Las filosofas contemporáneas que más admiro son la española María Zambrano, que además es una gran ensayista, como lo demuestra en sus trabajos acerca del Hombre y lo Sagrado y La Razón Poética, entre muchos otros lucidos tratados. La coterránea suya, Adela Cortina, a quien le debemos grandes contribuciones acerca de la ética comunicativa, justamente en la línea de Karl Otto Apel y Jürgen Habermas. La francesa Simone de Baveour, compañera del inolvidable Sartre, y pionera de los análisis sobre el feminismo, y otros temas a fines al existencialismo, de su pareja de vida y del pensamiento. La norteamericana Judit Butler, que es tal vez la pensadora más atrevida y novedosa acerca de los problemas de la población LGTBI+ y los temas abarcadores de la categoría queer. La también estadunidense Martha Nusbaum, compañera de trabajo del Premio Nobel de Economía Amartia Senn, y que fuera de los trabajos sobre la persona y la democracia, es un placer leerla en su obra Paisajes Literarios. Y, lastimosamente salto otras, por razones de espacio y de querencia, y ahora aterrizo en la gran pensadora alemana, de origen judío, Hannah Arendt, de quien conocemos sobre todo las obras tituladas Los Origines del Totalitarismo, La Condición Humana y Eichmann en Jerusalén; texto en el cual me inspiro para este artículo. Arendt fue alumna y amante de filosofo Martin Heidegger, que termino comulgando con el nacionalsocialismo y dirigiendo una universidad bajo el régimen de Hitler. Estos avatares humanos, políticos y del pensamiento están relatados en una obra poco conocida de una biógrafa de los EE.UU. (Hannah Arendt Y Martin Heidegger de Elzbieta Ettinger). El otro alumno distinguido del autor de Ser y Tiempo, también judío alemán, fue Edmund Husserl, que, además de filosofo, fue matemático influenciado por Brentano. Y, otro filosofo judío alemán, alumno del escritor (Heidegger) de la obra titulada Sobre la poesía de Hölderlin, fue Karl Jaspers, que como médico y filosofo, escribió un curioso texto llamado Genio y Locura. Los tres, por razones políticas, se le abrieron al profesor de fenomenología y metafísica, que de todas maneras ha marcado la historia del pensamiento occidental.
En el texto que nos ocupa hoy se trae a colación la obra tan conocida El Diario de Ana Frank, para decir que ha causado entre los jóvenes alemanes espectáculos histéricos de vergüenza; pero para mí, ellos no pueden cargar con las culpas del pasado y menos con la de sus padres. También hay referencia a la posición de Jaspers, en el sentido, tal vez de soslayar la cuestión central al proponer que Eichmann fuera investigado y juzgado por un Tribunal Internacional y no por uno judío o israelí. Igualmente se citan las declaraciones del conocido profesor de antropología filosófica Martin Buber (recordemos de él, su magnífica pequeña obra, Que es el Hombre?), las cuales, en la pluma de Arendt, no fueron radicales. (p. 366-367).
Eichmann en Jerusalén (Ed. Penguin Randon Haouse. Bogotá. 2021) puede leerse como una suma de periodismo político y jurídico, como un relato policivo y de guerra, como una obra de historia contemporánea, y como un tratado de filosofía del derecho alemán, israelí e internacional. La obra también es conocida en el mundo intelectual, como “Eichmann en Jerusalén o la banalidad del mal”; precisamente por las palabras finales de la autora en tan complejo texto, donde ella califica de “grotesca estupidez” las últimas palabras, de Eichmann, antes de ser ahorcado, en las cuales inició catalogándose como un Gottglaubiger, término que usaban los nazis, para decir que no era cristiano y no creía en la vida sobre natural. A continuación, el sentenciado expreso:
“Dentro de muy poco, volveremos a encontrarnos. Tal es el destino de todos los hombres. ! ¡Viva Alemania! ! ¡Viva Argentina! ! ¡Viva Austria! Nunca los olvidare. “(ídem. P.368). Y, esta despedida, Arendt la califico así:
“Fue como si en aquellos últimos minutos resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes” (p.368).
