No a la guerra, no a la alianza militar heredada de la guerra fría, ni nuevos bloques militares de potencias hegemónicas, no a las invasiones a otros países, no a los bloqueos económicos contra Estados y pueblos. No a la doctrina del intervencionismo preventivo para combatir enemigos en cualquier país. Sí a la desmilitarización, sí al respeto a la soberanía y autodeterminación. Sí al desarme, al confinamiento y eliminación de armas atómicas. Sí a los medios pacíficos y diplomáticos para resolver conflictos internacionales. (Lista de principios, 2022)
Las noticias nos abruman con las imágenes de guerra entre las fuerzas invasoras rusas en Ucrania y una precaria pero persistente resistencia de los partidarios del gobierno de Zelensky. La ocupación rusa cuenta con el respaldo de millones de ruso parlantes que viven en la parte oriental y choca con la mayoría de la población que suma los ucranianos pro-occidente, antirusos y defensores de la independencia de su país de cualquier potencia extranjera. Las sanciones de Estados Unidos y de países de la OTAN se han concentrado en fuertes medidas económicas de bloqueo, en movimiento de tropas hacia Polonia, envío de armas y amenazas de Turquía de cerrar el paso del Mar Negro al Mediterráneo que sería un duro golpe a Putin. Lo más divulgado en la escalada en los primeros días han sido las batallas por la toma de Kiev y otras ciudades con centenares de muertos y la orden terrorífica de Putin de poner en alerta máxima a sus fuerzas estratégicas incluidas las atómicas.
Esta mirada inicial a la guerra en Ucrania puede ocultar la dimensión de un conflicto que es mucho más que otra muestra del choque entre Rusia y la OTAN, y más que una operación supuestamente orientada a proteger unas regiones – Donest y Lugansk – que se constituyeron como repúblicas independientes después de soportar años de agresión con miles de muertes.
Tal vez se comprende mejor esta situación si se encuadra en la historia de disputas entre potencias capitalistas por el reparto de posiciones y mercados en Europa del Este después de la desaparición de la URSS (1991) y del pacto de Varsovia y se analiza el reacomodo darwiniano del capitalismo mundial en esta nueva etapa planetaria de catástrofe económica y pandémica. Como en una mala película de Juego de Tronos se ha desatado una guerra de rapiña en el mundo, entre imperios, potencias y grandes conglomerados.
Son hilos entrelazados de una misma historia que lleva a la poli-crisis actual: crisis del desorden posguerra fría y sus acuerdos militares, crisis de la hegemonía unipolar post URSS y del papel de EE. UU como gendarme del mundo, emergencia en disputa de nuevas potencias e imperios, crisis de la energía y exacerbación de las guerras por recursos, choque de esta civilización contra la Gaía, catástrofe de la economía mundial acelerada por la pandemia y lucha por un nuevo reparto en la “nueva normalidad”.
1. El desorden posguerra fría y la crisis de sus acuerdos militares
Se ha repetido que el derrumbe de la URSS en 1991 desbarató todo el “bloque socialista” agrupado en el COMECOM y en el pacto militar dirigido por Moscú (Pacto de Varsovia). Se formaron rápidamente 14 repúblicas independientes que salieron en desbandada a buscar alianzas con Europa y Estados Unidos para pasar del estatismo soviético al capitalismo. El modelo de referencia fue la democracia representativa corporativa y sus monopolios de producción, finanzas y mercados. Y para la acelerada transición se conformó una élite capitalista con oligarcas emergentes que se apropian de bienes estatales o se forman como aliados de las inversiones externas. Rusia se precipitó en el caos ordenado por mafias y nuevos oligarcas que imponían con violencia su capitalismo salvaje. V. Putin se encargó desde 1991 de re institucionalizar a Rusia y del desorden mafioso se va pasando a un capitalismo nacionalista/oligárquico, bendecido por la iglesia ortodoxa que se torna en una cuasi religión oficial.
El triunfo de Estados Unidos y de sus aliados europeos en la confrontación al soviet-comunismo les permite lanzarse al reparto de las repúblicas y de la economía de Europa del Este. Y lo hacen combinado todas las formas de dominación. Entran masivamente las multinacionales, el Fondo Monetario Internacional y, en lugar de desmilitarizar las relaciones internacionales, aprovechando dos décadas de bancarrota y reconstrucción de Rusia, también se expande la OTAN como gran aparato militar hegemonizado por Estados Unidos para mantener el régimen de posguerra en Europa y ahora anexando a esa alianza militar a casi todos los países del Este europeo. Ha sido una historia de incumplimientos comenzando por el olvido del compromiso de Bush con Gorbachov de no ampliar la OTAN al este a cambio de que Moscú aceptara la unificación de Alemania (Chomsky, 2022) hasta la ruptura del Acuerdo de Minsk con la anexión de Crimea a la Federación Rusa.
