La inmensa expectativa generada se debió a que los partidos, integrantes de la MUD, Acción Democrática, el Copei, Primero Justicia y Voluntad popular, otrora los más radicales partidos de la oposición de extrema derecha, autodenominados el G4, regresaron a la mesa de diálogo auspiciada por el gobierno mexicano y, con la mediación del gobierno de Noruega, firmaron un acuerdo para retomar los causes de la institucionalidad venezolana y regresar a la lucha política electoral, pacífica y democrática, que permitió, tanto al gobierno, como a los impetuosos opositores, comprometerse con realizar y participar en dichas mega elecciones sometidos a la Constitución política y bajo reglas de juego transparentes, justas y creíbles.
Para una mejor comprensión de este acontecimiento político, es necesario tener en cuenta tres antecedentes inmediatos. En primer lugar, la recomposición del Consejo Nacional Electoral-CNE- como producto del acuerdo con los sectores disidentes de la oposición violenta, conformados hoy como Alternativa Democrática. En segundo lugar, las elecciones realizadas en diciembre de 2019 para conformar la nueva Asamblea Nacional, que dejó sin vigencia legal, por vencimiento de su periodo, a la Asamblea Nacional que, contra la Constitución Nacional, los principios democráticos y el derecho internacional, proclamó a Juan Guaidó como “presidente Interino de la República Bolivariana de Venezuela”; acción auspiciada por el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El G4 se abstuvo de participar en aquellas elecciones y se negó a reconocer la legitimidad de la nueva Asamblea Nacional.
En tercer lugar, el acuerdo de México, que incluyó el reconocimiento de la legitimidad del presidente Nicolás Maduro, del nuevo CNE y de la nueva Asamblea Nacional. Hecho histórico que constituyó la primera gran derrota de la MUD que, implícitamente evidenció su renuncia a la exigencia de realizar elecciones presidenciales inmediatas y desnudó el fracaso de sus aventuras golpistas, del clamor persistente por una intervención militar de los Estados Unidos, sus aliados la Unión Europea y de algunos gobernantes latinoamericanos, de las acciones de sabotaje a la economía y la infraestructura petrolera, eléctrica y del suministro de agua potable, del bloqueo económico y el embargo de bienes del Estado Venezolano en el exterior, como la empresa Citgo en USA, Monómeros en Colombia, el oro en Inglaterra, etc., de cuyo saqueo, más el uso fraudulento de millones de dólares aportados por la agencia norteamericana USAID, acumularon grandes fortunas personales y causaron el mayor sufrimiento a la mayoría del pueblo venezolano.
En estas elecciones se inscribieron más de 70.000 candidatos/as pertenecientes a más de 47 partidos y movimientos políticos, incluidos los del llamado G4, del cual forma parte el partido de Juan Guaidó, Voluntad Popular, quien, seguramente obedeciendo órdenes del secretario de Estado, Antoni Blinken, llamó a la abstención pese a que su partido inscribió candidaturas en el marco de la MUD. Tan voluminosa participación, imprimió innegable carácter democrático a este proceso eleccionario incluyente. De las 70.000 candidaturas, tan solo unos 3.000 pertenecen a la coalición gobernante, el “Gran Polo Patriótico”, para elegir 3082 cargos.
El sistema electoral 100% automatizado fue sometido a riguroso control mediante 14 auditorías realizadas, antes de las elecciones, durante y después de las mismas, tanto por los/as más de 300 observadores/as internacionales provenientes de los cinco continentes, incluidos 136 pertenecientes a la Unión Europea, desplegados durante 45 días por todo el país, así como por miles de auditores de todas las fuerzas políticas que participaron en el proceso electoral.
La inmensa mayoría de los observadores electorales aseguraron que el proceso electoral fue limpio y transparente, con garantías para los/as aspirantes y para la población de Venezuela. Al respecto, resultan de gran importancia las declaraciones de Isabel Santos, parlamentaria jefe de la delegación de la UE, en las que legitimó las elecciones realizadas al afirmar que “después de todo lo que hemos estudiado y de las diferentes auditorías realizadas se puede concluir que el sistema electoral venezolano si es confiable”. Frente al injerencismo de EE. UU y la UE en Venezuela reafirmó “el carácter independiente, neutral e imparcial de la misión de observadores electorales de la UE” y expresó su respeto por la soberanía del estado venezolano al afirmar que “Las misiones electorales no son un instrumento de injerencia en los países y solo los venezolanos y las venezolanas y nadie más, en un proceso de diálogo político integral pueden decidir el futuro de su país”. (Telesur en vivo 21N)
Por su parte el canciller de la U.E Señor J. Borrell, dijo que “Estas elecciones se han organizado en mejores condiciones electorales, en comparación con los procesos anteriores, incluso a través de un CNE renovado, considerado como el más equilibrado de los últimos 20 años”. (Telesur en vivo 21N). De tal manera, la participación de la UE con la más numerosa delegación de observadore/as electorales y las declaraciones de Santos y Borrell, hacen expresa renuncia y deslinde de las políticas impuestas por los Estados Unidos, injerencistas, desestabilizadoras, de guerra económica y mediática, que han causado grave daño a la población venezolana.
