El reciente informe publicado por la FAO[1] sobre países en mayor riesgo de incrementar su inseguridad alimentaria incluyó a Colombia, junto a Honduras y Haití en América Latina (el informe no incluyó a Venezuela ni a Cuba), y a varios países de África y algunos de Asia. El informe motivó una airada reacción de protesta del gobierno colombiano, mucho más preocupado por la imagen internacional del país que por la situación de miseria de sus connacionales.
La FAO no se refiere al hambre, prefiere utilizar un término menos fuerte, inseguridad alimentaria, para no afectar la sensibilidad de quienes leen el informe después de un opíparo almuerzo.
“La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana. – La Cumbre Mundial sobre la Alimentación (1996)[2].” Por tanto, la inseguridad alimentaria existe cuando un porcentaje de las personas en un país, o en el mundo, no tiene acceso a los alimentos en forma adecuada. El concepto es impreciso, dado que si un porcentaje de la población colombiana no tiene dicho acceso a los alimentos se hablaría de una situación de inseguridad alimentaria, pero buena parte de la población está al tiempo en una situación de seguridad alimentaria y muchos están sobre asegurados.
Es necesario destacar que la FAO se refiere a un fenómeno general, universal que puede existir en cualquier sociedad, desde la más antigua y sencilla, hasta las más desarrolladas en forma capitalista o en las sociedades socialistas, pero sus factores determinantes son específicos a cada tipo de organización social. La FAO, como es común en la ciencia económica dominante, aborda sus análisis haciendo abstracción del contexto social y económico en el cual se produce, aislándolo o separándolo de las estructuras en las que adquiere relevancia para su comprensión. Se enfoca tanto en las partes aisladas, que se pierden las conexiones del fenómeno con el funcionamiento global de la organización social y sus determinantes. Por tanto, además de utilizar un concepto eufemístico (inseguridad alimentaria, en vez de hambre) se enfoca en factores superficiales para explicar por qué ocurre el fenómeno y no va a lo profundo del asunto. Adicionalmente, concentra su atención en las variaciones cuantitativas del fenómeno -aumento del hambre en un momento determinado- y no las razones de su existencia cualitativa.
Este enfoque se observa en muchos analistas del tema del hambre en Colombia. A raíz del informe de la FAO se escribieron varias columnas en revistas y periódicos. Me refiero a continuación a algunas de ellas.
Jorge Iván González en revista Sur, [3]comienza su artículo del 7 de febrero de 2022 señalando que: “En 1960, Sen[4] decía que la tarea fundamental de la teoría del desarrollo es indagar por las razones por las cuales numerosas personas se mueren de hambre si en el mundo se cuenta con los recursos necesarios para que nadie esté desnutrido.” Un comienzo interesante, una pregunta relevante, pero…González no la responde. En su artículo no se encuentra una exposición sobre estas razones.
González nos dice que “el aumento de las personas que pasan hambre es inaceptable”, como si con esto aportara algo al conocimiento del tema. En el capitalismo es normal el hambre (léase la inseguridad alimentaria) de millones de personas, usualmente trabajadores asalariados de bajos ingresos o en situación de desempleo, o de trabajadores por cuenta propia en oficios precarios. Desde el punto de vista del sistema económico es algo común, por tanto, aceptable para las reglas de juego económico: si alguien no logra vender su mercancía o la vende a un precio muy bajo, pues no tendrá como comprar los alimentos que necesita para estar en buenas condiciones. Es la ley inexorable del mercado, de la oferta y la demanda.
González nos recuerda que no se están cumpliendo los objetivos de desarrollo sostenible, en particular la meta 2.1, que busca asegurar de manera universal, una alimentación sana, nutritiva y suficiente, y la meta 2.2. que tiene el propósito de erradicar todas las formas de malnutrición. En Colombia el 15,1% de la población, 7,4 millones de personas, están en pobreza extrema; en Bogotá el 13% de la población está en pobreza extrema: un millón cien mil personas. “Se ha llegado a niveles alarmantes” (¿Cuál será el nivel no alarmante de miseria?). Nos dice luego que “la pobreza extrema se presenta cuando los ingresos de los miembros del hogar no son suficientes para adquirir una canasta de alimentos mínima. Se trata de personas que están en el límite del hambre.”
En lugar de darnos la respuesta a la pregunta formulada por Sen, simplemente nos dice que la inseguridad alimentaria podría aumentar por: a) conflictos y condiciones climáticas externas; b) por el aumento de las importaciones de alimentos básicos que están llegando a 15 millones de toneladas anuales.