Como había desaparecido el enemigo que le dio razón de ser en 1947, la OTAN sigue viva después de disuelta la URSS para simbolizar el predominio militar de EE. UU. en la lucha contra nuevos enemigos, encarnados en el terrorismo internacional y en quienes entraban en disputa por recursos estratégicos. Las hazañas más notables de la OTAN han sido la invasión y guerra en Afganistán que duró 20 años hasta su derrota en 2021 y la llamada “intervención humanitaria” con bombardeos en Yugoeslavia en 1999. En 2011 la OTAN actuó en la invasión a Libia y respaldó la toma de Trípoli. A este relato Noam Chomky (2022), el reconocido catedrático emérito del MIT, le agrega que,
No es necesario hablar de Irak: la agresión estadounidense enfureció a casi todo el mundo. Los ataques de la OTAN a Libia y Serbia, un bofetón ambos en la cara de Rusia durante su fuerte declive en los años 90, se revisten de honestos términos humanitarios en la propaganda norteamericana. Todo ello se disuelve rápidamente al ser objeto de examen, como se ha documentado ampliamente en otros lugares. Y no hace falta revisar el rico historial de veneración de los Estados Unidos por la soberanía de las naciones.
Como puede verse en el gráfico la expansión de la OTAN hacia el este se da primero al ritmo del acercamiento de las nuevas repúblicas a Europa y para consolidar su transformación capitalista, pero pasa a ser un mecanismo para contener a Rusia capitalista en su política de recuperar nexos con los Estados de Europa del Este y en especial para disputar la influencia en Ucrania. En 2014 EE. UU promueve el golpe de Estado contra el presidente ucraniano que vacila en el ingreso a la OTAN y se inicia un periodo de crisis y confrontaciones armadas que se prolonga hasta hoy. La reacción de Rusia fue apoyar a las mayorías prorusas en Crimea y en la región del Donbass. Después de un plebiscito promovido y apoyado desde Moscú, Crimea decide ser parte la Federación Rusa. Al mismo tiempo se declaran las repúblicas de Donest y Lugansk que son desconocidas por el gobierno de Ucrania.
Cuando la crisis de 2014 en Estados Unidos se debatió abiertamente la estrategia que debería seguirse con el nuevo gobierno promovido en Ucrania. Fueron notables las recomendaciones de Henry Kissinger (2014) cuando señala que,
- Ucrania debe tener derecho a elegir libremente sus asociaciones económicas y políticas, incluso con Europa.
- Ucrania no debería unirse a la OTAN, una posición que asumí hace siete años, cuando se planteó por última vez.
- Ucrania debe ser libre de crear cualquier gobierno compatible con la voluntad expresa de su pueblo. Los sabios líderes ucranianos optarían entonces por una política de reconciliación entre las diversas partes de su país. A nivel internacional, deberían adoptar una postura comparable a la de Finlandia. Esa nación no deja dudas sobre su feroz independencia y coopera con Occidente en la mayoría de los campos, pero evita cuidadosamente la hostilidad institucional hacia Rusia.
- Es incompatible con las reglas del orden mundial existente que Rusia se anexione Crimea. Pero debería ser posible poner la relación de Crimea con Ucrania sobre una base menos tensa. Con ese fin, Rusia reconocería la soberanía de Ucrania sobre Crimea. Ucrania debe reforzar la autonomía de Crimea en las elecciones celebradas en presencia de observadores internacionales.
Ya se sabe que no hubo acuerdo y el nuevo gobierno reivindicó el derecho no solo a ingresar a la Unión Europea sino a la misma OTAN con las implicaciones sobre ubicación de bases y cohetes en la frontera con Rusia. La anexión de Crimea a Rusia y el apoyo al independentismo en la región del Donbass fue la respuesta de Putin que vio en peligro la base de su armada en Sebastopol y con ello la ruta en el Mar Negro y al Mediterráneo.
