Siempre se ha dicho que lo que bien se sabe, se enuncia bien. Los economistas han proscrito el aforismo, porque compiten por quién enreda más el enunciado, con galimatías que dejan entrever que ni ellos entienden lo que dicen. En general, sólo recitan los versículos del dogma que reza que vamos mal, pero, como nos pudo ir peor, entonces vamos muy bien. Coartadas contra el cambio de un modelo inoperante.
El Banco de la República nos depara un tipo de análisis por medio de predicciones y metas de los indicadores de la inflación, y de crecimiento económico, que luego va corrigiendo a la medida que pasan los meses, hasta que coinciden metas y resultados. Para ello, pone una meta como una diana, y lanza la política, una flecha, la flecha cae lejos, y mes a mes, va a recoger la meta, y la pone cerca de la flecha. Así el Banrepública acierta.
Gustavo Petro es economista, y es un fenómeno en la plaza pública: Parece en esta contienda ser el único candidato que tiene discurso, algo qué decir, además de tener el discurso latino, un cómo decirlo. De estilo sencillo, es vehemente en sus afirmaciones, y didáctico como pocos.
Petro es un economista raro: Se le entiende lo que dice. El pueblo llano le entiende, y los sectores formados también. Los que no entienden a este candidato es porque tienen intereses particulares y son reacios a cualquier cambio.
No hace culto a la especulación financiera, sino que estructura su propuesta desde enunciados lógicos. Para ello pone al trabajo como modo de producción de la riqueza, volver a laborar la tierra, industrializar el país, y ganar el pan con el sudor de la frente. El trabajo es el centro de su economía.
Para salir del modelo que ha instaurado el hambre en los hogares, junto al desempleo, y la precarización del trabajo, propone salir de la dependencia del carbón, el petróleo, y la cocaína; dejar de ser cazadores y recolectores, pasar de una cultura extractiva a productiva, entonces construir un nuevo paradigma en torno a la soberanía alimentaria, reemplazando importaciones por producción. Históricamente hemos sido grandes productores de alimentos, pero la apertura a los productos foráneos destruyó los puestos de trabajo, mientras fortaleció las economías extranjeras. Que la cantidad de nutrientes que necesita el colombiano se produzcan en la tierra colombiana, es la meta.
Para que haya producción es necesario entregar las condiciones para generar riqueza: Reconstruir la institucionalidad del campo: Que haya tierra disponible y agua para producir alimentos, así como crédito disponible para el campesino, compra asegurada de cosechas, y la infraestructura necesaria para la producción agraria.
Para ello es necesario recordar versos olvidados de la Constitución Política de Colombia: La propiedad privada tiene una función social y ecológica. Por ello se ha de gravar, con el máximo de impuestos, al latifundio improductivo, entendiendo por éste a la tierra fértil con extensión mayor a mil hectáreas, que no está destinada a producir alimentos. Actualmente son unos quince millones de hectáreas, que están en manos del 1% de la población, y por pagar impuestos irrisorios empobrecen a las comunidades que las circundan. El gravar la tierra improductiva la reintegrará a los circuitos económicos. Actualmente la tierra en Colombia es un instrumento de poder, y de lavado de activos del narcotráfico, no de la economía.
Este país lleva un siglo postergando la reforma agraria, y ese aplazamiento ha incendiado las guerras que vienen del siglo XX. Con latifundio no hay industrialización, y urge cambiar la forma de la tenencia de la tierra. Mediante tributación se pretende bajar el precio de la tierra, para que el Estado la pueda comprar y entregarla al campesino que ha de hacerla producir. Con esto se espera crear una clase media rural para el desarrollo del capitalismo en Colombia.
Formula Petro la sociedad del conocimiento como una de las condiciones para la producción, donde el saber de los procesos productivos y científicos ha de ser integrado al arte y la cultura. La educación es insumo de la producción, porque pretende relanzar la industria como opción de construcción de riqueza, pero recuperar la producción agraria es indispensable para la industrialización.
Que la tierra entre al mercado a precios razonales, para la producción alimenticia, posibilita la industrialización que ha de enfocarse en abastecer el mercado interno, en primera instancia, para poder procesar excedentes, y tener una oferta de productos para la exportación.
Por supuesto que se necesita proteger la producción nacional y aumentar los puestos de trabajo, que el trabajo aumente para que aumente la riqueza, y que aumente la riqueza para poder hacer la distribución. Se requiere democratizar la economía, haciéndola crecer, porque cuanta más producción agrícola e industrial haya más ingresos tendrá la nación.
También se busca dignificar al trabajador: Que el salario crezca según la productividad, saliendo del modelo precario del salario mínimo.
Los impuestos deben generar equidad social. El modelo actual quita los impuestos a los más ricos, incluidas las multinacionales que sacan el carbón y el petróleo, eximidas de pagar regalías, dejando en Colombia sólo huecos y daño ambiental. Por eso plantea poner Impuestos a las remesas, las utilidades que las multinacionales giran al exterior, a no ser que las inviertan en el país. También propone quitar las excepciones tributarias, que son las trampas que ponen los empresarios, apoyados por políticos corruptos, para no pagar impuestos.
En el mismo sentido el crédito bancario ha de dirigirse al servicio de los sectores populares, hoy en manos de mafias que mediante el gota a gota, un sistema de usura, al 20% diario, les han impuesto a los pobres. La propuesta económica implica fortalecer el sector privado, pero lo privado no es exclusivo de los ricos, los pobres pueden tener emprendimientos y hacer parte del sector privado.
Para construir la paz hay que conquistar la democracia, y hacer de la economía una herramienta para aclimatar la paz en el país, transitar a una sociedad equitativa e incluyente. Que sea, además, sostenible, con pacto de cuidado con la naturaleza, y dirigida a mitigar los efectos del cambio climático: Una economía para la vida.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: Eltiempo.com
Carlos Mario Ramírez says
Excelente articulo que deja sin piso esa lógica económica fatalista que están promulgando los medios bajo el discurso de expropiación, cuando es devolución de lo robado.