Mientras que el candidato del Pacto Histórico habla de fortalecer la presencia y operación del Estado y por esa vía ampliar la democracia, superando su actual carácter formal y procedimental, Hernández Suárez insiste en reducir el tamaño del Estado, negando la conexión que existe entre un Estado fuerte, sólido y legítimo y la democracia, régimen que es la expresión de un Estado que cumple con rigurosidad lo prescrito en la Constitución Política. La falta de eficiencia, eficacia y efectividad del Estado no pasa necesariamente por el tamaño de las dependencias, sino por la calidad de los funcionarios, la cultura del servicio público y por supuesto, de dónde vienen o llegan las hojas de vida y cómo se dan los nombramientos.
Fusionar los ministerios de cultura con el de medio ambiente es una de las propuestas del exalcalde de Bucaramanga. Puede sonar atractivo y plausible desde la perspectiva fiscal y de los costos operativos, pero negativa por la reducción de competencias y el debilitamiento de la institucionalidad ambiental justo cuando el país afronta los desafíos de una desaforada deforestación, las presiones desde diversos sectores para que amplíen y se estandaricen los experimentos del fracking; el crecimiento de la ganadería extensiva de baja productividad, la minería a gran escala y el crecimiento de los cultivos de coca. A lo que hay que agregar, la llegada a zonas selváticas y a las llanuras, de las plantaciones de azúcar y palma africana para producir agro combustibles. Todas estas realidades, creadas intencionalmente por el gobierno de Iván Duque Márquez y el uribismo, en beneficio de sus patrocinadores, se dieron en virtud del debilitamiento técnico de las corporaciones autónomas regionales y el clientelismo que las convirtió en un nido de corrupción.
No creo que la fusión que propone Hernández de las carteras de cultura y ambiente esté soportada en la lectura de los libros de Enrique Leff. No parece tener Rodolfo Hernández el talante de buen lector y mucho menos, de expertos y pensadores en temas ambientales. Leff dice que el mundo afronta una crisis civilizatoria que por supuesto se conecta con la cultura dominante asociada al capitalismo, por la vía del consumismo y el crecimiento de ciudades, aupado más con la intención de “superar” la ruralidad, que en la idea de construir urbes sostenibles desde una perspectiva sistémica y no exclusivamente desde los intereses de los urbanizadores y constructores que Hernández Suárez representa.
Volvamos al tema de la fusión de ministerios. Huelga recordar que el presidente Álvaro Uribe fusionó las carteras de Vivienda y de Ambiente, lo que de inmediato generó el debilitamiento de la gestión ambiental y de la presencia técnica y científica de la institucionalidad ambiental a lo largo y ancho del país. A lo que se suma la entrega sin control de licencias para la explotación aurífera, incluyendo zonas de páramo. He aquí una diferencia sustancial entre los proyectos de país de quienes pasaron a la segunda vuelta presidencial.
Mientras que el impulsivo, procaz, populista y violento santandereano insistirá en el modelo neoliberal, Petro busca revertir los daños y la devastación institucional que el neoliberalismo generó gracias a las medidas económicas adoptadas por César Gaviria Trujillo (1990-1994). Y lo ha hecho, apelando a un término que la gran prensa supo tergiversar con el propósito de demonizar las ideas del exalcalde de Bogotá, asociándolas al ya manido fantasma del “castrochavismo”. Ese vocablo es democratizar.
De esta manera define Wolfgang Streeck (2016) la nomenclatura democratizar: “democratizar implica crear instituciones con las cuales sea posible volver a poner los mercados bajo control social: mercados de trabajo que dejen espacio para la vida social; mercados de bienes que no destruyan la naturaleza; mercados de crédito que no produzcan masivamente promesas irrealizables” (p.167).
El proyecto político de Gustavo Petro se acercaría más a las características, guardando las proporciones, de un Estado de Bienestar propio de países europeos. Entre tanto, el que impulsa Rodolfo Hernández está sostenido en las bases ideológicas del neoliberalismo. Las mismas bases que Hernández intenta sinuosamente ocultar detrás de una idea de austeridad, al proponer reducir el tamaño del Estado, lo que incluye, la representación diplomática. En este punto, las diferencias entre los dos candidatos también son abismales. Mientras que Petro estaría propenso a re-instalar el país en el multilateralismo, con la reducción diplomática que propone el octogenario político, las relaciones internacionales caerían en un peligroso vacío por la falta de una política que potencie política y económicamente al país.
Las preocupaciones de Petro Urrego por los efectos del cambio climático y su propuesta de garantizar desde el Estado la soberanía alimentaria, lo obligan a pensar en una sostenibilidad sistémica como discurso evaluativo de las acciones a emprender. La falta de un discurso basado en el enfoque sistémico en las huestes de Rodolfo Hernández acercan su propuesta a mantener intactas todas las condiciones y circunstancias que hoy tienen al país caminando las sendas de una preocupante insostenibilidad cultural, económica, política, ambiental y ecológica.
Por su racionalidad instrumental, Hernández quizás no logra advertir que el mundo, incluido Colombia, afronta una enorme crisis humana-ambiental que requiere que los candidatos presidenciales se instalen en el paradigma de la complejidad del que habla Morin. Y por lo visto hasta el momento, el exalcalde de Bucaramanga no alcanza a dimensionar esa realidad. Y la sospecha está anclada en el desconocimiento que tiene de cómo opera el Estado. Ignorar cómo funciona el Estado, lo hace proclive a proscribir las garantías democráticas que se desprenden de las maneras como el jefe del Estado haga funcionar semejante estructura de dominación. Y de ahí en adelante, esa incomprensión haría posible que el país continuara bajo el actual modelo agro extractivo, claramente insostenible.
Más allá de las simpatías y antipatías que generan estos dos políticos, los colombianos deben de pensar en términos de sostenibilidad sistémica, haciendo el ejercicio de revisar críticamente el actual modelo de desarrollo que opera en Colombia.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: Infobae
Deja un comentario