Destaca Ospina la sencilla y acertada propuesta programática de Hernández: “paren de robar, paren de vivir del tesoro público, pongamos dinero en el bolsillo de los pobres, reactivemos el campo, hagamos industria, respetemos a la gente, acabemos con el privilegio, paremos el derroche del ejército, el despilfarro del Estado, creemos riqueza y protejamos la producción nacional”.
Hernández tiene la virtud de hablar claro, de señalar las “verdades” que saltan a la vista: “…las verdades en Colombia no son secretos: saltan a la vista. Decir que las castas y los políticos han condenado al país a la miseria, a la barbarie y a la mendicidad es como decir que hay un sol en el cielo. Decir que el presupuesto obtenido con el sudor de los colombianos nunca alcanza para las obras públicas porque se lo gastan la administración y la corrupción, es como decir que el agua corre. Decir que los endomingados políticos salidos de Harvard y de Oxford y de la Universidad de los Andes se venden como grandes tecnócratas, pero solo han sabido arruinar al país con aperturas económicas mal diseñadas y con un sometimiento estúpido a las órdenes de la banca mundial, es como decir que la lluvia moja.”
“Rodolfo Hernández ha dicho una verdad universal que a los poderosos les suena a blasfemia: que hay que poner dinero en el bolsillo de los pobres para que muevan la economía.”
“Ha dicho una verdad que les tiene que doler mucho a los Gavirias y a los Pastranas, a los Santos y a los Uribes, que los gobiernos colombianos han entregado la economía del país por un plato de lentejas: sacrificaron el campo, sacrificaron la industria, vendieron los bienes públicos que eran fruto del trabajo de millones de personas honradas, y fueron construyendo un Estado mafioso, irresponsable y extorsionista, lleno de políticos ladrones, que se lo traga todo, los impuestos, el IVA, los peajes, las multas, para sostener una burocracia insaciable, y que por eso la plata no solo no alcanza sino que el déficit crece, de Santos en Santos y de Duque en Duque”.
“Y ha dicho que los gobiernos, en vez de crear por fin una economía productiva, cuando ven las arcas vacías ahondan el endeudamiento, que ya es insostenible, y descargan en el pequeño sector formal que trabaja todo el castigo, mediante reformas tributarias cada vez más descaradas y más odiosas. Eso es lo único que saben hacer nuestros sabios economistas, todos con su doctorado en el escritorio”.
No sabe uno si reír o llorar
Es fácil decir que hay un sol en el cielo o que la lluvia moja. Eso lo vemos, sentimos y expresamos en el lenguaje cotidiano que hemos aprendido casi que naturalmente. Pero si tuviéramos que explicar qué es el sol, o el cielo, o la lluvia, seguramente la mayoría tendríamos que reconocer nuestra ignorancia. Ospina reivindica la ignorancia. Se queda en el conocimiento común superficial, que nos permite orientarnos y movernos en el mundo, pero que no nos ofrece una explicación. Ospina propone la ignorancia en materia de asuntos económicos, sociales y políticos. No hay que estudiar, no hay que conocer y explicar, simplemente basta con ver, con sentir. Ospina reivindica la superficialidad de la opinión. Ospina piensa poco, se emociona mucho, lo cual es más apropiado para la ficción, pero desastroso para el conocimiento.
Es comprensible, por tanto, que se sienta tan identificado con un personaje como Rodolfo Hernández que se siente a sus anchas en el mundo cotidiano existente y no tiene necesidad alguna de intentar entenderlo. Sus ideas son básicas, simples: quizá de ahí su atractivo. Pero, contrario a lo que dice Ospina, me parece que en lugar de señalar “verdades” lo que hace es ocultarlas, presentar nociones confusas que ocultan la verdad, como si fueran lo máximo del conocimiento.
