Además de las muertes que está causando, la desigualdad va en contra de la sostenibilidad ambiental, y tiene consecuencias nefastas para el bienestar de la población y el desarrollo económico. En palabras de Oxfam (p. 4): “… las desigualdades no solo están matando a las personas que tienen menor representación política, sino que también está acabando con el planeta”.
Año tras año, Oxfam pone en evidencia el crecimiento de la desigualdad. Es doloroso el diagnóstico de lo sucedido durante estos meses de pandemia:
“Desde el inicio de la pandemia, ha surgido un nuevo milmillonario en el mundo cada 26 horas. Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas mientras que, según se estima, más de 160 millones de personas han caído en la pobreza. Mientras tanto, se calcula que cerca de 17 millones de personas han perdido la vida a causa de la Covid-19, una magnitud de muertes sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial” (Oxfam, p. 8).
El ingreso de los 10 hombres más ricos del mundo se duplicó durante la pandemia. Mientras tanto, el 99% de la humanidad redujo su capacidad de compra. Esta tendencia a la concentración se intensificó durante la pandemia.
Oxfam no entiende por qué no se toman medidas radicales para luchar contra la desigualdad. Mantener esta situación es una “estupidez monumental”. En sus palabras,
“La estrategia de anteponer los beneficios a las personas no es solo injusta, sino una estupidez monumental. Las economías no “crecerán”, y los mercados tampoco ofrecerán “prosperidad” a nadie, por mucho poder que tenga, en un planeta inerte” (Oxfam, p. 4, énfasis añadido).
La desigualdad debilita el consumo, reduce la dinámica del mercado, y perjudica la prosperidad económica. Es un mal intrínseco, que golpea la esencia del sistema capitalista.
Tal y como se observa en la figura, la tasa de crecimiento de la riqueza tiene un comportamiento exponencial que favorece al 1%. Y cuando se desagrega este centil, la dinámica de la riqueza se acentúa. Y los 50 más ricos, que corresponden al 0,00000001% de la población, entre 1995 y 2001, aumentaron su riqueza neta anual en más del 10%. Esta situación contrasta con la de los hogares de ingresos medio y bajo, que apenas incrementaron su riqueza entre el 3% y el 4%.
Para Oxfam es inaudito que estas desigualdades no causen indignación. Se pregunta por los motivos de esta pasividad. El llamado al sentimiento moral que hace Oxfam recuerda el manifiesto Indignez-Vous que publicó Stéphane Hessel en el 2010. Hessel, que nació en 1917, invita a la protesta y la indignación colectiva. Les recuerda a los jóvenes que el Estado del Bienestar se consolidó después de la segunda guerra a pesar de la insuficiencia de recursos. Ahora, cuando el dinero sobra, dice Hessel, no hay razón para negar la seguridad social a toda la población.
Oxfam (p. 5) también considera que “… hay dinero de sobra para resolver la mayoría de los problemas del mundo”. La posición de Hessel es muy similar. En la sociedad contemporánea los recursos son suficientes para garantizar un bienestar razonable para toda la población.
La solución, continúa Oxfam, tiene que estar centrada en una reforma tributaria radical y progresiva. Propone una tarifa del 99% a los ingresos extraordinarios de los más ricos. Y explica las consecuencias positivas que se derivan de una mayor igualdad.
Oxfam se lamenta porque la pandemia no llevó a una mayor cooperación internacional. No ha habido solidaridad.
“… en lugar de convertirse en un bien público mundial, como nos habían prometido nuestros líderes, estas milagrosas vacunas que tanta esperanza daban a la humanidad han estado desde el primer día reservadas al servicio del beneficio privado y del monopolio. En lugar de vacunar a miles de millones de personas en países de renta media y baja, hemos creado milmillonarios a costa de estas vacunas, mientras las grandes farmacéuticas deciden quién vive y quién muere” (Oxfam, p. 11).
Ninguna autoridad, mundial o nacional, ha sido capaz de contrarrestar el monopolio de las empresas farmacéuticas.
Las brechas se han profundizado. Se hizo evidente la ausencia de un ordenamiento institucional que distribuya los excedentes, y contribuya a la convergencia entre países. El tono del Informe de Oxfam es pesimista. La pandemia no creó la solidaridad esperada.
Quizás haya una luz de optimismo, y ella nace de la convergencia de diferentes diagnósticos. La preocupación de Oxfam es compartida por los informes recientes de Naciones Unidas, Atrapados: Alta Desigualdad y Bajo Crecimiento en América Latina y El Caribe, y el World Inequality Report 2022.
Estas y otras publicaciones muestran la necesidad de realizar cambios radicales que disminuyan la concentración de la riqueza.
Jorge Iván González
Foto tomada de: BBC
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