Con la pandemia del covid-19 la economía mundial se desplomó en el año 2020. En efecto, el PIB mundial decreció en un -3.5 por ciento, y un -6.8 por ciento en el caso de Colombia, después de haber alcanzado tasas de crecimiento del 2.8 y 2.9 por ciento, respectivamente, en el bienio 2018-2019 (Cuadro 1). Este revés produjo una reducción sustancial del Producto Interno Bruto por habitante, al punto en que en el año 2020, de acuerdo con el Banco Mundial, cayó en un -4.4 por ciento a nivel mundial, -8.9 por ciento en la India, -5.1 por ciento en los países de la Ocde, -3.8 por ciento en Estados Unidos, -7.5 por ciento en América Latina y el Caribe, -7.8 por ciento en Colombia, en contraste con el caso de China que creció un +2.0 por ciento. Estas caídas del PIB por habitante son las mayores observadas desde la Gran Depresión y superan claramente las registradas en la pasada crisis financiera a finales de la primera década del presente siglo o durante la crisis de la deuda en América Latina y el Caribe a mediados de los ochenta del siglo pasado (Gráfico 1).
Sin embargo, en lo corrido del año 2021, las diferentes economías del mundo han venido recuperándose, aunque con diferencias entre grupos de países. Es posible constatar que el nivel de recuperación está asociado tanto con el apoyo gubernamental brindado durante la crisis pandémica como con el avance del proceso vacunación. En efecto, como lo ha señalado la Ocde (2021): “En muchas economías avanzadas, cada vez son más las personas vacunadas, el estímulo del gobierno está contribuyendo a impulsar la demanda y las empresas se están adaptando mejor a las restricciones impuestas para contener la propagación del virus. Pero en el resto del mundo, incluidas numerosas economías emergentes en las que el acceso a vacunas y la capacidad de apoyo del gobierno son limitados, la recuperación económica será modesta”. Así, por ejemplo, en la zona euro el crecimiento en el segundo trimestre de 2021 fue de 14.3 por ciento, y del 6.6 por ciento en Estados Unidos.
1. Persistencia de la elevada desigualdad de ingresos laborales
En Colombia el crecimiento económico del primer y segundo trimestres del presente año 2021 fue de 1.1 y 17.6 por ciento, respectivamente, para un crecimiento semestral de 8.8 por ciento. El crecimiento del tercer trimestre si bien fue de 13.2 por ciento –inferior en una cuarta parte respecto del observado en el segundo trimestre– para un crecimiento interanual del 10.3 por ciento. No obstante, con respecto al PIB del tercer trimestre de 2019 el crecimiento alcanza apenas un 2.1%. Ello al punto de que el PIB por habitante en el tercer trimestre de 2021 aún es inferior al correspondiente de 2019 en un 0.62%.
Con el agravante de que se mantienen los elevados niveles de desigualdad –que resultaron agudizados con la pandemia–, como en el caso del ingreso laboral, por ejemplo, como una consecuencia del modo de desarrollo caracterizado por una muy alta informalidad, salarios e ingresos precarios para la mayoría de la población ocupada, entre otros. Actualmente, el 50% de los ocupados con menores ingresos, es decir 10 millones 846 mil 100 ocupados, reciben el 16% del ingreso laboral total en el país, mientras que el 1 por ciento con los ingresos laborales más altos (217 mil 849 ocupados) concentra el 12%.
De acuerdo con los microdatos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (Geih) del Dane, antes de la pandemia, a diciembre de 2019 el coeficiente de Gini de los ingresos laborales era de 0,5081. Con la irrupción de la pandemia a agosto de 2020 alcanzó 0,5389 y en el tercer trimestre de 2021 en medio de la recuperación continuó siendo muy elevada la concentración de ingresos salariales en relación a 2019 con un nivel de 0,5238. En ese orden de ideas, los altos crecimientos económicos del segundo y del tercer trimestre no han logrado todavía contrarrestar la agudización de la inequidad observada con la pandemia.
2. Mantenimiento de altas tasas de desempleo abierto y de inactividad
Aún más, la reactivación económica de 2021 no se ve reflejada en la evolución de la tasa de desempleo, la cual se ubicaba en el 14.4 por ciento en septiembre de 2021 (Gráfico 2). Del millón 998 mil empleos perdidos en septiembre de 2020 respecto al mismo mes del año anterior, en septiembre de 2021 se habían recuperado cerca de un millón 497 mil, teniendo todavía cerca de 500 mil nuevos desempleados respecto a los que se tenían en septiembre de 2019. Pero con el grave ingrediente adicional de que el número de inactivos ha aumentado en un millón 41 mil personas entre septiembre de 2019 y septiembre de 2021.
