% para el 2022. Somos en ese sentido una “nación fallida”, pues nuestra asignación es profundamente equivocada. Requerimos concertar con las fuerzas armadas y la policía una transición transformadora de estas instituciones, en la cual logremos que el 40% de ese 12,3%, es decir, alrededor de un 5% del PGN, sea redireccionado dentro de las mismas fuerzas armadas y policía a Investigación, deporte, cultura, ambiente y justicia, de tal manera que nuestros soldados y agentes se capaciten y adquieran destrezas y actitudes cada vez más hacia la paz. Si todas ellas contienen una visión de desarrollo sustentable, de protección y regeneración de la naturaleza como elemento fundamental para garantizar la reconversión hacia ganadería y agricultura regenerativas y ciudades sustentables, podríamos plantear que esa es nuestra contrapartida. Todo recurso del PGN que dediquemos a convertir las fuerzas armadas y la policía en los mejores agentes de la protección ambiental y cultural, no desde una mirada punitiva sino de acercamiento a las comunidades, tiene una enorme valía social, cultural y ambiental. Así se propuso en su momento en el acuerdo de paz y como resultado el 7% de las regalías se dedican a los municipios PDET.
Países como Colombia, que tienen la doble condición de exportar combustibles fósiles como el carbón y el petróleo y que cuentan con posibilidades interesantes de generación eólica y solar principalmente, también empiezan a plantearse las alternativas de hidrógeno verde principalmente, aunque el hidrógeno azul[5] y gris se encuentran dentro de las opciones. Chile lidera las expectativas de producción de hidrógeno verde en el desierto de Atacama, mientras que en el salar de Uyuní en Bolivia se debate el impacto ambiental de la extracción del litio por el riesgo generado en la demanda muy alta de agua para el proceso. Los casos de minas de oro como Santurbán y de cobre como la proyectada en Quebradona en Antioquia, han generado también mucho conflicto como manifestación de la descoordinación institucional entre los niveles nacional y municipal. La ANLA ha archivado el proceso ante la protesta ciudadana.
Es necesario tener claro que cualquier opción energética conlleva ventajas, costos y riesgos, que es necesario sopesar rápidamente para tomar las mejores decisiones. En Colombia la alternativa de uso del fracking para la extracción del petróleo también plantea una protesta grande ante los riesgos de microsismicidad, contaminación de acuíferos y alta demanda de agua para la operación; la extracción de carbón también conlleva costos y tensiones como las de la desviación del arroyo Bruno en el Cerrejón o el caso de la minería de Oro de Santurbán, cerca a Bucaramanga, en la cual compiten el agua para la ciudadanía o la ganancia privada. En el campo de las energías renovables, se incuba un riesgo grande para los proyectos eólicos en la Guajira, proveniente del descontento de las comunidades indígenas por la instalación de más de 2700 torres de viento, un impacto mayúsculo del paisaje y de la movilidad tradicionalmente libre, por las restricciones de paso que se impondrán pero principalmente por el arreglo “cicatero”, egoísta que hicieron las compañías a los indígenas, respecto de los beneficios que percibirán; se hubiera esperado una propuesta novedosa de participación en la propiedad o por lo menos en las utilidades, bajo el compromiso de su inversión en elevar la calidad de la vida Wayuu. En el caso de los proyectos de energía solar debemos anticiparnos a la protesta por el uso del suelo de tierras agrícolas para la instalación de proyectos de energía solar; podemos innovar con instalaciones de mayor altura para permitir cultivos que se beneficien de la sombra que brindan los paneles. Las nuevas energías tienen también efectos ambientales y sociales adicionales a considerar, porque requieren minerales para su construcción.
