Quizás por lo anterior, los acercamientos entre Petro y Gaviria en medio de la campaña electoral generan tanto repudio en quienes, con cierto dogmatismo y purismo moral, creen que es posible llegar al poder del Estado sin lo que se conoce como las “maquinarias” electorales. Ahora bien, la reunión entre los dos políticos se gestan, básicamente, por cuatro circunstancias: la primera, porque una parte de las bases del partido Liberal acompañan hoy al líder del Pacto Histórico, lo que sin duda debe preocupar a César Gaviria y al partido mismo por el debilitamiento que ello puede significar en caso de que Petro llegue a la presidencia; la segunda, porque Gaviria Trujillo aún tiene el control de una poderosa maquinaria electoral-clientelista que Petro necesita para alcanzar el objetivo de llegar a la Casa de Nariño, ojalá en primera vuelta; la tercera, porque en el fondo, el expresidente reconoce la fuerza electoral que viene acumulando el exalcalde de Bogotá, lo que lo “obliga” a acercarse con el fin de asegurarse y asegurarle a esos otros agentes del régimen colombiano, estabilidad política y económica, y quizás un tratamiento “benévolo” cuando Petro intente cumplir con una de sus promesas y consignas de campaña: que los ricos paguen más, incluyendo a quienes como Gaviria, tienen millonarias sumas de dinero en paraísos fiscales; y la cuarta, porque Gustavo Petro, por la fuerza de los hechos electorales, legitima a Gaviria y lo reconoce como un interlocutor político viable y necesario, a pesar de los cuestionamientos ético-políticos que recaen sobre el expresidente.
Petro Urrego sabe que no podrá ganar la presidencia sin maquinarias. El asunto de fondo es hasta dónde están dispuestos ambos: de un lado, si el líder de la Colombia Humana acepta transacciones burocráticas, que es a lo que está acostumbrado a negociar César Gaviria; o del otro, a que el expresidente acepte que el exalcalde de Bogotá le arrebate las banderas originales del liberalismo, las mismas que Gaviria se encargó de refundir, cuando se dejó seducir por el Consenso de Washington y decidió erigirse como ficha del neoliberalismo. Podría suceder que el hijo de Ciénaga de Oro termine refundando al partido Liberal, convertido hoy en una estructura de poder funcional al régimen mafioso y oprobioso que opera y gobierna en Colombia.
El mismo Gaviria reconoció que en los altos niveles de exclusión y pobreza, el clientelismo y por ende, la compra y venta de votos, constituyen casi que una obligación moral de quienes aspiran a gobernar. Recordemos lo dicho por este agente del modelo neoliberal: “El clientelismo en unos casos es necesario y conveniente”…en este país hay millones de pobres abandonados que nadie los voltea a mirar”, y son ellos los beneficiados”.
Lo dicho por el hijo ilustre de Pereira no solo naturaliza el clientelismo y la corrupción electoral, sino que le permite seguir jugando fuerte en la política tradicional colombiana. Ya Petro se acercó al sórdido dirigente político. Falta ver qué tanto transaron y qué tanta mezquindad podrá llegar a las huestes petristas de la mano de los “liberales” que aún sostienen a César Gaviria como el propietario de un partido que hace rato perdió las banderas de la decencia y del liberalismo.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: aa.com.tr
Edgar Montenegro says
Pues no. El César del Partido Liberal PL no es necesario para que el Pacto Histórico PH gane éste 13M y Petro gane en primera vuelta el 29 de mayo. El gesto de acercarse al expresidente confunde, sobretodo a las jóvenes, que no saben que la CN91 fue una aparente apertura política para meternos toda la apertura económica que nos cupo desde entonces y cuyos resultados son visibles en el campo y las ciudades. Desestímulo a la producción de alimentos o autosuficiencia alimentaria, desplazamientos forzados y miseria en las ciudades. El compromiso del César del PL, que Petro dice sería con base en una “rectificación” a modo de “confesión cristiana” o “arrepentimiento” por el neoliberalismo convicto y confeso del César no sucederá. Aunque quepa un símbolo preciso en sus propia tierra: Pereira, Risaralda cambiando el nombre del poliducto que une esa capital con Dosquebradas por el de LUCAS VILLA, el joven estudiante y profesor asesinado en ese gran puente desde donde pueden verse las miles de familias en pobreza extrema en las riberas del Otún esperando una avalancha de ese río para una tragedia anunciada hace décadas. Las tres cosas con la autoría de Gaviria: el poliducto extractivista, el hambre de sus paisanas y la ausencia de gestión del riesgo.