En consecuencia, en este estos dos años en referencia se ha agudizado la precariedad de ingresos de más de un millón y medio de personas –y sus respectivos hogares– que han sufrido el desempleo abierto o que han caído en inactividad económica, sin que hayan podido recuperar ingresos laborales –mujeres en una alta proporción debido a las mayores exigencias sufridas para el ejercicio de oficios de hogar y de labores de cuidado en medio de la pandemia–.
3. Restringida composición sectorial del crecimiento
Las actividades que mayor contribución han tenido en el crecimiento del PIB durante lo corrido del presente año, son: Alojamiento y servicios de comida que creció un 62% respecto al 2020, debido fundamentalmente a su drástica caída debida al confinamiento y a otras restricciones asociadas con la pandemia durante buena parte del año 2020; actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras actividades de servicios (40%); coquización, fabricación de productos de la refinación del petróleo y actividad de mezcla de combustibles; fabricación de sustancias y productos químicos (18%); actividades de atención de la salud humana y de servicios sociales (17%); reparación de vehículos automotores y motocicletas (15%); actividades profesionales, científicas y técnicas (9.4%); comercio al por mayor y al por menor (14.7%); transporte y almacenamiento (14%), y actividades de servicios administrativos y de apoyo (9%).
No sobra destacar que las actividades manufactureras y agropecuarias no se encuentran incluidas entre las de mayor crecimiento en los tres primeros trimestres de 2021, lo que resulta por demás diciente del modo del proceso de reactivación económica hasta ahora observado en el país.
Ello parece ser corroborado por el hecho de que la balanza comercial alcanzó un déficit de US$9.523 millones en comparación con US$6.177 y 6.890 millones en igual periodo de 2020 y 2019, respectivamente, y con un marcado incremento en el valor de importaciones, especialmente de manufacturas (representando cerca del 76 por ciento del valor total de importaciones) y alimentos y bebidas (con otra participación del 15 por ciento).
Entre las características destacadas de algunos de estos sectores dinamizadores como, por ejemplo, los de servicios de comida, reparación vehículos, otras actividades de servicios y actividades de comercio al por menor, se encuentran el alto grado de informalidad, así como la modalidad de contratación. Un factor dinamizador de dichas actividades ha sido el aumento de la demanda de los hogares que se había restringido con la irrupción de la pandemia en 2020 y el confinamiento.
Ahora bien, otros de los sectores como el de refinación de petróleo y combustibles se caracterizan porque su crecimiento responde, en particular en el corto plazo, a aumentos en los precios en el mercado internacional sin que ello implique un importante efecto directo sobre el aumento del número de empleados directos –aparte de que se distinguen por ser altamente intensivos en capital–.
De ahí que no era de prever, al menos en principio, que este tipo de crecimiento sectorial redujera en el corto plazo la elevada precariedad laboral de los ocupados, como se muestra adelante, ni que se disminuyera con mayor rapidez la tasas de desempleo e inactividad laboral, como se ilustró previamente.
Además, ha de resaltarse que ambas fuentes de crecimiento observadas en los tres primeros trimestres de 2021: aumento de la demanda de los hogares y del precio internacional del petróleo, y salvo eventos no previstos hasta ahora, no mantendrían el mismo dinamismo el año entrante 2022, por lo que se requerirán otros factores dinamizadores del crecimiento para asegurar la profundización de una reactivación que contribuya a superar lo más pronto posible al menos la crisis agudizada por la pandemia en los nueve últimos meses del año 2020.
4. Persistente precarización laboral
Del total de ocupados(as) a septiembre de 2021, el 53 por ciento dice tener contrato y el restante 47 por ciento no. Y entre los 11 millones 535 mil 958 con contrato, el 37 por ciento tiene contrato verbal y el otro 63 por ciento escrito. De los ocupados(as) que no tienen contrato, el 86 por ciento son trabajadores por cuenta propia. De igual manera, del total de ocupados(as), tan sólo el 34 por ciento dice estar cotizando a un fondo de pensiones, y del total de quienes tienen contrato el 63 por ciento cotiza a pensiones.
