“Es una cosa rara la ligereza con que las malas personas piensan que todo les va a salir bien”.
Víctor Hugo
La derecha tiene un estilo delirante, no sólo por su obcecación en negar la solidaridad humana, el mayor alcance evolutivo de la especie, sino ante todo por profesar la creencia de que es superior al resto de los mortales. El delirio de grandeza da lugar a divertidas comedias, pero, cuando se cruza con megalomanía, y con pasiones furiosas, criminalidad y rapacidad en este caso, se está en la obertura de una tragedia.
Las figuras que se apandillaron en Bogotá los pasados 19 y 20 de febrero, tienen rasgos de opereta: Atemporales, verborreicos, ignorantes… aparentemente les falta ser inocentones, pero los conjurados son culpables de tantas fechorías que llamarlos inocentes resulta una afrenta a sus víctimas. Sin embargo, algo de candidez acompaña a los nostálgicos del franquismo, y sus desmanes, cuando creen que armando compañía con calanchines de la mafia y derrotados suramericanos tendrán poder a ambos lados del Atlántico.
¿Qué une a estos personajes bufos? Ante todo la ahistoricidad, quieren deshacer los avances de la humanidad. El libreto del sainete ahora lo escribe Vox, el partido español nostálgico de la dictadura, y de la matazón de españoles en la guerra civil. Este libreto plantea un regreso a la guerra fría, y pretende lanzar el anticomunismo como plataforma del siglo XXI.
Militar en la ahistoricidad precisa combatir la memoria, para lo cual los ultramontanos chapetones, con sus aliados criollos, pretenden imponer el olvido como premisa política. Allá como acá exigen que sus crímenes no se contabilicen, además de pedir tratamiento de héroes para sus cobardías. Justamente, por estos días arrecian los embates contra la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, y contra la Comisión de la Verdad, de los socios colombianos de Vox. Dado el empeño de la extrema derecha en evitar la verdad podría pensarse que, más que el culto al autoritarismo, es la mentira su método y finalidad.
No es la única regresión que los ahistóricos promueven. A cien años de que el fascismo europeo estuviera preparando la peor matanza de humanos en una guerra, este año se cumple un siglo de la marcha de Benito Mussolini sobre Roma, la que habría de llevarlo al poder, resurgen arengas fascistas en diversas latitudes. La piedra angular del fascismo es el anticomunismo.
En Colombia tal predicación ha tenido suelo fértil, de hecho, el cuerpo doctrinario del Partido Conservador Colombiano se ha nutrido de esas ideas; personajes como Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez han sido exaltados fascistas; algunos prelados, monseñor Builes el más destacado, han empalmado catolicismo con fascismo hasta sermonear que matar liberales no es pecado. Los godos de hogaño dicen lo mismo, aunque matizan que matar sólo es pecado si se hace en el vientre materno, una vez nacidos matar no tiene cargo de conciencia.
Ha de destacarse la inspiración que Álvaro Uribe encontró en el dictador Francisco Franco, de quien copió su estilo cositero y camandulero, así como los consejos comunitarios.
Tampoco estamos ante el primer evento latinoamericano de los falangistas españoles, antes lo habían realizado en México, y en diciembre de 2021 fue en Brasil. Esta vez Colombia fue anfitrión de la godarria iberoamericana. Resulta enigmático saber qué busca la más obtusa derecha española en este continente, dado su desprecio por la solidaridad internacional, y por el principio de autodeterminación de los pueblos.
Uno de sus propagandistas, Mario Vargas Llosa, meses atrás había cacareado: “Estamos perdiendo a América Latina”. Llamativa frase de tono imperial que proviene de aquel que cuanto más se esfuerza por borrar lo inca de su genética, buscando ser admitido a la mesa de los poderosos, más parece un indio tallado en palo.
La expresión del peruano en lo absurda da sentido a la gira que los franquistas hacen por el continente, un proceso de reconquista. Si afirman estar perdiendo a América quiere decir que el continente les pertenece.
Los de Vox buscan restaurar el imperio español de los siglos XVI, XVII, y XVIII, ya el uribismo (vendepatria por naturaleza) anda en campaña difamando al libertador Simón Bolívar, y los cipayos latinoamericanos pretenden que sus socios restauren la mita y la encomienda, la institucionalidad que tanto reverencian, buscando que los nombren encomenderos. Sueña despierta Paloma Valencia tomando posesión de las tierras de paeces y guambianos, obligándolos a trabajar para ella, mientras Francia Márquez la abanica.
Otras instituciones que España aportó a América fueron el secuestro, el quemar vivos a los aborígenes, así como el descuartizamiento, la muerte a garrote, … prácticas que los cómplices de Vox de este lado del atlántico mantienen en lealtad a los valores de la tradición, la autoridad, y la jerarquía. Ya han denunciado con suficiente vehemencia que eso de los Derechos Humanos, del cuidado del medio ambiente, así como los procesos de memoria son neocomunismo, o cultura del marxismo que es necesario erradicar.
La presencia grotesca de Andrés Pastrana no pasa de ser lagartería buscando puesto de virrey, como si los españoles nombraran sudacas en esos cargos. Cuando más clasifica para alcahuete de entretenciones non sanctas de virreyes, en lo que adquirió experticia internacional.
Si la intención de Vox es la restauración del régimen colonial en América, la complicidad de los retardatarios criollos se encamina al regreso del feudalismo, donde no sólo las tierras, sino también las vidas de los habitantes les pertenezcan, como ansían Uribe y familia.
Cuando esgrimen el anticomunismo no defienden al capitalismo: De personajes como Cabal, y Lafaurie, se sabe que son anticapitalistas y racistas, lo cual vislumbra el afán de regresar, más allá del feudalismo, a la esclavitud.
En cuanto al führer de Vox, Santiago Abascal, que se cree la reencarnación de Hitler, le falta la precaución que sí tuvo su inspirador, el general Franco, de no salirse de la península ibérica, que del delirio al hecho hay mucho trecho.
Renegar de la memoria acarrea por consecuencia la pérdida de la coherencia. A ellos no les importa, pero dicen defender la separación de poderes, cuando su agenda en el continente es la cooptación de las ramas del Estado por sus bandas. En Colombia ya tienen Fiscalía de partido. No creen en la democracia, y hablan de “regreso al comunismo”, en países que nunca han sido comunistas. Igual, disparatan en las intenciones criollas de derrotar a Petro sacando en procesión a tan ridículos españoletes.
Acaso el mayor desfase se da en el término que han acuñado: “Narcodictaduras”. Lo hacen los defensores de la dictadura española, desde el mayor productor de drogas ilícitas del mundo, con un gobierno dictatorial, elegido con las utilidades del tráfico de cocaína. Cuando los principales de la derecha colombiana han tenido que ver con el narcotráfico, lo que llaman “tragedias familiares”, y configuran la tragicomedia que vive Colombia.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: https://dgmediosnoticias.com/
Muy bien jalado tu artículo, Dario, ahí no queda títere con cabeza, me encantó. Pones en evidencia la hipocresía y la doble moral que caracteriza a esta manada de sabandijas.