Petro picó en punta cuando solo competía con adversarios borrosos, en la arena política, apenas en calidad de pre-candidatos. Finalmente, consolida su ventaja en puntos porcentuales ahora que encara a candidatos hechos y derechos; y cuando faltan escasos 10 días para la cita en las urnas. Se trata de una línea prolongada en el tiempo.
Para no ir muy lejos, el candidato de la derecha y de todo el establecimiento político, Iván Duque, obtuvo más de la mitad de los votos en la segunda vuelta, casi 10 millones y medio en el universo de unos 20 millones de votantes efectivos. Y sus antecesores Juan Manuel Santos y Uribe Vélez consiguieron mayorías muy holgadas comparadas con la izquierda, cuya máxima votación había sido la conquistada por Carlos Gaviria con sus 2 millones 600 mil sufragios ganados en su momento. Por cierto, si a los votos de Juan Manuel Santos en 2014 se agregaran los de Óscar Iván Zuluaga en la primera vuelta, la cantidad sería aplastante en comparación con cualquier cantidad alcanzada por una candidatura alternativa.
De ahí que las intenciones de voto que marcan las encuestas en favor de Petro, un 38% para la primera vuelta, sea a todas luces una revolución en las tendencias electorales; que por lo demás, señalan un gran desplazamiento de la masa que participa en las elecciones en proporciones mayoritarias hacia el liderazgo político que encarna la unión de dos sentidos en el posicionamiento político, el de oposición y el de cambio.
RACIONALIDAD E IRRACIONALISMOS
El voto, tengo que recordarlo, es un hecho simple y contundente ejecutado por un individuo, pero simultáneamente, en tanto expresión social, abriga una complejidad de conductas que se integran en el sentido final que cada sujeto le imprime a su escogencia.
De entrada, es una manifestación de la voluntad, que tiene tanto de irracional como de la condición contraria, que es el cálculo, la lógica del interés; esto es, de racionalidad.
Wilfredo Pareto, no me queda más remedio que referenciarlo, con sus inclinaciones hacia la sociología del irracionalismo, hablaba de la conducta humana regida, sobre todo, por “residuos”, algo parecido a los impulsos anidados en la voluntad. Ahora bien, entre estos, incluía la pareja de instintos, compuesta por el impulso natural hacia el conservadurismo, esa tendencia a no cambiar de hábitos, a no modificar las formas de vida. Pero también destacaba el “residuo” opuesto, el de fascinarse por el cambio y el de probar nuevas formas de relacionamiento, modelos inéditos de poder.
No me resulta difícil advertir el hecho de que en Colombia, desde hace 85 años, después del ensayo de la Revolución en Marcha, ha predominado la inclinación conservadora, la que privilegia el orden, algo que le ha impreso su sello a las votaciones desde el Frente Nacional, inaugurado en 1958.
Claro, el voto no es solo intuitivo y emocional, no hace parte únicamente de pulsiones de nivel primario, sea de adhesión o de odio. También contiene el elemento racional; de modo que los electores calculan así mismo las posibilidades de su conveniencia individual o colectiva, en el momento en que van a optar por un candidato o partido. Así lo destacan los teóricos partidarios de la “rational choice“; es decir, de la selección racionalmente elaborada; válida según ellos tanto para las decisiones en la economía como en la política, una idea de la cual son exponentes destacados autores como Buchanan y Downs, este último dueño de una exposición brillante, dentro de esta perspectiva, sobre la democracia.
En esta línea de comportamientos, caben las expectativas, animadas por unas franjas enormes y relativamente nuevas de electores; y todo ello, a propósito de la ansiada mejora en sus condiciones de existencia, particularmente en materia de empleo, ingresos y afirmación profesional.
EXPECTATIVAS RACIONALES E IDENTIDADES IMAGINARIAS
De una parte, están esas expectativas construidas más o menos racionalmente, a la manera de un agregado de intereses, acogidos por distintos estamentos, estratos y clases sociales.
De la otra, aparecen las respuestas intuitivas, como pulsiones favorables al cambio, y no ya a la estabilidad y a la rigidez; que además son capturadas por los imaginarios de posturas alternativas; con lo cual se siembran nuevas identidades para la existencia social y la satisfacción personal. En la suma de estos dos procesos, a la vez subjetivos y socialmente objetivados; esto es, en la integración por un lado de la búsqueda espontánea, imaginaria e identitaria de un cambio; y por el otro, de la construcción más o menos racional e interesada de las expectativas de bienestar y progreso; expectativas crecientes por el ascenso de las clases medias durante los últimos 30 años; eso sí, de un modo inestable; en esa suma, digo, radica un fenómeno de opinión impactante: el giro en las tendencias electorales, una especie de inversión o , mejor, de reversión en las respuestas políticas, generadas en los sectores populares y medios, con respecto a las disputas por el poder; y ahora volcadas hacia un candidato de izquierda . Se trata de un fenómeno que no deja de sorprender en un país predominantemente conservador; tanto en sus pulsiones residuales, vale decir constantes, en el sistema cultural, como también en sus expectativas racionales, generalmente manejadas por partidos y élites tradicionales; unas élites ahora crispadas, en realidad, asustadas, por las perturbaciones que pueda experimentar un orden, en el que cómodamente han controlado un crecimiento económico moderado, atravesado por grandes desigualdades e injusticias al mismo tiempo.
Ricardo García Duarte
Foto tomada de: El País
Jorge Albeiro Gil Panesso says
Debemos tener presente todos los aspectos de la realidad:
Diversidad
Contradicción
Cambio
Conservación