En el mismo sentido se pronunció Oscar Laborde vocero del Parlasur, al declarar que “Los comicios realizados este domingo 21N en el país, reflejan una jornada que ha permitido que se exprese la voluntad popular”. Por su parte Nicolás Moscoso, jefe de la misión de la CEELA, declaró que “no se presentaron ni siquiera dudas sobre la transparencia del sistema y el proceso electoral”, agregó que “Ninguna de las organizaciones políticas, ni la prensa internacional, hacen en ningún momento, ninguna declaración, respecto a que pueda existir ningún fraude”.
Contrasta con estas declaraciones las emitidas por el secretario de Estado, Antoni Blinken, que según Argus Media “consideran que las elecciones no fueron libres ni justas” y que “Biden mantendrá las sanciones contra Venezuela, tras las elecciones del 21N”
Los resultados electorales arrojan la participación de un total de 8.942.151 votantes equivalentes al 42.6% del padrón electoral, reflejan una abstención equivalente al 57.4%. Pero, si como lo reiteran frecuentemente los medios de comunicación monopólicos, se encuentran fuera del país cerca de seis (6) millones de venezolanos/as, que no pueden votar en estas elecciones regionales, la votación de los residentes en el país asciende al 53% y la abstención se reduce al 47%, que sigue siendo alta.
El Gran Polo Patriótico obtuvo un total de 3.719.677, cerca de 2.000.000 de votos menos que los obtenidos en las elecciones de 2017, en tanto que, por los partidos de las oposiciones votaron 4.432.126, que constituyen una clara mayoría; de esta, los partidos de la MUD, que habían logrado una contundente victoria en las alecciones anteriores, resultaron minoritarios respecto del resto de minorías en las que se dispersaron las oposiciones, entre las que se destacan Alternativa Democrática, el partido Lápiz y el Partido Fuerza Vecinal, como oposiciones no violentas y defensoras de la lucha democrática y pacífica.
No obstante, con la votación obtenida la alianza Chavista se aseguró la vitoria en 20 gobernaciones de los 23 estados, contra solo tres de las oposiciones, una de las cuales correspondió a la MUD que perdió tres de las cuatro gobernaciones obtenidas en 2017 y, en 205 alcaldías municipales contra 117 de las oposiciones, que duplicaron las logradas en las pasadas elecciones. El triunfo es inobjetable desde el punto de vista político e incuestionable en cuanto que las elecciones fueron legítimas, transparentes y creíbles, no hubo impugnación alguna, como bien lo informaron las misiones internacionales.
Pero esta victoria, no puede ser objeto de triunfalismos chavistas, si se tiene en cuenta que con la drástica reducción de su votación pasó a ser la más grande de las minorías políticas que hacen presencia en el país. La sumatoria de los votos obtenidos por las oposiciones arroja una clara mayoría de estas, siendo la MUD la gran derrotada y los nuevos agrupamientos políticos, como la Alianza Democrática, que agrupa a los opositores que acordaron recomponer el CNE y participaron en las elecciones de 2019, el partido Lápiz y el partido Fuerza Vecinal, son las nuevas fuerzas políticas emergentes, que son de derecha, pero que optaron por la lucha electoral pacífica y democrática.
Hipotéticamente, una alianza de todos los sectores minoritarios, incluida la MUD, podría conducir a la convocatoria de un referéndum revocatorio del presidente Nicolás Maduro el año próximo, o, a un probable triunfo electoral en las presidenciales de 2024. Por ahora, una encuesta reciente arroja que el 56% de la gente no quiere saber de revocatorios. Debe quedar claro que ambas opciones serían políticamente distintas en participación a las elecciones que acaban realizarse. El problema estaría en que la división de la oposición fue radical y agresiva, en tanto que los jefes del G4, fueron sindicados de corrupción, enriquecimiento ilícito, responsables de las penurias sufridas por el pueblo venezolano y acusados de promover aventuras golpistas, un gobierno paralelo, injerencias extranjeras, la guerra económica, la incursión militar mercenaria, los intentos de magnicidio, claros atentados contra la constitución y la soberanía nacional, razón por la cual, recibieron un drástico voto de castigo.