Renuncia a toda explicación seria del tema y se queda en factores naturales (climáticos) o políticos (el conflicto interno) y a una seudo explicación: el aumento de las importaciones de alimentos básicos y el incremento en los precios de los alimentos. Pero resulta que a pesar de dicho incremento en la importación y del gran aumento de precios de varios productos alimenticios, una buena parte de la población no sufre de inseguridad alimentaria; es decir, no se trata solamente de estos factores aislado, se trata de grupos de la población cuyos ingresos son tan bajos que cualquier aumento de precios los lleva a una miseria aún mayor. Explicar por qué millones de colombianos están sometidos a esta incertidumbre e inseguridad es algo que no cabe dentro de los objetivos de investigación del columnista.
Sería más claro decir que existe el hambre en nuestra sociedad porque millones de personas no tienen ingresos suficientes y bastaría, hipotéticamente, con doblarles el ingreso para resolver la situación. La economía colombiana, a pesar de reducida magnitud en comparación con los países más desarrollados económicamente, tiene los recursos suficientes para garantizar que toda persona tuviera un ingreso suficiente para cubrir sus necesidades alimenticias. Pero esto no ocurre porque es una sociedad en la cual los trabajadores son un costo y en la que la finalidad de la producción es obtener ganancias y no satisfacer necesidades, a pesar de lo que diga la constitución política.
Finalmente González reproduce las propuestas de la FAO, que indican también la superficialidad de dicho informe:
i) Prestar especial atención a las zonas afectadas por conflictos, y allí la atención debe conjugar políticas humanitarias y de desarrollo.
ii) Ampliar la resiliencia frente al cambio climático en los distintos sistemas alimentarios. Esta transformación exige cambios sustantivos en los modelos de producción agropecuaria.
iii) Fortalecer a las poblaciones más vulnerables que deben recibir atención especial
iv) Intervenir las cadenas de suministros de alimentos y examinar la logística de toda la secuencia, desde el productor hasta el consumidor final. El proceso debe mejorar en eficiencia y en reducción de costos.
v) Luchar contra las desigualdades, y ello se logra a través de una política fiscal (subsidios e impuestos) progresiva.
vi) Fortalecer los entornos alimentarios, y propender por cambios en el comportamiento de los consumidores. Los hábitos de consumo tienen que modificarse de tal forma que contribuyan a la mejor salud y de las personas, y a la sostenibilidad ambiental.
Cinco de las seis propuestas se enfocan en los factores secundarios. Solamente en el punto V se plantea la necesidad de luchar contra las desigualdades pero…solamente mediante la política fiscal. El origen de los bajos ingresos de la mayoría de los trabajadores no se menciona, con lo cual simplemente se propone dejar la causa de la enfermedad y tratar algunos de sus síntomas. Pero incluso dentro de esta limitada visión de las cosas, tampoco se examina a fondo la razón por la cual no existe tal política fiscal y las limitaciones y escasos resultados de las políticas públicas que se han puesto en marcha anteriormente.
El enfoque de González es compartido por otros analistas. Santana Bonilla[5] por ejemplo se pregunta por las razones por las cuales ha empeorado la inseguridad alimentaria y señala las siguientes: alza de precios de insumos agrícolas y alimentos; devaluación del peso y aumento de precios de productos importados; aumento de la demanda interna de alimentos; creciente número de migrantes; efectos de los paros en el abastecimiento de alimentos; restricciones a la ayuda humanitaria por el conflicto. Fonseca[6], por su parte menciona algunas de las misma razones y adiciona el aprovechamiento de los mercaderes de alimentos que aumentan los precios “inmisericordemente” o los efectos del verano en la producción. Su explicación de fondo se encuentra en la política y no en la estructura económica: “Colombia no debería siquiera aparecer entre los países que tienen riesgos alimentarios. No hay derecho a ello con las riquezas territoriales con las cuales contamos. Es nuestra desidia, nuestra inercia de las clases dirigentes y la indolencia la única razón para ello”. No hay derecho pero si hechos. Más de 200 años después de la publicación de la Riqueza de las Naciones de Smith y 150 años de El Capital de Marx, todavía hay quienes no se han dado cuenta que la sociedad capitalista no está guiada por la búsqueda del valor de uso y la satisfacción de necesidades, sino por el objetivo de incrementar el valor de cambio.
López de Mesa[7] también se manifiesta sorprendido por el contraste entre un país rico naturalmente (“un país naturalmente privilegiado, sin estaciones, lo que permite cultivar durante todo el año y con todos los pisos térmicos disponibles) y la existencia del hambre. Y a semejanza de los columnistas anteriores considera que las causas de fondo son las deficiencias en la política pública: Colombia no fomenta la producción local para consumo local, ni tampoco tiene una política agrícola seria cimentada en la soberanía alimentaria. Por su parte, Perdomo[8] nos ofrece en Razón Pública develar la verdad sobre el hambre en Colombia. Nos muestra que la inseguridad alimentaria no es un “problema nuevo” mediante cifras de la encuesta nacional de situación nutricional de 2015. Considera que los tres factores que combinados explican, en gran medida, el hambre persistente en las últimas tres décadas son: a) la escasa asignación de recursos para el agro y en particular para las economías campesinas; b) la precaria asignación de presupuesto para alimentación y nutrición; y c) los efectos de la apertura neoliberal y los tratados de libre comercio. Es decir, el modo de producción capitalista no tiene nada que ver con la inseguridad alimentaria.