Es necesario mantener una perspectiva Colombiana con gran altura ética y realismo. En primer lugar es necesario apartarse de cualquier reclamo con apariencia de “chantaje” al estilo Bolsonaro. No se trata de amenazar con la destrucción de la cobertura vegetal de la amazonia si no recibimos recursos a cambio de su protección; no se trata tampoco de reclamar que tenemos “derecho al desarrollo” con contaminación, imitando un modelo que ha demostrado que es totalmente fallido en dos grandes dimensiones: en la sostenibilidad ambiental planetaria y en la equidad mundial. Tampoco podemos renunciar a desarrollarnos, pero con un modelo diferente, que logre romper la creencia que para vivir mejor hay que destruir la naturaleza y explotar a los demás. La acumulación privada sin límites en un planeta con límites eco-sistémicos cada vez más claros, es una posición insostenible ética y pragmáticamente. El desarrollo requiere por tanto ser redefinido profundamente desde su base conceptual, apelando a la filosofía, a la ética, a la estética de la vida, pues debemos rehacer una visión más empática con todas las formas de vida, con nuestros semejantes, con nuestras comunidades y sociedades humanas, de gran desigualdad actual y con nuestros ecosistemas que nos soportan. Es que debemos hacer el curso acelerado, de urgencia, de integrarnos realmente, de ser parte integrante de la naturaleza, aun reconociendo que nosotros somos los únicos organismos vivos capaces de alterar profundamente los ciclos energéticos y biogeoquímicos naturales.
Nuestra actitud en Glasgow debe ser la de ofrecer alternativas reales de contribución a la solución inmediata, ofreciendo que Colombia puede capturar grandes cantidades de gases de efecto invernadero si revertimos nuestro patrón de usos del suelo, de una ganadería extensiva a sistemas agrosilvopastoriles, que nos permitirían reducir a una cuarta parte el área dedicada a dicha actividad, liberando el resto para regeneración natural y para reforestación. Además acertaríamos en triple dimensión: captaríamos gases de efecto invernadero, regeneraríamos biodiversidad y mejoraríamos las condiciones de la vida campesina al ofrecer ingreso, empleo verde a nuestros conciudadanos rurales. Hacia un futuro más mediato debemos avanzar hacia la sustitución de carne bovina por la de otras especies menores y de los componentes de los concentrados animales tales como la harina de pescado por harina de insecto y los granos transgénicos importados por producción nacional con mayor diversidad; y obviamente hacia la “carne vegetal” y más adelante explorar la carne sintética, producida en laboratorio. Si bien suena a utopía, son caminos a recorrer más pronto de lo que suponemos. Colombia debe brillar por su propuesta proactiva y por su sínderesis y coherencia en el cumplimiento de los compromisos y concertaciones que se logren. La sociedad civil de la “cumbre de las gentes” paralela a la gubernamental de Glasgow nos representa y estaremos muy atentos a sus conclusiones y propuestas para hacerlas cumplir en el país; la solución del cambio climático excede ya ampliamente a la burocracia y es cuestión de vida; los ciudadanos de todo el mundo debemos pararnos y caminar más, marchar más, incidir más , sin violencia, para hacer un mundo mejor que el que hemos construido/destruido hasta ahora. Somos capaces; necesitamos cambiar y lo debemos hacer, por los hijos y nietos y, ahora, por nosotros mismos.
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[1] Fuente: Bill Gates, Cómo evitar la Catástrofe Climática? 2020
[2] Los Sistemas Silvopastoriles fueron desarrollados por el CIPAV, con apoyo de Colciencias; han sido adoptados por la Universidad Nacional, el CIAT y Fedegán, pero todavía en una escala muy reducida. Los sistemas agrosolvopastoriles, que incluyan cultivos de proteína y forrajeras para prepararse ante etapas muy severas de sequía, existen de manera muy casuística. Serán crecientemente necesarios ante la variabilidad climática.
[3] Fuente: https://datosmacro.expansion.com/deuda/colombia#:~:text=Aumenta%20la%20deuda%20en%20Colombia,euros169.312%20millones%20de%20d%C3%B3lares%2C.
[4] Es importante tener presente que el 52% de la deuda colombiana es interna en forma de TES y otras figuras financieras nacionales
[5] El hidrógeno verde es enteramente producido con energías renovables; el hidrógeno azul es producido a partir de combustibles fósiles pero con captura de gases de efecto invernadero; el hidrógeno gris es el producido a partir de combustibles fósiles sin captura de gases de efecto invernadero.
Carlos Hildebrando Fonseca Zárate, Corporación SIMBIOSIS
Foto tomada de: El Tiempo
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