Esos dos hechos políticos se pueden entender desde dos perspectivas que bien pueden asumirse como hipótesis con las que es posible explicar las actividades internacionales adelantadas por el exalcalde de Bogotá: la primera, que su avanzada diplomática y política está sostenida porque Petro y sus aliados ya lograron concertar el apoyo o cuentan, por ahora, con el respaldo político o la bendición de una parte importante del Establecimiento que no le teme, porque justamente, no comparten las lecturas negativas y los miedos que varios periodistas y medios de comunicación vienen generando en torno a lo que sería un gobierno de la Colombia Humana, en el marco del Pacto Histórico. Y la segunda, que el país está ante un (pre) candidato convencido de que va alcanzar el triunfo electoral en virtud a un enorme respaldo popular que se evidencia en los masivos encuentros en la plaza pública.
Si la primera perspectiva o hipótesis tiene asidero, la visita al Vaticano y el segundo viaje a Europa no solo deben entenderse como ejemplares golpes de opinión, sino que deben asumirse como acciones normales de quien sería el próximo presidente de Colombia, porque cuenta con la previa aprobación de un sector clave del establecimiento colombiano. Sector que entiende que es urgente que se atiendan las inequidades y los problemas estructurales del país, ante el deterioro de los procesos civilizatorios adelantados y en general, de las condiciones de vida en una sociedad convulsionada y moralmente confundida. La avanzada diplomática obedecería a un ejercicio político para probar cómo sería visto un eventual triunfo del progresismo en Colombia. Un encuentro con Biden o con personalidades demócratas, aportaría al fortalecimiento de la primera hipótesis.
Por supuesto que le faltaría contar con el apoyo de otros agentes del Establecimiento que temen, no que Petro instale el “castrochavismo” o nos convierta en Venezuela, sino que deban asumir el compromiso de pagar más impuestos y dejar de evadir los aportes al fisco, declarando las millonarias sumas de dinero que tienen en “paraísos fiscales”. Las resistencias a Petro se concentran en las regiones en las que gamonales, élites y grupos ilegales, en particular, narco paramilitares, lograron convivir borrando los límites entre lo legal y lo ilegal, con la bendición de la élite bogotana instalada en Bogotá, como centro del poder político nacional. Desde esas regiones se pueden generar hechos de orden público que hagan “invivible la República” y por esa vía, problemas de gobernabilidad. Ahora bien, si realmente estamos ante una excesiva confianza en el triunfo electoral y político de las jornadas de marzo y junio, estos golpes de opinión solo serán recordados por el malestar general que generaron en Iván Duque, en el uribismo, en varios periodistas y medios masivos. La respuesta de Duque no alcanza a ocultar la molestia que en lo personal le generó la entrevista entre el Papa Bergoglio y el candidato de la Colombia Humana. Es claro que los tomó por sorpresa la jugada política y diplomática de la campaña de Gustavo Petro, asumida por Duque y los estafetas-periodistas, como una “intromisión electoral” del Sumo Pontífice.
Veremos qué pasa primero en marzo: si el Pacto Histórico logra recomponer el mapa político en el Congreso, el triunfo de Petro se daría por descontado, siempre y cuando, la Registraduría, con el Registrador a la cabeza, no le metan la mano al registro, conteo y al escrutinio de los votos. O, en el peor escenario, que narcos, paras y miembros de una élite, decidan asesinarlo.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: El Tiempo
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