Su análisis se enfoca también en el Estado que es el responsable de la garantía del derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas: “el problema del hambre es ante todo político”. Y considera que el hambre si tiene soluciones y plantea un conjunto de medidas en la línea de lo propuesto por la FAO: a) adoptar normas y políticas en materia alimentaria con enfoque de derechos humanos; b) proteger y apoyar la producción y consumo interno de alimentos; c) poner en marcha una política de alimentación escolar universal; d) adoptar políticas que fomenten el empleo digno; y e) impulsar reformas tributarias basadas en la justicia fiscal.
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Visto en una perspectiva global de la sociedad el asunto consiste en que millones de personas no obtienen los ingresos suficientes que les permiten acceder a los alimentos requeridos. ¿Por qué?
* La relación fundamental en la sociedad capitalista consiste en que la producción es realizada por trabajadores asalariados. A nivel individual es una relación muy sencilla: el trabajador vende su fuerza de trabajo por un precio y el capitalista compra esta fuerza de trabajo para realizar un proceso de producción de bienes y servicios (o de comercialización). Para el capitalista la fuerza de trabajo es un costo que dentro de la lógica del sistema debe tratar de reducir lo máximo que pueda.
* Pero para el trabajador el precio de su fuerza de trabajo que se expresa como su salario, es el medio para conseguir sus medios de vida, comenzando por los alimentos para poder vivir y estar en condiciones saludables para poder trabajar. Hay aquí una contradicción básica entre los intereses de las dos partes, cuando firman un contrato laboral.
* El precio de la fuerza de trabajo tiene, en principio, un límite natural: debe alcanzar para que el trabajador pueda conseguir unos medios de vida básicos (alimentación, vestido, vivienda, muebles, transporte, comunicación, diversión, educación, etc.). Pero este límite natural se enmarca dentro de una contradicción social que se expresa en la relación entre la oferta y la demanda de trabajadores.
* Si hay exceso de trabajadores, el precio de la fuerza de trabajo tenderá a disminuir y puede llegar incluso a niveles por debajo del valor de la canasta básica de alimentos, ni que decir del valor de la canasta ampliada. Por esto es que Carrasquilla afirma que el salario mínimo en Colombia es ridículamente alto.
* Además, depende de la capacidad de organización de los trabajadores, mediante sindicatos o partidos políticos, por una parte, y de la capacidad de organización de los capitalistas mediante gremios y partidos políticos, y de su influencia en el Estado.
*Sobra decir que en el capitalismo la parte fuerte son los capitalistas, que gozan de muchas ventajas en esta lucha y tienen de su lado la tendencia al exceso de trabajadores y el apoyo del Estado.
* En las condiciones anteriores habrá siempre la posibilidad, confirmada empíricamente, de que millones de personas no tengan ingresos suficientes y por lo tanto tengan hambre (es decir, inseguridad alimentaria); siempre están en situación de inseguridad, unos más que otros.
* El resultado es claro: millones de trabajadores, un porcentaje grande, obtiene ingresos paupérrimos.
* Obviamente puede haber toda suerte de variaciones coyunturales, pero lo fundamental es dicha relación desequilibrada.
* Los trabajadores por cuenta propia están también dominados por el sistema capitalista y el nivel de ingreso de la mayoría apenas alcanza para comprar la canasta mínima.
Quedarse en los factores coyunturales, en las oscilaciones de precios, en las importaciones, es renunciar claramente a entender el asunto.
La FAO, González y muchos otros por tanto se indignan, se preocupan por los pobres, pero no mencionan siquiera el capitalismo; son muy respetuosos del orden social dominante. Por tanto sus propuestas no son soluciones a la enfermedad, simplemente la prolongan.
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[1] https://www.fao.org/policy-support/tools-and-publications/resources-details/en/c/1470663/
[2] https://www.fao.org/3/al936s/al936s00.pdf
[3] https://www.sur.org.co/el-hambre-aumenta/
[4] Aunque no presenta una cita, seguramente se refiere al premio Nobel de Economía Amartya Sen.
[5] https://www.sur.org.co/colombia-esta-en-riesgo-de-convertirse-en-un-punto-critico-del-hambre/
[6] https://www.sur.org.co/hambre-para-hoy-hambre-para-manana/
[7] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julian-lopez-de-mesa-samudio/aunque-no-lo-diga-la-fao/
[8] https://razonpublica.com/la-verdad-hambre-colombia/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: TeleSUR
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