A tener en cuenta
Según la última encuesta realizada para la revista Semana por el Centro Nacional de Consultoría, realizada entre el 26 de enero y el 2 de febrero y publicado el 6 de febrero, Gustavo Petro conserva el liderato en la intención de voto con un 27%, seguido de Rodolfo Hernández con 14% e Ingrid Betancourt con un 7%, seguida de cerca por Sergio Fajardo con un 6%.
En cuanto a la medición de las preferencias de los electores relacionadas con la elección de candidatos de las coaliciones, 30% respondió que por el Pacto Histórico, 22% por la Coalición Centro Esperanza y un 20% por el Equipo Colombia. Así mismo, al indagar acerca de las preferencias en el seno de las respectivas coaliciones, se constató que Gustavo Petro cuenta con 77% a su favor, seguido de lejos por Francia Márquez con 12% y Camilo Romero con 4%. En la Coalición por Colombia, Alejandro Char y Federico Gutiérrez con 30% cada uno, seguidos por Enrique Peñalosa con 21% y David Barguil con 6%. En la Coalición Centro Esperanza, Sergio Fajardo conserva el favor de los partidarios de la misma con un 39%, pero seguido de cerca por Juan Manuel Galán, líder del renacido Nuevo Liberalismo con 31% de las preferencias. En tercer puesto está Alejandro Gaviria con 11%.
Es de anotar que el leit motiv de esta campaña ha sido la lucha contra la polarización política que le da sentido a las coaliciones que abren las puertas al diálogo y la concertación. Al menos es la filosofía que legitima la definición de un centro y, particularmente, de la llamada Coalición Centro Esperanza, la cual ha dado señas de inestabilidad interna y ha estado marcada por frecuentes tensiones, disputas y molestias desde los primeros meses de su existencia. Choques con la Alianza Verde y por Alejandro Gaviria; controversias por la definición de las listas y hasta por el nombre de la coalición. El malestar se agravó con el anuncio de que llegaban a la coalición como precandidatos Ingrid Betancourt y el exministro de Medio Ambiente Luis Guillermo Murillo, lo que ampliaba la cantidad de opciones. Algunos sectores de la coalición vieron en este hecho una manifestación propia del espíritu democrático de convergencia, mientras otras facciones – el Nuevo Liberalismo en particular – consideraron que eran demasiados candidatos.
Las reservas que generó la llegada a la coalición de Luis Gilberto Murillo llevaron a que este renunciara a hacer parte de la misma, aunque su ingreso había sido aprobado por consenso por los miembros del Centro Esperanza.
El último episodio vivido por la coalición fue protagonizado por la renuncia de Ingrid Betancourt quien, el 25 de enero en medio del debate presidencial organizado por Semana y El Tiempo acusó ante el país, en una transmisión en vivo, a Alejandro Gaviria de hacer alianzas con maquinarias políticas por el respaldo que recibió de los senadores Germán Varón Cotrino de Cambio Radical y Miguel Ángel Pinto del Partido Liberal.
En su actuación política Ingrid Betancourt se ha apropiado del discurso anticorrupción y ha manifestado que está dispuesta a hacer alianza con Rodolfo Hernández quien también ha hecho de la lucha contra la corrupción el caballito de batalla de su campaña.
Ahora bien, si la Coalición de la Esperanza da la impresión de que su estado de ánimo contradice lo que su nombre busca transmitir, en el Equipo Colombia tampoco reina la armonía, priman los recelos y hay poca claridad programática El sorprendente anuncio de Óscar Iván Zuluaga de renunciar a ser admitido en la coalición parece haber asestado un golpe a la derecha unida y fortalecido su imagen antipolítica, centrada en el argumento de la eficiencia y alejada de las ideologías.
Más allá de los números y las matemáticas electorales
Habiéndose dado la largada para la definición de las candidaturas de las coaliciones a la presidencia de la República, y abierto el campo a la aritmética electoral, bueno es detenerse un poco a reflexionar sobre lo que pasa en la política colombiana.
En las elecciones pasadas el enemigo a abatir era el clientelismo y por ello la intransigencia hacia las llamadas maquinarias políticas. Aprendida la lección y habiendo asumido que las elecciones se ganan con votos, un sector del centro abre sus brazos a los que puedan aportar su óbolo al caudal constituido por votos, independientemente de su olor ideológico. Se trata de sumar para ganar. Llegó la hora de negociar con los dueños de los tan anhelados votos.
No faltan quienes afirman que reconocer el valor de las maquinarias confunde a los potenciales electores. Queda por ver.
Lo que no puede negarse, porque salta a la vista, es que las instituciones colombianas han entrado en una profunda crisis que se segmenta en tres frentes: crisis de la democracia, crisis política y crisis de los partidos. Tan deprimente situación es causada y redunda en una relación tortuosa y tensa entre el ciudadano y el Estado, en un divorcio entre el individuo común y la autoridad política; en un vacío que genera malestar y en una creciente desconfianza que se convierte en terreno abonado para campañas caracterizadas por un miedo que no es mitigado por las coaliciones las cuales, por el contrario, pueden agudizarlo.
Las repercusiones de la crisis afectan en primer lugar a los partidos políticos, una de las instituciones más importantes de la democracia pues son ellos los encargados de conectar las inquietudes de la sociedad en general con las estructuras del Estado. Es decir, son eslabones de la democracia que, cuando fallan, o son más imprevisibles porque presas de líderes carismáticos o de intereses particulares y clientelares, propician inquietud en la sociedad.
Los partidos como instituciones son aparatos organizados para disputarse el poder, dicho de otro modo, maquinarias, pero no al servicio de intereses personales o electorales nada más, sino vehículos para agregar y articular intereses Y como otras instituciones políticas, requieren supervisión por parte de la ciudadanía, control y límites. La moral pública no se protege extirpando los partidos, sino preservando su estatuto ético.
Rubén Sánchez David, Profesor Universidad del Rosario
Foto tomada de: Revista Semana
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