El juicio de Adolf Eichmann fue en 1961, la obra se escribió en 1962 y se publicó en 1963. El defensor fue el llamado Doctor Servatius, y a quien le toco casi solo esta batalla. El juicio se realizó en el custodiado edificio llamado Beth Ha´am o Casa del Pueblo. El presidente del Tribunal fue Moshe Landau y el primer ministro de Israel era David Ben Gurion, llamado el verdadero” arquitecto del Estado de Israel”, y quien planeo la captura del reo escondido en Argentina y ordeno su traslado a Isael, por los crímenes cometidos en la denominada “Solución Final” o simplemente el exterminio de los judíos en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial. No intervino en el juicio, pero fue la autoridad máxima de tras de estas diligencias judiciales; pues a él le interesaba que se hiciera justicia y no venganza. La Casa Blanca de los EE. UU lo felicito “por haber llevado a cabo un buen trabajo”; lo que demuestra, desde bien entrado el Siglo XX, el verdadero poder detrás de los tronos de occidente. Eichmann no fue juzgado en el famoso e histórico juicio de Nuremberg porque estaba prófugo y no se le aplico la formula ab sentia o la realización y condena estando ausente.
Según Arendt “El relato de las escalofriantes atrocidades (38 volúmenes), produjo el efecto de anular el aspecto teatral del juicio. Todo juicio público se parece a una representación dramática, por cuanto un y otra se inician y terminan basándose en el sujeto activo, no en el sujeto pasivo o víctima. Un juicio teatral, espectacular, necesita mucho más que un juicio ordinario, un claro y bien definido relato de los hechos, y del modo en que fueron ejecutados” (p.22).
En aras de la ética jurídica y política, cabe señalar que, al primer Ministro de la República Federal Alemana de ese entonces, Konrad Adenauer, no se le endilgo nada; pues Israel “no considera a Adenauer responsable de los delitos de Hitler”, y que “para nosotros, un alemán honrado, pese a que pertenece a la misma nación que contribuyo a asesinar a millones de judíos es un ser honrado como cualquier otro” (p.28). Pero anteriormente la Agencia Central de Investigaciones de Crímenes Nazis (fundada tardíamente en Alemania Occidental en 1958), tuvo todo tipo de dificultades, por la renuencia de los alemanes a ser testigos y la resistencia de los tribunales a realizar procedimientos basados en informaciones de esta (p.29).
Como elemento intelectual es bueno señalar lo siguiente: en el juicio, en parte se acudió a la denominada “escuela de la Ley Histórica”, precisamente del filósofo alemán Guillermo Federico Hegel, desarrollada en su obra Lecciones de Filosofía de la Historia; donde se alude al “espíritu de la historia, que precisamente surte el efecto de impulsar los acontecimientos históricos, de un modo independiente de la voluntad de los hombres”, y que además, “los dirigentes no siempre nos conducen al destino y a la realización de los propósitos que pretenden” (citada libremente por Arendt. p.38)
Existe un librito que se consigue hoy día en cualquier anden, conocido como” Los Sabios de Sion” o” Los Padres de Sion”, donde se habla del supuesto complot de los judíos y de los mandatos superiores, mediante los cuales los nazis debían atajarlos. En una entrevista periodística se afirmó: “Eichmann se cree culpable ante Dios, no ante la Ley”. Entre tanto, Goebbels se había anticipado sentenciando “Pasaremos a la historia como los más grandes estadistas de todos los tiempos, o como los mayores criminales” (p.40). Y por aquí vamos entrando al asunto teorético más importante, por fuera de la minucia terrible de los hechos. Además, “uno de los más destacados especialistas en derecho constitucional del Tercer Reich, Theodor Maunz, ministro de Educación y Cultura de Baviera, quien en1943 en su obra Gestalt