Entre los múltiples temas a resolver, si ese es el propósito, está el de la resistencia armada agenciada por el ELN, desde hace ya casi seis décadas y que es la ultima de las organizaciones en permanecer en su proyecto de acción política vía el ejercicio de la violencia, de nuestro viejo conflicto armado, que llevamos treinta y dos años superándolo con organizaciones rebeldes, iniciando por el ya lejano marzo de 1990 cuando el M-19, firmó el primer acuerdo de paz, del que proviene el que puede ser el próximo presidente de Colombia, hasta el firmado en 2016 con la guerrilla más grande y beligerante como lo fueron las FARC.
Con el ELN no ha sido posible firmar un acuerdo de paz, entre otras razones por que nunca ha sido prioridad para ningún gobierno y al dejarlo de lado, ha reforzado la desconfianza de esta organización en las posibilidades de avanzar y la principal a mi juicio, porque ningún gobierno ha tenido una oferta negociadora y una estrategia para llevarla adelante, y del lado del ELN, porque no tiene afán ni ve un camino de solución negociada, entonces entre la falta de propuesta y estrategia de los gobiernos y un ELN sin afán ni plena convicción de dejar el camino de las armas, tenemos el resultado que tenemos: la presencia de un ELN en por lo menos ciento ochenta municipios del país, ejerciendo su proyecto de resistencia armada y ejerciéndolo como un Estado paralelo en los territorios donde actúa, a la escala que le es posible.
En este debate presidencial en curso, hemos escuchado valoraciones y propuestas de los candidatos más opcionados: la descabellada e inviable propuesta de Rodolfo Hernández, de que el ELN se sume a lo ya firmado con las FARC, la continuidad del discurso y las exigencias unilaterales del Uribismo: que el ELN haga esto y aquello, que para nada funcionan con una organización que tiene como principio rector moverse sobre un formato de bilateralidad, las iniciativas de Sergio Fajardo de reconocer que es un proceso de paz pendiente y que se pregunta cuales son las propuestas del ELN, las cuales ha reiterado en los últimos veinticinco años: participación de la sociedad, transformaciones sociales, políticas y económicas que hagan viable un acuerdo y certeza de que lo firmado se va a cumplir, en eso el ELN ha sido taxativo y persistente y por ultimo la formulación de Gustavo Petro, sobre la importancia de cerrar el largo ciclo de las negociaciones políticas, con la ultima de las guerrillas, del alzamiento armado en el que el participó desde finales de los años setenta y toda la década de los ochenta.
La única salida viable para superar la resistencia armada de la que participa el ELN y sus efectos sobre esta precaria democracia, las comunidades en donde permanece y donde se sufre por su acción o la reacción estatal y de otras estructuras armadas, es avanzar en un proceso de dialogo y negociaciones, no hay otra alternativa, ante una organización avezada y con múltiples experiencias y capacidades que le han permitido mantenerse vigente en la vida colombiana.
Una negociación de paz con el ELN, se debe mover sobre las cuatro coordenadas que el ELN ha establecido como sus inamovibles y que son perfectamente razonables si se les mira desde nuestro ordenamiento constitucional, el principal parámetro en el que se debe mover un gobierno que quiera avanzar en este proceso: bilateralidad, amplia participación de la sociedad, acordar unas transformaciones y tener certeza de que lo firmado se va a cumplir, sobre estos cuatro carriles puede avanzar unas negociaciones de paz exitosas.
El próximo domingo 29 de mayo se dará la primera vuelta presidencial y veremos si ya hay un nuevo presidente o esta decisión quedara para el domingo 19 de junio, por lo visto en el debate presidencial en curso, la persona que tiene las mejores propuestas y todas las posibilidades para cerrar este largo conflicto armado es el Pacto Histórico, con el liderazgo de Gustavo Petro y Francia Márquez, esperemos el veredicto de la voluntad ciudadana y un correcto proceso electoral.
Luis Eduardo Celis
Foto tomada de: El Nuevo Siglo
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