Noam Chomsky comenta en la ya citada entrevista del xxx que,
Hay, de hecho, una cualidad surrealista en el rechazo de los Estados Unidos a la neutralidad al estilo austriaco para Ucrania. Los responsables políticos de los Estados Unidos saben perfectamente que la admisión de Ucrania en la OTAN no es opción en un futuro previsible. Podemos, por supuesto, dejar de lado las ridículas posturas sobre la santidad de la soberanía. Así que, en aras de un principio en el que no creen ni por un momento, y en pos de un objetivo que saben inalcanzable, los Estados Unidos se arriesgan a lo que puede convertirse en una traumática catástrofe. A primera vista, parece ininteligible, pero hay cálculos imperiales plausibles. (2022)
Antes de preguntarnos por los “cálculos imperiales plausibles” que han llevado a Estados Unidos a negarse a un acuerdo sobre neutralidad de Ucrania ante la OTAN, independencia de Rusia y aceptación de Crimea como parte de la Federación Rusa, hay que preguntarse por el impacto que produce en medio de la guerra de ocho años desatada después del golpe de Estado de 2014, el que el gobierno de Zelensky haya promovido una reforma a la constitución de Ucrania en la cual se establece la autorización para tramitar el ingreso a la OTAN e incluso para la instalación de bases nucleares en este país (Dato Ahilesva, 2022). Sobre este tema cabe recordar la información de EuroNews del 14 de febrero de 2022 según la cual “Este rumbo no sólo está reflejado en la Constitución, sino que cuenta con el pleno consentimiento de las autoridades y la sociedad”, dijo a Reuters el portavoz Sergii Nykyforov”. (ver https://es.euronews.com/2022/02/14/ucrania-crisis-diplomacia )
2. Los cálculos imperiales
La prueba de fuerzas en Ucrania es parte de una confrontación de potencias en el escenario mundial en la cual las decisiones las toman las partes más fuertes haciendo cálculos en el conjunto y en función de intereses estratégicos. Desde esa perspectiva puede releerse la pregunta ¿Por qué Rusia decide invadir a Ucrania asumiendo grandes costos y a riesgo de una escalada bélica con amenazas de uso de armas nucleares? ¿porqué Estados Unidos y sus aliados en la OTAN, conociendo desde tiempo atrás los planes de invasión de Ucrania por Rusia se rehusaron a un acuerdo y prefirieron dejar que su aliado externo asumiera solo la guerra?
Para aproximarnos a la respuesta, en lo que concierne a Rusia hay que tener en mente la recomposición del capitalismo nacional que acelera Putin desde principios de siglo con la idea de recuperar parte del imperio perdido con la disolución de la URSS, iniciando por los países vecinos de mayor presencia rusa y con posiciones estratégicas para la seguridad nacional. Desde el año 2008 se fortalece Rusia como potencia militar hasta el punto de ser hoy considerado en el segundo lugar después de Estados Unidos y seguido por China. En cuanto a armas nucleares Rusia está en el primer lugar, por encima de EE. UU y lleva ventaja en tecnologías de cohetes hipersónicos que tienen cinco veces la velocidad del sonido.
Ese poderío militar pesa al lado de la OTAN indicando que un enfrentamiento de mayor escala tiene grandes riesgos para todos, incluso teniendo en cuenta que la OTAN cuenta con el doble de aviones de combate (3.891 vs. 1.511 en 2020) y que Rusia supera a la OTAN en tanques y vehículos blindados.
El poderío militar, la industria de guerra y la producción de petróleo y gas han sido las palancas de la recuperación rusa en la era de Vladimir Putin. Visto en conjunto el poder como potencia sigue lejos de Estados Unidos, China y los países líderes de Europa (Alemania, Reino Unido, Francia e Italia). Pero la proyección del poder ruso, con mentalidad de imperio, se ha hecho sentir en las guerras en Chechenia (1994 – 2009), la incursión en Georgia en 2008, la anexión de Crimea ya comentada, la defensa a ultranza de sus posiciones en Siria incluida la mayor base militar en Tartus que es puerto en el Mediterráneo. Ha sido con la industria militar y los hidrocarburos que ha ampliado negocios en varias fronteras e incluso en América Latina, con venta de armamento a Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, entre otros.
Las grandes reservas de gas y petróleo le han permitido a Rusia volverse proveedor de varios países de la Unión Europea, reemplazado en mucho la oferta desde el oriente medio o el norte de África. El 30% del gas que consume Europa lo suministra Rusia por gasoductos que atraviesan Ucrania y Biolorusia y por el NortStreem que llega directamente a Alemania por el Báltico, reforzado ahora por el NortStreen 2 que va paralelo al primero y que se encuentra suspendido. Para algunos países la dependencia de las importaciones rusas de gas está entre el 50% y 80% de su consumo interno como ocurre con los países de Europa del Este. Alemania, Italia, Suecia, Bélgica y Países Bajos importan entre el 30% y el 50% del gas que consumen y tienen suministro ruso.