Ospina y Hernández dicen frases aparentemente muy profundas y críticas pero que tan pronto se las examina con cierto cuidado se diluyen como el agua corriendo en las manos. Afirmar que las castas y los políticos han condenado al país a la miseria, a la barbarie y a la mendicidad suena contundente, pero no hay en su artículo el más mínimo esfuerzo por precisar qué son esas castas y como han logrado ese resultado; dicho sea de paso, no es cierto, y salta a la vista, que no todo el país está condenado a la miseria, que hay ciertas clases (Ospina prefiere hablar de castas) que no están en la miseria ni son mendigos, todo lo contrario.
Toda la sabiduría de Ospina se reduce al nivel de la discusión de opiniones en un café: el gobierno es el culpable. Es un gobierno politiquero y corrupto que se aprovecha en beneficio de particulares de los recursos públicos. O es un gobierno ineficiente y burocrático que sacrifica la economía nacional para beneficiar a capitales extranjeros. Toda la responsabilidad es del gobierno.
Muchas de estas cosas se ven como el sol en el cielo. Hay corrupción, hay politiquería, hay políticas que favorecen a unos intereses en detrimento de otros. Pero ¿es esto realmente la causa de la miseria de grandes masas de la población? Ni Rodolfo Hernández ni su admirador Ospina hacen un esfuerzo por preguntarse y responder, ¿qué es el Estado? ¿en qué tipo de sociedad estamos? ¿tiene algo que ver el capitalismo con todos estos problemas? Hernández y Ospina miran el sol en el cielo y el agua correr en la tierra y no van más allá. Y proponen, por tanto, tonterías, como que hay que poner dinero en el bolsillo de los pobres para que muevan la economía.
Quienes vivimos en la sociedad capitalista “sabemos”, por ejemplo, que es el salario, qué es la ganancia, que es el interés, qué es la renta de la tierra. Esto es algo que todos vemos, como el sol en el cielo. Son hechos muy concretos y cotidianos, que asumimos como algo natural. El salario es el precio que se paga por el trabajo, la ganancia es el excedente que queda al deducir de los ingresos los costos, el interés es el rendimiento del capital y la renta de la tierra es el ingreso que genera la propiedad de la tierra. Es claro como que la lluvia moja, algo muy concreto y evidente.
Pero si se estudia con detenimiento se encuentra que estas categorías tan concretas no se explican por sí mismas, por el contrario, deben ser explicadas. El valor agregado total generado en la economía capitalista es producido por los millones de trabajadores asalariados que se quedan con una parte bajo la forma del salario; la otra parte, es un excedente, un plusvalor, que se reparte entre los capitalistas (productivos, comerciales, financieros) y los dueños de la tierra. Bajo la superficie lo que existe es una organización económica que se basa en la apropiación de un parte reducida de la sociedad del producto elaborado por la mayoría.
Ni Rodolfo Hernández ni William Ospina intentan ir más allá de lo que ven. Se quedan en la observación de los fenómenos aislados sin ubicarlos en un contexto, sin examinar qué hacen parte de un sistema, que son parte de unas relaciones sociales determinadas. Se dice en Wikipedia sobre Willian Ospina[2]: “Un artículo del periódico El Mundo Colombia lo describe como un escritor que anima al pensamiento crítico y responsable de la historia, como filósofo que cree que los libros tienen poder para sensibilizar y cambiar una sociedad.”
Seguramente es un buen escritor de novelas, pero como pensador crítico y analista de la sociedad está apenas al nivel de un Rodolfo Hernández. Afortunadamente no comparte la admiración de éste por el gran pensador Hitler[3].
________________________
[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/william-ospina/william-ospina-todos-los-candidatos-del-establecimiento-estan-estupefactos/
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/William_Ospina
[3] https://colombiacheck.com/chequeos/rodolfo-hernandez-si-dijo-que-era-seguidor-de-hitler. Posteriormente se disculpó y afirmó que había sido un “lapsus”.
Alberto Maldonado Copello
Fuente: https://www.periodico15.com/
Guillermo Pena says
Que pensará hoy William Ospina con el respaldo del Uribismo a Rodolfihurer.