Así, entonces, el 41 por ciento de los ocupados son trabajadores(as) por cuenta propia en condiciones de informalidad, aparte de otro 7 por ciento que tampoco cuenta con contrato laboral. Además, otro 20 por ciento de los ocupados(as) labora bajo contrato verbal, por lo que cerca de un 70 por ciento de los ocupados(as) en el país no cuenta con las debidas garantías prestacionales. Y ello se agrava aún más con el deterioro en los ingresos laborales de las personas ocupadas.
5. Deterioro de ingresos laborales de los y las ocupados(as)
La Gran Encuesta Integrada de Hogares consulta mensualmente sobre el ingreso laboral de las personas ocupadas. Con base en los micro datos se presenta la evolución de los ingresos para los años 2019, 2020 y 2021: prepandemia, pandemia y transición postpandemia.
El ingreso laboral promedio de los ocupados(as) en agosto de 2020 se redujo en un 18.2 por ciento respecto al mes de diciembre de 2019. Aunque para el mes de agosto de 2021 el dicho ingreso promedio había ascendido 20.9 por ciento respecto al del mismo mes del año 2020, el ingreso laboral promedio de agosto de 2021 aún se encontraba un 1.1 por ciento por debajo del respectivo al mes de diciembre de 2019.
Al clasificar los ingresos laborales de las personas ocupadas con base en la metodología utilizada por el Dane en pobres (ingreso diario de $11 mil), vulnerables ($22 mil/día), clase media (entre $653.781 y $3´520.360 al mes) y clase alta (ingresos mensuales superiores a $3´520.360), se tiene que los ocupados en situación de pobreza aumentó en un millón 100 mil personas dado que su ingreso laboral promedio se redujo en un 9.2 por ciento entre diciembre de 2019 y agosto de 2020.
La reducción más importante, en número, en tal periodo se dio en la clase media, la cual se contrajo en cerca de dos millones 400 mil personas. Algunas de ellas se mantuvieron laborando en la vulnerabilidad o en la pobreza, mientras que otras fueron expulsadas al desempleo. Cabe anotar que en diciembre de 2019, cerca del 78 por ciento de la clase media tenía un ingreso laboral inferior a un millón y medio de pesos mensuales, y 50 por ciento uno igual a un millón de pesos, develando la alta fragilidad de estas personas a caer en la vulnerabilidad o en la pobreza en una situación de crisis como la vivida con la pandemia del covid-19.
Ahora bien, en lo que va corrido del presente año 2021, la recuperación de los ingresos laborales promedio ha sido relativamente más favorable o bien para quienes se encuentran en los niveles bajos de ingreso, en situación de pobreza, con un aumento del 6.6 por ciento, pero claramente insuficiente en la medida en que se había reducido en un 9.2 por ciento entre diciembre de 2019 y agosto de 2020, o bien para los de mayores ingresos (con uno del 5%). Entre tanto, los ingresos de la clase media tan sólo han crecido un 0,8% y un 1,1% en el caso de ocupados(as) en situación de vulnerabilidad.
A manera de reflexión
En consecuencia, un patrón de crecimiento económico como el que se ha registrado con el proceso de reactivación en los tres primeros trimestres del año 2021, se caracteriza no solamente porque no ha alcanzado todavía a contrarrestar la crisis acaecida en los nueve últimos meses del año 2020 a raíz de la pandemia del covid-19, sino porque tampoco ha llegado a la mayoría de la población colombiana ni por la vía del empleo ni de los ingresos, además de perpetuar tanto la fragilidad del sistema de protección y seguridad social como la precariedad del sistema laboral bajo el cual se encuentra laborando la mayoría de ocupados en Colombia.
Ante estas circunstancias, resalta una vez más la necesidad de repensar el modelo y modo de desarrollo que ha de promoverse en el país en clave de inclusión y cohesión sociales, de un Estado social de derecho y de una democracia sustantiva moderna y deliberativa en el marco de la Constitución de 1991.
Luis Jorge Garay Salamanca & Jorge Enrique Espitia Zamora
Foto tomada de: RPP
Marcelo Torres says
Excelente análisis. Muestra el peso enorme de la informalidad, la precariedad y la pobreza, que padece el conjunto de la fuerza de trabajo en su conjunto en Colombia