En análisis inicial, con perspectiva autocrítica, sobre lo que pasó en estas elecciones, el politólogo Chavista Pérez Pirela, director de la plataforma virtual La Iguana.TV, planteó que es indudable que la abstención, que es un fenómeno coyuntural, aunque no es preocupante porque se mantiene en el comportamiento que han tenido en elecciones regionales anteriores, si tiene su peso en esta ocasión y debe sumarse al fenómeno, que es estructural y preocupante, del proceso de despolitización, que ha venido creciendo paulatinamente en el pueblo desde la partida de Hugo Rafael Chávez Frías, que se percibe un desencanto político progresivo respecto del crecimiento político del pueblo, vivido en los inicios de la quinta república, con la democracia participativa y protagónica en vida de Chávez. Hace notar que ha venido disminuyendo lentamente la participación y el respaldo al Chavismo y advierte que, cada vez más, “los venezolanos transitan de la acción política al apoliticismo”.
Señala que el PSUV ha mermado su sentido ideológico y se ha vuelto una maquinaria electoral, igual que los partidos de la contraparte, que el uso abusivo de la simbólica figura de Hugo Chávez la ha desgastado ideológicamente, porque el pueblo venezolano, aunque continúa condenando el bloqueo, las sanciones, la violencia y el robo del patrimonio venezolano, ha puesto en el centro de sus preocupaciones los problemas económicos, la pobreza, el hambre, los bajos salarios y los servicios públicos, como la escasez de agua potable, del gas, de la energía eléctrica, servicios básicos de recolección de basuras, carencias “que no se pueden ocultar con el discurso de las sanciones y la guerra económica” remarcó el analista.
Es verdad que se perciben inicios de reactivación de la economía, que la hiper inflación ha sido quebrada, también quebraron el bloqueo y las sanciones a PDVSA, que con el apoyo de Irán lograron reparar las centrales de extracción de petróleo y las refinerías, lo cual les ha permitido, pese al bloqueo, exportar cerca de un millón de barriles diarios, desde el pasado mes de junio y se acercan al autoabastecimiento de combustibles. Sin embargo, se ha retornado a la importación de productos que abastecen los mercados, pero que generan desequilibrio entre la economía de importación y la producción nacional y los bajos ingresos de los trabajadores principalmente del sector público con diferencias abismales frente a salarios del sector privado, que siguen siendo bajos, pero que oscilan entre 100 y 150 dólares mensuales. Es claro que la reactivación favorece a la empresa privada, gracias a la “ley antibloqueo” de signo claramente pro-capitalista, propuesta por el gobierno y adoptada por la Asamblea Nacional. Esta salida ha llevado a que reine un gran descontento entre los venezolanos, especialmente entre los pobres, que viven de la economía informal, y las clases trabajadoras, el cual se reflejó en los resultados electorales del “Gran Polo Patriótico”, que sustenta al gobierno Chavista.
Finalmente, no menos importante para comprender lo que pasó en estas elecciones, es hacer notar que el gobierno y el PSUV han puesto en el museo del olvido al, así calificado por Chávez, “programa de transición al socialismo”, que el gobierno ha reversado expropiaciones hechas en vida del comandante y que voces de corrientes críticas desde la izquierda, que reclamaban medias que avanzaran en el sentido de la construcción de la democracia socialista señalado por el mandatario fallecido, han sido excluidas y silenciadas. La clase obrera, llamada a liderar el proceso histórico de transformación de la sociedad, ha carecido de peso real en la llamada Revolución Bolivariana y prácticamente excluida políticamente.
No obstante, hay que decir que, con estas elecciones, Nicolás Maduro se constituyó en el único presidente legítimo de la República Bolivariana de Venezuela, lo cual es positivo para la estabilidad y la paz en el corto y mediano plazo. Es importante que los/as demócratas y revolucionarios del mundo, promovamos la solidaridad con el pueblo venezolano y levantemos la bandera de la defensa de la democracia, la paz, la soberanía nacional y las conquistas democráticas logradas en los comienzos de la Quinta república bajo el liderazgo de Hugo Rafael Chávez Frías.
José Arnulfo Bayona, Miembro de la Red Socialista de Colombia
Foto tomada de: BBC
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