«Deje de mimar a los super-ricos».
Warren Buffet
Agosto 14 de 2011
El desbalance socioeconómico que vive el país no es completamente atribuible a la pandemia. Caen en severo error quienes así lo consideren. La pandemia lo que hizo fue profundizar los males y acelerar la caída del ciclo, pero evidentemente la economía colombiana mostraba serios problemas desde hacía rato –por lo menos desde hace ocho años, aunque en el fondo ya suma tres décadas–. Además, viene arrastrando saldos negativos en materia fiscal y con el sector externo, lo que se palpa en la coexistencia de los déficits gemelos. Asimismo, los severos problemas para generar empleos de calidad tampoco son atribuibles a la pandemia.
Sumado a lo anterior, los gobiernos y sus coaliciones parlamentarias han demostrado su incapacidad para corregir la desigualdad y la pobreza por la vía más expedita: la tributación progresiva. Las 15 reformas tributarias aprobadas desde 1990 –sin contar la reciente reforma aprobada en 2021– son la mejor evidencia de que, no sólo no han querido mejorar la redistribución del ingreso, sino que han sido leales a sus financiadores. Parafraseando a Buffet, han mimado demasiado a los super-ricos.
Una evidencia que demuestra cómo los han mimado en Colombia se halla en el estudio de Alvaredo y Londoño (2014), donde encontraron que el 1% más rico del país participaba del 20% del ingreso total en 1993 y en 2010 seguían con el mismo nivel de participación. De esta forma los autores demostraron que ninguna de las 7 reformas tributarias implementadas en dicho periodo había sido capaz de tocar o modificar las rentas más altas. La leve caída que sufrieron las rentas de los ricos entre 1997 y 2001, se explica por la crisis económica de finales de los noventa, más no, por alguna reforma tributaria progresiva, pues cuando el ciclo retoma su fase de crecimiento, las rentas recuperan el nivel de participación que tenían, tal como se puede apreciar en el gráfico.
Justamente dicha crisis económica no la pagaron los ricos, ya que el ajuste vino por cuenta de un conjunto de reformas laborales y salariales, entre otras, que apretaron bastante los ingresos de los trabajadores, impidieron el ahorro y debieron trabajar jornadas nocturnas a precio diurno.
Esta situación, que goza de suficiente ilustración académica y científica, lo que demuestra es que hasta antes de la pandemia el costo del ajuste económico por las crisis lo han tenido que pagar los trabajadores con sus ingresos, salarios, tributos y tiempo; mientras que los ricos y super-ricos han gozado de beneficios y exenciones que los pone incluso con una baja tasa efectiva de tributación, demostrando que en efecto se han mimado sobremanera.
Ahora con la pandemia, muchos pensamos que había llegado el momento de poner en cintura este desbalance social y económico. Pero no fue así, nos equivocamos.
Con la declaración del confinamiento y la parálisis de la producción, millones de personas perdieron sus empleos y tuvieron que confinarse sin ingresos. De aquí que los datos más recientes del Dane sobre el pulso social revelen que, de 7,2 millones de hogares que consumían 3 comidas diarias antes de la pandemia, en septiembre pasado sólo 5,6 millones pudieron acceder a ellas, es decir, 1,6 millones de hogares cayeron a 2 comidas diarias. Esto puede representar cerca de 6 millones de personas.
De aquí que los datos de pobreza y vulnerabilidad revelados por el Dane indiquen que 7,3 de cada 10 personas se encuentran en dicha condición. Con razón, el Banco Mundial vuelve a confirmar que Colombia «tiene uno de los niveles más altos de desigualdad de ingresos en el mundo; el segundo más alto entre 18 países de América Latina y el Caribe, y el más alto entre todos los países de la OCDE» (Banco Mundial, 2021, p. 6).
Esto ya se sabía, pero ahora el Banco Mundial lo reconfirma; sin embargo, aun conociendo esta situación, el gobierno de Iván Duque propuso una reforma tributaria que volvió a mimar a los ricos al no promover una tributación progresiva; pero en cambio, sí se atrevió a proponer más impuestos al consumo por la vía del IVA, lo que tenía serios impactos negativos en las familias pobres y vulnerables, que se sobreentenderá, ya son la mayoría de los colombianos.
Solo la insensatez puede explicar semejante canallada. Como todos saben, la propuesta de Duque provocó la reacción y el rechazo social, lo que hizo que la reforma fuese retirada, pero con un altísimo costo social; pues murieron más de cien personas entre mayo y junio, además de los cientos de heridos y de personas que perdieron sus ojos, así como los que fueron capturados y que hoy enfrentan líos judiciales.
Esto se pudo haber evitado presentando una reforma tributaria progresiva y no regresiva, pero también habiéndose discutido el pliego de peticiones que el Comité de Paro había presentado en 2019, justo antes de la pandemia. El gobierno no quiso dialogar sobre dicho pliego, lo que pudo haber servido como medio para evitar tantas calamidades y tragedias.
Tras el fracaso del intento de reforma, el gobierno presenta la “nueva” reforma, que ni es lo uno, ni lo otro. Es una reforma que tampoco es capaz de poner a tributar a los altos ingresos, dejando entonces el costo del ajuste nuevamente en los trabajadores. Dicha reforma tributaria fue aprobada en septiembre de este año y así se perdió la posibilidad de que el costo del ajuste fuese cargado, no solo sobre los que más tienen, sino sobre los que nunca han contribuido como debieran.
Ahora el país se encamina hacia otra discusión vital para millones de hogares, la discusión del salario mínimo. Se llega a esta discusión con la idea del gobierno de que los trabajadores ganan demasiado y que el país tiene uno de los salarios más altos del mundo, como se atrevió a decir el ex ministro Carrasquilla, ahora rencauchado por el gobierno en el Banco de la República. Nombramiento reprochable desde todo punto de vista.
Pues, contrario a lo que piensa el gobierno y muchos analistas y economistas, el salario mínimo en Colombia no es alto. Las diversas maneras en que lo han expresado, no solo es indignante, sino que refleja desfachatez y cinismo. Eso demuestra que viven y gobiernan para otro mundo, aunque en el fondo, es evidente que la intención es inclinar la balanza del ajuste sobre los trabajadores a través de un estrecho aumento del salario mínimo.
Confiemos en que las discusiones sean lo suficientemente amplias, pero especialmente, que se reconozca que el costo del ajuste no lo han asumido los ricos y super-ricos, ni los que deberían asumirlo. En consecuencia, tampoco lo deberían asumir los trabajadores y asalariados, pues sería exponer a más hogares a condiciones de vulnerabilidad y pobreza.
Finalmente, si todos los análisis serios coinciden en reconocer que Colombia es un país desigual y que los ricos y super-ricos han sido demasiado mimados; es hora de revertir esta tendencia, lo cual es un asunto que tendrá que evidenciarse en las próximas elecciones parlamentarias y presidencial.
Jorge Coronel López, Economista, Mg. en Economía, Columnista Diario Portafolio
Foto tomada de: Tal Cual
Alcides Gómez says
El artículo muestra con evidencia empírica cómo el ajuste se ha hecho sobre los hombros de los trabajadores, disminuyendo su participación en el ingreso total, con aumento de a desigualdad al límite, a niveles de inequidad, al poner en riesgo la vida, violación flagrante de los derechos humanos!
Gilberto galvis jimenez says
Muy acorde su punto de vista con la realidad que vivimos.
Jorge Iván Díez says
Excelente apreciado Jorge. Felicitaciones de gran utilidad para la discusión que se viene del salario mínimo.