Fuente: https://desenchufados.net/europa-necesita-gas-ruso/
La guerra por el petróleo sigue siendo una de las claves de la confrontación entre potencias en el escenario mundial y es uno de los hilos del choque de intereses en el actual conflicto que tiene a Ucrania invadida. En medio de la crisis climática mundial se habla de una transición de la energía proyectada hasta 2070 en la cual las reservas de hidrocarburos tienden a decaer, pero al mismo tiempo los acuerdos sobre el clima y la dinámica de mercado ubica al gas como la gran apuesta para ir reemplazando al carbón y al petróleo. El gas de fracking de Estados Unidos está en desventaja por los costos y precios elevados en comparación con la explotación más tradicional y requiere un escenario de precios del petróleo por encima de 60 dólares/barril y ojalá cerca a los 100 dólares/barril. En muchos mercados y dada la presión por diversificar la bandeja de energía, se proyecta el uso creciente del hidrógeno que por ahora resulta más rentable si usa metano – gas natural – o metano a partir de quemar carbón.
En estos escenarios Estados Unidos se ha resentido por la penetración de Rusia en Europa, que se suma al incremento de negocios con China que incluyen esferas de alta tecnología.
El cálculo de Estados Unidos, en la primera etapa de la invasión rusa en febrero de 2022, incluye lograr un reacomodo del mercado de la energía en Europa, al tiempo que revitaliza la muy disminuida OTAN en los tiempos de Trump. Mediante la imposición de sanciones a Rusia Estados Unidos se ofrece como proveedor no solo de gas sino de acuerdos comerciales que mitiguen en algo los altos costos que tiene para los países europeos comprometerse con imponer a Rusia otra cortina de hierro para volverla, como ha dicho Joe Biden, “un paria en el mundo”. Ese cálculo parece incluir dejar a Ucrania en conflicto con Rusia y probablemente fragmentada con estados o regiones autónomas prorusas al oriente, disciplinar a Alemania y Francia y utilizar el poderío militar para intentar recuperar la influencia política y económica perdida.
3. Reacomodos ante la crisis económica mundial y en perspectiva de la “nueva normalidad” post Covid
La guerra en Ucrania y la prueba de fuerzas entre Rusia con Estados Unidos y sus aliados se da en un contexto de crisis económica mundial en la cual las grandes potencias se encuentran debilitadas interiormente, en forma desigual, pero con estrategias de competencia exacerbada para lograr las mayores ventajas en el nuevo orden post pandemia. Entre Rusia y Estados Unidos o con respecto a la Unión Europea existe una desproporción en poderío general que tiene consecuencias estratégicas desfavorables para Rusia si se escala la confrontación y el bloqueo. El peso del extractivismo y el rezago tecnológico de Rusia limitan su capacidad para sostener una guerra larga en Ucrania y menos aún para escalarla a otras zonas de Europa.
Pero al mismo tiempo Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de su economía interna, resentida por la catástrofe económica asociada a la pandemia, con altas tasas de inflación devaluación del dólar, alto endeudamiento y déficit fiscal, a lo que se suma la crítica polarización entre demócratas y republicanos. En relación a la crisis en Ucrania esto significa que Estados Unidos no está en buenas condiciones para meterse en una guerra en Europa comprometiendo tropas y su poderío militar.
En el panorama mundial lo más destacado en el juego de poder es el fortalecimiento de China que ha logrado ubicarse en segundo lugar, después de Estados Unidos, disputando mercados en áreas importantes de alta tecnología y en las industrias de punta de la computación, la inteligencia artificial y otras dimensiones de la revolución digital. La dinámica actual de la competencia entre potencias muestra el debilitamiento de la hegemonía de los Estados Unidos y la perspectiva no lejana de emergencia de un polo más fuerte en Asia, con papel destacado de un eje liderado por China y en el cual gravitaran India, Rusia, entre otros. No ha pasado desapercibido el avance de China en Latinoamérica con grandes inversiones en Brasil, Chile, Argentina y la inclusión de las principales economías de la región en la llamada “ruta de la seda”.
En medio de este panorama el peligroso juego de imperios está colocando el poder militar para recomponer alianzas en un lado y en otro para consolidar posiciones estratégicas en el panorama global. No es ajena a este forcejeo el incremento de fricciones en el Mar de China y el Indopacífico que va creciendo en este 2022 por las iniciativas de Joe Biden de reactivar el llamado Diálogo de Seguridad Cuadriliteral – QUAD con India, Japón y Australia y el Aukus con Reino Unido y Australia. La agenda incluye fortalecer lazos para contrarrestar cualquier papel del nuevo gobierno de Afganistán en la geopolítica regional y dar mensajes a China con la presencia de fuerzas conjuntas del AUKUS en movimiento de naves e incluso de submarinos nucleares. Las alianzas militares y el aumento de fricciones y de incidentes van de la mano de reacomodos económicos en los cuales los ganadores son las grandes potencias.