und Recht der Polizeit, afirmo: “Las acciones del Fuhrer … son el centro indiscutible del presente sistema jurídico” (p.44). Y, al respecto, se dijo que seis psiquiatras habían certificado que Eichmann era una persona totalmente normal; en consecuencia, su accionar se ajustaba a las órdenes del Fhiurer, a la ley alemana y a la ideología del nacionalsocialismo. Entonces, los nazis en general, sobre todo la elite, aludía a “un más alto portador de significados”, a una especie de “movimiento universal”, al que la especie, y sobre todo los dirigentes, están sujetos. En consecuencia, en la jerga militar de ellos no se hablaba de “receptor de órdenes”, sino de “portador de órdenes” y de “portador de malas nuevas”, para aquellos designios de trabajos criminales. (p.48). Es de agregar, que Rudof, por encargo, se convirtió en un especialista en asuntos judíos y en francmasonería, pero en su trabajo de exclusión a muerte, arroparía por igual a judíos, masones, comunistas, católicos, gente asocial, delincuentes y homosexuales (muy parecido a lo que hacen los paramilitares en Colombia). Eichmann llego a decir:” Mi único lenguaje es el burocrático” (p.78), y en efecto, el solo hablaba y actuaba, de acuerdo con un estamento altamente jerarquizado, disciplinado y estricto como a la sazón lo era todo el andamiaje del Tercer Reich. Dostoievski describió alguna vez a asesinos, violadores y ladrones que no se sentían actuar de mala fe, y Eichmann en sus acciones de guerra se acogía al slogan “de la batalla del destino del pueblo alemán”, inventada por Hitler o Goebbels y lo que facilito su autoengaño. (p.82). Por eso, las siguientes categorías se confundían: “exterminio”, “liquidación”, “matanza”, “evacuación”, “tratamiento especial”, “gaseamiento para enfermedades incurables” y “Solución Final” (p.126).
La llamada “Razón de Estado” se le debe a los franceses, pero además recordemos que la Ilustración y la Revolución Francesa nacieron con la guillotina en el cuello de los críticos y rebeldes. Las actuaciones sometidas al deber, las buenas costumbres hechas ley y una correcta y honrosa ciudadanía, son deducciones de la Crítica de la Razón Pura Practica o Metafísica de las Costumbres, del pensador de Königsberg (el señor Immanuel Kant), que ha influenciado todo el derecho occidental, empezando por el alemán; pero que ha sido pisoteado por estadistas y militares de toda índole, y no solo los del Tercer Reich. Las ordenes divinas en las teocracias, las ordenes administrativas en las democracias, las órdenes del Fhiurer y de autócratas de distintas banderas son hechas ley y su desconocimiento causa la muerte. Así, el derecho a la rebelión e incluso el derecho al libre examen y a la hoy llamada objeción de conciencia, nunca han sido bien vistas por los poderosos de todos los tiempos en sus diversas modalidades.
En la magnífica obra de la pensadora Arendt se analiza in extenso los temas relacionados con los delitos de guerra, los delitos contra la paz, los delitos contra la humanidad, los delitos de lesa humanidad y las guerras de agresión. Se analizan el Pacto Brian-Kellogg de 1928, el Derecho Internacional de Guerra, las actuaciones del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg, el Acuerdo de Londres de 1945, la Ley de Castigo de Nazis y Colaboradores Nazis de 1950; las Convenciones de la Haya y de Ginebra, no firmadas por Rusia y no ratificadas por Italia; los juicios de postguerra celebrados en Polonia, Hungría, Yugoslavia, Grecia, La Unión Soviética y Francia; la Convención sobre Genocidio, que distingue los crímenes contra la humanidad de los crímenes contra los judíos y otros pueblos; La Ley de Prevención y Castigo de Genocidio. Todo lo anterior puede consultarse en el Epilogo (p. 369-406) y en el Post Scriptum (p. 407-434).
Que de todo esto servirá para justificar la Guerra entre Rusia y Ucrania y los Aliados, no sabemos. Que de todo esto se aplicara a los perdedores, tampoco lo conocemos, aunque ya hay indicios por parte de algunas intervenciones discursivas de la ONU, la OTAN, el presidente de los EE.UU. y el primer ministro de Inglaterra. Siendo evidente la masacre, es bueno anotar la doble moral, de la que no se ocupan los discursos oficiales y los medios tradicionales: En tiempos de Boris Yeltsin, a la luz de la Perestroika, desarticula la Unión Soviética, se abrieron al libre mercado y a la democracia occidental, y se desbarata El Pacto de Varsovia, pero no le cumplen con desmontar la OTAN. Y, estos, hoy colocan como cabeza de playa y carne de cañón a Zelensky y su pueblo; mientras los gobernantes ingleses en este mismo momento despachan en masa a los inmigrantes y refugiados de otras naciones, antes de tocar sus ricas tierras, pues la globalización no es de los pobres y menos de los negros. Se acusa de comunista y de extrema izquierda a Putin, olvidando que los dirigentes de extrema derecha como Trump y Bolsonaro, son de sus mejores aliados. Pues los grandes negocios del capitalismo mundial tienen mal olor, así como en tiempos del poeta y cónsul Don Francisco de Quevedo y Villegas se decía que el dinero era el estiércol del Diablo. Por supuesto, la industria militar mundial de las superpotencias no podía quedar cesante y esta se activa en las mejores y peores guerras. Y, eso sí, ya veremos los grandes negocios de las reconstrucciones, donde quedan endeudadas y comprometidas hasta los tuétanos del porvenir, las naciones y los territorios afectados de lado y lado.
Un sencillo articulista o hasta un intelectual, no debe a la ligera alabar o condenar, simplemente por afiliaciones de todo ismo político, religioso o ideológico. Es preferible ejercer la crítica, en la mejor acepción de análisis, dada por el pensamiento alemán o el francés, y cuyos grandes títulos evidencian ese contenido y esa disertación fría: Critica de la Economía Política (Marx), Critica de la Razón Pura (Kant), Critica de la Razón Pura Practica (Kant), Critica del Juicio (Kant), Critica de la Razón Ilustrada (Horkheimer), Critica de la Razón Dialéctica (Sartre), o simplemente crítica literaria (Bloom o Steiner) y critica del arte (Adorno o Benjamín). O mejor, es preciso regresar a la función del pensador dada por Sócrates, la de ser el aguijón de la sociedad para que la pique, la punce y la haga pensar y actuar con el mejor de los juicios.
No sabemos cuándo va terminar la guerra entre Rusia, Ucrania y los llamados Aliados, ni menos, como va a acabar. Tampoco advertimos quien va a ser el vencedor, quien quedara para la historia como héroe o como criminal. Solo recordemos levemente que la historia la escriben los vencedores, y que la verdad es la primera víctima de las guerras; máxime ahora que con los avances tecnológicos y la rapidez de las redes sociales existe toda una guerra mediática. Por allá se prohíben las noticias de Occidente y por acá solo conocemos la versión del mismo Occidente. No sintonizamos canales de China, Rusia, Irán e Irak y menos de Afganistán. Pero aplicando el retrovisor, en la maraña de la historia, de la política y de la geopolítica, no alcanzamos a ver el proceso de Sócrates, ni el de Jesucristo. Solo vimos el de Nuremberg, el de Jerusalén, el de Hussein y cuando tiraban al mar el cuerpo de Ossama Bind Ladem.