4. Alineamientos y des alineamientos en América Latina
Ante la guerra en Ucrania y la confrontación de potencias se han definido posiciones de los gobiernos de América Latina con declaraciones de la mayoría en contra de la intervención militar de Rusia en Ucrania. Venezuela, Cuba y Nicaragua han tomado partido por Rusia con el argumento de la existencia de un plan de agresión de la OTAN que atenta contra intereses vitales de esa Federación. Brasil ha sido más cauteloso, pero se inclina más por el apoyo a Putin y Argentina condena a medias el ingreso de tropas rusas a Ucrania.
En Colombia ha sido rápido y beligerante el apoyo del gobierno de Iván Duque a la OTAN y la puesta a disposición de los Estados Unidos para la defensa de los intereses tanto en Europa como en Latinoamérica. El gobierno y sus aliados a la derecha han aprovechado la situación para elevar el tono contra el régimen de Maduro en Venezuela, acogiendo el discurso de la administración Biden de enfrentar las maniobras abiertas y encubiertas de potencias extracontinentales, que incluyen en particular a Rusia y a China.
La frontera con Venezuela es vista por el gobierno como zona de fricción, de operaciones militares y guerras encubiertas no solo por la presencia de grupos armados como el ELN y disidencias de las FARC. Y en la coyuntura electoral se acusa a Rusia de planear acciones cibernéticas para alterar los resultados en contra de los candidatos de la derecha. No cabe duda de que las elecciones presidenciales en Colombia se han convertido en asunto de interés para la seguridad nacional de los Estados Unidos y para sus pretensiones de promover un cambio de régimen en Venezuela que les permita mejores condiciones en el reparto de las más grandes reservas de petróleo del mundo.
Colombia aparece como el mejor aliado de los Estados Unidos en Latinoamérica, que puede ser útil para recuperar el terreno perdido y en un panorama en el cual se le han desalineado la mayoría de los países, incluidos Chile, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras y México. En esa lógica, un triunfo de Lula en Brasil y de Petro en Colombia lo aprecian como un problema mayor para la reconquista de Latinoamérica y el freno a China en la región.
Las organizaciones sociales y políticas en Colombia y en buena parte de América Latina han sido tomadas por sorpresa por los vertiginosos acontecimientos en la crisis ucraniana y el conflicto de Rusia con la OTAN. Prima el desconcierto y la confusión, sobre todo cuando se maneja la lógica de alienarse con algunas de las partes en contienda. Por eso es importante destacar el análisis de la crisis en su complejidad, sin caer en las lecturas ideológicas que, en lugar de una guerra de reparto entre imperios y potencias, creen que en el caso Ucrania se está en una prolongación de la guerra fría, en un enfrentamiento entre democracia y totalitarismo y peor aún entre capitalismo y socialismo. En semejante panorama la invitación es volver a valores básicos del derecho internacional a la luz de los cuales recordamos algunos principios:
No a la guerra, no a la alianza militar heredada de la guerra fría, ni nuevos bloques militares de potencias hegemónicas, no a las invasiones a otros países, no a los bloqueos económicos contra Estados y pueblos. No a la doctrina del intervencionismo preventivo para combatir enemigos en cualquier país. Sí a la desmilitarización, sí al respeto a la soberanía y autodeterminación. Sí al desarme, al confinamiento y eliminación de armas atómicas. Sí a los medios pacíficos y diplomáticos para resolver conflictos internacionales. (Lista de principios, 2022)
Siguiendo principios como esos podemos acercarnos al diálogo que se agiganta en Colombia, Latinoamérica y el mundo frente a la grave crisis y amenaza de escalamiento hasta límites nunca vistos. Si se trata de tomar posición la opción del pacifismo de principios, sin alineamiento en la guerra de potencias, puede ser el camino.
Referencias:
Noam Chomsky, 2022. https://sinpermiso.info/textos/el-enfoque-de-los-eeuu-respecto-a-ucrania-y-rusia-ha-abandonado-el-ambito-del-discurso-racional
BP de World Energy 2020. https://www.catorce6.com/actualidad-ambiental/internacional/19223-los-paises-con-las-mayores-reservas-de-petroleo-en-el-mundo
Fuente: https://desenchufados.net/europa-necesita-gas-ruso/
https://es.euronews.com/2022/02/14/ucrania-crisis-diplomacia
Camilo González Posso, presidente de Indepaz
Foto tomada de: El Colombiano
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