Un humanista, un pacifista y un ecologista no puede alabar ninguna guerra, ni contra la naturaleza, ni contra un ser humano, ni contra un pueblo, ni contra una nación y menos contra la humanidad. Y ve con beneficio de inventario cualquier acción invocada por la realpolitik. Igual pasa para un idealista y un utopista de la mejor estirpe; pues infortunadamente, los hechos lo atropellan. Pero es preciso recordar y analizar:
Ningún presidente de los EE. UU, empezando por Harry S. Truman, su secretario de Estado, su comandante General de las Fuerzas Armadas o los pilotos que arrojaron las bombas atómicas sobre las ciudades inermes de Hiroshima y Nagasaki, cuando ya la guerra había prácticamente terminado, ha sido llamado a juicio a Tribunal Internacional alguno. Lo mismo referente a Vietnam, donde los gringos usaron hasta armas químicas, y de lo cual la generación rebelde del 68 y sus descendientes están esperando justicia. Las atrocidades de las dictaduras latinoamericanas apoyadas abiertamente por los EE.UU. tampoco han ameritado llamar a juicio a algún dirigente del norte todo poderoso. Las actuaciones en Corea, Irán, Irak y menos en Afganistán han sido investigadas y condenas. De las torturas en la Base de Guantánamo, parece que solo se ha ocupado el cuarto poder, la llamada “Prensa Libre” y la pintura de denuncia del artista colombiano Fernando Botero, que ahora con honor y belleza arriba a sus 90 años. (Recordemos que también hizo su versión plástica de Marulanda y de Escobar)
Pero no hagamos llorar a la historia recordando el genocidio indígena realizado por la Corona Española, el sometimiento y arrasamiento de pueblos hecho por el Imperio Británico o el belga; que decir de los estragos de la piratería en el Atlántico y en el Mediterráneo (véase la obra de Hosbawm, El Mediterráneo en la Época de Felipe II), a nombre de banqueros, coronas, iglesias o por órdenes de simples ladrones y forajidos inhumanos. Ya va quedando en la nebulosa de los tiempos Atila y sus barbaros, el circo romano, las Cruzadas, la Inquisición, todos los ataques de los árabes contra Occidente, la atroz figura de Hingis Kan, el problema de la minoría tibetana en los tiempos contemporáneos de la China comunista, la matanza de los estudiantes en la Plaza Tien An Men, el gulag ruso cruentamente descrito en la obra de Alexander Solzhenitsin. Las sangrientas guerras tribales resueltas a machete en los países africanos. La Guerra de las Malvinas, el paredón cubano y las actuaciones non sanctas de Ortega, Maduro y Uribe, con el trasfondo de las guerrillas, los paramilitares y los falsos positivos
Una vez más recordamos la afirmación no determinista ni historicista, si no surrealista de Octavio Paz, al decir que “la historia es una pesadilla sangrienta”, en su magnífico ensayo Tiempo Nublado; pero como el Nobel mejicano daba palo analítico a diestra y siniestra, solo traigamos a la memoria la mera caratula de la primera edición del texto El Ogro Filantrópico, con una pintura de Don Francisco de Goya y Lucientes, precisamente de la serie “de los caprichos de Goya”, donde acudiendo a la mitología griega, nos muestra al hombre comiendo hombre, al poderoso desgarrando a los débiles. Esa es la vida, cuando se asoman los fantasmas en los sueños de la razón, cuadro igualmente pintado por Goya.
Francisco Cifuentes, Lic. Sociales. A.M. Historia. Mag. Filosofía (USTA). Exprofesor universitario y ahora columnista.
Foto tomada de: RTVE.es
José Miguel Díaz Díaz says
Verdad ( no la verdad ) es la más olvida y subvalorada de y en la historia del pensamiento; la búsqueda de verdad, se identifica con defender y propender, por la vida la belleza, no sólo del humano sino también de los otros organismos vivos del planeta; que el proyecto del homo sapiens, no le interesa, más sí le anima a estar, en La verdad de su YO, de su ideología y sacralización de lo banal; la apariencia, es el mundo de La verdad, más no de verdad. ( cfr. La complejidad de verdad, Carlos Eduardo Maldonado Castañeda, 2021 )